Tres años largos después de desatarse la gran crisis económica en la que estamos inmersos, se producía un acontecimiento grandioso. El 15 de mayo de 2011, ahora hace un año, irrumpió un movimiento social que sorprendió a casi todos. Gran parte de la población recibió la sorpresa con mucha simpatía. Las encuestas realizadas pocas semanas después de iniciadas las grandes ocupaciones de las calles y plazas de muchas ciudades del Reino de España no ofrecían dudas del amplio apoyo de gran parte de la población hacia el nuevo movimiento. Pero si las encuestas eran esperanzadoras, las movilizaciones en la calle lo eran más aún.
En mayo del 2011 se cumplía un año también del gran giro a la derecha del gobierno entonces del PSOE. Aquel giro comportó la enajenación de gran parte de la base social que aún le quedaba y acabó con la debacle electoral del PSOE el 20 de noviembre del año anterior. Decíamos inmediatamente después de las elecciones: «Los resultados (…) han venido a confirmarlo, y por lo magnífico: el PSOE ha sufrido un descalabro electoral sin precedentes –muy superior al pronosticado por las encuestas—, perdiendo cerca de 4 millones trescientos mil votos, mientras al PP del señor Rajoy le ha bastado ganar algo más de medio millón de sufragios para conseguir una mayoría parlamentaria.» Con el nuevo gobierno del PP se han continuado y se han profundizado radicalmente las contrareformas que el PSOE había iniciado unos meses antes.
Después de los primeros momentos de sorpresa, el movimiento que ya se conocía por 15-M fue visto muy hostilmente por parte de los poderes públicos. No podía ser de otra manera. Y se optó por la vía represiva. Fue en Catalunya en donde la represión ideada por el Conseller Felip Puig, adquirió toda su magnitud. Las imágenes de la actuación policial del 27 de mayo de 2011 dieron la vuelta al mundo. Aquella actuación represiva se saldó con una victoria del movimiento, porque la gran presencia ciudadana en el lugar de la acampada (la plaza de Catalunya), que estaba siendo desalojada por la policía autonómica, impidió su desmantelamiento. La acampada de la plaza Catalunya aumentó aún más la simpatía popular. Luego vinieron las grandísimas manifestaciones del 19 de junio. El 15-M no era flor de verano, ya se había conformado como elemento de primera importancia en la dinámica social y política del Reino de España. Las descalificaciones del movimiento realizadas por algunos periodistas, políticos y académicos fueron ridiculizadas por los hechos. Con ignara prepotencia se atribuía al 15-M: inmadurez, falta de organización, inoperancia, maximalismo, sectarismo… ¡Cuán rápidamente fueron barridas algunas de estas consideraciones por las grandes manifestaciones y por las iniciativas del propio movimiento!
Ha pasado un año desde el inicio de las acampadas y desde el nacimiento del 15-M. Estos días han aparecido en todos los medios de comunicación reflexiones sobre qué queda de aquel movimiento. ¿Realmente ha desaparecido como han defendido, mitad por animadversión y mitad por ignorancia, algunos escribidores en los medios de comunicación? El 15-M se ha replegado a lo largo de este año en los barrios. Ha ido madurando, ha bajado muchísimo su presencia pública, ha recargado motores.
Una de las grandes diferencias con respecto a los «programas» salidos de las distintas asambleas de hace un año es su concreción en unos pocos puntos. Cinco para ser precisos: 1) ni un euro más para rescatar a los bancos, 2) educación y sanidad públicas de calidad, 3) no a la precariedad laboral, no a la reforma, 4) por una vivienda digna y garantizada y 5) renta básica universal. Nadie podrá alegar que estamos ante un «programa» radical. Es un «programa» que intenta expresar en pocos puntos las medidas que servirían para contrarestar la ofensiva que, desde la Unión Europea, el gobierno del Reino de España y los distintos gobiernos autonómicos, completamente sumisos a los «mercados», están lanzando contra la inmensa mayoría no rica de la población. Se trata de cinco puntos defensivos, hasta higiénicos, que si pueden parecer «radicales» es por lo opuestos que son a la barbarie económica y social desencadenada contra la gran mayoría de la población desde mayo de 2010, ahora hace dos años.
Otra de las grandes diferencias con respecto a la situación de los inicios del movimiento es su mayor acercamiento a organizaciones no directamente implicadas en el interior del mismo. Cabe referirse aquí especialmente a los sindicatos CCOO y UGT. La participación del 15 M en la huelga general del pasado 29 de marzo, convocada por estos y otros sindicatos (especialmente y con anterioridad en la comunidad autónoma vasca y en Galicia) fue muy evidente en determinadas ciudades. Existen muchas desconfianzas, y algunas actitudes demasiado cautas de CCOO y UGT no ayudan precisamente a romperlas, pero se ha reducido en gran parte aquel gran alejamiento. El tercer punto del «programa» antes mencionado, el punto contrario a la reforma del mercado laboral y a la precariedad, enlaza con los objetivos de la huelga general del pasado 29 de marzo. Algunos activistas del 15 M son de la opinión que, por muchas que sean las diferencias con los sindicatos mayoritarios, es necesario golpear juntos aunque se camine por separado. Como así también piensan muchos sindicalistas, sean muchas o pocas las diferencias que puedan tener con el 15 M. Y ocasiones para golpear juntos hay y seguirá habiendo en el futuro más inmediato.
El 15-M ha vuelta a la escena. Los números de las manifestaciones del sábado 12 de mayo en todo el mundo, especialmente en Barcelona y Madrid, fueron espectaculares. La Plaza Catalunya en Barcelona y la Puerta del Sol en Madrid han sido centros de actos multitudinarios. Pero también en otras muchas ciudades del Reino de España y de Europa. Asambleas en las que se habla de distintos aspectos de los cinco puntos programáticos antes apuntados.
Sería pretencioso apuntar alguna predicción sobre cómo evolucionarán los acontecimientos y ya habrá tiempo para hacer balance y ajustar el rumbo. Mientras tanto, disfrutemos del aire fresco que representó y está representando este gran movimiento social que ocupa algunas plazas de muchas ciudades. Así las cosas, algo es seguro: el 15-M vino para quedarse y lo está consiguiendo.
Daniel Raventós & Gustavo Búster
Comité de Redacción de SinPermiso