Se cumplen 25 años de la matanza

La noche en que la policía militar brasileña masacró a los niños de la Candelaria

Fueron asesinados ocho chicos de entre 11 y 19 años. Como se supo poco después, los asesinos fueron miembros del 5º batallón de la Policía Militar de Río de Janeiro

Por Chevige González Marcó

20/07/2018

Publicado en

Brasil / Justicia y DD.HH

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Masacre de La Candelaria en Río de Janeiro

En la noche, casi madrugada, del 23 de julio de 1993, Río de Janeiro vivió uno de sus días más tristes. En esa tenebrosa jornada, un grupo de policías militares abrió fuego contra unos 50 niños que dormían en la calle. Fue una verdadera masacre, ocho de los jovencitos resultaron muertos, en las cercanías de la emblemática Iglesia de la Candelaria.

La tragedia no quedó sólo en los hechos de ese día, sino también en la impunidad del crimen. Por ejemplo, en 2007, un expolicía militar fue absuelto, a pesar de que confesó su participación en la matanza. Un jurado revirtió la condena de una instancia anterior, lo que causó una ola de indignación y replanteó el tema de la impunidad de la violencia policial contra menores pobres.

La absolución fue resuelta en beneficio del expolicía militar Nelson Oliveira dos Santos Cunha, en principio condenado a 261 años de cárcel. Dos Santos Cunha había confesado su participación en el escuadrón de la muerte que masacró a ocho niños. Pero al ser condenado a una pena mayor a 20 años, y según especifica la legislación brasileña, tuvo derecho a un nuevo proceso. La decisión fue adoptada por un jurado popular, por 5 votos contra 2.

25 años de la masacre

Un reportaje de la cadena DW recoge el testimonio de Yvonne Bezerra de Mello, quien recordó aquellas horas: «le di una moneda a tres de los chicos para que me llamaran por si pasaba algo”. Luego dejó al grupo en situación de calle que dormía delante de la iglesia, en el centro de Río de Janeiro. En ese entonces, Bezerra se ocupaba de los niños a los que el Estado había abandonado a su suerte. Los más pequeños tenían seis años, los más grandes habían cumplido los 20.

«Esa noche recibí las llamadas”, contó Bezerra. Los chicos me llamaron diciendo: «Nos están matando”. Hoy, 25 años después, la pedagoga alerta que en aquella oportunidad se mostró la otra cara de Brasil: un país despiadado, brutal y socialmente dividido. «Un país”, dice, «como el que es hasta el día de hoy”.

Bezerra, de 61 años, cuenta la historia de la masacre en su departamento, en el barrio carioca de Flamengo. Allí saca algunas fotos antiguas. «Cuando llegué a la Candelária, media hora después, los cadáveres de los niños yacían delante de la iglesia”, recuerda. Los otros chicos estaban muertos de miedo.

Esa noche fueron asesinados ocho chicos de entre 11 y 19 años. Como se supo poco después, los asesinos fueron miembros del 5º batallón de la Policía Militar de Río de Janeiro, en el cual funcionaba una especie de «escuadrón de la muerte” cuyos miembros también se dedicaban al narcotráfico.

Las marcas recuerdan el lugar donde fueron masacrados los niños. Foto: Web

Una policía corrupta

Bezerra está segura de que se trató de una venganza. «Los policías traficaban cocaína y algunos de los chicos que vivían en la calle los ayudaban”, dijo. Los policías querían vengarse porque hubo cuentas sin pagar.

En el juicio que siguió a los crímenes contra siete sospechosos, tres policías fueron condenados. Un acusado fue asesinado durante las investigaciones, aparentemente, para borrar huellas. Los tres condenados, sin embargo, hoy están en libertad. Dos lograron incluso salir antes de cumplir su pena. El acusado principal, Marcus Vinícius Emmanuel Borges, por el contrario, huyó de la cárcel. Había sido condenado a 300 años de prisión, pero solo cumplió 18.

«En esta sociedad, los pobres y los negros no cuentan”, dice Yvonne Bezerra. En esa época, fue acusada de ser cómplice de los «vagabundos”. Así se llamaba a los niños indigentes, de los que mucha gente se quejaba. La masacre fue vista por esa gente incluso como «una limpieza social necesaria”, subrayó.

Para ella, el 23 de julio fue decisivo porque, a partir de ese día, decidió dedicar su vida a trabajar por los niños menos favorecidos. Creó el famoso proyecto Uerê, que hoy cuenta con una escuela propia en el complejo de favelas Maré. Pero justamente por ese compromiso con los chicos, sigue recibiendo amenazas.

Bezerra piensa que todos los chicos de la Candelaria están muertos. Durante años mantuvo el contacto con algunos de ellos. Pero el último del grupo fue asesinado recientemente en el complejo Maré por una bala perdida. «Ninguno de esos niños llegó a cumplir 50 años”, dijo. «Su vida estuvo siempre marcada por la violencia”. Uno de esos niños, ya un hombre traumatizado, Sandro Barbosa, secuestró un ómnibus con un revólver en el año 2000 y fue estrangulado por varios policías. El film «Ómnibus 174”, del director José Padilha, cuenta su historia.

El sobreviviente

Sin embargo, hay un sobreviviente de aquella noche terrible: Wagner dos Santos, quien fue víctima de la masacre más bien por casualidad. Luego de que los policías habían asesinado a tiros a seis chicos cerca de la iglesia Candelaria, siguieron buscando otras víctimas en las inmediaciones. Dos Santos se hallaba cerca de dos niños que vivían en la calle, y los policías también quisieron matarlo. Cuatro balas impactaron en su rostro, pero sobrevivió y se convirtió en uno de los testigos más importantes del juicio contra los policías. Por eso, más tarde fue el objetivo de un atentado: otras vez, cuatro balas fueron disparadas contra él, y una vez más, sobrevivió.

Hoy, Dos Santos tiene 45 años y vive en Suiza por razones de seguridad. «Está ciego y sordo del lado de la cara donde le dispararon y totalmente traumatizado”, cuenta su hermana, Patrícia Oliveira, de la organización «Redes de Comunidades e Movimentos contra Violência”, en el centro de Río. Ella misma fundó dicha organización.

Relata que su hermano no cree en la justicia brasileña. Las condiciones por las cuales se produjo esa masacre no han cambiado. La Policía sigue matando a niños y jóvenes de raza negra, sin que haya ningún tipo de consecuencias. Wagner dos Santos recibe actualmente cerca de 420 euros de pensión del Estado brasileño. «Quiere dejar atrás la masacre de una vez”, dice Oliveira. «Pero, ¿cómo va a poder olvidar la violencia?”.

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