Suu Kyi: Momento para hablar en Birmania/Myanmar

“Hay un momento para estar en silencio y un momento para hablar

“Hay un momento para estar en silencio y un momento para hablar. La gente debe trabajar en unidad. Sólo entonces podremos alcanzar nuestra meta”.

Palabras de Suu Kyi a sus adeptos, reunidos para ver su regreso a la libertad.

Aung San Suu Kyi, reconocida activista de los derechos humanos en Myanmar fue liberada por su Gobierno, trascurridos más de 7 años de prisión domicilaria, impuesta por la autoridad política. La emblemática figura del partido opositor Liga Nacional para la Democracia (LND), saca la voz y afirma que “la base de la libertad democrática es la libertad de expresión”.

El contexto de vida que envuelve a la Premio Nobel por la Paz está cargado de elementos que marcan la situación actual de la ex Birmania (desde octubre del presente año, Myanmar).

DE LA ACCIÓN POLÍTICA AL PREMIO NOBEL

La historia personal de Suu Kyi, hoy de 65 años, está marcada por las disputas de poder político en la ex Birmania, pues es hija del “héroe nacional”, Aung San, quien firmó el acuerdo que consolidó la independencia de Birmania del Reino Unido en 1947, y fue asesinado el mismo año.

Aung San Suu Kyi, nació el 19 de junio de 1945, estudió filosofía, política y economía en la universidad británica de Oxford entre los años 1964 y 1967. Allí conoció a quien sería su esposo y con quien formó familia desde 1972.

Una vez radicada en Gran Bretaña, escribió Libres del miedo, libro donde narra la historia de su padre, la independencia del país de los británicos y su actividad política como defensora de la democracia birmana.

En 1988, a pesar de las amenazas recibidas por parte del Gobierno militar, liderado por el dictador Ne Win -en el poder desde 1962-, regresa a su país motivada por el grave estado de salud de su madre.

Allí fue testigo de la sangrienta represión de las manifestaciones del gobierno birmano contra su pueblo, quienes protestaban contra el régimen autocrático y exigían el restablecimiento de la democracia. A cuenta de ello, Kyi organizó un movimiento en pro de los derechos humanos y la instauración de un régimen democrático.

El 14 de octubre de 1991, Aung San Suu Kyi, recibe el premio Nobel de la Paz, en atención a su «lucha no violenta en pro de la democracia y los derechos humanos», y por constituir «uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en el continente asiático en las últimas décadas».

DEL PENSAMIENTO A LA ACCIÓN

Heredera del legado paterno e inspirada en la política de «no violencia» del Mahatma Gandhi, el sitio Biografías y vidas, cuenta que Suu Kyi organizó mítines por todo el país para pedir elecciones libres y se convirtió en un importante símbolo para las esperanzas de su pueblo. Sin embargo, cuando Ne Win dimitió, en julio de 1988, los militares volvieron al poder con un violento golpe de Estado en septiembre de ese mismo año.

La líder opositora promovió entonces una intensiva campaña para el envío masivo de cartas al nuevo Gobierno, en las que se sugerían reformas políticas. A finales de año junto a otros famosos activistas -entre ellos el antiguo ministro de Defensa U Tin-, fundó la Liga Nacional para la Democracia (LND), formación en torno a la cual se reunieron todos los miembros de la oposición.

En abierto desafío a la ley marcial impuesta, Kyi, viajó por el país y participó en multitudinarios mitines donde denunció los abusos del gobierno militar. Las relaciones con el poder se volvieron cada vez más tensas y, tras salir ilesa en abril de 1989 de un atentado perpetrado por un capitán del Ejército, en julio de ese mismo año fue puesta bajo arresto domiciliario en su domicilio de Rangún.

PODER MILITAR

Entre su exilio domiciliario y el presente, su nación vivió las condiciones propias de un gobierno militar. Un artículo del diario El País, en septiembre de 2004 dio cuenta de ello, e indicó la existencia de un informe publicado por la Liga de Mujeres de Birmania, en que se denunció la violación sistemática de mujeres pertenecientes a las minorías étnicas del país, cometidas por hombres del Ejército, como parte de su política de represión contra estas poblaciones (ver escrito).

Amnistía Internacional lleva un registro de las violaciones a los derechos humanos en el país de oriente. El valor que tiene para la organización social la figura de Suu Kyi reside en la lucha por la recuperación de los valores democráticos, por lo que ha sido considerada una “prisionera de conciencia”.

MANIPULACIÓN DEL SUFRAGIO

Según afirmó Radio Nederland “noticias extraoficiales difundidas por la cadena británica BBC aseguran que hubo intimidación de votantes y que a otras personas no se les permitió sufragar en privado”. Añadió también que la cuarta parte de los escaños de las dos cámaras está reservada a los militares de Myanmar, y consignó la muerte de siete personas en un enfrentamiento entre militares y miembros de la población Karen, cerca de la frontera con Tailandia.

Suu Kyi, quien por desafiar al régimen ha vivido 15 de los últimos 21 años enclaustrada en su hogar, rechazó estos comicios y sus resultados, así como la Constitución promulgada en 2008.

Varios grupos étnicos secundan la oferta de Suu Kyi de celebrar un congreso nacional, pues desean que sean garantizados los derechos de las minorías. Son 10 las etnias que componen los 53 millones de habitantes de Myanmar: birmana (68%), shan (9%), karen o kayin (7%), rakhine (4%), china (3%), mon (2,7%), kachin (1,5%), india (1,25%), chin (1%) y kayah (0,75%).

REACCIONES EN EL MUNDO

Las palabras de cortesía de altos mandatarios políticos abundaron tras la liberación de Kyi. El primer ministro británico, David Cameron, declaró que la activista “debió haber sido liberada mucho antes” y la canciller alemana Angela Merkel, llamó a los gobernantes militares de Myanmar a liberar a los presos políticos restantes. Por su parte, Barack Obama manifestó: «Para mí es una heroína y una fuente de inspiración para todos los que luchan por los derechos humanos fundamentales en Myanmar y en todo el mundo”.

De paso, Obama acusó a la dictadura militar de haber impedido de forma «sistemática» que la oposición participe en los procesos políticos, con arrestos y persecuciones, estimados en más de dos mil: “Los que hayan participado en la represión deben responder por ello ante la Justicia”, destacó.

Por David Abrigo Bilbao

El Ciudadano

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