-Entrevista-

Elisa Giustinianovich, presidenta del partido político Solidaridad para Chile: «No es casual que los que ya tienen el poder y la riqueza se esfuercen por cerrar el camino a nuevos partidos políticos provenientes del pueblo»

La presidenta del partido -actualmente en trámite en el Servel-, conversó con El Ciudadano sobre la formación de esta nueva alternativa política proveniente de movimientos sociales.

Por El Ciudadano

26/12/2023

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¿Qué es Solidaridad para Chile?¿Quiénes lo integran?¿Desde cuándo se viene gestando?

Somos una fuerza política integrada en su mayoría por personas y activistas provenientes de movimientos políticos, movimientos sociales, y organizaciones feministas, ecologistas, territoriales y municipalistas de todo el país. Actualmente nos encontramos tramitando nuestra legalidad para conformarnos como partido político. Tenemos una experiencia compartida de muchos años, incluso décadas, aunque sin duda los hitos relevantes de encuentro y trabajo conjunto se encuentran en la coordinación tras la revuelta popular de 2019 y el proceso constituyente del 2021-2022. 

Con el actual nivel de desaprobación de los partidos políticos, incluso hasta el desprestigio ¿Por qué sería relevante otro partido más?

El desprestigio no afecta sólo a los partidos políticos. Se trata de un hastío y desilusión generalizada respecto de todo el sistema democrático y las instituciones. Para las clases populares, la política y la democracia es en el mejor de los casos inútil, y para la mayoría es un botín, una forma de apitutar personas en cargos públicos. Por eso, tomar la decisión de formar un partido político, no fue una decisión fácil y no está libre de temores y contrariedades, porque no somos indiferentes a esa frustración y desconfianza. Pero nuestra experiencia y la de quienes nos antecedieron nos indica que la acción colectiva, con organización, movilización y lucha, son el único camino que tenemos para salir de la crisis y mejorar la vida de las mayorías. Este es el aprendizaje que ha hecho nuestro pueblo a lo largo de su historia. Debemos hacer de la política y la democracia un medio  para mejorar las condiciones de vida de las personas. El desprestigio a la política, mantenernos en la pasividad, en la desconfianza y en la lejanía de ella, sólo le sirve a los que quieren mantener las cosas como están. No es casual que los que ya tienen el poder y la riqueza se esfuercen por cerrar el camino a nuevos partidos políticos provenientes del pueblo. Se alegran cuando surge Amarillos o Demócratas, pero apuntan con rabia a las expresiones políticas que vienen de abajo.

¿Qué opinas de la crítica sobre la fragmentación de la izquierda? ¿No es mejor hacer un esfuerzo común?

Es probable que nunca antes en la historia de Chile haya habido tantos partidos políticos y al mismo tiempo tan poca gente que se sienta representada por ellos, menos del 3% de la población, según datos del Servel. Pero creemos que la existencia de múltiples partidos no es el problema de fondo, sino apenas un síntoma. En una sociedad tan desigual y tan fragmentada, es comprensible que exista una diversidad de fuerzas políticas que busquen responder a las aspiraciones de distintos sectores sociales. Puede que el problema que enfrentan sea el mismo, pero las soluciones que dan son distintas. Visto así, la preocupación no debe ser si nacen nuevos partidos, sino si estos partidos están dispuestos a contribuir a una sociedad menos atomizada, más articulada, que enfatice los intereses confluyentes en las clases populares, y no aquello que las separa. En otras palabras, lo importante es si estos nuevos partidos quieren construir nichos de poder y dinero, o si buscan construir espacios para fortalecer la democracia y lo común. Por lo mismo, valoramos la pluralidad política, y no descartamos que en el futuro coordinemos acciones colectivas, y tendamos puentes para lograr mayores grados de unidad. Es lo deseable y estaremos disponibles para ello. 

¿Qué diferencia Solidaridad para Chile de otros partidos en formación o los ya existentes?

Más que lo nuevo, se trata de lograr constituir una fuerza política acorde a nuestro tiempo. Buscamos ser una referencia política y un espacio de esperanza para la mayoría asalariada, la clase trabajadora informal y precarizada, el boletariado, los uberizados, las cuidadoras, las luchadoras y luchadores sociales, quienes están expuestas a toda clase de incertidumbres e inseguridad, a la juventud desempleada, a las personas mayores que no tienen derecho a jubilar. Aspiramos a que encuentren en este partido un espacio de complicidad, desde el cual construir una alternativa realista que impulse sin titubeos un programa convocante de cambios profundos. 

¿Cómo evalúan este ciclo constituyente que tuvo, al parecer, un hito de cierre el domingo 17?

Es una discusión que estamos dando a nivel nacional. Tras el cierre del segundo proceso el día domingo, quedó claro que la incapacidad institucional para dar respuesta a la crisis social es más severa de lo que se pensaba. Hicimos balances a lo largo del país después del plebiscito del 04 de septiembre del 2022, y el punto de partida para nuestra colectividad es que debemos superar la búsqueda de explicaciones simples a problemas complejos y dejar de apuntar a chivos expiatorios para desentenderse de las responsabilidades propias.

En la mayoría de los actores incidentes en el proceso, ni siquiera existe un balance sobre sus responsabilidades: cuál es la responsabilidad de quienes diseñaron los procesos y los recursos para garantizar su éxito. Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación en el acompañamiento del proceso en cada etapa, de la academia, del empresariado, de los grandes sindicatos y gremios, por supuesto, de convencionales y consejeros/as. El rol del gobierno anterior y del actual, el de los partidos políticos, incluso el rol de la ciudadanía que votó para abrir el proceso. Se busca cómodamente individualizar las responsabilidades, mirar la paja en el ojo ajeno y aún con dos procesos fallidos a cuestas, prima mucho silencio cómplice evitando la discusión de fondo. 

Ahora bien, siendo objetiva, nadie en ningún país del mundo puede dar por cerrada una norma jurídica, las sociedades son dinámicas y mientras la norma de mayor jerarquía de un país siga siendo un obstáculo para encauzar anhelos y transformaciones urgentes, esta debe ser cambiada. Pero por ahora, es evidente que no está ni el ánimo popular ni la voluntad política-institucional para insistir en un nuevo proceso, mucho menos sin los balances correspondientes.

¿Qué aprendizajes quedan en los movimientos sociales tras la experiencia constituyente?

Desde la perspectiva de las izquierdas y del rol de los movimientos sociales y ciudadanos, el proceso o los procesos dejaron en evidencia nuestras debilidades internas, la incapacidad de llevar nuestro mensaje de manera efectiva a los sectores populares, lo pequeño de nuestra fuerza organizada, la fragilidad de nuestras organizaciones, la constatación de que la masividad no es sinónimo de mayor grado de organización, que no estamos ajenos al individualismo político, y que, claramente, no hay atajos para construir la fuerza y las condiciones necesarias para impulsar un proyecto de sociedad para Chile.

No quiero dejar pasar que han aparecido voces, incluso dentro de quienes se autodenominan de izquierda, que tras el fracaso de los dos procesos constituyentes, quieren persuadir de que la democracia y la participación es un gastadero de plata y que el pueblo no está preparado para deliberar sobre asuntos tan trascendentes. Respecto de eso, debemos defender sin ambigüedad el derecho del pueblo a tomar las decisiones sobre su destino sin tutelajes a través de la participación directa como a través de órganos de representación que reflejen su verdadera composición.

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