Cultivar y cosechar dentro de la ciudad, la opción de los huertos orgánicos

En tiempos de crisis ecosistémica del planeta, cuando casi todo lo que consumimos contiene carcinógenos y cuando probablemente todo lo que hacemos nos daña a nosotros y al planeta, tendemos a la búsqueda de alternativas sustentables para las personas y el planeta

En tiempos de crisis ecosistémica del planeta, cuando casi todo lo que consumimos contiene carcinógenos y cuando probablemente todo lo que hacemos nos daña a nosotros y al planeta, tendemos a la búsqueda de alternativas sustentables para las personas y el planeta. Una opción es el cultivo orgánico.

Los huertos orgánicos son espacios verdes dentro de la ciudad, destinados a la producción de alimentos de origen vegetal libres de elementos nocivos, propios de la industria alimenticia.

La finalidad de estos espacios verdes es convertirse en una posibilidad autosustentable, capaz de ser cultivada sin fertilizantes, pesticidas o semillas modificadas genéticamente. Esta forma de cultivo es una revalorización de la horticultura como una opción real de vida saludable para las personas. En los últimos años, el desarrollo de huertos orgánicos se ha ido masificando en Santiago, con diversos resultados en las comunas de Providencia, Maipú y La Reina, entre otras.

Consumir productos alimenticios alternativos, de naturaleza orgánica, que no hayan recibido el tratamiento propio de la manufactura industrial, suele asociarse a un aumento en los costos de los producto, pero la alternativa de al autoproducción puede resultar beneficioso, también para el bolsillo.

A diferencia de la producción industrial, que suele utilizar productos que pueden producir trastornos de salud en el mediano plazo (cancerígenos, por ejemplo), los huertos orgánicos son formas de cultivo que permiten la elaboración de alimentos sin ninguna de estas modificaciones y a un bajo costo, requiriendo espacios pequeños para realizarlos, haciéndolo posible tanto en casas como en departamentos. Es una forma efectiva de producción agrícola sin maquinaria ni grandes conocimientos.

Sthephanie Holliman, una de las emprendedoras del cultivo orgánico en nuestro país, sostiene que “la comida orgánica, como no tiene nada artificial, no sólo es más sana, es más sabrosa y tiene muchos más nutrientes”.  La horticultora es la creadora del huerto orgánico “Hada Verde”, ubicado en Providencia.

La importancia, según Holliman, de hacer frente a la creciente artificialidad de la vida moderna y la degradación general de la naturaleza, la lleva a tomar una actitud militante con respecto al cultivo, es por esto que en su huerto se generan productos, pero también cursos y talleres prácticos para masificar esta iniciativa.

En Maipú surge, en el año 2004, la idea de crear un huerto orgánico, mantenido por toda la comunidad, llamado “Ceibo”. Allí cultivan especialmente hierbas medicinales como romero y paico, además de poseer una plaza de árboles frutales. A medida que se fue desarrollando el huerto, el crecimiento de los lazos comunitarios indujo al crecimiento del proyecto, hasta formar un “ecobarrio” donde, aparte del huerto, se imparten talleres culturales de los cuales participan personas de todas las edades.

Para la comunidad, el aprendizaje y beneficio del cultivo resultó en una mejora en la alimentación, un ahorro en el presupuesto, y además generó un reencuentro con los lazos vecinales y un respiro del agobiante ritmo de la capital.

RIESGOS DE LA PRODUCCIÓN INDUSTRIAL

Generalmente los alimentos industriales, poseen aditivos que modifican cualidades como el color o el sabor -toda esa extraña nomenclatura que aparece en el reverso de las etiquetas, como tartrazina o “amarillo crepúsculo”-  que están señalados por los ambientalistas de potencial cancerígeno.

Por otro lado, todos los elementos químicos utilizados en el cultivo de los alimentos no sólo tienen consecuencias negativas para la salud, sino también para el medioambiente. Por ejemplo, el uso de pesticidas erosiona siete veces más el suelo que las formas tradicionales de cultivo, dañando la tierra, el aire y las napas subterráneas.

Por Sebastián Fierro Kalbhenn

El Ciudadano

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