Paraísos fiscales, lavado de dinero y drogas en el «nuevo mundo» americano (Pt II)

Aunque ya ha pasado de moda hablar del neoliberalismo y sus tantas falacias, la desregulación del sistema económico, financiero y comercial se acentúa

Por Cristobal Cornejo

12/08/2022

Publicado en

Economí­a / Latinoamérica

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Aunque ya ha pasado de moda hablar del neoliberalismo y sus tantas falacias, la desregulación del sistema económico, financiero y comercial se acentúa. Y como este fenómeno le viene de mil maravillas a políticos, empresarios y criminales, los requisitos que les proponen los organismos internacionales como coto son tan formales que suelen quedar en los listados, paraísos de tan poca relevancia que cuesta trabajo creer que las actividades de lavado y evasión se resumen a paraísos como el de Nauru.

Sucede que, estos paraísos, son el nicho en el que concursan, desde el más sencillo político regional de algún territorio colombiano, hasta la élite política del continente, con la amañada forma en que protegen de la luz pública sus suntuosos dividendos, políticos millonarios como el presidente chileno Sebastián Piñera y el candidato republicano, de mayor competencia para Obama, el exgobernador de Massachusetts, Mitt Romney .

En un contexto de crisis, bajo un sistema monetario global, sobrecargado de la circulación de capitales, donde las monedas catalogadas como “fuertes” (euro, dólar) no tienen más referentes sino la comparación entre sí mismas o, en todo caso, su representación virtual en bits; la generalización de prácticas de lavado de dinero y evasión de impuestos, bajo la pervivencia de los paraísos fiscales, denota un panorama de inseguridad financiera, económica y comercial, que se ampara en una inseguridad jurídica; toda vez que los mecanismos internacionales creados para su control, pecan de ineficacia, cuando se simplifican las listas de la OCDE en un momento crisis sistémica y efervescencia del narcotráfico en Latinoamérica.

La economía internacional entre el negocio de las drogas y lavado de dinero

Una de las grandes incógnitas es la cantidad de dinero generado anualmente por el tráfico ilícito de drogas (TID). El negocio del TID, es el segundo en movimiento de capitales del mundo después del petróleo, por las ganancias extraordinarias que provee. Según la ONUDC su comercialización genera alrededor de 320 000 millones de dólares anuales, con un mercado que anda por los 200 millones de consumidores a nivel global. Esta economía genera “(…) 300,000 empleos para campesinos de los Andes sudamericanos que participan como proveedores de materia prima: coca (200,000 has), amapola (1,500 has) y marihuana (no menos de 1,000 has), que proveen para los mercados regionales internacionales.”

Como los datos de la ONUDC y otras instituciones resultan demasiado oficiales como para reflejar toda la realidad, resulta muy conveniente compararlos con las cifras que maneja Daniel Estulin en uno de sus libros sobre el Club de Bilderberg para conocer, a consideración de “(…) un experto en lavado de dinero que ostenta un alto cargo en la agencia del gobierno estadounidense encargada de vigilar las transacciones internacionales de capital me dijo una vez (a Estulin) que ´en números redondos debe tratarse de una suma de unos 590 mil millones de euros anuales libres de impuestos´”

Las cifras varían entre 320 mil millones y 700 mil millones, en dependencia de las agencias e Instituciones que se consulten, lo cierto es que todos manejan cifras multimillonarias las cuales, obviamente, no entrarían en el sistema monetario internacional sin el concurso de los políticos y empresarios de mayor influencia global. Atendiendo a esa realidad nos podemos percatar que el dinero proveniente del TID desempeña un rol crucial en el sistema bancario y monetario internacional, pues, como afirmara el ex agente de la LAPD Michael C. Ruppert, de allí provienen los papeles con que se realizan los “(…) ´pagos mensuales mínimos de las grandes acciones y de las burbujas de derivados y de inversiones en Estados Unidos y Gran Bretaña´ (…). En 2000, Le Monde Diplomatique estimó el total anual generado por el narcotráfico en unos 420 mil millones de euros.”

Pero aún más alarmante resulta la consideración de Caterine Austin Fitts editora de From The Wilderness quien afirmó “(…) que esos 590.000 millones de euros generarían transacciones económicas seis veces mayores que ese valor para blanquear el dinero, de modo que el impacto real del negocio de las drogas en las finanzas internacionales se convertiría en transacciones por valor de 3 billones y medio de euros.”

Estas cifras millonarias generadas por el TID, interactúan con el sistema comercial mundial, inyectándolo de papeles o bits, como puntualiza el profesor Casals; apoyando la especulación financiera y la lógica del capital con la concentración tanto de las riquezas como de su apropiación. En ese sentido, la mafia actual sigue la lógica de antaño, aquella que comprende la sinergia del sistema, se adecúa y participa en el mismo, no como su contraparte sino como su soporte ilegal. Por ello vale la pena recordar la famosa frase del gánster Al Capone al acusársele por evasión de impuestos: “Esto es absurdo. ¡Ustedes no pueden cobrar impuestos sobre ingresos ilegales!”

Imaginemos entonces como se traducen estos fondos en las bolsas de valores. Entendiendo que en las bolsas se negocian acciones, participación en las ganancias, en la rentabilidad de una empresa, determinada por las utilidades que reparte dicha empresa. El llamado Carry Trade o diferencial de rentabilidad esperada se alimenta de liquidez, proveniente del balance de las empresas, la reserva de los bancos centrales y los sospechosos grupos de capital privado. En este sentido, los dineros que están en los bancos centrales también están en movimiento, entendiendo la concepción del capital como dinero que genera dinero.

Conjugando esta realidad con la participación del dinero proveniente del TID, se comprende mejor, como el “(…) valor de las acciones de las empresas que cotizan en Wall Street se basa en beneficios netos anuales. El sistema conocido como bonos de beneficio, hace que éstos se reflejen en el valor de la empresa cotizada en bolsa multiplicado hasta por 30. Para empresas como Chase Manhattan Bank (…) tener unos 10 millones de euros en Beneficios netos adicionales derivados del tráfico de drogas le supondría un incremento neto en el valor de sus acciones en bolsa de hasta 300 millones de euros.”

Otra de las complejidades de las operaciones de lavado de dinero y los paraísos fiscales en el sistema económico comercial actual, es la presencia de una plusvalía virtual a partir de una ganancia virtual, que se produce en la esfera de la circulación y no, como reflejaran los clásicos, aquella plusvalía real originando riqueza desde la producción. Aparecen los derivados financieros dada la ausencia de una plusvalía real. Esta llamada plusvalía virtual –como afirma el profesor Jorge Casals Llano– se produce esencialmente en la esfera de la circulación y es precisamente en esa esfera donde entran en juego los dividendos obtenidos por el negocio ilícito de las drogas y otros delitos conexos, por su necesidad de ser lavados para poder entrar en circulación.

Definitivamente los bancos norteamericanos y, más que los bancos, la élite empresarial, “apuesta” con el dinero de todos, beneficiándose en todo este proceso del lavado de dinero procedente del crimen organizado, particularmente el relacionado con el TID.

En este complejo entramado entran en acción, como otro de los elementos perjudiciales que suelen dirigirse a los paraísos fiscales, los llamados Capital Golondrina, caracterizados así por la inestabilidad de la permanencia del capital en un lugar. Este consiste en depósitos de capital efímeros, es decir que se condicionan a corto plazo y con rendimientos muy variables, otorgándole mayores posibilidades de movilidad. Este capital concurre hacia los países o regiones donde pueden obtener mayores ganancias, de forma coyuntural, para luego dirigirse hacia otros que le ofrezcan mejores condiciones. De esta manera se aseguran el no comprometimiento con el destino de los países donde han hecho depósitos ni con las consecuencias que acarrea para los mismos, las características de sus actividades.

En este sentido, los capitales golondrinas pudieran comprenderse como una de las tantas expresiones negativas de la globalización neoliberal de la economía. Con ello nos percatamos de otra de las falacias de ver dogmáticamente correcto, aspectos como la inversión extranjera, las cuales sin condicionamientos ni regulaciones financieras y jurídicas que protejan a los países donde se realizan, pudieran beneficiar los intereses privados sobre el interés nacional, lo que agudizaría las relaciones de dependencia y dominación históricamente ancladas en la relación de los EE.UU. con América Latina y el Caribe.

Por otra parte, los capitales golondrinas depositados de manera coyuntural y condicionada, pueden producir una peligrosa revaluación en la moneda local; perjudicando las condiciones de vida de los lugares donde hacen depósitos, unido a inversiones extrajeras que lejos de ir a la economía real, al sector productivo, van hacia la obtención de grandes ganancias, durante el período en que los paraísos fiscales le ofrezcan mayores posibilidades de evasión fiscal y otros nichos de ganancias, para luego trasladarse hacia otros lugares donde las ventajas comparativas que persiguen sean mayores; dejando perjudicada a las economías de los países donde habían hecho depósitos.

Los capitales golondrinas, a su vez, pueden producir un aparente fortalecimiento de las monedas locales, producto de la abundancia de capital que pueden mostrar coyunturalmente. Por ello, el empleo regulaciones financieras y jurídicas más estrictas, resulta una necesidad para dar mayor estabilidad a estas economías y no exponerlas acríticamente este tipo de actividades e inversiones de capitales, que están muy lejos proveer un desarrollo sostenible para los países latinoamericanos y caribeños donde se desarrollan este tipo de actividades.

La desenfrenada emisión de papel se “respalda” en activos y por bancos que tienen fiducia, en otras palabras, confianza de que van a pagar. La compra de activos por el Banco Central suele traducirse en un aumento de la demanda interna, así como la venta de activos en su disminución. En los Estados Unidos, donde un ente privado hace de Reserva Federal, el financiamiento de la deuda pública Federal realizada por otros países (y actores) asciende a 14 billones de dólares. Por tanto, un incremento de la oferta monetaria reporta un efecto expansivo sobre la economía.

En este análisis no debe perderse de vista que el dólar como divisa internacional, produce un descontrol en la medida en que los Estados que la asumen, pierden una determinación sobre la moneda, por lo que el precio de dicha divisa se “determina”, además de por la relación entre oferta y demanda, por la rentabilidad esperada. La existencia de una desregulación del sistema financiero internacional acentúa todas estas problemáticas.

En el precio del dólar (tasa de cambio) o el precio del dinero (tasa de interés), influyen múltiples factores, pero en general los mecanismos son de mercado, por tanto de oferta y demanda, aunque hay instrumentos que puede manipular el banco central (Reserva Federal) para influir sobre ellos como son la tasa de interés y la emisión monetaria.

El lavado de dinero contribuye a la inflación cuando hay exceso de liquidez (exceso de dinero en circulación). Cuando hay exceso de dinero en circulación se contribuye a la inflación, porque indica que hay una mayor demanda de bienes y servicios y no tiene un correlato en la oferta de estos, lo que puede producir un repentino incremento de los precios, debido a que la oferta no cubre la demanda.

El exceso de moneda en circulación, hinchada también por los dividendos provenientes del lucrativo negocio del lavado de dinero, contribuye también a la inflación, (exceso de liquidez). Ello debe verse aparejado a que, por lo general, cuando los bancos bajan la tasa de interés inyectan dinero en circulación, traduciéndose en una política monetaria expansiva. Para ello hay múltiples mecanismos, que pueden ir desde subir directamente la tasa de interés, imprimir más dinero o reducir el encaje legal.

Una de las falacias sobre el lavado de dinero y el TID, consiste comprender estas actividades como la solución divina para el desarrollo repentino de las economías de Latinoamérica y el Caribe. El mito se derrumba cuando nos percatamos de que la mayor parte del dinero proveniente del crimen organizado transnacional que operan en la región suele dirigirse hacia los Estados Unidos; alentados por la aspiración del american way of life, inspirados en una concepción del buen vivir que está más enfocado hacia la pacha Miami que a la pacha mama.

Los Estados Unidos como país que concentra las riquezas de los narcos, ya no sólo como paradigma cultural, sino que también sus bancos y sucursales son reconocidos por el crimen organizado como un buen destino para sus dividendos. Es allí donde se concentra parte importante de las riquezas extraídas de Latinoamérica, reproduciéndose la lógica de dependencia y dominación que precede la romántica relación entre el norte y el sur americano. “Se estima que solo en Estados Unidos las ganancias que arrojan estos delitos ascienden alrededor de US$275.000 millones, excluida la evasión fiscal.”

De esta forma, los Estados Unidos de Norteamérica y en particular, el sur de la Florida, resulta especialmente atractivo para que el crimen organizado gaste sus ganancias en una economía de servicios, que se adecúa perfectamente a los intereses de lavado e inversión de estos sectores.

De estas “ganancias”, lo que llega a las economías latinoamericanas es un muy deprimido por ciento el cual, no obstante, logra atraer a amplios sectores rurales y urbanos que participan en algunas fases del negocio por pequeñas comisiones, ante la difícil situación socioeconómica que viven estos países.

La concepción del Estado nacional en su versión primigenia se va perdiendo en cuanto a interés económico. Las ganancias de los negocios ilícitos de la droga y otros delitos conexos fluyen de toda Latinoamérica y el Caribe hacia los EE.UU.; corriendo a favor de los intereses del gran capital transnacional. “Si tiempos hubo en la historia en los cuales el estado regulador, mediante su intervención, podía paliar los ´efectos no deseados´ del ´libre juego´ de la oferta y la demanda en los mercados, hoy no existe estado en el mundo que pueda ´regu¬lar´ la actuación de las grandes empre¬sas transnacionales, algunas de ellas con mayor fuerza económica que continentes enteros.”

Las países latinoamericanos dependientes tras siglos coloniaje y deformación estructural de sus economías; distraídos ideológicamente por la influencia de la hegemonía cultural estadounidense, suelen reconocer como alternativa contra la crisis actual, la “atractiva” triada del negocio de las drogas, el lavado de dinero y los paraísos fiscales. Sin embrago, si se realiza un análisis profundo sobre estos fenómenos no hacen más que diluir a la región entre la narcoeconomía y la dominación perpetua del imperio estadounidense, está vez a través de un negocio al cual concurren, extrayendo los mayores beneficios para el sostenimiento del sistema capitalista global, limpiando los grandes volúmenes de dinero sucio, para el sostenimiento de las falacias del sistema capital mundial.

De manera general, el lavado de dinero aumenta y el incremento de las incautaciones de drogas de algunos países de Latinoamérica no hace más que evidenciar la perpetuidad del negocio.

El “narcotráfico” amenaza la estabilidad de la región, por su relativa funcionalidad para fungir como colchón de los países más pobres, sobre los efectos de la crisis económica global, representando un por ciento considerable del PNB, así como por las fuentes de empleo que genera. De igual forma, ha sido acogido por empresarios en declive para recapitalizar sus finanzas.

Por otra parte, las economías latinoamericanas desmoralizadas ante el auge de prácticas ilegales de comercio, acuden a un proceso enajenante, reconociéndose ya no sólo desde el norte sino también en el sur, la presencia de fenómenos morbosos –al decir de Gramsci- en una época de crisis del sistema mundial. Por ello, independientemente de las teorías de Francis Fukuyama en su dilema del fin o, más recientemente, el futuro de la historia, lo que ciertamente estamos presenciando no es una época de cambios sino un cambio de época, donde la homogeneidad y el unipolarismo han dado paso a sistemas más complejos que no se pueden comprender sin la consideración de todos los actores que confluyen en él.

Resulta entonces, el análisis del lavado de dinero, los paraísos fiscales y el negocio de las drogas, procesos estrechamente relacionados que ganan espacio, dentro de ese gran sistema económico, comercial y financiero a nivel mundial.

Este proceso desmoralizador comienza por la economía pero se expande al espectro político, social y cultural de un mundo globalizado y, aunque ya no esté muy de moda, reformado bajo la tutela teórica del neoliberalismo, en una crisis multidimensional de la cual el sistema capitalista no acaba de hallar salida y acude para su permanencia, a fenómenos morbosos como el crimen organizado trasnacional asociado al delito de TID, el lavado de dinero y los paraísos fiscales en el “nuevo mundo”.

No por gusto Galeano expresó en su paradigmática obra Las Venas abiertas de América Latina: “La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado” Evidentemente esta idea no sólo continúa vigente sino que se acentúa en nuestra realidad. Cuando las economías latinoamericanas se ven más dependientes del sistema económico global y las crisis originadas por los Estados Unidos y otras potencias occidentales, suelen hacerse sentir más en los países del llamado Tercer Mundo; vale la pena acercarse al mundillo los paraísos fiscales y seguir -a la usanza de Walter Martínez- la ruta del dinero, que casi siempre ayuda a dilucidar mejor quienes son los autores intelectuales de lo que sucede hoy con el crimen organizado trasnacional, el lavado de dinero y los paraísos fiscales, que tanto corroe al “nuevo mundo” americano.

Conclusiones:

Los paraísos fiscales, el lavado de dinero y el alto tráfico ilícito de drogas existente en el continente denotan, en el actual contexto de crisis económica global:

Fracaso del sistema de regulación financiera.

Expresión de la crisis sistémica y multidimensional del sistema capitalista neoliberal.

Otra manifestación de la crisis de la hegemonía de Estados Unidos sobre Latinoamérica.

Denota la crisis de credibilidad de los EE.UU. en un contexto donde la Internet, las nuevas tecnología y las redes sociales on line, dan mayor libertad de información.

Vulnerabilidad institucional de los organismos internacionales, al permitirse los grandes montos de blanqueo de capitales del crimen organizado trasnacional, así como un alto índice de evasión de impuestos.

La existencia e internacionalización de problemas de seguridad como el tráfico ilícito de drogas, los paraísos fiscales y el consecuente lavado de dinero, es inyectado por los Estados Unidos y, a la vez, reporta enormes beneficios la lucha contra estos males como pretexto para otras guerras imperiales que alimenten su insaciable Complejo Militar Industrial.

La pervivencia de los problemas asociados al lavado de dinero y los paraísos fiscales pudiera reconocerse como el cáncer del sistema capitalista imperial que necesita del crimen organizado trasnacional para mantener las burbujas financieras y los estrepitosos índices de movimiento de capitales sólo respaldados, que sólo son posibles de respaldar por la criminalidad internacional y su poder para emitir papeles y bits, en eurodólares.

El fraude fiscal, que los paraísos hacen posible, afecta las políticas sociales, producto de la evasión de impuestos de la cual, se supone, salen parte de los fondos para ese tipo de medidas.

El lavado de dinero y los paraísos fiscales, afecta directamente a un sector tan sensible e importante de la sociedad como la clase media.

El sistema de listas de la OCDE funge más como pantalla pública que como barrera contra la evasión de impuestos y el lavado de dinero.

Más allá de las noticas de crónica roja y las políticas antidrogas del imperio, existe un interés económico, financiero y comercial sobre el frondoso monto de capitales que genera dicho negocio.

En el contexto de crisis global, cuando los recortes presupuestarios se profundizan en varios países, se afectan a los organismos tributarios y la lucha contra la evasión.

Los bancos norteamericanos se benefician en todo este proceso del lavado de dinero procedente del crimen organizado, particularmente el relacionado con el TID.

Escenarios más probables:

En los países con mayores actividades de TID y otros delitos conexos, la corrupción vulnera al sector bancario, en busca de medios para lavar dinero, con la participación de funcionarios de entidades públicas o privadas. Ello agudizará la relación existente entre la corrupción y el TID, la cual no es exclusiva de los países pobres.

La guerra de los cárteles en la lucha contra el gobierno, supera la capacidad de algunas instituciones, de los países subdesarrollados para enfrentar este fenómeno, lo que justificará la penetración de las fuerzas de las potencias occidentales y de los contratistas a su servicio.

La corrupción será alentada por las ganancias del TID, lo cual posibilitará la influencia política de los cárteles, en tanto logren corromper a funcionarios políticos o ubicar algunas de sus figuras en los estamentos gubernamentales.

(fin de la segunda y última parte)

Por Alejandro Perdomo Aguilera

Argenpress.info

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