Calama quiere separarse de Antofagasta

Una delegación de unas 100 personas llegó a La Moneda después de viajar en bus desde la ciudad de Calama. El grupo es liderado por el alcalde de Calama, Esteban Velásquez, quien pide a Sebastián Piñera mayores autonomías locales en una provincia que tiene una calidad de vida no concordante a su participación económica a nivel nacional.

El grupo lleva por nombre “¿Qué sería de Chile sin Calama?” y agrupa a dirigentes sociales y vecinales que solicitaron por escrito una serie de demandas, entre ellas la trasformación de la provincia del Loa en una región, la creación de una normativa legal que permita a las zonas productoras de cobre percibir ingresos de ese metal y la compensación de Codelco a la comuna de Calama los costos del traslado del campamento Chuquicamata.

“Calama es el distrito minero más importante de Chile y Latinoamérica, sin embargo recibe cero recurso por aporte del cobre tanto de empresa pública como privada; somos una ciudad que está por 30 años postergada, tenemos mala infraestructura en todo y hoy día queremos respuestas concretas”, declaró el alcalde Esteban Velásquez.

Además el edil hizo mención a que fue la misma municipalidad la que tuvo que costear el traslado del campamento minero de Chuquicamata en vista que no sucede una situación inversa, percibiendo ingresos del cobre de manera directa. “Queremos que hayan tributos especiales para una ciudad que está aislada geográficamente, que tiene polución permanente, que tiene contaminación de la minera, que tiene un río Loa seco” -sostuvo Velásquez.

El edil recalcó que esta es una demanda histórica de la provincia que se viene planteado desde hace años, pero no ha sido escuchada. “Hoy día no puede ser que Calama esté olvidado, lejos del desarrollo; si es que no hay respuesta concreta, este es el último paso antes de actuar como ciudadanía y si no la ciudad se va a movilizar; si hay que cerrar los caminos en Calama y bloquear la ciudad, lo vamos a hacer” -advirtió.

La delegación estaba acompañada de un conjunto andino de unas 30 personas que en el lugar orquestó la danza de la diablada, con los instrumentos y disfraces característicos de la cultura del norte de Chile.

Por Gustavo Peralta Vargas

El Ciudadano