La gran pena de la machi Lorenza Nawellkeo Millabur

El Ciudadano se honra en comenzar a presentar una serie de trabajos de Ziley Mora: experto en educación, etnógrafo, filósofo, investigador y uno de los principales conocedores de las matrices de la cosmovisión ancestral mapuche y de la cultura mestiza de Chile


Autor: Francisco

El Ciudadano se honra en comenzar a presentar una serie de trabajos de Ziley Mora: experto en educación, etnógrafo, filósofo, investigador y uno de los principales conocedores de las matrices de la cosmovisión ancestral mapuche y de la cultura mestiza de Chile. Este artículo -inédito- fue escrito sobre la base de una conversación registrada el 28 de diciembre de 2008, al caer la tarde, en la casa-sanatorio-altar de la machi Lorenza, ubicado en la comuna de Cañete, Tucapel Alto. Ella es nacida y criada en Hallepen. La foto es del autor junta a la Machi Lorenza.

Machi, en la cultura mapuche (que es la etnia originaria del centro-sur de Chile) le llaman a la mujer-shaman, porque es la sacerdotisa-hechicera del bien y experta en remedios de la Naturaleza. En el caso de Lorenza, su vocación la atribuye a dos razones: a que su madre haya sido también machi (la institución tiene una tendencia a permanecer en el linaje) y a un clásico llamado divino hecha por los espíritus en su pre-adolescencia, y que fue inicialmente resistido por ella.

El Dios se le reveló en el agua un buen día –cuando iba a lavar la ropa en el estero- observa cómo ésta aparece revuelta y teñida totalmente de sangre. En el instante de esta visión , oye el relincho de un caballo que lo presume allí mismo. Pero esto era perimontun -visión sobrenatural- porque nadie tenía caballos cerca a kilómetros a la redonda . En vista de esto, ella anima a los perros para espantar los caballos del agua. Luego de un dejar pasar un largo rato, ella vuelve al lugar, y como tenía mucha sed, bebe entre sus manos el agua cristalina. Muy poco después, ella cae en cama por nueve días con una terrible inflamación a la garganta que le hizo perder hasta la voz. La causa de su mal, rápido ella lo atribuyó al beber esa agua sobrenatural y para que ella se advirtiera “que el Espíritu quería con ella”. También a causa “que ella le echó los perros, menospreció la señal del Cielo que la escogía como machi. (La machi Lorenza afirma que toda enfermedad llega a las personas enviada por lo divino para un solo propósito: mostrarle al paciente un mensaje que lo cambie; por ejemplo, para que se detenga, se reforme y no sea engreído, orgulloso o descreído).

Para mejorarse, fue necesario que su madre machi, le hiciera el ritual adecuado, la “machitucara”. Solo así se pudo recuperar a medias. Porque, luego, y por mas de nueve años, justo en el aniversario del llamado, la infección y enfermedad a la garganta le volvía, repitiéndose exactamente lo mismo del año anterior. Esta clara señal la lleva a aceptar su destino de machi, siendo iniciada por una hermana de su madre, también portadora del llamado y del oficio. Para su iniciación, tuvo que previamente someterse a cuatros días de ayuno total bajo una choza hecha totalmente de canelo. Le “operaron” la lengua, a la usanza ritual tradicional, con tres cortes donde le depositaron los likan mágicos –piedrecillas (cristalizaciones –como de cuarzo o “piedra lumbre”- del Otro Mundo) que la machi experta hacer bajar del Cielo para introducir en la lengua de la machi nueva. Esta recibe dichas piedrecitas sobrenaturales, no solo en la boca y así “tener poder para ordenarle salir a los malos espíritus de la enfermedad”, sino también en cada uno de las yemas de sus dedos, los que también fueron sajados y sangrados para introducir los dichos likan.

Estas piedritas likan, -ella también escoge en el río otras “redonditas” para introducirlas en su tambor ritual)- son enviadas astralmente por la machi para buscar indicios de la enfermedad –objetos y prendas personales que el causante del daño roba al paciente- volviendo a ella cada vez que ella se lo pida. Mas de alguna vez Lorenza niña vio con preocupación sobre la mesa del comedor de su madre, que de la nada aparecían cerca de los platos estas piedritas. Ella, la machi-madre, la tranquilizaba diciéndole: “No se asuste hija por lo que está viendo, que nada mas son los likan que yo mandé y que ahora vuelven con noticias….” Ella luego las tomaba y las hacía desaparecer en su mano.

Lorenza cura viendo la orina matutina del paciente y luego de diagnosticar, tiene que encargar los remedios –hierbas nativas- a Huallepen (“visión de los robles”), es decir al lugar donde ella creció y en donde fue llamada a ser machi. Entrega las recetas en forma de “aguas de hierbas”. Pero allí en Huallepen y en casi toda la provincia de Arauco, ya casi no quedan plantas curadoras porque las arrasaron las forestales y la “quemazón de los chilenos”. Durante el exorcismo ritual para sacar el mal (machitún), ella, luego, de invocar a sus místicos acompañantes y de aspirar y asperjar sobre el cuerpo enfermo una bocarada de aguardiente, con la boca o las manos extrae la concentración del mal del paciente en forma de pequeño “bulto negro”, el que inmediatamente envuelto en hojas de canelo (árbol sagrado), ella echa al fuego para que se acabe de raíz el mal. Recuerda que otras machis tienen otros métodos. Pasan, por ejemplo, un huevo sobre el cuerpo desnudo del enfermo, al cual antes le han extraído la yema, y lo detienen justo en la zona corporal donde se aloja el mal. Acto seguido, parten el huevo y suele observarse que sale de él una lagartija, un sapo, un cienpies (lit. “cientopata”, dijo ella) o un “matabuey” (escarabajo negro). Si no es rápidamente envuelto en ramas de canelo y quemado, el que lo porta, corre el riesgo que se le introduzca bajo la piel para seguir haciendo su trabajo de dañar y matar. Así le pasó a un muchacho ayudante de su mamá, el que incrédulo se lo dejó un rato en el bolsillo para examinarlo después…

Cierta vez Lorenza tuvo que negociar con una mujer kalku, otra iniciada, aunque “en el arte oculto” (una bruja maligna), a causa de necesitar ella misma directamente sus servicios: impedir que su marido muriera ya que le habían enterrado una foto de él en la tumba de un hijo muerto. Este poderosísimo embrujo, sólo se podía impedir (el propósito era matar a todos sus descendientes y el motivo, la envidia) si la misma persona que lo provocaba desactivaba el hechizo. A cambio de recolectar medio millón de pesos (gran suma para la época) entre sus familiares, se rescató la vida de su marido impidiendo se consumara el embrujo. Años después, murió imprevistamente su rival porque “ lo malo vuelve para vengarse y todo se paga”. Advierte que en la foto se va el alma de una persona y con ella ésta se expone a que alguien, con mala intención, le aprisione su ánima para hacerle daño, afligirla y llevarla hasta su misma muerte. Años después muere su marido pero por otras razones.

Su pena mayor de estos últimos tiempos es que sus hijos y nietos – –vive con una hija y un par de niños- no deseen colaborarle en la aplicación del rito del machitún. Muerto su marido, su principal ayudante (que la protegía mientras ella oficiaba y entraba en trance), él era quien la acompañaba muchísimo en la música ritual del kultrún, el tambor terapéutico. Por eso hoy en día, todo a ella se le vuelve mas difícil. Nadie en su comunidad le quiere colaborar en su acto terapéutico –tampoco quieren hablar la lengua de la madre porque los niños “ven tanta televisión y no conversan de las cosas mapuches”- ya sea que le presten auxilio como ayudantes o como bailarines del purrún, condición necesaria para la correcta ejecución de su machitún.

Ella se ve obligada a hacer de todo: desde guiar “con oración” los sahumerios hasta tocar el kultrun. Durante el oficiar del rito es crucial cuidar al máximo este mágico instrumento, porque en una ocasión, por dejarlo por un momento en un sitio inconveniente, pasó un perro encima de él , lo que –ipso facto- provocó en ella una enfermedad terrible, que casi la llevó a la muerte. La machi Lorenza ya no encuentra ñamkan (ayudante) porque sus hijos no valoran su oficio ni su cultura, a causa “que a ellos le preocupan ahora otras cosas de la ciudad como estar tranquilos con sus aparatos y pasarlo bien en sus vacaciones”. También le angustia mucho la extraña enfermedad de un hijo que lo va consumiendo, pero mucho más pena le da que solo confíe en los doctores de los hospitales de Concepción y no en el poder de las machis de su pueblo…:”Yo podría hacer tanto por él si mi weñi (muchacho) quisiera…pero no quiere. Fíjate puh oye, que me preparé y sufrí toda mi vida para ser machi y resulta que ahora no me sirve para mi niño…”
El Ciudadano


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