Elecciones en Colombia: Un país sin memoria

De los casi 30 millones que estaban habilitados para asistir a las urnas, 14 millones 764 mil lo hicieron

Por Wari

16/06/2010

Publicado en

Mundo / Política / Pueblos

0 0


De los casi 30 millones que estaban habilitados para asistir a las urnas, 14 millones 764 mil lo hicieron. Lo que sorprendió no fue tanto el aumento de participación -del 44 al 49%-, sino los resultados, que poco coincidieron con las encuestas: El candidato oficialista arrasó con 46%, mientras el candidato independiente se desinfló con 21%. Los analistas aseguran que aunque haya segunda vuelta, el Presidente será Juan Manuel Santos. Otros mantienen la esperanza.

Con los resultados electorales del domingo 30 de mayo, en Colombia pueden deducirse tres cosas: Es un país sin memoria, sus electores se  doblegan fácilmente a la maquinaria clientelista o pese a todos los escándalos, aplauden la política de «seguridad democrática» del presidente Álvaro Uribe Vélez, que ya cumple ocho años.

El candidato oficialista, Juan Manuel Santos, del Partido de la ‘U’, se salió con la suya. Cuando eran las 6 de la tarde y la Registraduría emitía los resultados de más del 80% de las mesas escrutadas, el país pensó que habría presidente en primera vuelta. Contra todo pronóstico, Santos llegó al 46,56%, mientras Antanas Mockus, del Partido Verde, sólo al 21,5%. Por menos de cinco puntos, casi hay Presidente en primera vuelta. Habría sido un hito.

¿Qué explica los resultados? Lo que se jugaba el domingo era el voto de maquinaria contra el voto de opinión. Durante el día la mayoría de los medios redujeron su cubrimiento informativo a las imágenes de los candidatos votando, las largas filas de personas en Corferias (el principal centro de votación), y a leer los boletines minuto a minuto.

Mientras eso sucedía, un grupo de ciudadanos accedió a una plataforma en Internet conocida como Ushahidi y reportó 646 presuntas irregularidades a la transparencia electoral. Aunque algunas describieron dificultades en la acreditación de los testigos electorales e inconsistencias a la hora de votar, la mayoría de las advertencias apuntaron a compra de votos y desarrollo de publicidad cerca de las mesas  de votación por parte de la campaña de Juan Manuel Santos.

Muchos analistas ya habían previsto lo difícil que era derrotar el voto de maquinaria. En un mensaje que circuló por las redes sociales, un usuario escribió en tono de chiste: “Mockus ganó en Facebook y Twitter; Santos en el territorio nacional”.

Esa frase resume lo que se atribuyó a un crecimiento inflado de la campaña de Mockus desde lo mediático. En Colombia es más efectivo el voto que se compra con plata, comida y presión, que el que es producto de la conciencia. En las últimas semanas, Mockus, además, perdió puntos cuando cayó en la telaraña tejida por su contendor.

Justo cuando lideraba las encuestas, el candidato independiente opacó su discurso de la educación y la legalidad, mientras se defendía de los rumores de que era ateo, de que sería mano blanda con la guerrilla, de que era el candidato de Chávez o iba a extraditar a Uribe. Fue así como en los últimos debates el abanderado Verde perdió fuerza y, en respuestas que dio fuera de contexto, muchos se inclinaron por candidatos menos opcionados como Germán Vargas, del partido Cambio Radical y defensor de la seguridad democrática, y Gustavo Petro, del Polo Democrático -el sector más izquierdista de los que entran en la dinámica electoral- y principal opositor del Gobierno.

Con los resultados, pareciera que Colombia es un país desmemoriado, que nunca le cobrará al Gobierno la ‘parapolítica’ -alianza entre políticos y paramilitares-; la ‘yidispolítica’ -entrega de puestos para favorecer la primera reelección de Álvaro Uribe-; ni las ‘chuzadas’ -interceptaciones telefónicas ilegales realizadas por el organismo de seguridad, DAS, para seguir a magistrados, periodistas, sindicalistas y políticos de la oposición-. Ni decir del escándalo de Agro Ingreso Seguro que, en lugar de dar subsidios a los campesinos, favoreció a los terratenientes, y de un sistema de salud que quebró y que pretendió resolver la ‘emergencia social’ con el dinero de las cesantías y ahorros de los colombianos.

Enceguecidos, a los colombianos les gusta la política de seguridad democrática que si bien recuperó la tranquilidad en las carreteras, en algunas zonas que eran inaccesibles y redujo a la guerrilla; es flexible, muy flexible, con el paramilitarismo, el abuso del poder y la garantía de los derechos de sus habitantes.

En los últimos años da la sensación de que el pobre es más pobre, y que los índices de un supuesto crecimiento del empleo se enmascaran en la proliferación de ventas ambulantes en las calles. Hay grandes quejas al precario sistema de salud, a los impuestos a la clase trabajadora, a las exoneraciones a los empresarios y a un sistema de educación de gran cobertura pero de baja calidad.

Uno puede juzgar a un candidato por su forma de celebrar. Quien vio la concentración de las dos campañas en la noche del domingo, podría llevarse una imagen definitiva de lo que serán sus posibles gobiernos. Juan Manuel Santos le dio las gracias a Dios, Uribe y al Partido de la ‘U, y alabó una y otra vez la gestión del presidente saliente. En lo que llamó una convocatoria a la unidad nacional, les hizo el ‘guiño’ a Germán Vargas, apetecido por ser tercero en la votación, y a Noemí Sanín, que siempre se proclamó seguidora de Uribe.

Antanas Mockus, por el contrario, les agradeció a los colombianos y reconoció que lograr el 21% de los votos era meses atrás algo inimaginable. Rechazó un acuerdo tradicional de partidos, argumentando que no hay nada que repartir, “pero sí principios e ideales para compartir”. El candidato repitió “¡Mingas sí; piñatas no!”, mientras sus seguidores gritaban “voté por Antanas; a mí no me pagaron”.

A Santos, quizá, le funcionó su estrategia de ‘campaña sucia’, de haber almorzado con el presidente del Sindicato de la Registraduría el pasado viernes y de haber invitado a los periodistas a un famoso restaurante de Bogotá. A Mockus, por el contrario, parece que no le funcionó su campaña limpia y sus discursos de ética y moral que a muchos les suenan enredados.

El 20 de junio los colombianos volverán a las urnas y para entonces se espera que los candidatos hayan cuajado alianzas. En los corazones de algunos todavía hay esperanza. Pase lo que pase, al fin y al cabo a muchos se les olvidarán los resultados electorales cuando se conecten al mundial de fútbol, aunque no juegue la selección. Así es Colombia, un país que olvida fácil.

Por Ivonne Rodríguez G.

Periodista colombiana

El Ciudadano

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones