La hora del naufragio del sistema político chileno

El sistema neoliberal chileno está averiado. Los escándalos de corrupción que afectan a un tercio del Parlamento, a los familiares de la presidenta y al partido con más congresistas son las fallas que inician la ruptura del barco de la transición pactada. Es el ocaso del ciclo político de los acuerdos entre las mayorías binominales financiado por las grandes empresas. El fin de la trama puede ser la repetida ‘salida institucional’ o el naufragio del modelo político económico vigente desde la dictadura.

Por Mauricio Becerra

15/04/2015

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Política / Portada

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La teleserie de los casos Penta y SQM tiene para rato. Las últimas noticias dicen que firmaron boletas para la minera el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo; el ex diputado DC por Calama, Waldo Mora; el vicepresidente del Banco Estado durante el gobierno de Piñera, el RN Roberto Palumbo; Cristian Warner, ex secretario general del PRO y mano derecha de Marco Enríquez-Ominami. Una lista que abarca casi todo el espectro político y que anuncia se seguirá llenando con varios ‘personajes probos’ de la transición.

La democracia chilena está desprestigiada. El país colocado como modelo por su orden institucional y su apego a la ortodoxia económica neoliberal sucumbe ante los casos de corrupción política recientemente develados. Hasta ahora se sabe que son 13 senadores y 37 diputados los financiados por grandes empresas. Los acompañan el ex alcalde de la principal comuna de Santiago, Pablo Zalaquett, y los precandidatos presidenciales Laurence Golborne y Andrés Velasco. También se barajan, aparte de Peñailillo, los nombres de otros dos ministros del actual gabinete. Como si fuera poco, la cabeza del Ejecutivo está severamente cuestionada por el negocio de especulación inmobiliaria que hizo su nuera y sobre el cual Bachelet aún jura haberse enterado por la prensa.

Pese a que los medios orgánicos del modelo se preocupan en esconder que el origen de los casos Penta y SQM deviene justamente de la Constitución de Pinochet y la regla de un Estado mínimo, la crisis generalizada del sistema político está dejando al modelo desnudo.

LOS PUNTOS DE RUPTURA QUE SE ABREN

El historiador Fernando Braudel (1) decía que las estructuras no son eternas, que son como los navíos que flotan por algún tiempo y después naufragan. El momento del naufragio es cuando el modelo encuentra su fecha de vencimiento, instante que para Braudel es el más significativo porque aparecen los defectos de construcción, estallan los puntos de fricción y se abre la avería justamente en esos puntos que en su inicio eran invisibles. Así está pasando ahora, cuando grandes personajes de la glorificada transición comienzan a desfilar por los tribunales.

La gran avería del Titanic de la post dictadura es que la presidencia y la gran mayoría de los parlamentarios son elegidos en las reuniones de los directorios de las empresas. La liturgia electoral cada cuatro años sólo es la formalidad para validar a los ungidos, sean estos Ena von Baer, Ernesto Silva o Fulvio Rossi.

Lo que se está desnudando es la colonización de las decisiones públicas por el gran capital. La ruptura se produce justo ahí en esa sutura. En esa evidencia de que el más escandaloso caso de riqueza instantánea hecha por la privatización de las empresas del Estado durante la dictadura, símbolo evidente de nepotismo, Julio Ponce Lerou, financiaba también a la coalición de gobierno que se constituyó justamente como articuladora de la oposición a Pinochet. El yerno del dictador hecho rico acaba financiando a sus oponentes.

Al otro lado tenemos al grupo Penta, uno de los conglomerados económicos instantáneos cuyos nichos de mercado estaban justamente en aquellos ámbitos de la vida privatizados (salud, previsión social, educación), financiando al partido chileno con más parlamentarios.

Eso por arriba.

LA BIOPOLÍTICA DEL ESTADO MÍNIMO

Esta plataforma que por arriba sustentaba partidos políticos, asesorías comunicacionales o estratégicas, centros de estudio y, sobre todo, campañas electorales, es concomitante con una institucionalidad estatal reducida y de formato militar que concibe lo público en términos de orden. Un Estado famélico creado bajo la dictadura que deja en manos de la oferta y la demanda la resolución de las necesidades básicas de los chilenos. En ese mercado abierto de lo que antes eran derechos sociales las grandes empresas vislumbran sus oportunidades de negocio.

Dicha privatización de la vida es la que asegura de mejor forma al modelo. El ciudadano promedio tiene más vínculos a diario con empresas privadas que con un Estado o espacios de encuentro con su comunidad. La vida (bios) de los chilenos está delimitada y definida por el retail que ofrece desde el pan de cada día hasta las operaciones al crédito. El Estado es como un ogro ausente que hace tiempo dejó de ser filantrópico. Las mayorías lo atisban cuando la policía cuando acude rápida tras el llamado de un supermercado por un paté en un bolsillo o cuando los jueces decretan embargos por no pagar las cuotas de las autopistas privatizadas. Respecto de las principales funciones estatales del siglo XX, la salud y la educación, la gran mayoría de los chilenos al momento de acceder a un mejor nivel de ingresos termina optando por la escuela o la clínica privada.

Hasta hoy.

El ciclo de protestas iniciado en 2006 y que tuvo su mayor epicentro en 2011 desnudaron la clienterización de la vida. Destaparon la biopolítica contemporánea basada en la precarización de lo público, el acceso a los estudios mediados por créditos con bancos y la desigualdad educativa que necesita toda economía liberal para producir sus nichos de mercado.

La definición de las políticas país en los directorios de las empresas y la precarización de la vida son las dos grandes averías del modelo neoliberal chileno. Su entrada en crisis abarca desde la experiencia subjetiva de las personas hasta los mecanismos de representación popular.

Dando luz a esa ruptura es que adquiere su auténtico sentido la repetida monserga a lo largo de la postdictadura de la política de los consensos, la preocupación sibilina por la estabilidad institucional y de tantos acuerdos para salvar la gobernabilidad: Se trataba simplemente de mantener el patrón de acumulación basado en la precarización de la vida para las multitudes, una clase política cuya carrera terminaba en los directorios de las empresas y cinco familias dueñas de casi la mitad del PIB del país.

Estos defectos de construcción, invisibles en su momento, se vuelven fatales en el tiempo decía el historiador Braudel.

LA DISPUTA POR LA SALIDA

Es el sistema político que está amenazado de muerte. Sus mecanismos de representatividad y su legitimidad ante la ciudadanía gozan de muy poca credibilidad. Ante esta crisis, el establishment político económico intenta reparar las suturas. La caída del dominó podría conllevar con el desprestigio del sistema político, el desplome de la estructura económica que le da soporte y que financia al binominalismo político.

En estos días se acuerda la salida por arriba, o sea institucional, reproduciendo los rituales de la transición. Reuniones presurosas de políticos, dueños de los medios y grandes empresarios definen una hoja de ruta. Según el sociólogo Alberto Mayol esta solución pasa por el sacrificio de los políticos más ensuciados por la corrupción. Ante el altar del modelo, comenta Mayol, se anuncia la inmolación del yerno del dictador, Julio Ponce Lerou, figura que representa todo lo que el patriciado quiere esconder bajo la alfombra.

La hoja de ruta ya acepta cooptar demandas sociales para meterlas en el baile de los consensos. Así pasó con la reforma tributaria, se anuncia con la reforma educativa y es el fórceps a la reforma constitucional. En un gesto de oportunismo político, Ricardo Lagos aparece convocando a una nueva constitución y Evelyn Matthei exigiendo la renuncia de Jovino Novoa.

El sistema político está averiado y ya comienza a hundirse. Ante la catástrofe institucional, el movimiento social está obligado a ir pensando y desarrollando formas de relacionarnos y de vivir que sean capaces de superar el estado de crisis de representatividad. De paso también hacer naufragar el modelo económico neoliberal.

Mauricio Becerra R.

@kalidoscop

El Ciudadano

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NOTAS:

(1) BRAUDEL, Fernand: La larga duración (La Longue Durée. In Écrits sur l’Histoire. Paris: Flammarion, 1969)

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