La dramática realidad de quienes trabajan en los canales de televisión

La mala imagen detrás de la pantalla Atrás del idílico mundo de los famosos de la tele y las fantasías de teleseries y obras audiovisuales, miles de trabajadores asumen la lógica de una poderosa industria de extenuantes jornadas, precariedad contractual y desregulación

Por Wari

09/09/2012

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La mala imagen detrás de la pantalla

Atrás del idílico mundo de los famosos de la tele y las fantasías de teleseries y obras audiovisuales, miles de trabajadores asumen la lógica de una poderosa industria de extenuantes jornadas, precariedad contractual y desregulación. Si el show debe continuar, no puede ser en estas condiciones, opinan, mientras se organizan e intentan dirigir los focos hacia estas situaciones.

Todo documento de cultura es a la vez un documento de barbarie. Mientras tu familia disfruta de una serie de televisión como “Los 80”, del melodrama del mediodía o del reality de moda, hay miles de trabajadores esclavizados, incluyendo a los propios actores de esas producciones. Los 35 segundos de un spot, pueden llegar a ser fruto de una jornada de 15 horas seguidas, donde los técnicos deben olvidar que tienen familia y vida propia porque el productor quiere ahorrar. Temporeros sin serlo, profesionales de los canales trabajan años boleteando, sin lograr continuidad que asegure sus derechos, mientras ejecutivos y “rostros” se llenan los bolsillos con lo que genera su trabajo. Son las contradicciones de una poderosa industria que en su interior refleja las desigualdades de la sociedad entera.

DENTRO DE LA CÁMARA

Con dos días de diferencia, nos reunimos con el Presidente del Sindicato 1 de TVN y con la Presidenta del de Mega. Con Roberto Reyes, el primero, conversamos en una cómoda sala de reuniones de la casa contigua al Canal, sede de los tres sindicatos de la estación. Con Maureen Letcher, la segunda, lo hacemos en una banca solitaria en los saturadas dependencias de Mega -una especie de colegio con muchos galpones-. Da la impresión que hacemos algo prohibido y se muestra atenta al paso de algún curioso que puede poner oreja a nuestra conversación.

Son dos realidades muy distintas. TVN tiene una tradición sindical desde su fundación. Los trabajadores de Mega conformaron el sindicato sólo en marzo de este año, aprovechando el cambio de administración y preocupados por su presente y futuro laboral.

Maureen Letcher y Cristian Torres (secretario) trabajan hace cinco años en el área de prensa. “Todo partió por la precariedad de nuestras condiciones. Yo pensé: no tengo nada que perder, y así nos arriesgamos”, cuenta el segundo, sobre la creación del sindicato. Es que agitar los terruños de Ricardo Claro era peligroso.

Letcher cuenta que la administración del Grupo Claro era una dictadura y, obviamente, el dueño se escandalizó cuando supo del sindicato. La mitad de la gente tenía contrato a honorarios freelance. “Si uno denunciaba, los abogados del canal se encargaban de demostrar que uno había firmado voluntariamente, aceptando las condiciones. Entonces no pasaba nada”, afirma.

Dicha situación no permite reajustes salariales o bonos, porque no se respeta la antigüedad y no se pagan imposiciones. A veces, los turnos se alargaban hasta 18 horas, pagadas como jornada normal.

El Canal, para no tener problemas, debía negar la relación laboral si algún trabajador se accidentaba en horario de trabajo. “No podías enfermarte o faltar porque te descontaban el día”, denuncia.

Para organizarse tuvieron que sortear el temor de sus compañeros, porque antes hubo un sindicato y sus impulsores terminaron despedidos. Los que quedaron, guardan el recuerdo, y prefieren abstenerse de participar. Además, en el proceso pasaron cosas. “Justo cuando teníamos que ir a votar a la Inspección del Trabajo nos citaban a una reunión extraordinaria. Había soplones. A muchos los paraban en los pasillos y les advertían sobre lo que estábamos haciendo”, comenta la Presidenta de la organización.

Sin embargo, concuerdan en que desde fines de marzo, cuando se hace cargo de la gestión el Grupo Bethia hubo cambios, aunque falta. “Ahora se hacen contratos por faena, pero eso no corresponde al caso de prensa ni al matinal, por ejemplo, que están todos los días. Se pagan las imposiciones pero no mejora la condición porque no es real. Lo real sería un contrato indefinido”, asegura Letcher. Sin embargo, ambos se muestran confiados en que la situación mejorará.

Iván Mezzano es dirigente del sindicato de Canal 13 (con aproximadamente 600 socios). A la vez, es presidente de la Federación de Canales de Televisión por lo que tiene una visión panorámica del sector. Comenta que todos los canales tienen sindicatos, salvo la transnacional CNN, que no lo ha permitido.

“Históricamente el sector tiene el problema con la jornada laboral. Mucha gente no está afecta a horario de trabajo, por lo que se dispone de la persona a tiempo completo. A veces son 12 a 14 horas, por lo bajo, y trabajando todo un mes sin descanso”, comenta.

Otro problema es el tipo de contrato, que es a honorarios, plazo fijo o por obra, “pero lo más grotesco es el por día. Te contratan un día, te finiquitan el mismo día y al día siguiente vuelven a contratarte. La gente de los reality trabaja a contrato por obra o faena, luego los finiquitan, y al siguiente reality los vuelven a contratar, pero pueden pasar años asociados a la misma empresa”.

Añade que “todas estas situaciones afectan sicológicamente, porque el trabajador no puede proyectarse en esta inestabilidad, como sí podría hacerlo si tuviera un contrato indefinido”.

En 2009, una auditoria de la Inspección del Trabajo confirmó estas situaciones y agregó otra: la simulación de contrato, una situación fraudulenta en la que otra empresa supuestamente externa hace las tareas; pero en el fondo es la misma empresa que no quiere asumir sus deberes con esos trabajadores.

Respecto al Canal “del angelito”, Mezzano aclara que hay prácticas antisindicales puntuales y a principios de este año ganaron un juicio, a propósito de los resultados que la fiscalización arrojó. Con Andrónico Luksic como dueño, las relaciones han mejorado, aunque partieron muy mal, ya que con el cambio de administración en enero de 2011 se despidieron 101 trabajadores. “Hoy, al Canal le ha ido mucho mejor en la gestión económica, lo que repercute en el ambiente laboral”, señala.

UNA MINISOCIEDAD

Roberto Reyes trabaja como tramoyista y utilero del área dramática de TVN hace 28 años. Además, es presidente del Sindicato 1, cuyos socios son administrativos, utileros, maquilladores, peluqueros, vestuaristas, tramoyas, camarógrafos, iluminadores, y sonidistas. Reconoce que lograron avances: tienen un contrato colectivo comparativamente mejor y se cambiaron las extenuantes jornadas por jornadas de 45 horas semanales, por lo que hoy sus preocupaciones son otras: los trabajadores tercerizados y las enormes desigualdades en la distribución de los dineros.

“Somos enemigos de la creación de empresas que generan contenido a costos menores, producto de la precariedad con que tienen a sus trabajadores”, explica, en relación, por ejemplo, a los productores que hoy desarrollan las telenovelas de las dos de la tarde.

Por otro lado, señala la inequidad en la distribución del ingreso como problema de fondo. Es información conocida (aunque no reconocida) lo que cobró Rafael Araneda por animar Viña del Mar (40 millones), o los sueldos de Sergio Lagos, Diana Bolocco, Vivi Kreutzberger o Julián Effelbein, por nombrar algunos, los que rondarían entre 15 y 20 millones al mes.

El dirigente de TVN también advierte. “Los ejecutivos del canal doblan hasta en 25 veces la renta promedio de un trabajador. Eso es vergonzoso y es un reflejo de la sociedad. También me cuestiono que un ‘rostro’ esté hablando del salario ético cuando gana cerca de 30 millones”, enfatiza.

En 2009, movilizaciones consiguieron que se transparentara el sueldo de los ejecutivos. “Un director ejecutivo gana 16 millones más unos 4 millones en gastos de representación, frente a los 600 mil de un trabajador promedio y frente a la situación de las cinco o seis empresas subcontratistas que ofrecen aseo, comida, transporte, o seguridad, y donde ahí si que se vulneran muchos derechos fundamentales”, advierte.

Aclara que los ejecutivos de hoy son más asequibles que la administración pasada. “Daniel Fernández no conversaba con los trabajadores, era tozudo y prepotente. Con él avanzamos muy poco”. De hecho, en su gestión se hizo una huelga por reajuste y estuvo a punto de haber otra.

En el caso de Chilevisión, el mismo año 2009, los sindicatos 1 y 2 declararon la huelga tras no llegar a acuerdo con Time Warner en los reajustes salariales. Los trabajadores protestaron por lo mezquino de la oferta en relación a las millonarias ganancias que el ex canal del Presidente Piñera generaba.

FUERA DE FOCO

En la tele hay varias clases de trabajadores. Uno podría pensar que aparecer en pantalla significa estabilidad, dinero y todas las consecuencias de la fama. Salvo la vocación, Claudia Di Girolamo no tiene mucho que ver con una joven actriz secundaria de la misma teleserie. La primera es el capital del Canal y lo sabe; la segunda es reemplazable, boletea y si no le gusta, la puerta es ancha porque cada año son miles los egresados de las escuelas e institutos de teatro dispuestos a entrar en el mercado televisivo (el único rentable para un actor, además de la política).

Como explica Alejandro Castillo, presidente del Sindicato de Actores (Sidarte), los actores consagrados facturan, es decir, son su propia empresa y, por consiguiente, son responsables de ellos mismos para efectos de tributación. “Sin duda ésta es la opción que más acomoda a las empresas contratantes y canales. Pero los actores medios están sometidos siempre a la presión de mantener su fuente laboral o acceder a ella y la mayor de las veces se ven obligados a firmar por honorarios perdiendo gran parte de las garantías. El debutante se las traga todas”, indica tajante.

La Ley 19.889 que entró en vigencia en 2003 regula como contrato de trabajo especial la relación de subordinación (es decir, cumplir órdenes) entre los trabajadores de artes y espectáculos y su empleador, fijando el contrato a plazo fijo, por función(es), por obra, temporada o proyecto como formas. Establece plazos para la firma del contrato, jornada de diez horas diarias con media hora de colación, tener libros de registro de horas ordinarias y extraordinarias, y como se trabaja domingos y festivos, días de descanso compensatorios, entre otras regulaciones. Los grandes productores audiovisuales consideraron que la Ley “mataba el sector”. Claramente esto no fue así.

Sin embargo, este marco no es respetado en el caso de los actores. Hace un par de años, Sidarte y el Sindicato de Profesionales y Técnicos de Cine y Audiovisual (Sinteci) hicieron una mesa de trabajo con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. “Un abogado llevó las conversaciones con los canales, y al final nos entregaron una resolución donde decían que estos aceptaban cumplir las condiciones con los técnicos, pero no con los actores”, comenta Margarita Marchi, presidenta del Sinteci.

“Nadie sabe qué pasó ahí. El hecho de que un actor grabe, por ejemplo, un día entero y al siguiente no lo haga, es un problema de organización interna de la empresa y la particularidad del trabajo de grabación. Lo cierto es que el trabajador está disponible” y la empresa debería hacerse responsable, afirma Castillo.

Por otro lado, el año pasado los actores de televisión hicieron un mediático paro de actividades, ya que, desatendiendo la Ley 20.243, los canales no retribuyen las repeticiones de las series o sus suculentas ventas en el extranjero.

Claudio Arredondo, de Chile Actores, explicó esa vez: “Esta es una ley aprobada en 2008 y no se aplica. La Ley autoriza a Chile Actores a cobrar hasta 2% de los ingresos brutos por toda emisión pública de una producción donde esté presente un actor. Nosotros queremos que se cumpla la Ley”.

Una situación parecida denuncian los autores. César Cuadra, director general de la Sociedad de Autores Nacionales de Teatro, Cine y Audiovisuales (ATN) indica que la ley les otorga los derechos de autor, “pero en la práctica, los canales están coludidos y obligan a los autores a cederles sus derechos si quieren ser contratados. Salvo un selecto grupo de guionistas bien pagados, el resto debe ceder sus derechos”.

La Presidenta del Sinteci considera un avance la 18.889, aunque aún insuficiente. Comparativamente, en Argentina los pagos de previsión y salud pasan por el sindicato, por lo que se sabe todo. “Acá cualquiera hace lo que quiere y no le informa a nadie. Nuestras horas nocturnas no son extraordinarias, como las de cualquier trabajador de este país. En Argentina, la hora nocturna dura 45 minutos, acá 60”, explica.

Además, enumera algunas trampas: “Se nos pide que anotemos en el libro de registro sólo las horas legales, no las extras; o si uno debe viajar a grabar en un transporte de la empresa no se cuentan como horas de trabajo. También hay persecución hacia los dirigentes, y factores de amenaza del trabajo. Si pasaron ocho horas y todavía no te dan almuerzo o hay 30 personas y no tienes baños, la gente no se atreve a reclamar”, explica.

El dirigente manifestó que “recientemente tuvimos una jornada de 23 horas seguidas de filmación y la gente no reclamó. El director, supuestamente, era nuevo y se atrasó, pero por qué las condiciones de fragilidad de tu proyecto se traspasan a los trabajadores. El problema no es el salario, ni las horas extras, sino que la gente quiere ir a descansar”.

El reconocido actor José Soza ganó un juicio contra TVN que demostró que la aplicación de la Ley 18.889 era lo que correspondía. El presidente de Sidarte señala, además, que llegada la tercera edad los artistas enfrentan situaciones críticas en relación a sus pensiones. “Si las empresas cumplieran a cabalidad, es seguro que después de décadas de trabajo, tendríamos una jubilación digna. Pero la necesidad nos lleva a aceptar las condiciones que se nos imponen y a renunciar a muchos de los derechos que nos corresponden”, concluye.

Por Cristóbal Cornejo 

El Ciudadano Nº131, segunda quincena agosto 2012

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