Venezuela: La crisis de los alimentos

La mujer sonríe mirando al cielo, agradeciendo el milagro, rodeada de cientos de personas y algunos policías

Por Wari

04/07/2016

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cola1 en Venezuela

La mujer sonríe mirando al cielo, agradeciendo el milagro, rodeada de cientos de personas y algunos policías. Sonríe a la otra mujer que la acompaña, también eufórica, saliendo del tumulto tenso y angustiante. “Esto es un sueño” exclama, mientras eleva el pequeño papel hacia el firmamento, lo besa con fervor como si fuera una estampita de la virgen y guarda el preciado tesoro en el sostén, donde lo siente seguro pegado al corazón. Luego inicia, alegre y esperanzada, el camino de retorno.

La mujer es apenas una de las siete u ocho mil personas que se formaron desde la tarde anterior en una larga cola, que daba varias vueltas a la manzana, para conseguir un número que les permitiera, al día siguiente, comprar alimentos en la feria central de Cecosesola, la red de cooperativas del estado de Lara que atiende tres mercados con más de 300 cajas simultáneas en la capital, Barquisimeto.

Esa misma noche, sobre las tres de la madrugada, la policía bolivariana recogió los documentos de identidad de más de mil personas, las primeras de la larga hilera. Fue el método consensuado entre los cooperativistas y las autoridades para evitar desmanes, golpes y carreras en el momento en que se abren las puertas, los viernes a las 6 de la mañana.

La entrega del dichoso número se produjo apenas tres horas después de que la gente entregara sus documentos, a pesar de que los números dicen en letra grande que no garantizan que haya alimentos para comprar; sólo aseguran que la persona ingresará a la feria en el lugar que le corresponde, que para la mencionada señora era cercano al mil cien.

Las colas se producen porque escasean los alimentos a precios regulados y de no encontrarlos hay que acudir al mercado negro. Un kilo de harina de maíz, o “harina pan” para hacer arepas, tiene un precio regulado de 19 bolívares, pero casi no se encuentra. En el mercado negro se vende a mil. El salario mínimo, el que ganan la mayoría de los trabajadores y los jubilados, es de 18 mil bolívares. O sea que comprando en el mercado negro, el salario se reduce a 18 kilos de harina.

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El problema principal de las colas, el que dispara la violencia provocando decenas de muertos, es que se ha formado una mafia de las colas. La señora que sintió haber cumplido su sueño por tener sólo un número, debió pagar 500 bolívares a los “dueños” de las colas. De lo contrario, la sacan a patadas o a tiros.

Las colas han sido “colonizadas” por los bachaqueros, zopilotes que viven de las angustias de la población. El término viene de bachaco, hormiga en algunas regiones de Venezuela, y habla de una forma de vida a la que se han acoplado buena parte de los sectores populares del país.

PRODUCIR EN COLECTIVO

Un hombre fornido que se presenta como Hugo Quintero, nos recibe en el camino que conduce a la casa campesina, a unos 2.500 metros de altura, en plena sierra andina en centro del estado Trujillo. Bajamos por un camino escarpado y resbaloso hasta toparnos con la casa, una construcción reciente, en un estilo campesino moderno y funcional. Cuentan con dormitorios amplios para recibir a otros grupos de la red de cooperativas integradas en Cecosesola (Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara) con quienes realizan encuentros vivenciales de varios días.

En el salón central nos esperan los 14 campesinos que integran la cooperativa de Estiguates, trece varones y una mujer que lleva la administración del colectivo. Más que un pueblo es un caserío disperso de 350 personas, unas 80 familias, entre verdes valles en los que destacan los cultivos de fresas, que se distinguen por las grandes superficies plastificadas para protegerlas.

Sin embargo, los campesinos que integran la cooperativa de Estiguates siembran básicamente papas y zanahorias en sus parcelas familiares de tres hectáreas en promedio, situadas en las escarpadas pendientes de la región de un estado montañoso y quebrado con profundos valles, recostado sobre el lago Maracaibo. Trabajan la tierra al modo artesanal, con arados tirados por bueyes, y todo el trabajo es manual.

La cooperativa comenzó en 1992 y a pesar de ser un pequeño grupo de productores consiguieron construir una infraestructura impresionante, en parte por el fondo común al que aportan el 5% de la producción de cada uno, pero también porque compraron tierras colectivas que las cultivan entre todos. Casi todas las cooperativas rurales agrupadas en Cecosesola tienen tierras comunes que les permiten obtener excedentes para las necesidades del grupo.

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Los productores de Estiguates construyeron una bodega para almacenar la producción y para tener un centro para uso de los niños. Luego comenzaron a comprar camiones con las cosechas comunes. Hoy tienen tres grandes camiones que les dan autonomía a la hora de trasladar las cosechas a las ciudades y no depender de los coyotes. Luego construyeron un galpón para guardar los vehículos y los aperos de labranza. Y finalmente la casa campesina, la construcción más importante de la cooperativa.

Sentados en ronda los 14 productores explican la importancia de esta casa. Tienen un enorme salón comunal, los dormitorios y una gran cocina. Es el lugar de encuentro de los socios y donde reciben a otras cooperativas de la zona. En esta zona hay siete grupos de productores vinculados a Cecosesola con los que mantienen estrechas relaciones. En ocasiones, decenas de cooperativistas urbanos hacen el viaje de cinco horas para apoyar y compartir con los productores del estado de Trujillo.

Gustavo Salas, uno de los fundadores de la red de cooperativas hace 42 años, explica la importancia de mantener un contacto permanente con los grupos de productores: “Si no vamos hasta los grupos todas las semanas, empiezan los problemas, se terminan acercando a la cultura que nos rodea”.

Las ferias urbanas y los productores establecen acuerdos cada tres meses sobre la cantidad de productos que pueden suministrar y pactan los precios por consenso. Pero algunos productores se sienten tentados a vender por fuera de la red cuando los precios suben. Cuando violan los acuerdos son separados de la red, lo que les impide seguir llevando sus productos a las ferias.

LA LUCHA POR LA COMIDA

Cecosesola tiene tres grandes ferias en Barquisimeto que venden 700 toneladas semanales de frutas y verduras. Es uno de los principales centros de ventas para los productores de los estados de Lara, Trujillo, Barinas y Portuguesa. Esas tres ferias reciben unos 80 mil comprados por semana, de los cuales 20 mil son asociados, cuentan con 300 cajas simultáneas tres días a la semana. Los precios son 30% más bajos que los del mercado porque eluden a los intermediarios.

Los mercados, como todos los servicios de Cecosesola, están atendidos por 1.300 trabajadores asociados que reciben todos los mismos ingresos y pueden comprar la misma cantidad de alimentos que le corresponde a la comunidad. Esto es algo extraño en una sociedad donde impera el individualismo y la viveza.

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Además de las ferias que venden la producción de 15 cooperativas en las que trabajan 280 familias campesinas y cien productores en proceso de organización, la red incluye otras 35 cooperativas urbanas de ahorro, préstamo y venta de alimentos y artefactos para el hogar. Tienen ocho unidades de producción cooperativa con 50 integrantes que producen pastas, granola, aliños, miel, pulpas de frutas, salsas, dulce, artículos de higiene personal y del hogar.

Han creado un fondo de financiamiento en base a los aportes de los asociados que utilizan para financiar cosechas, insumos médicos, terrenos y obras para las cooperativas. El Centro Integral Cooperativo de Salud es un edificio en Barquisimeto que fue construido con recursos propios, sin pedir préstamos ni apoyo al Estado ni a ninguna institución, que cuenta con dos quirófanos y 20 camas, atiende 230 mil personas por año y realiza más de 1.700 cirugías con precios 50% más bajos que las clínicas privadas.

Las ferias abren sus puertas tres días a la semana. Es la principal actividad, la que sostiene la red y donde todos trabajan de forma rotativa. El resto de la semana los trabajadores y los asociados que lo deseen, participan en decenas de reuniones, sobre todo los lunes por la tarde cuando funcionan 50 grupos de forma simultánea, donde discuten los problemas a resolver, las dificultades que se presentan y, como señala un documento, “cómo ir profundizando nuestro proceso educativo transformador”.

Las tres mil reuniones anuales que realiza la red son concebidas como un proceso de auto-educación permanente, sin educadores ni educandos, porque Cecosesola no tiene comisión o junta directiva, ni cargos, ni ninguna forma de jerarquías. Todo transcurre en las asambleas, que se continúan los martes, miércoles y jueves hasta que los viernes abren nuevamente las ferias.

Lo más desconcertante, lo que convierte a la red en un “caos en movimiento”, como destaca Gustavo Salas, es que las reuniones no toman acuerdos, no hay decisiones sino consensos, pero tampoco tienen orden del día ni agenda. Viven relaciones de cooperación, con mucho trabajo y mucha alegría, ancladas en “el deseo de convivir aquí y ahora en el respeto, e el compartir, en la participación plena de todos”[1].

El estilo de trabajo puede resultar desconcertante para quienes profesan la cultura clásica de las izquierdas y los movimientos sociales. “No existen planes estratégicos ni definición de objetivos generales específicos. Como tampoco las correspondientes metas con sus medios para lograrlas. Nunca nos hemos propuesto metas de crecimiento ni de actividades a desarrollar. Así, el abanico de posibilidades queda abierto. Por supuesto, nos mantenemos pendientes de que la velocidad de nuestro crecimiento no comprometa el proceso educativo”.

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DEBATES EN MEDIO DE LA CRISIS

“Hoy quien tiene alimentos a precios regulados tiene poder”, dice una de las decenas de personas que participan en una de las muchas reuniones de la red de Cecosesola. Se trata de los alimentos básicos, harina, arroz, azúcar, leche, pero también papel higiénico, pañales, gas; decenas de productos que no se consiguen sino en el mercado negro pagando hasta cuarenta veces el precio oficial.

Sería muy largo explicar las razones del desabastecimiento, que está llegando a niveles críticos a punto que se suceden saqueos de camiones, comercios, supermercados y panaderías. Por un lado, es evidente que la producción ha caído considerablemente, sobre todo en las empresas nacionalizadas, por la burocracia y la escasa cultura de trabajo existente en la sociedad venezolana. Por otro, porque el Gobierno no tiene divisas suficientes para importar ni alimentos ni otros muchos productos.

Pero también hay especulación de los empresarios, aliados con mandos militares y policiales, que ganan millones al desviar los productos al mercado negro. Y, como señala el Gobierno, también hay presiones desde el exterior para deteriorar el proceso venezolano y promover la caída del Gobierno. Sin embargo, en procesos similares, como el de Bolivia, no se observan problemas de abastecimiento.

Son todos temas que se debaten en las reuniones de Cecosesola. Pero el asunto más dramático son las colas. Hay personas que pasan más de diez horas en colas para intentar comprar comida. El principal problema, sin embargo, es que los bachaqueros (contrabandistas) son un poder en las colas, cobran a las personas para permitirles estar en un lugar determinado o bien les exigen que les entreguen una parte de los alimentos que compraron para luego revenderlos dentro o fuera de Venezuela.

En una de las cooperativas urbanas, la Kennedy, se presentó una situación muy tensa por la falta de alimentos y hubo una suerte de “pueblada”, cuando varias personas alentaron a las más de 300 que estaban en la cola para que saquearan la cooperativa. Teófilo, otro de los fundadores de la red, asegura que “había gente de la oposición, de la MUD, entre los que alentaban el saqueo, porque quieren calentar la calle como forma de tirar al gobierno”[2].

Una de las decisiones que sobrevuelan las reuniones de la red de cooperativas es la de no vender más los productos regulados para concentrarse en frutas y verduras, que es el verdadero objetivo de las ferias de Cecosesola porque son los productos que salen de sus cooperativas rurales. Es una decisión difícil, porque implica que los 1.300 trabajadores tampoco tendrán acceso a esos productos.

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Pero es también un modo de salirse de la pelea diaria por los alimentos regulados para seguir siendo lo que son, una red auto-educativa, o sea “un proceso inclusivo de capacitación y transformación cultural” abierto a todos y todas los que se quieran incorporar[3]. Consideran que si descuidan el proceso educativo “se presentan situaciones de estancamiento donde nos burocratizamos a la par que vamos perdiendo la capacidad de responder con frescura y con rapidez a las coyunturas que se presentan”.

Es evidente que los valores de una sociedad en crisis se cuelan en cualquier organización. Los robos crecen. Antes no pasaban del 1%, pero ahora superan esa cifra. El tema merece largos debates en las reuniones porque la sociedad tiende a justificar al que roba. Sin embargo los miembros de Cecosesola se afirman en la necesidad de actuar guiados por la ética. En un breve documento titulado “Ética y revolución”, sostienen que en el país “se va imponiendo una nueva modalidad de propiedad privada al intentar adueñarse cada quien del espacio que se le antoje según su conveniencia”[4].

Aseguran que “sin ética no hay revolución”, y se afirman en prácticas como el consenso para evitar la lucha interna por el poder, en recibir todos los mismos ingresos, en que los miembros de la red compren la misma cantidad de alimentos que puede comprar el resto de la población cuando éstos son escasos y, algo muy especial, en “ir desmontando las jerarquías y las relaciones de poder”. Los miembros de Cecosesola muestran, como los kurdos de Rojava, que aún en las más difíciles situaciones es posible transformar el mundo, transformándose colectivamente.

Por Raúl Zibechi

Analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe el “Informe Mensual de Zibechi” para el Programa de las Américas cipamericas/org/es

NOTAS

[1] “Cecosesola, un proceso emergente”, mayo de 2016.

[2] MUD son las siglas de Mesa de Unidad Democrática, coalición de partidos opositores.

[3] Idem, p. 4.

[4] “Ética y revolución”, marzo de 2016.

Publicado originalmente el 16 / junio / 2016 en cipamericas.org

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