X Congreso: Este fin de semana campesinos cubanos debatirán sobre sus desafíos

Dirigentes del sector agrícola de Cuba trazarán este fin de semana estrategias para revertir la caída de la producción de alimentos, de 13% en el primer trimestre, por problemas de ineficiencia, desorden y falta de recursos que obligan al país a importar 80% del consumo

Por Wari

13/05/2010

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Dirigentes del sector agrícola de Cuba trazarán este fin de semana estrategias para revertir la caída de la producción de alimentos, de 13% en el primer trimestre, por problemas de ineficiencia, desorden y falta de recursos que obligan al país a importar 80% del consumo.

Unos 800 delegados de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (Anap) celebrarán el sábado y domingo su X Congreso en momentos en que el presidente Raúl Castro reclama mayor esfuerzo por elevar la producción de alimentos, que considera «asunto de seguridad nacional».

Según la estatal Oficina Nacional de Estadística, la producción agrícola cayó un 13% entre enero y marzo de 2010, en comparación con igual período del año anterior, con las bajas más significativas en las cosechas de papa (34,3%), malanga (28%), hortalizas (25%) y frijol (30,5%).

Los primeros meses del año deben ser los más productivos de la agricultura cubana, período que los campesinos denominan «campaña de frío», cuando temperaturas más moderadas permiten mayor variedad y productividad que en los meses de intenso calor.

«No cabe duda que hay muchas cosas que hacer», declaró a la prensa local el presidente de la Anap, Orlando Lugo, al anunciar el encuentro que abordará también los problemas de comercialización de los alimentos.

El analista económico Ariel Terrero afirmó este jueves que la baja actual está motivada por los efectos de la sequía, «mala planificación y desorganización», y «falta de recursos», lo cual -estimó- deber ser prioritario en los debates del congreso de campesinos.

En declaraciones al telenoticiero matutino, Terrero señaló que debido a la crisis económica y el embargo de Estados Unidos, el país no pudo importar el fertilizante y las semillas necesarias, aunque señaló que también muchas veces esos recursos «llegan tarde al campo» por desorganización.

Desde que relevó a su hermano enfermo Fidel Castro en 2006, Raúl Castro advirtió que es insostenible el desembolso anual de entre 1.500 y 2.000 millones de dólares para la importación de alimentos, de ellos 590 millones a empresas de Estados Unidos gracias a una excepción del embargo.

El Gobierno aplicó entonces una serie de medidas como mejores precios de compra a los productores, reparto de tierras ociosas en usufructo y cambios en el sistema de comercialización, que hasta ahora no dieron el resultado esperado.

HAY CERCA DE DOS MILLONES DE HECTÁREAS SIN CULTIVAR

Hace un año empezó en Camagüey (oriente) el experimento de sembrar el cinturón de tierras que rodea a una ciudad. Ahora son ya 17 municipios en Cuba los que cultivan sus bordes, dentro de un esquema que parece una guerrilla agrícola: pequeñas fincas familiares tratan de explotar al máximo la yunta de bueyes, para consumir el menor combustible posible, usan fertilizante natural evitando los químicos y venden su producción a corta distancia.

«Se trata de acercar los alimentos a las ciudades, donde vive 76 por ciento de los cubanos, sobre la base de una agricultura diversificada», dijo Adolfo Rodríguez Nodals, jefe del Grupo Nacional de Agricultura Urbana y Suburbana, el centro de mando de este nuevo movimiento.

Las tierras que rodean a las ciudades y que integran la red de la agricultura suburbana son unas 600 mil hectáreas, una porción modesta para el tamaño del drama del campo cubano. Oficialmente hay un millón 230 mil hectáreas cultivables que están ociosas, pero otros cálculos elevan la superficie susceptible de sembrar hasta los 3 millones de hectáreas.

La nueva fórmula incluye el pago por resultados al productor, sin límite. «No nos interesa lo que pueda ganar un campesino, siempre y cuando sea trabajando», señaló Rodríguez. «Hay que estimular al que produce».

«El cambio ya lo estamos viendo», apuntó Juan Reyes, un campesino de 51 años, que en 2004 salió de Las Tunas (oriente) a la ciudad de La Habana, buscando mejorar sus ingresos. Aquí trabajó como obrero agrícola en una empresa rural y ahora con su esposa y su hijo cultiva una finca de tres hectáreas de tierras estatales de esa misma entidad, en el municipio Cotorro (casi 79 mil habitantes, en el sureste de la capital).

De ganar 250 pesos mensuales (10 dólares) como empleado, ahora tiene una bolsa disponible de 7 mil pesos (280 dólares) después de seis meses de faena. «Los beneficios son tanto para la población, que recibe alimentos, como para los productores, que ganamos más mientras más entreguemos».

En un desafío que el presidente Raúl Castro llamó de «seguridad nacional», Cuba ha tenido que importar más de dos mil millones de dólares anuales en alimentos, mientras que gran parte de sus terrenos cultivables están abandonados.

En 2009 el gobierno empezó la adjudicación de tierras ociosas en usufructo y se pusieron a producir un millón de hectáreas, pero todavía falta por repartir la mitad de los terrenos disponibles, reportó el diario oficial Granma, sugiriendo que su cálculo del total sin cultivar anda en los dos millones de hectáreas.

El plan de la agricultura suburbana es continuación de otro que en la década pasada abrió al cultivo pequeños terrenos, patios y jardines domésticos dentro de las ciudades. Rodríguez Nodals dijo que este año153 de los 169 municipios del país quedarán organizados para empezar a sembrar sus linderos.

Se considera agricultura suburbana la que puede realizarse dentro de una franja de hasta unos 10 kilómetros de distancia del punto donde termina el cultivo urbano, en las capitales provinciales. Esa extensión es menor para ciudades más pequeñas y siempre es aproximada, según el terreno.

La base del programa son las fincas de entre 3 y 20 hectáreas, que se entregan en usufructo al campesino. A una distancia máxima de 3-4 kilómetros debe quedar el punto de venta, donde el productor lleva su mercancía.

El finquero tiene que afiliarse a una cooperativa, e igual que esas agrupaciones puede contratar personal y tiene la opción de colocar parte de su producción en el mercado de libre oferta y demanda. Bajo este programa, los gobiernos municipales definen cuáles son los cultivos básicos, y por lo tanto de precios controlados, mientras que el resto de los productos tienen libre formación de precios.

Fuentes: AFP/La Jornada (Gerardo Arreola)

Fotografía: Juan Reyes en su finca ubicada en la orilla suroeste de La Habana/Por Gerardo Arreola

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