Primer Festival de la Canción Migrante: Las voces, colores, y sabores de los extranjeros

El 22 de enero pasado un parque fue epicentro de la diversidad cultural

El 22 de enero pasado un parque fue epicentro de la diversidad cultural. Músicos de distinta procedencia, cuyo denominador común es su actual residencia, sonorizaron un inmenso laberinto sincrético, más allá de banderas y fronteras, cerrando la semana de actividades de la Fiesta del Roto Chileno, Roto Sudaca, del Barrio Yungay.

Esa tarde, sin almorzar, crucé Balmaceda y fui recibido por olores cruzando el aire como ráfagas internacionalistas. Confuso por el sano exceso de oferta, me decidí por un choclo cocido.

-¿Usted es chilena?, pregunto a la señora que los vende.

-Si, chilena, del barrio.

-Esta es una costumbre común en Bolivia, le digo. Allá tienen unos choclos de granos más claros, y grandes, y además del choclo, le dan a uno un trozo de queso -le cuento, mientras aplico un poco de mantequilla.

-No sabía. Yo estuve vendiendo desde el jueves en la Plaza Yungay… Me fue súper bien…

Me alejo no sin antes enterarme que vive en Libertad con Compañía y que su nombre es Jeannette, una de las decenas de personas que esta tarde venden alimentos, productos de facturación propia, ropa, o libros en el Parque de los Reyes, lugar donde se está desarrollando el Primer Festival de la Canción Migrante.

Los últimos dos días, la Plaza del Roto Chileno, conocida también como Plaza Yungay, albergó carnavales y diversas actividades a propósito del 20 de enero, fecha en que se homenajea a los soldados rasos que sirvieron de carne de cañón y vencieron en la Batalla de Yungay de 1839, dando el triunfo contra la Confederación Peruano-Boliviana.

Es motivo de aplauso que de una fecha patriotera se pase a una fiesta cultural, y más aún en un barrio que desde sus inicios acogió el aporte de artistas e intelectuales nacionales y extranjeros que hoy, menos ilustres y más anónimos, han obligado a ampliar el nombre de dicha fiesta de “roto chileno” a “roto chileno, roto sudaca”.

TODAS LAS MANOS

América Latina y el Caribe tienen cerca de 26 millones de personas viviendo fuera de sus fronteras, según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Datos del Ministerio del Interior agregan que de las cerca de 300 mil personas de otras nacionalidades que viven en nuestro país, el 72% son latinoamericanos.

“Este festival busca apoyar su proceso de integración a nuestra cultura, así como diversificar el aporte que nos hacen, no sólo como trabajadores, sino desde lo gastronómico, lo musical, etcétera”, explica Francisco Vío Grossi, coordinador del Festival y presidente de la Corporación El Canelo de Nos, una de las instituciones organizadoras.

En la oferta gastronómica se confirman sus palabras. Al lado de un puesto de pollada, papas rellenas y otros clásicos del menú peruano de bajo costo, un grupo mapuche urbano ofrece sopaipillas crujientes, gruesas y blancas, con pebre. A su lado, Jeannette, la de los choclos, tiene dos o tres carros más de competencia directa. El mote con huesillos, distintos tipos de empanadas fritas, y variedad de producción vegetariana y vegana (aportada por anarco-punks sumados de la Feria Nómade), completan el círculo. Los cubos de fruta, re-actualización migrante de los helados en bolsa de nuestra niñez, también abundan.

“La integración de los migrantes pasa por abrirse a la diversidad y no absorberlos y transformarlos en chilenos”, indica el Presidente del Canelo de Nos.

Cerca de las seis de la tarde se inicia la música. Fruto de una convocatoria abierta, que ayudó a difundir las organizaciones de inmigrantes y embajadas, hoy se presentan 20 canciones, entre intérpretes y compositores.

El escenario natural son las escaleras que están frente a la pileta a la que se llega acabando la Avenida Brasil. Alrededor, stands de organizaciones de refugiados, Amnistía Internacional, el colectivo Sin Fronteras, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, entre otros, ofrecen información a quien se acerque.

TODAS LAS VOCES

Como Festival que se precie, hay una competencia de intérpretes y otra de creaciones originales. Uno a uno se fueron presentando músicos y cantantes de Uruguay, Austria, Colombia, Perú, Bolivia, Cuba, Haití, y España. Al frente, una entusiasta audiencia que tuvo que soportar la fría ventisca del atardecer a punta de los shows de agrupaciones como Sol Naciente, Azúcar Milagro, Andrés Viviani, y los Cajones de Yungay.

En la primera categoría resultó ganadora la argentina Julia Vilche, con la interpretación del tradicional tango bonaerense, “Sur”. En los originales, ganó el limeño Kike Barandiarán con su canción “De tus Ojos”. Ambos grabarán los temas de manera profesional.

Aunque el nivel de la competencia y la capacidad técnica de la empresa de sonido fue irregular, el Festival deja un muy buen precedente. Tal como el Festival Teatro Mil convive con el Festival Internacional de Teatro Comunitario; el farandulero Festival de Viña tiene su contraparte en este Festival, donde sí importa la competencia.

TODAS LAS IDEAS

Pero más allá de la competencia musical, lo que realmente pudo apreciarse en el Parque, fue el amplio espectro de elementos que trae consigo la migrancia, encarnada en costumbres, comidas, deportes, colores, e historias de vida.

Frente a un espectáculo circense donde la mayoría de los niños que participan son peruanos, tres canchas de voleyball improvisadas han sido dispuestas contiguamente. Los equipos está conformados mayoritariamente por mujeres.

Sandra comenta que en Perú jugaba mucho y ahora está contenta porque puede replicarlo con sus nuevas amigas y familiares. Llegó hace cinco años a Chile desde Arequipa, la segunda ciudad más importante. Hoy, trabaja en una empresa de aseo en Providencia. “Es muy bueno para el cuerpo”, dice, mientras otra va en busca de la pelota que amenaza con interrumpir el show callejero.

Pero la hegemonía peruana hoy se ve cercada por el amplio y festivo número de colombianos que han llegado a Chile y lo tiene como el país con más representantes en el Festival. “Esto está muy bueno. Se puede comer rico, bailar, cantar, compartir con la familia, sentirse como en casa”, dice Maira, contorneando sus generosas caderas con Víctor Hernández  y “Un montón de estrellas”, un tema del cubano Polo Montañez, músico muy famoso en Colombia. Así es la mezcla, pica por todos lados.

Por Cristóbal Cornejo

El Ciudadano

Publicado en El Ciudadano nº 119, febrero 2012

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones