Crónica de un Viacrucis virtual

Viernes Santo: dos comunidades religiosas conmemoran a su modo

La representación de la Pasión de la Romero Vargas, transmitida de manera virtual, y la Parroquia de Cristo Rey Los Fuertes como un ejemplo de comunidad y red de apoyo

La pandemia ha afectado cada aspecto de nuestras vidas y la religión no es la excepción: las representaciones y festividades alrededor de la Semana Santa ahora tienen un formato virtual que ha modificado la interacción de la comunidad con su iglesia, con la celebración de las misas y con su fe. 

Mi primer viacrucis 

La cosa con las experiencias de primera vez es que son una ilusión: siempre estamos haciendo algo por primera y última vez, somos seres cíclicos, pero no estamos insertos en el tiempo, sólo lo atravesamos en el vehículo del presente (órale, salió más filosófico/físico de lo que quería, disculpad). 

En esta ocasión te hablaré sobre mi primera misa, tras todo un año de pandemia y quién sabe cuántos más de mi alejamiento personal de la religión católica. A veces la gente toma a mal cuando digo que sólo soy católica de léxico: 

– ¿Y eso cómo es? 

–Pues sí, de léxico por los ¡Ay, Dios!, ¡Jesús!, Oh my God’s, ni Dios quiera y los Madre santísima que de repente digo. 

Hay a quien le da risa, quien no entiende mi gracia o hasta hay quien se las da de sabelotodo con frases como –Oh sí, sí, ¿y desde cuando no comes carne? –, o alguna otra frase sin sentido. Pero bueno, regresemos. 

Como habrás adivinado no soy muy afecta a la religión que se me inculcó en casa (el asunto no es relevante y no quiero aburrirte con mis teorías del porqué de la vida, ni vamos a debatir sobre el catolicismo); hace mucho tiempo (no tanto, no tanto) cuando llegó el momento de confirmarme ante la Iglesia Católica y dar el siguiente paso en mi educación religiosa (disculpa si los términos que uso son quizás poco atinados, trataré de ser lo más descriptiva que pueda para no errarle), decidí hablar con mi mamá y decirle que no me interesaba darlo. 

Con esa misma mentalidad me acerqué en esta ocasión a la Parroquia de Cristo Rey en Los Fuertes y al grupo actoral religioso de Cristo Rey de la Romero Vargas, quienes de manera amable y afectuosa nos abrieron las puertas. 

Parroquia de Cristo Rey en Los Fuertes: el viacrucis virtual 

Llegué corriendo a la parroquia, con el pelo mojado, enredado en un chongo improvisado, con los ojos saltones de un café salvador de personas tardías y libreta en mano. Esperé un momento en el auto, me tardé lo más que pude porque, aunque iba tarde, no quería entrar. 

Nunca me ha gustado ir a misa, me deprime: me hace colocarme frente a mi diminuta existencia y cuestionar todo alrededor de ella, me hace sentir que el mundo se viene encima, para colmo nunca sé qué decir, cómo actuar, me siento incómoda sobre todo porque temo mucho ser irrespetuosa con alguien: hacer algún chiste de mal gusto o decir alguna barbaridad frente al padre. 

Al final me armo de valor y me acercó a la puerta, es una reja blanca que está abierta de par en par, asomó la cabeza y una señora me ve, me regala una sonrisa con su mirada y se me sale un buenos días provinciano. Me adentro: a ojo de buen cubero cuento unas 40 o 50 personas, la mayoría son jóvenes. 

Me sorprende, de muy buen modo, que con todo el cinismo y el desborde de información del mundo actual todavía haya gente joven que se integre a la fe religiosa. 

Puedo ver un patio grande, donde hay una carpa que tiene una bocina y un equipo de audio como esos clásicos de fiestas de XV años o celebraciones de pueblo, hay un tripié con una cámara de foto semiprofesional, una mesa con una laptop, y gente decorando dos altares dispuestos a los costados de la entrada principal de la parroquia. 

Le pregunto a una doñita si sabe quién está organizando y me señala al padre. Me acercó a él y me presento. Su nombre es Daniel, el padrecito Daniel, se ve joven y tiene cara amable. Le agradezco por dejarme participar de su conmemoración y aprovecho para entrevistarlo un poco: me cuenta que está feliz por ver la organización de la comunidad, porque a pesar de todo la gente siga involucrada. 

Desde el año pasado que cerraron todo por cuarentena, la fe religiosa tuvo que migrar a internet.

Recuerdo cuando hace poco más de un año, una amiga de la familia falleció y mi tía se conectaba por la noche a rezar frente a la computadora, se me hizo algo muy curioso de ver porque por sus gestos, el tono de su voz, su mirada, podía ver que ella se sentía dentro de misa. En esta ocasión tuve la oportunidad de ver el otro lado. 

El padre hablando al micrófono (nada nuevo ahí) pero al frente de una cámara, tratando de mantener la naturalidad de siempre; supongo que tras un año completo de migración internauta lo han terminado por convertir en un todo un vlogger. En esta misa tuvo audiencia, podía reaccionar a los rezos de la gente y acompañarse de los organizadores, pero ¿cómo le hará con una iglesia vacía?, ¿cómo mantienes la fe ante un mundo que se cae a pedazos? (con preguntas así comienzan mis rounds de filósofa de los que te hablaba). 

Raúl llega con la cámara y el padre Daniel nos cuenta un poco más de su experiencia parroquial ante la pandemia y la llegada de la Covid: hace mucho énfasis en lo alegre que está porque su comunidad, pese  a las dificultades, siguiera conmemorando las celebraciones de Semana Santa y las misas en general; nos cuenta que los músicos les prestaron el equipo y que todo demás lo han dispuesto los vecinos. 

El padre Daniel me recuerda a un amigo que no conozco todavía, tiene de esas caras amigables, con ojos que parecieran tristes, aunque son más bien profundos, y de esas voces dulces que inspiran confianza, no me atrevo a preguntarle su edad, no ha de pasar los treinta y medios.

Comienzan la transmisión en vivo de la misa y todo el mundo se pone en posición: en cada altar hay un grabado con una imagen representativa de cada estación del viacrucis, hacen un cambio de altar (y hasta hay un paneo de cámara) para cambiar las imágenes y para aprovechar el espacio y mejorar la logística (supongo). 

Sin darme cuenta estábamos en misa y yo estaba oyendo la misa, no estaba pensando en mi mortalidad, o distraída buscando alguna peculiaridad entre los asistentes, estaba oyendo la misa; tenía mucho que no me pasaba eso, estaba atenta a lo que se decía y por fin pude entender un poco mejor sobre todo el rollo de los romanos, Cristo y su cruz. 

“Señooor, señooor, perdona a tuuu pueeeblo, perdoona los azootes iiinhuuumaaanos”.

Entre el murmullo de las voces y los rezos tras los cubrebocas, me asaltó la curiosidad: ¿cómo estaba reaccionando la gente a la misa que estaba transmitiendo al mismo tiempo? Me alejé lo más que pude y terminé junto a la reja, abrí Facebook y entré ver la misa, habían conectadas unas cien personas, todas reaccionando con amenes y emojis. ¿Cuándo pensaste que estaría normalizado usar emojis en misas virtuales? 

Mientras iban pasando las estaciones del viacrucis me pasó algo chistoso: conforme cada lector pasaba comencé a imaginar cada parte de la historia, pero como si estuviese pasando entre la gente, romanos con cascos y espadas, topándose con gente vestida con jeans y tenis, los contemporáneos solemnes, los romanos entre gritos, la gente en misa y la humillación a Jesús. A este cruce temporal que se libraba en mi mente sumémosle la espontaneidad de un México pueblerino: con camiones de gas pasando con música techno a todo volumen, un helicóptero camino a apagar otro incendio de temporada, la alarma de un auto. Se forma una historia peculiar. 

Nos quedamos hasta el final, nos acercamos con la gente un poco, para saber de su experiencia: una de las organizadoras, una mujer joven, quizás de la edad del padre Daniel, nos cuenta que es abogada, que le interesa que su comunidad siga activa pero no poner a nadie en riesgo; nos encontramos con su padre y él nos confiesa que está un poco triste, no le entusiasma la idea de que la fe se transmita de manera virtual pero que por eso mismo están cuidándose entre todos. 

Nos acercamos con un par de chicos (hemos de ser de la misma rodada), traen una guitarra, el más grande nos cuenta que es director de un grupo de jóvenes que buscan fusionar su fe con la música, ambos son parte de ese grupo, el más chico me cuenta que si bien la religión se la han inculcado en casa el continúa yendo a la iglesia por voluntad propia. Los envidio un poco porque, aunque no tengo dudas de mi fe, envidio la comunidad tan bella de la que forman parte. 

Finalmente, nos acercamos al padre Daniel, puedo notar como siempre escucha cuando alguien le habla, no sólo responde, ni finge una respuesta de cajón, realmente escucha; nos despedimos, le agradecemos su tiempo y nos despide con un Que Dios los bendiga en su mirada. 

La Pasión de la Romero Vargas: show must go on

Hace un par de días ni sabía que existía tal cosa como procesiones famosas que no fueran en el Vaticano o algo por el estilo, y resulta que en México una de las más famosas es la de Iztapalapa en CDMX y otra es la de la colonia Romero Vargas en Puebla. 

–Uy, aguas eh, es una colonia medio conflictiva– me dijo alguien cuando les conté que iba a entrevistar a los del grupo actoral que organiza las famosas representaciones. No le di mucha importancia a su advertencia. Nunca he sido de esas personas que juzgan un lugar o una persona antes de conocerla, ¿qué chiste tendría la vida si la viviésemos así? 

Llegué a la parroquia de la Purísima Concepción, me recibieron por la entrada de atrás, entré por un garaje café: dentro estaba una carpa de colores al fondo, había unas personas sacando escenografía e indumentaria de una camioneta, estaban armando todo para la escena en que Jesús carga su cruz y es humillado a insultos y latigazos, pero no sólo montaban la escenografía, estaban construyendo la cruz de madera. 

Me recibió Rosi, la hija de Carlos Mirón Parra, el organizador bonachón y representante del grupo actoral de Cristo Rey. Les pedí una entrevista grabada y me la concedieron, sólo con la condición de que esperara a mi compañero afuera, estaban cuidando mucho la entrada de personas que no fueran parte de la organización o del grupo de actores. A la salida me bromean que vaya mientras por unos chescos, y si fuera más lanzada sí los hubiera comprado. 

En lo que esperaba a mi compañero fui a darme una vuelta por la Romero Vargas, subí y bajé por las calles hasta que regresé a la parroquia y encontré una banquita por la presidencia auxiliar, me resultó curioso ver la unión arquitectónica del gobierno y la iglesia, ¿qué tanto puedes separar la fe y el poder en una sociedad tan católica como la mexicana? 

Ya que llega Raúl regresamos al zaguán café, nos abre la puerta una señora con cara de buena gente, nos invitan a pasar y Carlos nos cuenta un poco de cómo viven este nuevo formato de difusión: lleva 13 años tras la organización y dirección del grupo, él mismo ha participado en escena, en esta ocasión él es Jesús cargando la cruz, nos cuenta que por la pandemia de los 600 actores que conforman el grupo sólo 30 han podido representar un papel (¡wow!, eso quiere decir que 95 por ciento no fue convocado).

Nos comenta que el director original del grupo falleció en junio del 2020; Rosi me cuenta que era su abuelo y que falleció por la muerte de los justos: durmiendo. Al otro lado del escenario tienen en una mesa un altar con fotos de su abuelo, tiene flores, unas velas y en las fotos se aprecian algunos de los papeles que representó el señor: –Él comenzó en el otro grupo [el de Ignacio Tarso] pero se separó por… pues por problemas que tuvieron– me dice Rosi. 

Carlos tiene todo el tipo de luchador que apuesta su cabellera, porque una máscara ocultaría su bondad, una sonrisa de plata, un cuerpo fornido que se ve aguanta una cruz de ve-tú-a-saber cuántos kilos y un pecho grande que alberga un corazón igual de grande; nos comenta que él es artesano.

Le preguntó cómo sería la representación en tiempos normales y me dice que por lo general suelen presentarse en la explanada que está abajo de su parroquia, a unas cuadras de allí, que invitan a la comunidad a poner puestos de comida y generar así derrama económica para la colonia; me dice esto con un tono un tanto triste, como si fuese algo lejano tanto en tiempo pasado como en el futuro. 

También le preguntó por qué optaron por hacer una transmisión en vivo en lugar de una grabación; dice que como grupo están más acostumbrados a actuar en vivo y que al menos quisieron rescatar eso del performance. Si te soy sincera, veo el grupo de personas que está montando todo y no veo madera histriónica, pero por la tarde que veo su transmisión la veo en vivo y a todo color, es gente que se transforma radicalmente, se entrega a su papel en la misma medida que se entregan a su fe. 

Terminamos la entrevista, Raúl toma un par de tomas más, y yo me quedó junto a Rosi viendo el altar de su abuelo; me encanta conocer a gente que cuenta con un linaje de generosidad como el de Rosi y Carlos. Les agradecemos su tiempo y nos despedimos con una sonrisa en el alma. Casi hacen que me convierta de nuevo, ojo, casi. 

Por último, Raúl y yo vamos a dar una vuelta a la parroquia y a la explanada que nos contaron: está vacía, sólo hay palomas y un pasto amarillo y triste. –Me hubiera encantado ver estas calles llenas de gente– le confieso a Raúl, mientras paseamos y me curo la melancolía con un helado de chicle. 

Me invade un deseo por volver el próximo año a la Romero Vargas, aunque me asalta el miedo. ¿Podré ver las calles llenas de gente y a los 600 actores en escena? ¿O tendré de nuevo que recorrer las calles vacías mientras añejas tradiciones como esta representación viven detrás de los muros y se transmiten sólo por internet? 

Sin duda estaré aquí el próximo Viernes Santo para responder esa pregunta. 

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