El valor del espacio físico: Desde la Plaza Tahrir a las protestas de Brasil

¿Cómo una protesta en una plaza puede transformarse en una revolución? Es la pregunta del día de analistas y gobiernos

Por Mauricio Becerra

13/07/2013

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¿Cómo una protesta en una plaza puede transformarse en una revolución? Es la pregunta del día de analistas y gobiernos. Sofía Unanue recogió el relato de la experiencia de la Plaza Tahrir en Egipto en 2011, y constató que más allá del lugar común que reza que las protestas fueron a través de las redes sociales, lo importante fue el espacio físico (la plaza) y los intercambios allí generados para consolidar el movimiento. Sofía valora la creación de sistemas autosustentables hechos informalmente, la emergencia de una identidad colectiva y el poder ensayar  un sistema en el cual quieras vivir.

Hay incertidumbre sobre el futuro de Egipto tras el golpe de Estado que derrocó al presidente Mohamed Morsi y la matanza de medio centenar de sus partidarios a manos del Ejército, que se tomó el poder tras semanas de protesta de la población contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes, representados por Morsi.

La revuelta iniciada en la Plaza Tahrir, en enero de 2011, que terminó con la dictadura de 30 años de Hosni Mubarak, es uno de los primeros tiempos de la llamada Primavera Árabe. El levantamiento social no sólo sacudió el norte de África, sino que fue un  modelo de ocupación de una plaza que se esparció por el mundo hasta la Plaza del Sol en Madrid con el movimiento de los indignados y la emergencia de Occupy Wall Street en septiembre de 2011, movimiento que se desparramó por cientos de ciudades de EE.UU. No pocos analistas hacen un continuum entre la Plaza Tahrir, Madrid, New York, los estudiantes en Chile y, ahora recientemente, las protestas en Turquía y Brasil.

Conversamos con Sofía Unanue, de origen portorriqueño y que vive hoy en Brasil. Sofía vivió de cerca los acontecimiento de la primavera egipcia y publicó su tesis Revolutionary Words: Protest Space and Rhetorical Frames in Tahrir Square (Palabras Revolucionarias: Espacio de protesta y marcos retóricos en la Plaza Tahrir) en la Universidad de Bram, EE.UU. La monografía ganó el premio de tesis de dicha casa de estudios, el Brown University Distinguished Senior Thesis Award.

Sofía estudiaba Desarrollo Internacional en dicha universidad cuando comenzó la ocupación de la Plaza Tahrir. “Cuando estaba haciendo mi tesis acontecieron las protestas populares en Túnez y Egipto, para mí lo más importante que ha pasado en mi vida. Como puertorriqueña soy parte de un pueblo muy pasivo, no muy activo políticamente, pese al nivel de colonialismo que experimentamos”.

Se enfrentó a una región y un lenguaje que ya había estudiado. “De repente vez que el pueblo allá se revolucionó y para mí fue ¡pa! Tengo que ir para allá”. Los 18 días de las protestas en la Plaza Tahrir los pasó frente al computador mirando noticias. “El día después que cayó Mubarak fui donde mi orientador de la tesis para decirle que cambiaría mi investigación. Los meses siguientes me los pasé estudiando sobre Egipto, el movimiento social y en el verano de junio me fui para allá: desde junio hasta agosto de 2011”.

“Era tratar de entender la revolución de un pueblo, que la gente se revolucione contra un sistema, que era lo que me hacía falta poder entender, como puertorriqueña y como analista del mundo árabe”- comenta.

¿Qué te encontraste allá que fuese diferente de lo que habías leído?

– Llegué ilusionada y me encontré con una realidad mucho más dura. Lo que más me impactó fue que en las noticias se hablara de cómo si se tratase de una revolución hecha en Facebook o Twitter. Al llegar allá me di cuenta que lo que es el espacio público, el de encuentro, que era la plaza Tahrir, era mil veces más importante para los que protestaban que el espacio virtual. Éste era para los que protestaban simplemente una herramienta secundaria.

¿Cómo llegaste a valorar la importancia del espacio público en un proceso revolucionario que los medios presentaban como ocurrido en las redes sociales?

– Basé mi tesis en historias orales de 18 jóvenes, en las que hice una pesquisa cualitativa de las palabras que usaban, qué historias se repetían. Recogí relatos de jóvenes de diferentes sectores sociales, tales como musulmanes, feministas, cristianos y salafistas, porque la idea era investigar la identidad colectiva de los revolucionarios. Me di cuenta que cuando hablaban de los momentos importantes, los que los habían impactado no hablaban de Facebook. Para ellos eran aquellos momentos en la realidad, en los que estuvieron cerca de la muerte, de ayudar a otra persona. Era un proceso que aconteció en el mundo físico. Eso lleva a valorar la importancia del espacio público para las revoluciones.

ESPACIO LIBRE E IDENTIDAD COLECTIVA

Hay un concepto que citas en tu investigación es el de la identidad colectiva  ¿Podrías explicarlo?

– Uso la llamada Frame Theory  (Teoría del Marco), que se basa en la creación de un objetivo en común entre un grupo de gente en revolución. Dicha teoría habla de la importancia de tener un objetivo en común para crear una identidad colectiva. O sea, la identidad colectiva en una revolución ocurre en un momento en que diversos bandos se unen por un propósito. Y durante los 18 días ese propósito era la caída de Mubarak. A través de esta teoría permite ver la idea mental que unió a un pueblo en un campo de las ideas.

También usas el concepto de espacio libre…

– Espacio libre es el espacio que ocupan los que quieren los cambios. Al estar allá te das cuenta que la teoría del marco no es suficiente para entender la creación de una identidad colectiva, que para explicarla tienes que estudiar simultáneamente el espacio de la revolución, la fisicalidad del colectivo. Para entender un movimiento de identidad colectiva tienes que juntar estas 2 teorías, ninguna de las dos son completas porque tienes que entender tanto lo ideológico como el espacio físico. Hay que unir ambas dimensiones.

¿Y cómo concretaste eso en la práctica?

– Llegué a Egipto en junio, el mes que comenzó la segunda ocupación física de la plaza Tahrir. Viví eso hasta el 2 de agosto, un poco antes de mi partida. El primer día que fui a las protestas fui con un amigo, llegué a una confrontación entre los policías que tiraban lacrimógenas y balas de goma. Fue horrible. Cuando llegué a eso lo que más me impresionó fue la creación de sistemas autosustentables hechos informalmente para defenderse.

Le caía una lacrimógena a alguien. De inmediato se desarrollaba un sistema de ruido, de comunicación, para crear una alerta a la gente de que había pasado algo en ese espacio. Ahí llegaba un moto taxi de un centro de moto taxis informalmente creado detrás del escenario de la plaza. El herido era subido a la moto y la gente abría el espacio a ese mototaxista que llevaba al herido a un hospital montado una cuadra más allá, un hospital en la calle, con doctores y ayudantes, montado allí informalmente para atender a las víctimas.

Luego de que llegara el herido al hospital, alguien estaba apuntando los medicamentos que necesitaba esa persona. Después era escrito eso en un cartel gigante puesto en la plaza y otros lo hacía en Twitter. Así igual lo hicieron para cuando se necesitaba agua o comida.

Esos sistemas emergieron durante los 18 días de ocupación que trajeron la caída de Mubarak y permanecieron durante la segunda ocupación de la Plaza Tahrir porque los sistemas eran de ellos, ellos los crearon y sabían hacerlos funcionar.

Eso da cuenta del uso de las redes sociales de Internet

– Las redes sociales las usaron como herramientas para que la gente llegara a las protestas con las cosas que necesitaba ese espacio colectivo, que era de ellos. O sea que las redes sociales formaban parte de los sistemas auto-sustentables que crearon los revolucionarios en la Plaza, pero la base fundamental de la solidaridad vivida era la institucionalización de esos sistemas en un espacio físico, donde ellos pudiesen interactuar cara a cara, como un colectivo. Esa solidaridad y creatividad nunca antes la vi. Que seres humanos crearan sistemas innovadores, tan organizados en un contexto hostil, para ayudarse como un colectivo. Encima de eso todo el mundo sabía que para las lacrimógenas se usaba vinagre, cebolla, paños y coca cola. En el momento que alguien me veía a mí sin vinagre o sin pañuelo, venía inmediatamente alguien a darme aquellas cosas, alguien que participa de esa identidad colectiva y me ve a mí también en ella. Era una conciencia de que quien está al lado necesita ayuda en todo momento de ti, es un cosistema, creado por la gente dentro del espacio.

Eso no se puede dar a través de las ideas, ni mucho menos en el plano virtual solamente, sino que se desenvuelve en el espacio. Lo fascinante era que el espacio era de los revolucionarios. Ellos mismos lo llamaban Jumhuriyat Al-Tahrir (La República de Tahrir), como si fuese una república paralela dentro de Egipto.

Para hacer una identidad colectiva no se trata sólo de tener un objetivo, sino que también replicar un sistema, se emprendedor, crear un sistema en el cual quieras vivir.

O sea, hacer un cotidiano.

– Sí. El espacio Tahrir es una plaza circular. Pusieron personas a cargo de la seguridad en todas las calles por las que se entraba en el espacio. Esos guardias revisaban a todos los que entraran para que no tuvieran armas, porque habían definido que ese espacio era pacífico, y todo el mundo dentro de ese espacio había acordado que ese era un espacio pacífico.

¿Qué otras cosas viste emerger en este proceso de identidad colectiva?

– Durante los 18 días Egipto se paralizó. O sea, la ciudad funcionaba, pero los revolucionarios abandonaron su vida para estar adentro del movimiento. Fue una cosa muy pura. Creo que asistí la creación de un subsistema que es un reflejo de lo que quieren los revolucionarios. Es muy diferente decir ‘quiero un mundo de paz’ a decir ‘vivo en un mundo de paz’. Vivimos en un mundo que no hay confianza en el prójimo, entonces crear un espacio público en donde se crea en la paz, la confianza y el respeto es muy importante. Fue que la gente dijo: ‘yo quiero un mejor sistema’ y que la gente después de decirlo quiso hacerlo: ‘yo quiero crearlo porque lo estoy creando ahora’. Un lugar donde un musulmán radical se sienta junto a una feminista, también radical, a conversar porque tienen un objetivo en común: el bien del colectivo.

Otra cosa es la recreación de un espacio público, físico, que refleja tus ideales. Estás comprobando que se puede crear algo mejor, que el mundo puede ser mejor. Eso implica la creación de un espacio público en un ambiente de paz con gente que tiene muchas divisiones, muchas fricciones.

Egipto, y el Medio Oriente como tal, son lugares muy divididos. Además de las diferencias de clases sociales y razas. En Puerto Rico tienes diferencias entre negros y blancos por sistemas raciales, o entre ricos y pobres por un sistema capitalista que crea esas diferencias, pero en el Medio Oriente las diferencias ideológicas entre identidades religiosas es tan amplia, que haber creado un espacio físico en donde esas diferencias no eran relevantes, es algo que no tiene precio. Los mismos revolucionarios que entrevisté reconocían esas plagas de división y se enorgullecían de haber creado un espacio que derrumbó las barreras de el sectarismo.

El sujeto se va transformando en el movimiento. Quien entró a la plaza salió diferente tras el encuentro con ese otro.

– Vuelvo con lo físico de la identidad colectiva. Cuando tienes un policía tirándote un gas lacrimógeno y estás en un colectivo, ves sufrir o morir al lado tuyo, entonces las barreras se caen. Todas las historias que recogí mencionaban la idea de formación de identidad colectiva a partir de tener que ayudar a un prójimo con el cual tú no hablabas o interactuabas en lo cotidiano, en un Egipto ‘normal’.

Lo que más escuché en las historias es la creación de un Egipto sin divisiones tenían que ayudarse porque de repente se daban cuenta de que el doctor era cristiano, la enfermera musulmana y el paciente ateo, y que todos, en ese momento, se necesitaban. Esa solidaridad se da a través de la creación de sistemas en espacios públicos. Tahrir para mí era el clímax de la empatía. El crear solidaridad crea fe en una identidad colectiva y, por ende, crea el empoderamiento suficiente para generar cambio.

MEDIOS MASIVOS

¿Qué rol cumplieron los medios de comunicación?

– Son claves para los cambios y se puede ver su progreso durante la revolución. La ocupación de Tahrir empezó el 25 de enero con los que querían cambiar el sistema, la mayoría liberales, seculares jóvenes. Pero el momento en que llegan las masas es cuando la gente se da cuenta de que las radios, la TV y los periódicos estaban diciendo una historia y el periodismo ciudadano estaba diciendo otra. A través de las redes sociales, con Al Jazeera, comenzaron a difundir esto. Cuando pasó esto la gente se dio cuenta de que los medios nacionales estaban mintiendo. Eso quebró el sistema.

Fue una desilusión. Eso está pasando en Brasil también, la Globo se preocupa de mostrar los vándalos y a la vez personas agredidas por la policía no se muestran. La TV y los medios egipcios mentían mucho y la gente lo sabía, tenían pruebas de videos que eran divulgados por los mismos activistas. Fue mostrar esa mentira que ayudó a que se diversificase y ampliase la revolución.

El 2011 terminó con los Hermanos Musulmanes llegando al poder en Egipto ¿qué pasó?

– Los revolucionarios, como un colectivo diversificado, tenían un sistema precioso en Tahir, pero al momento de entrar en un sistema partidario, no cabía duda de que los Hermanos Musulmanes tenían la organización política más avanzada y años ganando el apoyo del pueblo a través de redes de asistencia social. Por ende, en el momento de transición a la democracia, los Hermanos Musulmanes era el partido más organizado y popular.

Hablas también de la revolución como momentos de unidad frágil

– La plaza Tahrir es frágil, no es real, se puede crear en un momento en el cual todos persiguen un objetivo en un espacio contenido. Ahora al llevar eso al cotidiano vivir, todo lo que es la desigualdad económica, social y religiosa vuelve de una manera u otra. Eso quebró la esperanza de mucha gente en Egipto, eso de llegar a la perfección en un espacio, pero darse cuenta de que ese colectivo, esa democracia real y efectiva, participativa, que está pensada en estar junto al prójimo, es un trabajo de décadas.

En tu investigación también hablas de que en Tahrir había una noción bien clara del ‘nosotros’ y el ‘ellos’ ¿cómo ves eso hoy en Brasil?

– Unos meses atrás hablaba con amigos brasileños y les contaba lo que viví en Egipto y me decían que los brasileños nunca se rebelan, que el pueblo brasileño es muy sumiso ¿y el pueblo árabe? Antes de la primavera árabe, esa era la misma concepción que tenían los árabes jóvenes de su pueblo. Es algo complejo, pero las revoluciones son una re-evolución. Desafortunadamente, no son algo constante. Todo pueblo tiene etapas de ser sumiso, lo importante es saber que ese estado de ser un pueblo sumiso es solo una etapa, no es una identidad cultural de un pueblo. Todos estamos constantemente re-evolucionando, al borde de otra revolución.

En Brasil comenzó con un movimiento por 20 centavos y nadie se imaginó que iba a crecer de tal manera. Igualmente en Egipto, la protesta del 25 de enero fue una manifestación en el día nacional de la policía, y terminó con la derrota de un presidente. La idea es crear un movimiento.

El movimiento en Brasil no tiene ese lugar físico, a diferencia de Egipto u Occupy Wall Street

– Creo que hace falta una plaza en Brasil. En Egipto, el núcleo de jóvenes que comenzó la revolución era muy político, pero la mayoría de la gente que se fue uniendo al movimiento creó consciencia política por lo que vivieron en la Plaza Tahrir. Ese momento de convivencia fue, para muchos, un momento de aprendizaje sobre derechos humanos y política. En Tahrir se vio la transformación de ciudadanos apáticos a ciudadanos deseosos de aprender sobre su política e integrarse al cambio en su país. Creo que en toda revolución hace falta una plaza, pues los ciudadanos se nutren de un espacio en el cual pueden crear consciencia política y formar opiniones sobre el mundo que quieren. La ocupación es una universidad para el público, se necesita crear sistemas alternativos y subsistemas en espacios públicos para demostrar que se puede un vivir distinto.

Pero en Occupy Wall Street como que la ciudad funcionando normalmente se comió la manifestación.

– Las plazas no son espacios para ocupar por siempre, son momentos frágiles y de transición,  son momentos de esperanza, de educación. Ocupar un espacio público es como la gasolina de una revolución. Da la esperanza de que algo puede existir otro mundo porque lo ves, porque los creas.

¿Y que conclusión sacas respecto de la influencia de Twitter y Facebook en el proceso egipcio?

– Que son usados como una herramienta, igual como el cartel de Tahir que pedía medicamentos. Son una herramienta que funcionó para comunicarse y crear sistemas de organización virtual; y esparcir lo que está ocurriendo en ese espacio.

Escultura Grounding the Abstract

EL NOSOTROS

O sea, una combinación de espacio público e ideas…

– En Brasil comenzó el movimiento por 20 centavos. Se podría decir que se logró el objetivo en esa etapa incial. Fue muy rápida la respuesta del gobierno. Yo misma me sorprendí cuando se bajaron las tarifas de la transportación pública tan rápidamente. Y creo que la clave de esa etapa fue el tener un objetivo claro. El movimiento de Occupy Wall Street falló, en parte, porque no tenían un objetivo claro. La concepción de La República de Tahrir dejó una fantasía sobre el espacio público, fue tan linda que activistas internacionales creyeron que los cambios podían hacerse con ese simple gesto de ocupación de plazas. En Occupy Wall Street tenían una identidad colectiva dentro de las plazas, pero sin un fin concreto, entonces lograron crear espacios de educación a través de la convivencia revolucionaria, pero no se lograron reformas sistemáticas porque no había un objetivo claro. En Brasil, al momento, no tienen un espacio público designado ni tampoco tienen muy claro el objetivo de reforma. Si fuésemos a aprender de la revolución egipcia y el movimiento de Occupy Wall Street, concluiría que el movimiento en Brasil se fortalecería a través de ocupar un espacio público y tener objetivos concretos. Tiene que haber una unión simbiótica entre ocupar espacios y un horizonte común para reformar sistemas.

Hiciste una escultura con hilos a partir de la imagen de Twitter cuando cayó Mubarak. ¿Podrías contarnos qué te impulsó a eso?

– Fue un proyecto escultural para dar cuenta de las redes sociales como herramientas. A partir de la imagen del movimiento de Twitter cuando cae Mubarak. Los tweets explosionan en el lapso de una hora. Hice un juego visual porque la imagen del mapa de Twitter se parece a la plaza Tahrir, el día que cayó Mubarak muy pocos estaban en la plaza y llegó todo el mundo a la ciudad a celebrar. Es el momento que aparece esa imagen. Una escultura de la conexión entre lo virtual y el espacio público, la idea es expresar que lo virtual no se sostiene sin el espacio público, es su base.

Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano

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