Bolivia inicia campaña para sacar la hoja de coca del listado de drogas prohibidas

Además de incluir a la hoja de coca como patrimonio cultural de Bolivia en la nueva Constitución, el gobierno de Evo Morales instruyó a sus diplomáticos a una campaña para retirar la ancestral planta del listado de sustancias prohibidas de las Naciones Unidas

Por Mauricio Becerra

10/02/2009

Publicado en

Política / Portada / Pueblos

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Además de incluir a la hoja de coca como patrimonio cultural de Bolivia en la nueva Constitución, el gobierno de Evo Morales instruyó a sus diplomáticos a una campaña para retirar la ancestral planta del listado de sustancias prohibidas de las Naciones Unidas. La comprensión del coqueo andino como enfermedad fue hecha a principios del siglo XX por investigadores racistas, quienes aplicaron perversas metodologías.

Pequeños disensos a la política represiva habrá en la próxima Convención de Naciones Unidas a celebrarse en marzo en Viena. Uno de estos es promovido por el gobierno de Evo Morales, quien durante la semana previa a promulgar la nueva Constitución del país altiplánico, llamó a los embajadores de sus 33 sedes en el exterior a una campaña internacional para conseguir el retiro de la hoja de coca de la lista de sustancias controladas de la Organización de Naciones Unidas.
En 1961, la Convención Única sobre Estupefacientes de la ONU en Nueva York, Estados Unidos, incluyó la hoja de coca en el Listado I de sustancias estupefacientes, que reúne a los considerados más dañinos. Tal listado fue un ajuste de las sustancias declaradas ilícitas por la ONU , proceso iniciado en 1912, en la Conferencia de la Haya, cuando se estableció  un control sobre la preparación y distribución de opio, morfina y cocaína.

Con el tiempo pasaríamos del control a la franca prohibición, lo que terminó por dejar en manos del mercado negro diversas sustancias declaradas ilícitas. La determinación sobre la hoja de coca de 1961 obedeció al alarmismo creado sobre el consumo de la cocaína en Estados Unidos y Europa.

La estrategia para cambiar tal comprensión la prepara el embajador boliviano ante la ONU, Pablo Solón, quien sostiene que “es que es un error haber colocado a la hoja de coca como un veneno. Ese error es absolutamente demostrable científicamente y ése será el camino para lograr que sea retirada la hoja de coca de la lista de sustancias prohibidas”.

“Antes éramos los dirigentes los que explicábamos que la hoja de coca es parte esencial de la cultura de nuestros pueblos. Ahora deben ser los embajadores quienes expliquen que Bolivia no acepta que se continúe transformando la hoja de coca en cocaína, porque no somos la cultura de la droga”- sentenció Solón.

Consultado por El Ciudadano, el cónsul adjunto en Chile, Freddy Torrico, comentó que “la campaña apunta a socializar no sólo la diferencia entre la hoja de coca y la cocaína, sino que también queremos recalcar sus poderosas propiedades medicinales y de uso cotidiano”.


PATRIMONIO CULTURAL

La constitución boliviana promulgada el 8 de febrero pasado dedica el Artículo 384 a la hoja de coca, señalando que “el Estado protege la coca originaria y ancestral como patrimonio cultural, recurso natural renovable de la diversidad de Bolivia, y como factor de cohesión social”.

Por ello se tenderá a la revalorización, producción, comercialización e industrialización de la hoja de coca. “Es vida, cultura, dignidad y soberanía”- agregó Torrico.

Por ello Morales mandato ya en marzo del 2008 al viceministro de la Coca y Desarrollo Integral, Gerónimo Meneses, a rechazar en Viena el informe de la Junta Internacional para la Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), que instó a Perú y Bolivia a erradicar de sus tradiciones el mate de coca y el picheo

En varios discursos el presidente boliviano ha sostenido que la decisión de la JIFE atenta contra los pueblos indígenas de la región andina y contraviene la Declaración de los Derechos Humanos y la resolución de la ONU de 1988 que reconoció el consumo tradicional de la coca.

Incluso Morales en una sesión de la ONU en septiembre de 2006, mostró un puñado de hojas de coca diciendo que “hablar de cero coca es como hablar de cero quechuas, aymaras, moxeños, chiquitanos en mi país”.

Pese a esos alegatos, no hay luces para que en la Convención a revisar los acuerdos sobre políticas de drogas establecidos en 1998, la JIFE y las Naciones Unidas retiren la penalización sobre la hoja de coca.

La única respuesta fue dada en octubre de 2006, cuando el director ejecutivo de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), Antonio María Costa, advirtió en una visita a Cochabamba que el proceso para despenalizar la hoja de coca es “extremadamente complicado” y lleva “muchos años”.


PATOLOGIZACIÓN DEL COQUEO ANDINO

Los sustentos científicos que mantienen a la hoja de coca como sustancia peligrosa en la legislación internacional, fueron producidos por los psiquiatras peruanos Hermilio Valdizán en 1913 y Gutiérrez Noriega a fines de la década del ’40, según cuenta el investigador peruano Baldomero Cáceres.

Valdizán acusaba la “degeneración de la raza indígena”, producto del coqueo, práctica milenaria de los pueblos andinos. Por su parte Gutiérrez señaló que “los efectos psicológicos de la coca disminuyen el valor social y mental del hombre”.

Estos fueron el sustento para que la Comisión de las Naciones Unidas en 1950 tildara  como nociva a la coca, y que la Organización Mundial de la Salud considerara en 1953 que el coqueo andino “debe ser considerada como una forma de cocainismo”.

Cáceres acusa que Gutiérrez Noriega recurrió a presidiarios usuarios de coca como objeto de estudio para sustentar sus tesis, práctica posteriormente replicada por otros investigadores que hicieron estudios en grupos marginados y hablantes de lengua indígena, aplicando pruebas patológicas sin plantearse problema alguno respecto a su validez para los sujetos que debía evaluar. Se llegó a aplicar la prueba de Binet-Simon, hecha en Francia para alfabetos, en habitantes de habla quechua), para sostener cierta desconfianza frente a los interrogados “dada la propensión a la mentira de los toxicómanos delincuentes”.

El Ciudadano

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