Nelson Caucoto respalda investigación que evidencia que Allende fue asesinado

Nelson Caucoto, abogado especialista en causas de derechos humanos, este lunes en conversación con el programa "Barba Roja", defendió la tesis de asesinato del presidente Allende planteada por la investigación histórica forense de Marín y Ravanal. A lo largo del programa el abogado enumera uno a uno los principales argumentos que lo hacen convencerse de que la muerte de Allende fue un asesinato y no un suicidio.

Este lunes 14, en el programa vía streaming Barba Roja, conducido por el abogado Fernando Monsalve, se habló sobre el asesinato de Allende. Esta tesis es sostenida en el libro Allende: «Yo no me rendiré”. La investigación histórica y forense que descarta el suicidio (2014, Ceibo Ediciones), realizada por el médico forense Luis Ravanal junto al sociólogo y corresponsal de prensa Francisco Marín.

Del programa participaron el periodista Patricio Mery Bell, el diputado Hugo Gutiérrez (PC) y el abogado de derechos humanos Nelson Caucoto.

La investigación de Marín y Ravanal se desarrolló en torno a evidencia histórico forense y plantea, como punto central, la existencia de dos disparos en el cráneo del ex presidente socialista, ejecutados con armas distintas. El primero, a corta distancia y con arma de baja potencia, en la frente; y un segundo disparo, hecho con un arma de gran potencia, percutido en la zona submentoniana, cuando Allende ya estaba muerto, este último con el fin de simular un disparo autoprovocado, según argumenta la investigación.

A lo largo del programa el abogado Caucoto fue detallando uno a uno los principales argumentos que le hacían creer en la tesis que sostiene el asesinato de Allende, en base a la investigación de Ravanal y Marín.

Con respecto a este primer disparo que atraviesa la cabeza del presidente, el abogado Caucoto señaló en el mencionado programa: “Ese impacto de bala es completamente incompatible con la forma que se dice que se suicidó el presidente Allende, que se colocó un fusil abajo de la barbilla, un fusil AK que le habría regalado Fidel Castro, según la historia oficial. Cuando se sobresee esta causa nadie pudo explicar qué pasó con ese orificio que tiene en la parte posterior el presidente Allende, y tanto es así que cuando se llega a ver el sobreseimiento definitivo -en la Corte Suprema, en enero de 2014- hubo un voto de minoría que fue del ministro Hugo Dolmestch, quien dijo ‘bueno, aquí hay dos impactos de bala, uno el que logra el estampido y el otro que deja una salida de proyectil en la parte parietal posterior’”. De esta manera sugería que era inverosimil que Allende se haya suicidado y apostaba por mantener abierta la causa judicial hasta que esta se aclarara. 

Caucoto prosiguió: “¿Con qué arma se mató Allende? porque ustedes han de saber que ese fusil AK que le regaló Fidel Castro no fue el utilizado para suicidarse. De las 29 fotos que sacó la PDI una fue filtrada por alguien al interior de la policía, y esta permite sacar una serie de conclusiones: Primero, el fusil que se dice que usó Allende no era el fusil que le regaló Fidel Castro, primera mentira. Nunca apareció ese fusil, hasta el día de hoy, nunca han aparecido las balas. Entonces uno dice ‘Chuta, esto está muy raro’. La clave está en este proyectil que aparece descrito en la parte posterior del cráneo. También en la desaparición del fusil y las balas, porque hasta el día de hoy esa causa no puede responder cuál es el fusil y la bala con que murió el presidente Allende.”

Caucoto argumenta la credibilidad de la investigación, entre otras cosas, debido al trabajo forense del doctor Luis Ravanal: “Yo aquí quiero reivindicar la voz de Luis Ravanal, porque si hay algo que logró acreditar que don José Tohá, ex vicepresidente de la República y ministro de Defensa del presidente Allende, fue asesinado fue un informe que realizó Luis Ravanal. Y con ese informe hicimos que el Servicio Medico Legal (SML) llegara a la conclusión de que hubo un homicidio. Entonces, yo tengo mucha fe en lo que expresa Ravanal y en este sentido le encuentro completamente toda la razón.”

En octubre de 2014 Luis Ravanal recibió el premio Best Scientific Presentation Award, distinción entregada a la mejor presentación en el Congreso Mundial de Medicina Forense, realizado en Seúl, Corea del Sur, en donde exhibió su informe sobre la muerte del presidente Salvador Allende Gossens titulado One bullet or two? (¿Una bala o dos?), investigación en la que analizó los resultados de los exámenes post mortem de 1973 y 2011.

En Allende: Yo no me rendiré se establece una serie de antecedentes que dan sustento a la tesis de asesinato. Uno de ellos es la entrevista concedida por el ex general Javier Palacios Ruhmann a un medio de la República Democrática Alemana, quienes hicieron un documental sobre el tema, Más fuerte que el fuego (1975). El jefe de la toma de La Moneda dijo en ese entonces al medio alemán: “Allende nos recibió a balazos, nos empezó a ametrallar y a mí me alcanzó a herir una mano”.

Por otra parte, según recopila la investigación de Francisco Marín, el ex general Palacios le habría comentado a dos personas que él había rematado al presidente Allende: Dagoberto Palacios, su sobrino; y Jorge Araya Gómez, un amigo de toda la vida.

El hijo de Jorge Araya Gomez, Julio Araya, le escribió al ministro sumariante de la causa para decirle que tenía información que entregar, sin embargo, nunca fue llamado a declarar. “Ni el sobrino de Javier Palacios, ni este señor amigo de Javier Palacios pudieron declarar en la causa. Nunca declararon, no entiendo por qué si era tan claro el asunto. Después en un documental de Alemania oriental (Más fuerte que el fuego), aparece Pinochet diciendo ‘el señor Allende nos creó tanto problema que terminó combatiendo y disparó contra mis hombres. Hirió al general Javier Palacios’».

«¿Qué más queremos? -sigue Caucoto-: Primero probar de que Allende no se murió sentado en una silla, autoeliminándose. El presidente Allende combatió hasta el último minuto. Lo dice Palacios y lo dice también Pinochet. Y lo dicen también los ex GAP, Allende combatió hasta el final.”, argumenta en base a los hechos el destacado abogado de derechos humanos. 

El jurista Caucoto establece la similitud del caso Allende con el de José Tohá, que él mismo llevó en representación de la familia, y que en un principio fue catalogado también como suicidio, hasta que finalmente se pudo probar que fue un asesinato. En ambos casos, en las escenas de los acontecimientos se encontraba personal del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) gestionando las pericias desde un principio. “Ellos armaron toda la historia (…) Entonces aquí hay mucha tarea de inteligencia que indudablemente repercute en los avances o no avances de las causas”, sostiene el especialista en derechos humanos.

El abogado continúa ahondando en la muerte de Allende y el rol que jugó la institución militar en el proceso: “Hay un fiscal militar que tomó esta causa en la Primera Fiscalía Militar (Joaquín Earlbaum). A los diez días estaba dando una entrevista en el diario El Mercurio diciendo ‘Esto fue un suicidio’. ¿Puede un investigador a los diez días decir que está en presencia de un suicidio? La causa terminó en un año más, pero desapareció el expediente. Este expediente lo vino a encontrar 20 años después Mónica González, con el libro La Conjura (2000). O sea, 20 años. ¿No les parece raro?”

La investigación histórica forense señala que fue tanto el celo informativo que tuvo la Junta Militar, que ese 11 de septiembre ordenó que se cerraran las comunicaciones satelitales del país. Esto con el fin de evitar que saliera cualquier información de lo que en Chile –especialmente en La Moneda– ocurría. Tuvieron que transcurrir 24 horas desde que muriera Allende para que la junta diera una versión oficial de lo sucedido: “Allende se rindió y suicidó”, dijeron. 

Si Allende se hubiese suicidado habrían sido transparentes inmediatamente. Meten a la policía para que vean que el caballero se mató solo. O sea, habría sido una cuestión inmediata. Pero aquí no hubo ninguna transparencia. Desapareció el arma, desaparecieron las balas. A los únicos a los que se le permitió ingresar al lugar de los hechos fueron ¿adivinen a quiénes? al Mercurio y al canal 13”, señala el abogado quien destaca que las filmaciones de la estación televisiva al cuerpo de Allende fueron requisadas por órdenes del general Palacios. Nunca han sido difundidas.

Otro de los argumentos que al legista le convenció mucho sobre la investigación tiene que ver con el abundante escurrimiento de sangre que se debiese haber presentado en el cuerpo de Allende si éste se hubiese disparado en la barbilla, en base a lo explicado por el doctor Ravanal en el libro. “Ravanal dice que si uno tuviese en su cabeza un receptáculo de greda, o algo similar, que esté lleno de agua, ocurriría que si yo me disparo, reviento eso y saco toda esa agua, esa agua escurriría hacia abajo. Allende debió quedar impregnado en sangre, en su chaleco. Pero su chaleco estaba impecable. La sangre no escurrió de la manera en que lo hace en alguien que se pega un balazo en la barbilla estando sentado, como cuenta la versión oficial”, señala el abogado.

“Entonces la conclusión de Ravanal es que  cuando una persona está muerta, ya no escurre la sangre, porque la sangre sólo ocurre mientras uno está vivo, porque la bombea el corazón. Pero si se está muerto, y en otra posición, no hay escurrimiento de sangre salvo el propio efecto gravitacional de residuo sanguinolento en menor cantidad. Ravanal explica que si fuese un balazo con un AK desde la barbilla y en posición sentada, la persona quedaría impregnada de sangre y eso no existió”, concluyó Caucoto.

Exhumación de 1990

Una falta al protocolo importantísima que también registró la investigación, y que Caucoto decide recordar en el programa Barba Roja, fue los funerales oficiales de Allende el 4 de septiembre de 1990, ya retornada la democracia. Antes de eso, el 17 de agosto se realizó una exhumación del cadáver de Allende en el cementerio Santa Inés, de Viña del Mar. Esto, con el fin de verificar si efectivamente los restos estaban ahí y con el objetivo de reemplazar la vieja urna de latón por una nueva que estuviera a la altura del magno evento que se preparaba en homenaje a Allende. El procedimiento estuvo a cargo del entonces ministro vocero de gobierno Enrique Correa, y en él participaron también tres panteoneros, un camarógrafo (Pablo Salas) y el doctor y ex ministro de Salud de Allende, Arturo Jirón, en representación de la familia.

Exhumación del presidente Allende en 1990, junto al ataúd se ve al entonces ministro de Estado Enrique Correa.

“En mitad de la noche y de manera casi clandestina abren un ataúd desvencijado donde tenían a Allende, se lo muestran al doctor Jirón y Jirón dice que sí es Allende. Osea, alguien diciendo que es Allende simplemente mirando un montón de osamentas que estaban allí. Mientras estaba mirando todo esto Enrique Correa,  los panteoneros pescan una caja y empiezan a echar los huesos como quien echa desperdicio, echaron todo al lote sin ningún carácter científico (…) ¿Y saben qué pasó? Que después cuenta el camarógrafo al autor del libro que eso no fue nada, que tiraron  un montón de huesos y ropa a la basura. Que falta de respeto para un ex presidente de la República y con una autoridad presente ahí. Una cosa que tenía que haberse hecho científicamente, porque lo que hubo ahí fue una exhumación media clandestina, pero no hubo ningún peritaje respecto de esos huesos y de esa ropa y no hubo un levantamiento prolijo de esas especies óseas que habían ahí”, señala el abogado.

restos de ropa y zapatos de Allende en el piso del cementerio.

No fue de extrañar que en la segunda exhumación realizada en 2011 cuando se reabre el caso, no se pudiera dar con nuevos antecedentes. La evidencia ósea y textil del presidente Allende existente entonces, debido a la pésima labor realizada en 1990, era menor que la de 1973. 

Al terminar la entrevista el abogado Caucoto aclara y sentencia de manera categórica a modo de conclusión: “Yo asumo que estoy  repitiendo como loro lo que dice el libro, pero también dentro de ese contexto está el tema del convencimiento. Yo me convencí leyendo este libro de que este no fue un suicido.

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