Disforia de Movimiento: marchar por querer marchar

¿Cómo puede un movimiento, que se declara eminentemente social, poner el foco de su accionar hacia cambios políticos?

Por Mauricio Becerra

17/05/2015

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marchar por querer marchas
Corre la segunda semana del mes de mayo y Santiago se despierta con algunas de sus principales calles intervenidas. Entre colores diversos y figuras públicas del movimiento de diversidad sexual, comienza a formarse una campaña que tiene como objetivo, diversificar las calles de Santiago mediante pintura, lienzos y voluntarios, con el fin de convertirse en la ante sala de la marcha convocada para el día sábado 16 de mayo.

Efectivamente, el Movimiento de diversidad sexual, aglutinado este en sus tres grandes esferas de opinión (MUMS, MOVILH e =Iguales), ha convocado una marcha para el sábado 16, en donde, el slogan de la ley identidad de género, descansada en el derecho a elegir, cada uno, cuál es su adecuada identidad frente al Estado, ha sido la principal demanda requerida hacia la institucionalidad pública.

Todo ello, identificado dentro de un contexto específico, en donde la aprobación del AUC hace poco tiempo atrás y de la ley Zamudio hace un par de años, han servido como plataformas de empuje para más y nuevos requerimientos legales que, impulsan y motivan el quehacer diario de las organizaciones ya mencionadas.

Debiese ser evidente entonces, mencionado lo anterior, que el movimiento de diversidad sexual en su conjunto (dejemos de lado a la disidencia sexual por el momento) ha traído un vuelco respecto a sus demandas más centrales y neurálgicas, realizando un viraje claro y directo en los últimos años, hacia intenciones y argumentos puramente legalistas. Toda vez que se sienten identificados con las demandas (que en ocasiones no alcanzan el afán demandante sino tan solo una sugerencia) de corte institucional emanadas desde propuestas de política pública, debidamente ratificadas por el Estado.

El motivo de nuestra idea anterior, se afinca en la realidad presente y próxima que han construido dichas organizaciones, entablando una serie de relaciones (a veces formales y a veces informales) hacia el poder político vigente, no importando si este fuese confluente con las ideas y postulados del respeto y dignidad de la diversidad sexual. Prueba de aquello que esbozo, pudiese ser las relaciones de Rolando Jiménez con Cecilia Pérez, siendo ella, incluso parte de sus visitas en el hospital cuando éste se encontraba hospitalizado; no obstante ello, el líder de =iguales, no se queda atrás en sus relaciones sociales (con la derecha, el centro, la izquierda, los independiente y hasta, raramente, con los disidentes ), realizando diálogos con el militante UDI Pablo Longueira o participando de reuniones políticas con RN y sus directivos más conservadores. Ciertamente, hay un viraje hacia lo político que se ha construido y que cada vez es más evidente.

Ante ello, la culminación o avance en materias de diversidad sexual en este último tiempo, se ha elaborado sobre la base de una excluyente esfera política, que emana distintas políticas públicas en favor de la diversidad, pero que a su vez obvia toda esfera social, respecto de las problemáticas igualmente urgentes de una parte de la sociedad civil.

Evidentemente, si tuviésemos que analizar el desarrollo del movimiento de diversidad sexual posterior a la muerte de Daniel Zamudio y hasta nuestros días, este sería el desarrollo de una constante política de Estado, que se ve enfocada hacia el reconocimiento legal, junto con mejorar la normativa vigente y con ello, crear un nuevo marco institucional para la diversidad sexual.

Con todo lo dicho, es evidente que el pseudo movimiento unificado (hago esta aclaración en base al intento de unificación en el Frente ampliado) de diversidad sexual, ha establecido su perfil y sus intenciones hacia cambios políticos. Curiosamente, esta realidad se comienza a enarbolar dentro de un país en donde los políticos no alcanzan ni el 15% de confianza en la sociedad civil, junto con poseer un evidente eclecticismo hacia los cambios y efectos que se pueden producir desde el poder legislativo, ejecutivo y judicial, hacia la ciudadanía. Así lo declara el PNUD en su última publicación “Auditoría de la democracia”.

Surge por tanto, nuestra primera intriga o paradoja, respecto al movimiento y su esencia. ¿Cómo puede un movimiento, que se declara eminentemente social, poner el foco de su accionar hacia cambios políticos? Por cierto, el hecho que todas las agrupaciones posean un cuerpo de voluntarios permanentes, junto con una influencia mediática en la sociedad civil y además de grandes aglomeraciones de gente en la Alameda, cada vez que convocan a una marcha, les ha otorgado una cierta “legitimidad” aparentemente constitutiva de un movimiento social.

Pero hasta acá, aún no hemos logrado detectar la real dicotomía. Aquella que se erige sobre una ciudadanía que no está creyendo en el accionar político y que, por tanto, no podría entrar ni ser representada dentro de las organizaciones de la diversidad sexual, debido a que ellos han apostado todas sus fichas hacia el poder y sus cambios supra-sociales.

Tal pareciese, que hasta acá, el diagnóstico que está sufriendo el movimiento de diversidad sexual, no es más que una «disforia de movimientos» (las comillas están, puesto que el término es propio). Sin lugar a dudas, el interior genérico de las agrupaciones de diversidad sexual hoy, no se condice con sus expresiones externas y sus manifestaciones públicas. En otras palabras, sus intenciones primeras, no poseen concordancia con sus discursos públicos.

A primera vista, pudiese ser perfectamente injurioso aquello que hemos dicho acá. Pero es que la contradicción y la paradoja dicha, nos hace sonar y leernos así. Para darle sustento a nuestro relato, pasaré a explicar dos casos claros de «disforia de movimiento» que he podido constatar por parte de dos grandes organizaciones, Movilh e =iguales.

En primer lugar, resulta bastante curioso, la construcción de una campaña «social» ajustada a generar un compromiso por los Derechos Humanos, realizada por =iguales, que llevaba por acción comprar una pulsera con una frase pro DDHH. Sin entrar en la lógica mercantilizante, barata y vacía que pudiese tener la campaña, existe algo que nos parece más crudo y sospechoso aún. La intencionalidad de la fundación respecto a esta campaña «social» fue, respaldada e incentivada mediáticamente por ellos, hacia líderes de los distintos aspectos políticos adhirieran a esta iniciativa. Hernán Larraín, Álvaro Elizalde, Ximena Rincón, entre otros, mostraron su apoyo público mediante esta iniciativa de =iguales comprando dicha pulsera. Por supuesto, también hubo palestra para la sociedad civil, adjuntando a sus medios, fotos de distintas personas (muchos de ellos, sus voluntarios) en donde respaldaban la iniciativa. ¿Cómo puede una fundación que se declara parte del Movimiento social de la diversidad sexual, que además construye una campaña social Pro DDHH, poner la atención casi a modo de protagonista, en dirigentes pollitos?; ¿será que =iguales logra entender la deslegitimación de la política en Chile y aun así incurre en prácticas y lobbies políticos? Es alarmante, si quiera pensar, en que la base social del movimiento, no ha sido relacionada con las tácticas políticas que la fundación ha construido y desde ahí, su propia legitimidad se pone en juego.

Por otro lado, el caso curioso del Movilh es aún más contradictorio. Para esta presente marcha, el Movilh ha decidido hacer una fiesta nocturna, en celebración por la marcha realizada en el día. El local elegido por la organización para llevar a cabo dicha fiesta, no es más ni menos que Club Amar. El único club que realiza fiestas gays y que ha sido condenado por Discriminación arbitraria en Chile, resuelta la causa en el juzgado de policía local de Recoleta y actualmente estando en proceso de embargo compensatorio (causa N. 8693-2-2014) ¿Qué le sucede a las organizaciones de diversidad sexual que no han podido enterarse de los hechos? La primera, de la deslegitimación social de la política chilena; la segunda, de la Discriminación latente en Chile, en casos tan triviales como una fiesta nocturna.

A veces, podríamos ser ilusos y pensar, que todo aquello expuesto, no es más que una casualidad o un descuido por parte de las organizaciones, lo cierto es que no es así. Constantemente ellas buscan mecanismos para hacerse presente, en medio de la carrera certera que existe entre ellas. Pues bien, pareciese ser que la rapidez de sus movimientos y la agilidad de sus pasos, levemente van develando quienes realmente son y qué intenciones tienen con respecto a la diversidad sexual.
Por cierto, debemos hacer mención a nuestro título primero. El hecho que los movimientos de diversidad sexual hayan construido una dinámica orientada hacia la casta política chilena, junto con haber demostrado un slogan de respeto y no Discriminación que al primer momento de ser aplicado, se cae subterráneamente, ha dado a conocer que el hecho de convocar a una marcha, resulta totalmente infructuoso, innecesario y tedioso. Dos razones avalan esto, los cambios políticos que se quieren, se negocian en las cámaras baja y alta, junto con el respectivo lobby hacia los políticos, quedando excluidas las demandas callejeras; las premisas y banderas sobre la cual hemos alzado la «lucha», han sido derrocados por la falta de intenciones y motivaciones de las fundaciones, alcanzando un punto tal, en que una organización es capaz de hacer una fiesta en un local condenado por discriminación.
Ciertamente, la innecesaridad de la calle, junto con un discurso ambiguo y laxo respecto a lo que quieren y lo que muestran las organizaciones antes dichas, nos dejan en una posición de bastante sospecha e incertidumbre. La marcha ya ha sido realizada, no bien antes se han hecho los contactos políticos necesarios, solo falta esperar que el juego político comience, en pos de una ley de identidad de género.

Juan Ignacio Cisterna B.

Estudiante de Pedagogía en Historia y Geografía
UMCE – Ex pedagógico

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