Los centros de tortura que persiguen a la región del Bío-Bío

A través del Informe Valech y del Catastro de la Represión elaborado por el Ministerio de Bienes Nacionales, pudimos saber cuáles fueron y dónde están o estuvieron ubicados los principales centros de detención y tortura en nuestra región

Por Mauricio Becerra

16/07/2009

Publicado en

Justicia y DD.HH / Portada / Regiones

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A través del Informe Valech y del Catastro de la Represión elaborado por el Ministerio de Bienes Nacionales, pudimos saber cuáles fueron y dónde están o estuvieron ubicados los principales centros de detención y tortura en nuestra región. Antecedentes que son importantes de conocer para preservar nuestra memoria reciente y contribuir a un Nunca Más.

Concepción atardece lluvioso, como gran parte del año. A eso de las 8 de la tarde, el terminal de buses Collao recibe y deja escapar máquinas sin descansar, mientras algunos pasajeros corren para no quedarse con las ganas de viajar. Justo al frente, cruzando por Tegualda, yace el Estadio Regional, donde se desarrolla un partido de fútbol que produce un ensordecedor ruido de gente vitoreando por alguno de los equipos participantes.

Pocos echan la memoria atrás. Nadie deberá recordar que allí, justo en las butacas donde alientan a sus equipos, pasaron cientos de prisioneros que fueron, como en varios lugares del país, cruelmente torturados por la dictadura.

Gabriel Reyes Arriagada, ex secretario general de la Izquierda Cristiana de Concepción, fue uno de los prisioneros políticos del Estadio Regional de Concepción. Estuvo allí desde el 17 de octubre de 1973 hasta el 18 de enero de 1974, cuando junto a otro grupo de penquistas fue enviado al Campo de Concentración de Chacabuco, en el norte del país.

“Luego de ser fichado en el primer lugar de detención, con los respectivos datos de filiación personal, política u organizacional, (los detenidos) eran enviados al Estadio Regional, donde se les hacía una nueva ficha, se les asignaba una celda común, (los camarines del Estadio), se les quitaban las pertenencias que pudieran ser peligrosas como cinturones, cordones de los zapatos, corbatas y también documentos o dinero que la persona portaba al momento de ser detenida, las que eran metidas en una bolsa de nylon, a la que se le ponía su nombre, se cerraba y era devuelta cuando se producía la libertad”, cuenta Arriagada en una de sus crónicas sobre el tema.

El Estadio Regional de Concepción fue uno de los 159 centros de detención y tortura de la región del Bío Bío durante la dictadura militar y que fueron identificados gracias a los antecedentes recogidos en el Informe de la Comisión Valech. Así, hubo locales de la Policía de Investigaciones, de la Armada, del Ejército y de Carabineros. También varias cárceles sirvieron para albergar a los prisioneros políticos. A ello se suman algunos regimientos, la Isla Quiriquina, la Base Naval, el Fuerte Borgoño y el Gimnasio de Iansa, este último en Los Angeles. Pero también fueron usados con estos fines retenes de Carabineros de localidades pequeñas como Ñipas, Cobquecura, Pemuco o San Ignacio, que según consigna el Informe Valech fueron utilizados como primer lugar de detención y recinto de tránsito hacia otros.

Otro dato importante emanó del Catastro de la Represión elaborado por el Ministerio de Bienes Nacionales y que fue dado a conocer en el año 2007. De acuerdo a ese estudio, en la VIII región hubo 82 recintos de violaciones a los Derechos Humanos de propiedad fiscal durante la dictadura. En Valparaíso se consignan 72 y en la región Metropolitana 63.

Quizás lo que más llama la atención no son tanto los lugares físicos donde se detuvo y torturó a personas –que de alguna manera ya son bastante conocidos- sino constatar que la región del Bío Bío concentró el 15,9 % de estos centros de tortura y detención que corresponden a inmuebles de propiedad fiscal.

LOS OTROS CENTROS DEL DOLOR

Además del ya mencionado Estadio Regional, son varios los lugares donde se practicaron crueles torturas en nuestro sector. Sin duda el más conocido fue la Base Naval de Talcahuano, donde junto con la Armada, también actuó el Servicio de Inteligencia Regional (SIRE) de Concepción. “Durante todo el tiempo que los detenidos, hombres y mujeres, permanecieron en este lugar estaban con los ojos vendados e incomunicados. Se les mantenía en el gimnasio de la Base, en sus galerías y camarines. Algunos detenidos denunciaron que fueron encerrados en jaulas de madera de pequeñas dimensiones, en las cuales debían permanecer por varias horas. Otros testimonios mencionan un sector denominado Ancla 2, en donde los prisioneros eran interrogados. Los traslados se hacían en ocasiones al interior de camiones frigoríficos o eran conducidos desde la Base al Molo para esperar al trasbordador hacia la Isla Quiriquina”.

En la Base Naval también se habilitaron otros recintos de detención como el Fuerte Borgoño y el Cuartel Rodríguez. Precisamente el Fuerte Borgoño fue el lugar de mayor concentración de prisioneros políticos en 1973. Se usó para reclusión y torturas. Medía unos 20 metros de largo y carecía de muebles. Dentro había varias habitaciones de 2 por 2 metros y en cada una había decenas de personas. Todo bajo un ambiente muy desgarrador y lleno de sangre.

LA QUIRIQUINA TAMBIÉN CANTÓ LA MUERTE

La Isla Quiriquina no se quedó atrás. Fue el mayor campamento de prisioneros de la región a cargo de la Armada. El lugar fue utilizado entre septiembre de 1973 y 1974.

Se estima que más de mil personas pasaron por este campo de concentración, entre quienes se menciona a Fernando Alvarez Castillo, intendente de Concepción, Santiago Bell, intendente de Ñuble,  Danilo González, alcalde de Lota y los dirigentes mineros, Isidoro Carrillo, Bernabé Cabrera y Wladimir Araneda. Pero principalmente estuvieron allí hombres y mujeres con ideales, dirigentes políticos, sociales y gremiales de la región y en especial de Tomé, además de jóvenes estudiantes.

Tania Castillo, es una de ellas. Tenía sólo 25 años cuando fue detenida en Tomé, según el testimonio que se recoge en el libro “Viaje a la Memoria”.  Era dueña de casa, tenía dos pequeños hijos y era una reconocida dirigente de las Juventudes Comunistas de su barrio. Antes de llegar a la Quiriquina, estuvo diez días recluida en la cárcel de Tomé y después en el gimnasio de la Base Naval en Talcahuano.

De su paso por la Isla, tiene muchos recuerdos, pero indica que la piscina fue lo que más la marcó: “en las mañanas nos hacían cantar la Canción Nacional, nos obligaban y los hacíamos con desgano, porque no nos sentíamos chilenos (…) nos daban unos plantones en la piscina, a pleno sol y con duchas heladas de agua de mar por la espalda a cualquier hora…”.

Aquello sólo refleja una cosa. Nuestra región tuvo por mucho tiempo manchadas sus paredes con la irracionalidad y la muerte, tema olvidado en el consiente colectivo.

Por dicha causa, los testimonios están lejos de acabarse. Cuando se habla de centros de torturas, es usual en los afectados recurrir a la Policía de Investigaciones. El cuartel de Investigaciones de Concepción, en calle Angol, es uno de los más citados. La mayor cantidad de registros corresponde al periodo 1973-1974, pero en la década del ’80 también hubo personas recluidas allí, principalmente provenientes de recintos de la CNI.

LOS CRUELES RECINTOS DE LA CNI

Uno de ellos era el recinto de Pedro de Valdivia 710, conocido como el cuartel Bahamondes, la Casa de la Risa o la Casa de la Música. Entre 1980 y 1984 numerosos detenidos llegaron a este lugar. Su existencia fue reconocida cuando se hizo público el Decreto Supremo Nº 594, del 14 de junio de 1984. “De acuerdo a los testimonios, al ingresar los detenidos, hombres y mujeres, debían agacharse para entrar por la puerta, eran encerrados en una pieza oscura y pequeña de 2 por 2 metros, cuyas paredes estaban forradas con un aislante. Permanentemente se escuchaba música a alto volumen. Mientras permanecían en este recinto, los prisioneros estaban con los ojos vendados, incomunicados, privados de alimento y sueño. Los testimonios de los detenidos denunciaron que sufrieron golpes, aplicación de electricidad, el teléfono, colgamientos, obligación de permanecer en posiciones forzadas, pau de arara, incomunicación prolongada y amenazas”, consigna el Informe Valech.

Hay que hacer presente que éste fue el único recinto de la CNI de la zona que pudo ser visitado por un ministro de la Corte de Apelaciones. Este inédito hecho ocurrió con motivo de la masiva detención de integrantes del MIR ocurrida en Concepción, luego de los hechos de la Vega Monumental, el 23 de agosto de 1984. Uno de los arrestados durante los operativos de la CNI, fue Ignacio Vidaurrázaga, hijo de la jueza María Yolanda Manríquez, del 11 Juzgado Civil de Santiago. Ella presentó un recurso de amparo a favor de su hijo y en una inédita decisión, la Corte de Apelaciones penquista designó a la ministra María Cristina Aqueveque para que se constituyera en el local de Pedro de Valdivia. Treinta y seis minutos permaneció la ministra en el lugar y luego se retiró sin hacer mayores comentarios pese al asedio de la prensa. Lo cierto es que gran parte de los detenidos que allí estaba fue sacado por otra puerta, así que cuando Aqueveque ingresó al recinto no encontró a los que buscaba.

Otro recinto de la CNI en la zona fue el de Playa Blanca. En 1983 concentró  la mayor cantidad de detenidos. Se trataba de una construcción habilitada para interrogatorios y torturas. Allí estuvo, entre otras personas, María Candelaria Acevedo, hija de Sebastián Acevedo, inmolado el 11 de noviembre de 1983. Mientras, en O’Higgins 239, funcionó otro centro de la CNI. Se usó entre 1985 y 1987, según los datos recogidos en el informe. Fue un lugar secreto de interrogatorios y torturas.

Así, hay muchos otros lugares que quedaron fuera de este reportaje, pero que no deben quedar fuera de nuestras mentes. El pasado, sólo deja de ser pasado cuando hay justicia, y sin memoria, nos transformamos, con el pesar de quienes buscar el olvido, un país sin historia.

Por María Elena Vega

La Diagonal de Concepción

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