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Tres razones de por qué el acuerdo de París sobre el cambio climático es un fraude

El editor de Roar Magazine, Jerome Roos, lo deja en claro: aunque los líderes mundiales y los medios internacionales están declarando el acuerdo de París sobre cambio climático como “un gran salto para la humanidad”, hay varias razones clave para ser escépticos

bosqueEl editor de Roar Magazine, Jerome Roos, lo deja en claro: aunque los líderes mundiales y los medios internacionales están declarando el acuerdo de París sobre cambio climático como “un gran salto para la humanidad”, hay varias razones clave para ser escépticos. Ahí les van estas tres:

1) No acciones, sólo palabras

El acuerdo climático tiene muchas palabras bellas, pero no hay compromisos ni acciones concretas. En ninguna parte del acuerdo los gobiernos señalan los pasos que tomarán para cumplir con los ambiciosos objetivos para controlar el aumento de la temperatura y mantenerlo por debajo de los 2 grados centígrados, en relación a los niveles pre-industriales, buscando que el incremento no supere, de ser posible los 1,5 grados Celsius.

Este objetivo se podría lograr sólo si el 90 por ciento de los combustibles fósiles se mantienen en el subsuelo y no se extraen. Para lograr esto, para mediados de este siglo todos los 195 firmantes deberán haber logrado llegar a la casi ausencia de uso de combustibles orgánicos dentro de la economía mundial… Imposible sin lograr, al mismo tiempo, un cambio casi total hacia fuentes renovables de energía. El acuerdo no tiene detalles sobre cómo llegar a esa transformación radical. ¡Las palabras “combustibles fósiles”, “petróleo” o “carbón” ni siquiera son mencionados en el texto!

Los objetivos no son obligatorios legalmente, e incluso si lo fueran, no hay forma de fiscalizarlos y hacerlos cumplir. Los líderes mundiales han optado, en cambio, por un sistema voluntario donde los países puedan generar planes de reducción de emisiones que serán revisados cada 5 años…

Es realmente un fraude, palabras sin valor. No hay acción, sólo promesas. Mientras los combustibles sólidos sean los materiales más baratos, continuarán siendo quemados para generar energía.

2)  Las cifras no concuerdan

Asumamos que los gobiernos por un momento pueden realmente ejercer lo que han acordado y reducen las emisiones. En el mejor escenario, el planeta está aún en curso de sufrir un aumento de la temperatura global de al menos 2.7 grados Celsius, una cifra considerada por la comunidad científica como una desestabilización catastrófica del clima global y los sistemas para sostener la vida.

Por ejemplo, el profesor de ciencia de geosistemas de la Universidad de Oxford Myles Allen, señala que el calentamiento inducido por la acción humana ya se está acercando a un grado, y la predicción es que subirá a 1.2 grados para el año 2030, por lo que fijar la meta en 1.5 grados ya es un reto.

Para llegar a 1.5 grados Celsius, deberá comprometerse una gran cantidad de recursos, pero lo principal es transformar las fuentes de energía, el transporte y los sistemas agrícolas de los países desarrollados, además de ayudar a los países más pobres a hacer la transición hacia fuentes de energía que estén al margen de los combustibles fósiles. Los países ricos han comprometido 100 mil millones de dólares para los países pobres, pero no está claro cómo se recaudará esa cifra, y aunque se consiguiera, aún es insuficiente. Cien mil millones de dólares está muy por debajo de los 600 mil millones de dólares que solo Estados Unidos gasta en su presupuesto militar, o los trillones de dólares gastados en salvar a las grandes corporaciones. Las verdaderas prioridades de los países ricos hacen de estos compromisos por el medio ambiente una gran mentira.

3) El poder de las grandes corporaciones permanece incontrarrestable

No se pueden prevenir los efectos catastróficos del cambio climático sin mantener en el subsuelo los combustibles fósiles. Y ese compromiso choca directamente con la industria que explota esas fuentes de energía, cuyos modelos de negocios se verán totalmente destruidos por cualquier esfuerzo serio hacia sistemas renovables de energía.

Una era post-petróleo implicará dejar de producir autos impulsados a gasolina para el año 2050, eliminar las plantas de generación de electricidad alimentadas por carbón, decir “no” al fracking, eliminar los barcos y aviones alimentados por petróleo, no más oleoductos o extracción del crudo de las zonas oceánicas… nada. La deforestación deberá frenarse completamente, y las emisiones de metano deberán ser drásticamente reducidas. En otras palabras, la dinámica de los países ricos capitalistas, que se basa en la competencia férrea entre empresas y países, deberá abandonar el acceso a energía y comida barata, y materiales de construcción de bajo precio.

Los gobiernos del mundo aún gastan más de 5 mil millones de dólares al año en subsidios para los combustibles fósiles. Todo este influjo de dinero deberá detenerse inmediatamente, y ser transferido hacia las áreas de investigación y de desarrollado de tecnologías de energía renovable. Entonces, ¿dónde están esos compromisos? Están ausentes del texto.

Este acuerdo de cambio climático tiene en toda su extensión la marca de la industria de combustibles fósiles. Al fallar en un compromiso claro de acciones concretas, en crear un mapa de acción que pueda fiscalizarse y ser obligatorio, al no comprometer recursos para una transformación energética integral, y al negarse a afectar a la industria de combustibles-fósiles, los líderes mundiales han creado un acuerdo que claramente no pueden mantener. La responsabilidad cae ahora en los movimientos sociales, para confrontar el inmenso poder de la industria del petróleo y del carbón. Le otorga, así, una nueva fuerza de radicalización al movimiento de justicia por la lucha contra el cambio climático, para continuar el combate desde la misma base popular.

Fuente: Jerome Roos, Roar Magazine, https://roarmag.org

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