El parto de la nueva derecha chilena

La historiadora Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, publicó el libro ‘Nacionales y gremialistas


Autor: Mauricio Becerra

La historiadora Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, publicó el libro ‘Nacionales y gremialistas. El parto de la nueva derecha política chilena. 1964-1973’ (Lom Ediciones), donde analiza la resurrección de la derecha chilena a mediados de los ’60 de la mano del movimiento gremialista, que sustituye al anquilosado Partido Nacional para mascullar un nuevo proyecto de sociedad neoliberal.

A partir de una exhaustiva revisión de fuentes, que incluyen muchos discursos y declaraciones dadas a la prensa por los líderes del movimiento de restauración conservadora, como Jaime Guzmán, Valdivia refuta la tesis de la ausencia de un proyecto histórico de derechas en dicha época y que dicho sector social se concentró en defender sus privilegios, asolados por los movimientos de masas y el Estado desarrollista de la segunda mitad del siglo XX.

Valdivia entrega contundentes datos que dan cuenta de que a fines de los ’60 asistimos al nacimiento de una nueva derecha orientada a la recuperación del poder. Hasta la fecha la derecha que se articulaba en torno al Partido Nacional y mantenía un carácter oligárquico, heredero de las tradiciones decimonónicas,  desplegando una estrategia de cooptación del ascenso del movimiento popular.

El Ciudadano conversó con Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, quien da cuenta como el Movimiento Gremialista de la Universidad Católica vino a relevar a la vieja derecha a partir de 1967, cuando empiezan a adquirir notoriedad pública sus incursiones confrontacionales en el espacio público y empujaban un proyecto político de carácter corporativista, destinado a frenar las movilizaciones sociales.

A partir de tu investigación  ¿podrías hacer un perfil de Jaime Guzmán?

– Jaime Guzmán era ante todo un político, con la claridad racional suficiente para zambullirse en la coyuntura y adaptarse a ella, como de no perder de vista el objetivo de fondo, el verdaderamente importante para él: derrotar a la izquierda y construir una derecha poderosa.

¿Por qué en el libro caracterizas a Guzmán como dr. Jekyll y Mr. Hyde?

– Cuando se habla de Guzmán solo se hace referencia a su faceta analítica, de “mente brillante”, como lo califican metafóricamente. Ese sería el  Dr. Jekyll. Pero el trabajo documental realizado por mí demuestra que esa no era su única faceta política, sino que también existía la de Mr Hyde, aquella menos limpia y transparente, aquella que suele existir en todos los políticos. En su faceta de Mr. Hyde era capaz de discursear acerca del valor de la democracia y participar activamente en una organización declaradamente antidemocrática y sediciosa como Patria y Libertad; descalificar a la Unidad Popular de forma grosera y soez, abandonando el lenguaje aséptico y ensalonado de la vieja derecha .En fin, usar todos los recursos a su mano para ganar la guerra política, fueran  éstos éticos o no, haciendo lo mismo  que él achacaba a los políticos “tradicionales” y por lo cual, en parte, los despreciaba.

¿Cuál es la importancia de la noción de ‘autoridad’ para la derecha chilena?

– La vieja derecha oligárquica y la nueva derecha desconfían de las masas, pues tienen una noción elitista del poder. Desde ese punto de vista, gustan más de regímenes con “sentido de autoridad” y no necesariamente autoritarios, pero que implican la marginación de la gran masa ciudadana de la toma de decisiones. La vieja derecha conseguía eso con la mantención del latifundio y el control político-social del campesinado, como con su capacidad de penetrar el aparato gubernamental, a pesar de no controlar el Ejecutivo. La nueva derecha se propuso ser competitiva electoral y políticamente, pero de todas formas apuntaba a un régimen político en que la ciudadanía fuera alejada de las decisiones más trascendentales, las que radicarían en un Presidente de la República con amplias atribuciones. La experiencia de la UP en apariencia destruyó estas tendencias, pero claramente ellas reaparecieron después del golpe y se materializaron en la Constitución de 1980. Aunque la UDI se haya introducido en los sectores populares, fortaleciéndose allí, en la práctica ello solo confirma su visión elitista del poder, pues esas “masas” deben concentrarse en sus intereses cotidianos, más que opinar o participar de temas más importantes. De allí su interés en los municipios.


En el libro te refieres al ‘estilo gremialista’ ¿podrías caracterizarlo en sus inicios de comienzos de los ’70?

– Una de mis tesis es que no es posible caracterizar debidamente la naturaleza de una colectividad política remitiéndose solamente a lo doctrinario, a sus planteamientos políticos, sino que ello debe ser complementado con su praxis. La mayoría de los estudios acerca del gremialismo se concentran en las “ideas” de Guzmán, extrayendo a partir de allí una serie de conclusiones y derivaciones para los años setenta, ochenta y la UDI. Desde mi punto de vista, ello es insuficiente, toda vez que la construcción de una nueva derecha política en los setenta requería no solo de nuevas ideas –un proyecto- sino también de un nuevo estilo de hacer política, que abandonara las tendencias cooptativas. Ese estilo era combativo y confrontacional. Esto ha sido señalado antes que yo por otros estudiosos, pero asociándolo exclusivamente a los grupos nacionalistas, filofascistas. Mi planteamiento es que el Movimiento Gremial fue parte de la confrontación de los sesenta y diseñó un estilo político combativo, cuyo sentido era, por una parte, defender sus ideas políticas –y no transar con el adversario-, y por otra, enfrentarlo físicamente a través de la lucha callejera y los grupos de choque. Usé la expresión  “ariete”, extraída de Patricio Dooner, quien la aplica a la prensa y yo extiendo al estilo político.

También pasas revista a las editoriales escritas por Jaime Guzmán, muchas de ellas muy virulentas respecto de la UP ¿qué nos podrías decir de su agresividad?

– Eran un reflejo del estilo “ariete”. Considerando que parte de mi hipótesis era una derecha con nuevo estilo, caracterizado como tal, yo debía demostrarlo. Uno de mis argumentos fue que ese estilo ariete podía observarse en Guzmán en tanto columnista de la revista Pec. El estilo ariete supone agresividad.

¿Podrías señalarnos las condiciones de posibilidad del neoliberalismo en Chile a partir del periodo que analizas?

– Creo que ninguna. Las políticas de estabilización, como se llamaba al neoliberalismo en la época, eran fórmulas para bajar la inflación y estabilizar una economía con índices descontrolados, no eran un proyecto político, y no llegaron a serlo hasta fines de los años setenta y principios de los ochenta. Las propuestas de debilitamiento del Estado en materia económico-social que estaban en el programa del Partido Nacional y en los planteamientos del Movimiento Gremial eran, en parte, respuesta a los límites de la industrialización sustitutiva, los inicios de la transnacionalización de la economía mundial y la experiencia de los gobiernos de la DC y la UP A ello hay que agregar, la influencia de la Universidad de Chicago en los estudiantes de Economía de la Universidad Católica que viajaron a esa universidad. Tan pocas posibilidades tenían las propuestas monetaristas, que requirieron de una dictadura para ponerse en práctica.

¿Cómo y cuándo Guzmán se acerca a las tesis neoliberales?

– Como señalo en el libro, ello ocurrió durante la Unidad Popular. Aunque es posible rastrear tendencias antiestatistas de corte económico-social en Guzmán, muy tempranamente –a mediados de los ’60-, me parece que no pueden ser calificadas de neoliberales. Guzmán estaba enfrascado en el tema político dentro del cual el derecho de propiedad privada era central. Todo el período de los sesenta y setenta es un debate al interior de la naciente derecha respecto a lo económico y al modelo político a implantar en Chile, pero no hubo definiciones tajantes y completas. Para 1972, ellas comienzan a aclararse en alguna medida y Guzmán se acerca a las argumentaciones que ofrecían algunos “neoliberales”, como Sergio de la Cuadra, por ejemplo.

En el libro señalas que los sesenta ocurre el parto de la nueva derecha política chilena. En tal sentido ¿podríamos decir entonces que la UP terminó por derrotar a la derecha latifundista, lo que permitió posteriormente el ascenso de la derecha neoliberal?

– Esa derecha comenzó  a morir definitivamente con la reforma agraria de Eduardo Frei. Por lo tanto, es efectivo que la desaparición de la vieja derecha coincide con la destrucción del latifundio, pero es un proceso que ocurrió entre 1964 y 1973. La metáfora del “parto” se refiere a un proceso, en el cual participaron varios actores, entre los cuales hubo rivalidades, diferencias y escepticismos. Fue un proceso lleno de tensiones, tal como un parto. De allí solo saldría una derecha con proyección política.

¿Qué giro representa para la derecha haberse cuadrado tras la candidatura de Piñera?

– Me parece que la decisión de la UDI de no levantar candidato refleja la ausencia de liderazgos y de proyectos con posibilidad política. Piñera es, en muchos sentidos, la antítesis de la UDI,  a pesar de su neoliberalismo, pero es quien desde la derecha  aparece con mayores posibilidades de ganar la elección presidencial. El apoyo es más bien una cuestión pragmática, que esconde las desconfianzas, diferencias y rivalidades que persisten entre Renovación Nacional  y la UDI.

Por Mauricio Becerra R.

El Ciudadano


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