El asesinato legal del matrimonio Rosenberg en Estados Unidos

Por Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación, Luis Emilio Recabarren, CEILER

Por Absalón Opazo

20/06/2020

Publicado en

Estados Unidos / Historia / Mundo / Política

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Por Iván Ljubetic Vargas, historiador del Centro de Extensión e Investigación, Luis Emilio Recabarren, CEILER.-

Julius Rosenberg nació en Nueva York el 12 de mayo de 1918. Era ingeniero eléctrico. Ethel nació en la misma ciudad, el 28 de septiembre de 1915. Era aspirante a actriz y cantante. Ambos formaban parte de la “Young Communist League”, las juventudes del Partido Comunista de los Estados Unidos.

Se conocieron cuando Julius estudiaba Ingeniería. Habían asistido a un acto para recoger fondos para la Internacional Seaman´s Union, y ella cantó en la parte cultural. Se casaron el 18 de julio de 1939. En 1940, el matrimonio encontró trabajo en Washington. En 1941 regresaron a Nueva York, y el 10 de marzo de 1943 nació Michael, su primer hijo.

Al mismo tiempo, Julius continuó con las labores políticas hasta 1945, dirigiendo sus esfuerzos para obtener la reposición de sus empleos a aquellos miembros del FAECT que habían sido despedidos por supuestas afiliaciones al Partido Comunista. Él mismo fue despedido por la misma acusación.

En 1946, Rosenberg decidió abrir su propio negocio de maquinarias, adonde va después del licenciamiento del ejército su cuñado David Greenglass. En 1947, nació su segundo hijo Robby. Entonces, Ethel se dedicó por entero a las labores domésticas.

Desde el término de la segunda guerra mundial hasta el año 1950, vivieron una vida tranquila, dedicados a la educación de sus hijos, rodeándolos con cariño de padres amorosos, pero ninguno de los dos pudo predecir que su vida ese año cambiaría, tomando un peligroso giro que los llevaría a la separación definitiva de sus hijos, y la injusta muerte.

«Venimos de un medio humilde y somos humildes. De no haber sido por las acusaciones criminales en contra nuestra, habríamos vivido nuestras vidas sencillamente, como la mayoría de las personas, desconocidos para el mundo, salvo para aquellos pocos cuyas vidas se entrecruzaron con las nuestras». (Fragmento de la Petición de Clemencia Ejecutiva de los Rosenberg).

UN MONSTRUOSO PROCESO

Todo comenzó el 28 de agosto de 1948, cuando la Unión Soviética probó su primera bomba atómica. Al año siguiente, un agente de contrainteligencia del FBI descubrió que el servicio secreto ruso, la KGB, tenía un informe del Proyecto Maniatan, el plan secreto de EE.UU. para desarrollar la bomba atómica.

Las investigaciones descubrieron una conspiración con varios implicados, incluyendo a David Greenglass (el cuñado de Julius), el cual se desempeñaba como mecánico en el proyecto de Los Álamos. David inculpó a su cuñado y su hermana, y a partir de ese momento los investigadores clasificaron a Julius como el jefe de la red.

Así fue como el 6 de marzo de 1951 comenzó el «monstruoso juicio». El principal pretexto para vincular a Julius Rosenberg fue haber sido activista de la Liga de los Jóvenes Comunistas. El juicio a que ambos se vieron sometidos distó mucho de haber sido justo y la condena surge en virtud del Acta de Espionaje de 1917, que dictaba pena de muerte para este tipo de delitos en tiempo de guerra, aunque en el momento de haberse cometido el supuesto espionaje, los Estados Unidos no se encontraban en guerra con la Unión Soviética.

En esos años se vivía un fuerte ambiente anticomunista, e imperaba en la sociedad americana el miedo a un inminente enfrentamiento con la Unión Soviética, unido al «Mccarthismo». Todos estos aspectos influyeron en el juicio. Y a lo anterior se suma la acusación de ser responsables de las numerosas bajas norteamericanas en Corea.

El juicio fue un fraude por la total falta de evidencias sólidas que culpasen al matrimonio. Toda la acusación que pesaba sobre ellos era las declaraciones de David y su esposa. Julius y Ethel tenían pocos amigos, por lo que fueron sus propios testigos y eso los afectó en la defensa.

En la petición de clemencia enviada por Ethel Rosenberg al Presidente de los Estados Unidos, ella declara abiertamente su inocencia y su valiente posición:

«No somos mártires ni héroes, ni aspiramos a serlo. No queremos morir. Somos jóvenes, demasiado jóvenes, para la muerte. Ambos anhelamos ver crecer a nuestros dos pequeños hijos, Michael y Robert, hasta que lleguen a ser hombres. Deseamos, con cada fibra de nuestro ser, que nos restituyan en algún momento al lado de nuestros hijos para reanudar la armoniosa vida familiar que disfrutamos antes de la pesadilla de nuestros arrestos y condenas. Deseamos que nos reintegren algún día a la sociedad, donde podamos contribuir con nuestras energías a construir un mundo en el que todos tengan paz, pan y rosas. Sí, aspiramos a vivir, pero con la sencilla dignidad que inviste sólo a aquellos que han sido honestos consigo mismo y con sus semejantes. Por lo tanto, con honradez, solo podemos decir que somos inocentes de este crimen.”

Más adelante, Ethel hace un análisis de todo el proceso y la debilidad de las pruebas presentadas, y acota:

«Solicitamos las conmutaciones de unas sentencias que producirían la indecible tragedia de la destrucción de nuestra pequeña familia, así como habrían de sentar un precedente para el abandono, en Norteamérica, de la apreciación civilizada del valor de la vida humana».

EL ASESINATO LEGAL

En la cárcel Sing-Sing cientos de policías vigilaban. Era el ocaso del viernes 19 de junio de 1953. Fuera de la Casa Blanca, en Washington, pequeños grupos de manifestantes portaban feroces pancartas que rezaban: «¡Muerte a las ratas comunistas!». A unos 50 kilómetros al sur, en la Union Square de Nueva York, una multitud de miles de personas se reunió para pedir clemencia.

Los esposos Rosenberg fueron finalmente ejecutados en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953. Julius murió a la primera descarga; su esposa Ethel, a pesar de ser una mujer más pequeña y supuestamente frágil, resistió tres descargas antes de fallecer. Dejaron dos hijos pequeños de 3 y 7 años, respectivamente.

El famoso filósofo existencialista francés Jean Paul Sastre llamó a la ejecución de los Rosenberg como un «linchamiento legal que mancha de sangre a todo un país».

Trece años después del crimen, David Greenglass, el hermano de Ethel, confesó que la acusación que les hizo y los llevó a la cárcel y a la muerte, era falsa. David había sido obligado a firmar una declaración, en junio de 1950, en la que aceptaba haber sido cómplice de Harry Gold, un químico de Filadelfia que confesó al Buró Federal de Investigaciones (FBI) ser el contacto en los Estados Unidos de Klaus Fuch, científico inglés acusado de espionaje a beneficio de los «rojos».

El hermano de Ethel, en busca de reducir su condena y presionado por los hombres del traje negro, incriminó a Julius y Ethel, y dijo que su cuñado lo captó para formar parte de una red espía de Moscú. Ironías de la vida: fue la única acusación que tuvieron los Rosenberg, pero de la cual emergió la arquitectura del laberinto de mentiras que les costó la vida.

En 1970, el FBI desclasificó documentos probatorios de la gran farsa que constituyó aquel juicio histórico, del cual salieron tan mal parados, primero, la supuesta «democracia americana», el derecho y, sobre todo, la justicia.

Tres décadas más tarde, la Asociación Americana de Abogados reconstruyó durante dos días el proceso a los Rosenberg, y arribó a la certeza concluyente de que los dos eran inocentes de las acusaciones por las que fueron achicharrados en la silla eléctrica. Esto último, en el caso de Ethel, fue literal, pues debió recibir, incluso, el tormento postrero de requerir tres descargas para morir, porque -explicaron los verdugos- el engendro letal no se ajustaba a su pequeño cuerpo.

CARTAS DE AMOR DE DOS INOCENTES CONDENADOS A MORIR EN LA SILLA ELÉCTRICA

Un amor que trasciende la muerte
Sábado 12 de agosto de 1950

Queridísima Ethel

Anoche oí la noticia por la radio y después de agotadores esfuerzos por verte o comunicarme contigo, me han dado permiso para escribir esta carta. Hazme saber lo antes posible como te sientes. ¿Cómo están los niños? ¿Se ha dispuesto algo para ellos? Conserva la serenidad. Con todo mi amor,
tu Julius».

Sábado 12 de agosto de 1950

Mi querido Julie

Ya debes saber lo que me ha ocurrido y por qué te escribo desde la cárcel de mujeres. Querido, desearía poder decirte que me mantengo serena, tranquila y ecuánime, pero la realidad es que he derramado muchas lágrimas de angustia por los niños… Mi corazón clama por ti y por los niños… Ahora todo resulta más duro que antes porque ambos sabemos que ninguno de los dos está libre para cuidar de nuestros seres queridos… Cariño, todas las noches antes de dormirme hablo contigo y lloro porque no puedes oírme… Para ti, amadísimo mío, todo mi amor y mis más fervientes pensamientos.

Te amo.
Ethel».

Sábado 28 de octubre de 1950

Querido mío

Hoy me siento muy débil en lo que atañe a mi comportamiento emocional; perdóname, por favor. Esta situación hace estragos en mí cuando de los niños se trata. Piensa que este viernes hará once semanas que vi a nuestros hijos por última vez. Increíble, inimaginable, descorazonador. ¿Qué hemos hecho para merecer semejante desdicha? Hemos vivido una existencia honrada, constructiva. (…) ¿Sabes tú lo mucho que te quiero? Te suplico cielo mío, que seas fuerte por mí… 

Amorosamente, 
Ethel» 

Sábado 4 de noviembre de 1950

Amor de mi vida

(…) Me conmoví hasta las lágrimas al escuchar cartas tan tiernas y compasivas de gentes buenas con sentimientos humanos (…) Me siento muy cerca de ti, y te amo con todos mis sentidos. En esta hora de nuestra mayor necesidad, es realmente inspirador ver la prueba visible de un apoyo concreto de tantas personas sencillas. Es cierto que no estamos solos. Hay una tremenda reserva de gente buena en nuestra tierra, quienes velarán porque se conozca la realidad y porque se nos haga la justicia a que tenemos derecho… ¡Cuanto ansían mis brazos tenerte! Que afortunado soy en tener por esposa a una mujer tan apreciada y maravillosa como tú. Estoy orgulloso de ti, y es por tu bien que quiero que estemos en casa con nuestros hijos. 

Julius» 

Domingo 27 de mayo de 1951

Queridísimo Julie

Jamás podremos olvidar la turbulencia y la lucha, la alegría y la belleza de los primeros años de nuestras relaciones cuando me enamorabas. Juntos tratábamos de encontrar repuesta a todos los enigmas aparentemente insolubles que nos presentaba una sociedad compleja y endurecida. Esas respuestas han soportado la prueba del tiempo y el cambio».

Domingo 30 de diciembre de 1951

Mi adorable esposa

Cuando recibas esta carta, un año muy malo para nosotros habrá pasado a ser historia. Se ha logrado cierto progreso al organizar una campaña para que se nos haga justicia, pero ese progreso aún es muy poco y muy lento. Como soy realista, estoy plenamente consciente del gran esfuerzo que se requiere para contrarrestar la inercia paralizante que el Departamento de Justicia ha infundido al pueblo norteamericano. Con coraje, al que se suman confianza y esperanza, te deseo un feliz Año Nuevo, mi amor (…) Amor mío, resarciremos a nuestros hijos de todo lo que les ha sido negado. Te repito una vez más que en el año entrante seguiré viendo en ti mi sostén, mi inspiración y todo lo que es hermoso para mí en la vida. Con todo mi corazón,
1952-MIS MEJORES DESEOS – AMOR – FELICIDADES – LIBERTAD – ¡PAZ!

Julie».

Martes 26 de febrero de 1952

Cariño

Amor mío, anoche a las 10 en punto oí la espantosa noticia. En estos instantes, carente casi por completo de elementos a los cuales atenerme, me resulta difícil hacer algún comentario, como no sea una expresión de horror ante la prisa con que el Gobierno parece estar presionando para precipitar nuestra muerte. No cabe duda que esto demuestra que todo el análisis hecho por nosotros en relación con la naturaleza política de nuestro caso ha sido asombrosamente correcto… mientras tanto estoy tan atormentada, como también debes estarlo tú. Cariño, si tan solo pudiera consolarte de verdad. Te amo tanto. Tu fiel esposa,
Ethel». 

Domingo 31 de mayo de 1953

Ethel querida

¿Qué le escribe uno a su amada cuando se enfrenta a la siniestra realidad de que se ordenó quitarles la vida en dieciocho días, en el 14 aniversario de sus bodas? La proximidad de la hora más negra de nuestras penas y el grave peligro que nos amenaza, exigen todo el esfuerzo de nuestra parte para evitar la histeria y el falso heroísmo (…) Todo el amor que hay en mí es tuyo.

Julie». 

Jueves 11 de junio de 1953 (8 días antes de los asesinatos)

(…) Haz algo, Manny, haz el esfuerzo. Me parece imposible que en nuestro aniversario de bodas se permita una crudeza tan monstruosa como nuestra ejecución. Pero, en fin, soy una persona incurable tonta que no puede comprender como los hombres pueden parecer hombres, ¡y no ser más que demonios sádicos disfrazados! (…)

Ethel». 

POEMA “SI MORIMOS”

Ethel Rosenberg dejó a sus pequeños hijos, en 1953, este poema:

Si morimos

Vosotros sabréis, hijos míos, sabréis 
por qué dejamos las canciones sin hacer 
los libros sin leer, el trabajo sin hacer 
para descansar bajo la grama. 
No más lamentos hijos míos, no más 
porque las mentiras y las calumnias fueron montadas 
las lágrimas que derramamos y el dolor que nos penetra 
para todos deberá ser proclamado.

La tierra sonreirá, hijos míos, sonreirá 
y el verde sobre nuestro lugar de reposo crecerá
el crimen finalizará, el mundo se regocijará en hermandad y paz.

Trabajad y construid, hijos míos 
construid un monumento al amor y a la alegría 
al valor humano, a la fe que guardamos por vosotros,
mis hijos, por vosotros”.

UNA VEZ MÁS

En el vientre del salvaje imperialismo se repite la vieja historia de crímenes. Luego de haber sido asesinados se comprueba su inocencia. Así ocurrió con los mártires de Chicago, con Sacco y Vanzetti. También con los esposos Rosenberg. ¡Y así hablan de la democracia del país de Trump!

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