Hollman Morris, periodista colombiano: «El Gobierno no tolera la más mínima crítica»

Ser periodista en Colombia no es fácil: en los últimos 30 años, más de 130 periodistas han sido asesinados en el ejercicio de su profesión, 98 de ellos asesinados durante el período 1992-2006

Por Wari

24/10/2009

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Ser periodista en Colombia no es fácil: en los últimos 30 años, más de 130 periodistas han sido asesinados en el ejercicio de su profesión, 98 de ellos asesinados durante el período 1992-2006. Durante este mismo período, muchos periodistas más fueron forzados a abandonar el país. La constante en el asesinato de periodistas es la impunidad: de estos 98 casos, tan sólo 3 han tenido un fallo condenatorio.

Colombia, según Reporteros Sin Fronteras, se sitúa en el lugar 126 en su ranking de países con menor libertad informativa (de un total de 175 analizados). Reproducimos a continuación el interesante diálogo que sostuvimos con el periodista colombiano Hollman Morris en relación al periodismo en la compleja realidad colombiana.

El nombre de Hollman Morris es conocido en Colombia tanto por Contravía, el programa que conduce desde hace años y que es una ventana casi única a la realidad del conflicto en Colombia, como por las acusaciones y persecuciones de las cuales ha sido víctima por parte de los aparatos de inteligencia del Estado (DAS), así como por el propio presidente Uribe.

En febrero, Uribe lo denunció ante las cámaras de televisión como un “cómplice del terrorismo” por su cobertura de las liberaciones unilaterales de las FARC-EP de un grupo de rehenes [1], mientras el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, lo acusaba de hacer “apología del delito”[2].

Luego, en mayo, cuando se destapó el escándalo de las “chuzadas” del DAS, se descubrió que no solamente el aparato de inteligencia del Gobierno se había dedicado a interceptar ilegalmente las comunicaciones de miembros de la oposición, periodistas, organizaciones populares, jueces, abogados defensores de derechos humanos, etc., sino que, además, se les seguía, fotografiaba y se investigaba toda su información privada.

Entre los perseguidos por el DAS se encontraba Hollman Morris, cuyo expediente aparecía con el nombre “Caso Puerto Asís”: “A Morris le esculcaron sus correos, en un informe confidencial lo tachan de “periodista beligerante” y se siguieron de cerca sus actividades en el extranjero” [3]. Aparte de esto, Morris debe también vivir y desarrollar su labor como periodista en medio de contante presión y amenaza por parte de los grupos paramilitares de ultra-derecha, quienes no le perdonan su labor investigativa [4].

La situación de Morris no es excepcional, aún cuando debido a su perfil nacional e internacional su grado de visibilización sea bastante mayor: lo que ocurrió en el DAS es sintomático de un ambiente enrarecido en el cual se persigue y estigmatiza a todas las personas que resultan incómodas para los designios del gobierno de Uribe Vélez, situación a la cual los periodistas no son inmunes, menos aún cuando la estrategia mediática del Gobierno ha sido particularmente fuerte.

Y es que ser periodista en Colombia no es fácil: en los últimos 30 años, más de 130 periodistas han sido asesinados en el ejercicio de su profesión, 98 de ellos asesinados durante el período 1992-2006. Durante este mismo período, muchos periodistas más fueron forzados a abandonar el país. La constante en el asesinato de periodistas es la impunidad: de estos 98 casos, tan sólo 3 han tenido un fallo condenatorio [5]. Colombia, según Reporteros Sin Fronteras, se sitúa en el lugar 126 en su ranking de países con menor libertad informativa (de un total de 175 analizados) [6].

Pese a las declaraciones grandilocuentes del Gobierno de que la situación de la prensa ha mejorado, aludiendo que durante el 2008 ningún periodista fue asesinado por ejercer su profesión, el parámetro para medir la libertad de prensa en Colombia no puede ser únicamente si los periodistas son asesinados o no. Como indica un informe del Committee to Protect Journalists (Comité para la Protección de Periodistas):

“La violencia letal en Colombia disminuyó por segundo año consecutivo al no registrarse periodistas caídos en represalia directa por su labor. Las autoridades colombianas citaron el aumento de la seguridad en todo el país como motivo de la reciente baja en el número de periodistas muertos, pero los reporteros señalaron que la autocensura generalizada ha ocasionado que la prensa sea menos blanco de ataques. Aún así, la intimidación y las amenazas siguieron siendo un problema serio. Repetidas amenazas de muerte en contra de cuatro periodistas provinciales los obligó a huir de sus hogares. Conocidos periodistas de la capital denunciaron hostigamiento gubernamental como resultado de sus críticas a la administración del Presidente Álvaro Uribe Vélez” [7].

Un informe de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), también llega a conclusiones semejantes, estableciendo las amenazas, la estigmatización y presiones de carácter económico, como las prácticas de control predilecto del periodismo en Colombia [8]. Aún así, en lo que va del 2009 al menos 5 periodistas han sido asesinados [9], cifra alarmante, que es la más alta desde el 2004, año en que asesinaron a 7 periodistas, con lo cual la visión gubernamental de una tendencia “decreciente” [10], no pareciera ser sostenible, y el mayor o menor número de asesinatos parecen tener relación con otras dinámicas, como la auto-censura, el destape de escándalos, etc.

Tuvimos el placer de recibir recientemente a Hollman Morris en Irlanda durante la presentación del documental de Juan José Lozano sobre la labor periodística de Morris, “Testigo Indeseable” (Dolce Vita & Intermezzo Films, 2009).

Un interesante documental que es más que sobre la experiencia de vivir como periodista en una sociedad desgarrada por el conflicto, con todas las vicisitudes y riesgos personales que ello conlleva. Es sobre todo, un documental sobre el conflicto, sobre las mil caras de la violencia en Colombia, sobre la indiferencia como un mecanismo de supervivencia, sobre la realidad fragmentada de una sociedad que encierra mundos paralelos, a través de los ojos de un testigo que se ha adentrado a las zonas donde el conflicto realmente se vive.

Reproducimos a continuación el interesante diálogo que sostuvimos en relación al periodismo en la compleja realidad colombiana.

¿Cuál es la situación del periodismo en Colombia actualmente?

La amenaza que se cierne sobre el periodismo colombiano se llama estigmatización. Los periodistas colombianos hemos estado siempre en la mira de los intolerantes, de los paramilitares, de las guerrillas, del político corrupto, y ahora, bajo los señalamientos estigmatizadores del propio presidente de la República Álvaro Uribe Vélez, que de manera sistemática ha venido señalándome como “aliado del terrorismo”, al igual que a otros periodistas como Gonzalo Guillén, Daniel Coronell, y la misma práctica la ha hecho con defensores de derechos humanos, e inclusive con magistrados de las Altas Cortes.

El gobierno afirma que en Colombia se ha reducido el asesinato de periodistas…

El gobierno colombiano dice con orgullo que bajo esta administración ha disminuido el número de periodistas asesinados, lo que es cierto, pero no porque en Colombia haya más democracia, o seamos más tolerantes al pensamiento disidente, o a la crítica, sino que simplemente esto ocurre porque los periodistas se autocensuran.

¿En qué consiste esa autocensura?

Consiste, por ejemplo, en que los periodistas colombianos están dejando de recorrer las zonas de conflicto, ya que el gobierno reiteradamente ha señalado a los periodistas que recorren estas zonas de estar “vinculados al terrorismo”.

¿La concentración de los medios en pocas manos en Colombia no puede ser considerada también una forma de censura?

La censura no es por lo general de frente, no es algo que se hace público, no es el cierre de las emisoras, de los medios, pero es la estigmatización, la amenaza que llega a tu correo, a tu casa, a tus trabajadores, o la estigmatización pública de boca del propio Presidente hacia ti, hacia tu trabajo, pero también la estigmatización del Gobierno a ciertos temas. Por ejemplo, el comportamiento del Presidente, grosero a ciertos periodistas, hace que prácticamente los periodistas no le pregunten sobre sus pasado, sobre los helicópteros de su familia [11], sobre los paramilitares.

Hay temas intocables. Como por ejemplo, las amistades dudosas del presidente. Algunos medios impresos se han atrevido a hacer este tipo de investigaciones, que contrasta con la terrible pasividad de la televisión cuyos canales privados ofrecen una actitud tremendamente reverencial hacia la figura del presidente Álvaro Uribe.

Ustedes en su programa Contravía realizaron un excelente documental de uno de los asesinatos a periodistas que remeció la conciencia de todo el país. Me refiero al asesinato de Jaime Garzón. En perspectiva, ¿cuál cree usted que fue el impacto de este asesinato?

Yo creo que el asesinato de Jaime Garzón fue un mensaje al periodismo crítico en Colombia. Que no nos metiéramos con ciertos poderes de la sociedad colombiana, para mi ese fue el mensaje. A partir del asesinato de Jaime Garzón desaparece la crítica política en televisión, desaparece el humor político en televisión, y hasta el día de hoy, diez años después de su asesinato, no existe humor político en la televisión colombiana.

PROYECTO PARAMILITAR PRETENDE DESMANTELAR CONSTITUCIÓN DEL 91

Hablando de la censura y la autocensura, así como del rol de la prensa impresa… ¿qué opinión le merece la noticia que tuvimos hoy del despido de Claudia López de El Tiempo* por su cuestionamiento a la parcialidad de ese periódico?

La actitud que asume el periódico El Tiempo frente a Claudia López es preocupante. Primero, su salida y segundo el haber bloqueado los comentarios de los foristas en la página web. No es un comportamiento democrático. Pero dicha actitud habla en sí del giro que está tomando el periódico en manos del Grupo Planeta y con la terrible influencia de personas como José Obdulio Gaviria, tan ligadas al Gobierno, un gobierno que no tolera la más mínima crítica. Yo quiero pensar que una persona que debe estar terriblemente incómoda con esta actitud debe ser Enrique Santos, quien hoy es presidente de la SIP -Sociedad Interamericana de Prensa-, y cuya voz en este debate sería interesante escuchar.

Sin embargo, creo que lo que se plantea de fondo con este incidente es un debate de la sociedad colombiana, es el debate sobre la calidad de información que estamos recibiendo todos los días los colombianos. La sociedad colombiana, un país que es el segundo drama humanitario más grande del mundo, con la parapolítica, que discute hoy un cuestionado proceso de paz con los paramilitares, que procura la liberación de los secuestrados y discusiones de paz, para esa sociedad, ¿será sano que exista solamente un periódico de circulación nacional? ¿Y que dicho periódico sea controlado por un grupo que no esconde su íntima relación con el gobierno actual?.

Y que ahora para colmo, de sus pocos columnistas disidentes, terminen echando a Claudia López. El debate de fondo, queridos amigos, es la calidad de información que estamos recibiendo hoy los colombianos. Tanto en prensa, radio y televisión. Ese es un debate urgente que debe dar la sociedad colombiana y los periodistas, ya que lo que está en juego es el fortalecimiento o no de nuestra democracia.

¿Qué opinión le merecen las presiones legales en contra de periodistas que se atreven a destapar los nexos de la mafia con elementos de la clase política y empresarial? Me refiero a los procesos en contra de Alfredo Molano, Daniel Coronell, Rodrigo Pardo, Maria Jimena Duzán…

Reitero, estamos viendo un gobierno y su círculo que no toleran la más mínima crítica. Son críticas que se han hecho con profundas investigaciones periodísticas, argumentadas, que sin embargo, inmediatamente son deslegitimadas por miembros del gobierno. Recuerde usted cómo el Presidente llamó de mentiroso al director de la revista Semana, Alejandro Santos, cuando ésta publicó las irregularidades de la administración del señor Jorge Noguera como director del DAS y sus vínculos con el paramilitarismo.

La figura de Uribe en la prensa, sin embargo, es recurrente… jamás ha habido un presidente más mediático que Uribe, hay una saturación de Uribe en los medios, mañana, tarde y noche… ¿qué rol ha tenido en su opinión la prensa frente a esta saturación?

A ver, también hay ejercicios interesantes del periodismo, como es el caso de revista Semana y El Espectador. A través de la revista Semana, Colombia conoció el tema de la parapolítica y de las interceptaciones ilegales del DAS. Las páginas de opinión del Espectador de lejos muestran diversos matices de análisis de la realidad colombiana. Sin embargo, yo sigo preocupado por el rol que juegan los grandes canales de televisión, quienes no elevan la más mínima crítica ni cuestionamiento al presidente Álvaro Uribe, y algunas veces pareciera que operaran como sus mejores jefes de prensa. La compleja realidad colombiana le exige a esos canales que generen espacios para el debate, opinión, y que recuperen el documental y el reportaje como formas de hacer la labor periodística. El omitir esos géneros periodísticos en la Colombia de hoy, es hacerle un juego a los vientos que soplan contra el fortalecimiento de nuestra democracia.

Y aún así usted mantiene Contravía contra viento y marea, como indica el nombre de su programa, ¿cuáles son las dificultades que enfrentan?

Nosotros hemos dicho que Contravía vuelve al aire sabiendo que no tenemos garantías para nuestro ejercicio periodístico. Fuimos y creemos que seguimos siendo objeto de la más infame cacería por parte del DAS, por parte del Presidente y sabemos que hay unos círculos de gente direccionados desde la presidencia, tratando de hacer una tremenda campaña de desprestigio contra nosotros, tratando de deslegitimar nuestro trabajo…

El mismo Presidente lo llamó “cómplice del terrorismo” en público, ¿qué impacto ha tenido este señalamiento en su vida profesional y personal?

Los colombianos deben saber que un señalamiento de ese calibre, pronunciado por el Presidente de la República y difundido por la televisión en horario prime, en vivo y en directo, y además, sin ningún cuestionamiento de los periodistas que ahí se encontraban, en Colombia se convierte en una amenaza de muerte. Eso ha generado decenas de amenazas contra nuestras vidas y contra el proyecto periodístico que dirijo. Eso ha generado que el tiempo que debiera estar dedicado a la investigación periodística lo dedique a denunciar estos hechos que ponen en peligro, insisto, mi vida. Esto ha generado que dedique una cantidad de tiempo para tratar de bloquear esta propaganda negra generada por dichas acusaciones. Eso sin entrar en los detalles de los daños y las repercusiones que ha tenido sobre mi familia, las afectaciones psicológicas, etcétera. Lo que le puedo anunciar es que la demanda viene en camino.

¿Qué piensa usted de los seguimiento del DAS en su contra y en contra de connotados defensores de derechos humanos, líderes de la oposición política y otras personas incómodas para el gobierno?

Es increíble que a un presidente que no se le escapa ningún detalle, que sabe cuántos son los kilómetros pavimentados o no entre Bogotá y Medellín, que sabe el nombre de los concejales de Puerto Rico, Caquetá, y que se caracteriza por un control férreo del tema de la seguridad, no tuviera conocimiento de que su policía secreta, el DAS, estuviera siguiéndonos, interceptándonos, intimidándonos durante los últimos años. No me crean tan ingenuo.

¿Y por qué entonces seguir en el periodismo crítico pese a los riesgos?

Por varias razones. Porque es difícil después de recorrer el país y ver las condiciones de miles de campesinos, llegar y como periodista quedarse callado, guardar silencio. En segundo lugar porque no es el país que le quiero dejar a mis hijos, el cual creo que, por ejemplo, con estas prácticas y con estos ataques a la Constitución del ’91, si los dejamos pasar, no les podremos garantizar un buen futuro, ni a mis hijos, ni a las próximas generaciones de colombianos.

Quienes vivimos la década de los finales de los ‘80 y comienzos de los ‘90, a quienes nos mataron los sueños con el asesinato de Luis Carlos Galán, Camilo Pizarro, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo, y posteriormente, con los asesinatos de Andrés Escobar y Jaime Garzón, sabemos, y así consta en los juzgados y en la Fiscalía, que el autor intelectual y material fue un monstruo llamado paramilitarismo y que el mismo con dichos asesinatos nos hizo retroceder en años de futuro, nos sumergió en la guerra y en la polarización, y por ello mi generación se inventó el sueño, y lo sacó adelante, de la Constitución del ‘91.

El proyecto paramilitar ha ganado en Colombia y ahora va por su gran trofeo, desmontar y atacar la Constitución del ’91, que es condenar a otros cien años de soledad a nuestro país y hay gente como yo, y somos muchos, que no estamos dispuestos a dejar que eso suceda. Por eso seguimos en Contravía.

por José Antonio Gutiérrez D.

*Ver http://www.anarkismo.net/article/14780 sobre el caso de Claudia López y El Tiempo.

NOTAS:

[1] Ver http://ecodiario.eleconomista.es/internacional/noticias….html y la declaración de la vicepresidencia http://www.elespectador.com/noticias/paz/articulo114272…orris Estas declaraciones recibieron la condena de la ONU y de la OEA (http://www.elespectador.com/articulo116492-oea-y-onu-es…orris), a lo cual Uribe volvió a responder exigiendo que la Fiscalía de la Nación investigara a Morris http://www.elespectador.com/noticias/politica/articulo1…orris
[2] http://www.elespectador.com/audio-juan-manuel-santos-ac…elito
[3] http://www.elespectador.com/impreso/articuloimpreso1454…l-das
[4] http://www.rsf.org/IMG/pdf/Colombie_esp.pdf Ver página 8.
[5] Ver http://www.flip.org.co/veralerta.php?idAlerta=357 Ver informe completo en http://www.flip.org.co/documentos/195-informe_impunidad…7.doc
[6] http://www.rsf.org/es-classement1002-2009.html En un informe anterior, 2007, Colombia ocupaba el mismos lugar http://www.rsf.org/article.php3?id_article=24025
[7] http://cpj.org/es/2009/02/colombia.php Énfasis nuestro.
[8] http://www.flip.org.co/documentos/346-informe_prensa_20…8.pdf
[9] http://www.p-es.org/index.php?option=com_content&task=v…id=62
[10] Ver el informe de gobierno de Abril del 2009 sobre la libertad de prensa http://www.cancilleria.gov.co/wps/wcm/connect/2e2ec1004…1160a
[11] Nota del editor: en un complejo del Cartel de Medellín para el procesamiento y tráfico de cocaína conocido como Tranquilandia, allanado en 1984, se encontró un helicóptero del padre del presidente Álvaro Uribe. Este escándalo jamás ha sido debidamente investigado.

Gentileza de Anarkismo.net

El Ciudadano

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