La historia de la limpieza étnica en Palestina

El autor de este texto, Ilan Pappé es un intelectual judío cuya familia huyó de Alemania durante la persecución nazi y se establecieron en Haifa, donde nació el historiador, en 1954

Por Wari

26/07/2011

Publicado en

Mundo / Política / Pueblos

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El autor de este texto, Ilan Pappé es un intelectual judío cuya familia huyó de Alemania durante la persecución nazi y se establecieron en Haifa, donde nació el historiador, en 1954.

Ha hecho su carrera académica en la Universidad de Haifa, donde se ha convertido en la figura emblemática de los llamados ‘nuevos historiadores’, que revisan y cuestionan la versión sionista de la historia.

Los editores del diario de Ben Gurion se sorprendieron al descubrir que entre el 1 de abril y el 15 de mayo de 1948, el líder de la comunidad judía de Palestina parecía descuidar el aspecto militar de los acontecimientos.

En lugar de inquietarse por ello, se mostraba mucho más preocupado por la política interna sionista y estaba dedicado de lleno a cuestiones de organización como la transformación de los cuerpos de la Diáspora en organismos del nuevo Estado de Israel. Su diario, resulta evidente, no revela ninguna sensación de temor por la catástrofe inminente o el «segundo Holocausto» que, con emoción, proclamaba en sus apariciones públicas.

Entre quienes pertenecían a sus círculos íntimos, hablaba con un lenguaje diferente. Así, a comienzos de abril, presentó con orgullo a los miembros de su partido, el Mapai, los nombres de las aldeas árabes que las tropas judías habían ocupado recientemente. Y el día 6 del mismo mes le encontramos reprendiendo a los miembros con tendencias socialistas de la ejecutiva del Histadrut que cuestionaron el acierto de atacar a los campesinos en lugar de confrontar a sus patronos. Ocasión en la que dijo a una de las principales figuras de la organización sindical: «No estoy de acuerdo con usted en que nos enfrentamos a efendis y no a campesinos: ¡Nuestros enemigos son los campesinos árabes!

Su diario, de hecho, contrasta radicalmente con el miedo que sembraba entre quienes le oían en reuniones públicas y, por consiguiente, con la memoria colectiva de los israelíes. Sugiere que para entonces se había dado cuenta de que Palestina ya estaba en sus manos. Con todo, tampoco estaba excesivamente confiado, y no se unió a las celebraciones del 15 de mayo de 1948, consciente de la enormidad de la tarea que tenía por delante: limpiar Palestina y asegurarse de que los árabes no pudieran obstaculizar la toma del país por parte de los judíos.

Al igual que la Consultoría, temía el resultado de los acontecimientos en lugares en los que existía un obvio desequilibrio entre los asentamientos judíos aislados y un potencial ejército árabe, como era el caso de ciertas zonas remotas de Galilea y el Néguev, así como de algunas partes de Jerusalén. No obstante, tanto Ben Gurion como sus colaboradores más cercanos entendían perfectamente bien que estas desventajas locales no alteraban el cuadro general: La capacidad de las fuerzas judías para tomar, incluso antes de que los británicos hubieran abandonado el país, muchas de las áreas que la Resolución de Partición de la ONU había asignado al Estado judío. En este contexto, «tomar» significaba sólo una cosa: La expulsión, masiva, de los palestinos de sus hogares, negocios y tierras, tanto en las ciudades como en las áreas rurales.

PODER SOBRE EL TERRENO

Ben Gurion quizá no se haya regocijado con las masas judías que bailaron en las calles el día que el Mandato británico llegó oficialmente a su fin, pero sabía muy bien que las fuerzas militares judías ya habían empezado a mostrar su poder sobre el terreno. Cuando se activó el Plan Dalet, la Haganá contaba con más de 50 mil efectivos a su disposición, la mitad de los cuales habían sido entrenados por los británicos durante la Segunda Guerra Mundial. Había llegado la hora de poner en marcha el plan.

La estrategia sionista de construir asentamientos aislados en medio de zonas árabes densamente pobladas, aprobada retroactivamente por las autoridades del Mandato británico, se reveló una desventaja en épocas de tensión. La llegada de suministros y tropas a estos puestos remotos no siempre estaba garantizada, y una vez el país estuvo en llamas, la carretera para acceder a Jerusalén por el oeste, que pasaba por numerosas aldeas palestinas, resultó particularmente difícil de proteger, lo que creó entre la pequeña población judía de la ciudad una sensación de asedio. Los judíos de Jerusalén también eran un motivo de preocupación para los líderes sionistas por una razón diferente: Éstos pertenecían en su mayoría a las comunidades ortodoxa y mizrahi (oriental), cuyas aspiraciones y compromiso con el sionismo eran bastante tenues e incluso cuestionables.

Por tanto, la primera zona que se eligió para poner en marcha el Plan Dalet fue la de las aldeas rurales de las laderas occidentales de las montañas de Jerusalén, a medio camino a lo largo de la carretera hacia Tel Aviv. Ésta fue la Operación Najsón, que serviría de modelo para campañas futuras: Las expulsiones súbitas y masivas que empleó, demostrarían ser el medio más eficaz de conservar los asentamientos judíos aislados o desbloquear las rutas amenazadas por el enemigo, como la que conducía a Jerusalén.

DESTRUCCIÓN DE ALDEAS

Las unidades del Palmaj recibieron sus órdenes para la Operación Najsón desde el primer día de abril de 1948. La noche anterior, la Consultoría se había reunido en la residencia de Ben Gurion para dar término a las directivas que recibirían las unidades. Sus órdenes fueron claras: «El principal objetivo de la operación es la destrucción de aldeas árabes … [y] la expulsión de los aldeanos para que se conviertan en un lastre económico para las fuerzas árabes». La Operación Najsón también fue una novedad en otros aspectos. Fue la primera operación en la que todas las distintas organizaciones militares judías se esforzaron por actuar de forma conjunta como un único Ejército (con lo que se proporcionó una base a las futuras Fuerzas de Defensa de Israel). Y fue la primera operación en la que los veteranos judíos de Europa oriental, que dominaban el mundillo militar, se incorporaron a una campaña junto a otros grupos étnicos, como los recién llegados del mundo árabe y de la Europa posterior al Holocausto.

El comandante de un batallón que participó en esta operación, Uri Ben Ari, menciona en sus memorias que «mezclar a los judíos de la diáspora» era una de las metas importantes de Najsón. Ben Ari era un joven judío alemán que había llegado a Palestina pocos años antes. Su unidad realizó sus preparativos finales para Najsón en la costa del Mediterráneo, cerca de Hadera. Él se recuerda comparándose a los generales rusos que pelearon contra los nazis en la segunda guerra mundial. Los «nazis», en su caso, eran un enorme número de campesinos palestinos indefensos que vivían en aldeas cercanas a la carretera que unía Jaffa con Jerusalén y los grupos paramilitares de Abd al Qadir al Husayni que habían acudido en su rescate.

Las unidades de Al Husayni habían estado disparando al azar contra el tráfico judío en esta ruta como represalia por ataques anteriores, y habían matado y herido a varios pasajeros. Pero los aldeanos, como ocurría por todas partes en Palestina, sólo estaban intentando continuar con su vida normal, sin conocer la imagen demonizada que Ben Ari y sus camaradas les atribuían.

Al cabo de unos pocos días, la mayoría de ellos serían expulsados para siempre de las casas y campos en los que ellos y sus ancestros habían vivido y trabajado durante siglos.

Por Ilan Pappé

El Ciudadano Nº102, segunda quincena mayo 2011

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