Los efectos de un medio en crisis

Transformación en nuestra televisión: Fantasmas en el Metro

Los avances de la tecnología digital y el ingreso de nuevos actores a nuestra televisión nos están llevando a enterarnos de información oculta, sanciona la autora. Episodios y largas secuencias de nuestra historia han comenzado a salir a la luz. “La verdad siempre es buena, siempre llega y mejora nuestras vidas que la ignorancia hace más gris aún”, apunta Alicia Gariazzo.

No hay mal que por bien no venga, decía mi abuelita. Otros más doctos han demostrado que una fuerza en un sentido genera de inmediato otra similar en sentido contrario. Naturalmente eso también pasa en Chile, pero, como ya lo hemos dicho antes en otras notas, nunca en nuestro país se analizan los hechos con sus orígenes y menos con sus efectos. Es así como nadie se refiere en la actualidad a la transformación que está sufriendo nuestra televisión. Gracias a ella nos hemos podido enterar que hay fantasmas en el METRO.

Actualmente, gracias a las nuevas tecnologías, muchos bienes están llegando a ser gratuitos para los consumidores y, por supuesto, eso también se ha producido en el campo de las comunicaciones. Es así como libros, películas, series de la TV extranjera y otros, cada vez están más disponibles libremente. Todo ello, junto a Netflix, la piratería en películas y otros, han creado una crisis en la TV a nivel mundial, lo que también ha tenido un impacto en nuestros canales nacionales. Sin embargo, como de costumbre, solo se habla de la crisis del canal estatal para que nuestros ideólogos neoliberales aprovechen de lanzar diatribas contra el Estado, calificado de mal administrador. En el resto hay silencio.

La crisis es gigantesca y nos tiene viendo series americanas repetidas al infinito, muchas antiguas como la Familia Ingalls, que, sorprendentemente la dan en dos canales nacionales. En el caso de los programas nacionales nuevamente vemos Martes 13, De Chincol a Jote o Cachureos y así hemos podido recordar los rostros jóvenes de figuras de la locución. Hasta estamos viendo al Pollo Fuentes antes que le comenzara a temblar la voz.

Esta crisis ha traído algo inmensamente positivo: ha dado trabajo a actores, cantantes, locutores y guionistas nacionales y ha obligado a ampliar las áreas de programación. Los espectadores vemos con curiosidad los nuevos aportes y una parrilla programática que contiene cocina, alimentación saludable, esoterismo, horóscopos y casos espectaculares de crónica roja. También nos siguen aburriendo con las historias personales y sin gracia de la farándula y la repetitiva publicidad engañosa.

La crónica roja antigua, sin embargo, nos está sorprendiendo por corresponder a noticias importantes de carácter nacional muy poco comentadas por la prensa y que no han formado parte de las preocupaciones fundamentales de nuestros comentaristas políticos. Hasta la crisis señalada, era difícil encontrar en el mundo una prensa tan mimetizada con las oficinas de relaciones públicas de los grupos económicos, como la chilena. Si no fuera por las redes sociales, los más vulnerables estaríamos definitivamente entregados solo a la estupidez de la farándula y a la publicidad engañosa. Cuando se filtraba una noticia, un estudio o una opinión acerca de cosas vitales para las mayorías, ello rápidamente se borraba o no se comentaba. Nosotros, como tenemos la memoria de los peces, también lo olvidábamos de una plumada, o de un aletazo. Incluso hoy, después de esta crisis, la información económica se usa con una superficialidad sorprendente.

Se ha reiterado que el débil crecimiento de la economía se debe a un mal gobierno, a algunas reformas, o a que un parlamentario haya usado la palabra retroexcavadora, concluyendo que mientras más facilidades se den al empresariado, más se invertirá y, por tanto, se generará más empleo. Se citan las estadísticas libremente, aún cuando no hemos sido capaces ni siquiera de realizar un Censo confiable. Lo novedoso, y que no ha logrado convencer a los famosos economistas, es que al revés de lo que pregonan, la mayor parte de las inversiones significativas que están realizando las empresas desde fines de los 90, son eliminadoras de fuentes de trabajo, es decir, las inversiones no siempre crean empleo, señores.

Recién ahora, porque se hace imposible ocultarlo, ya que las poblaciones populares viven sumergidas en la violencia y las balaceras nocturnas, se comienza a publicar la realidad del consumo de drogas y el microtráfico. Pero la prensa no investiga cómo se invierten las grandes ganancias del negocio, ni las inversiones del lavado de dinero. El negocio es tan grande y creciente que es imposible ocultarlo, pero nadie analiza las incongruencias evidentes en una economía acusada de estar en recesión, mientras sus propiedades se venden a mayores precios que en Miami, los precios son más altos que en países europeos y las malls, bares y festivales de todo tipo, están repletos.

ALGUNAS VERDADES IGNORADAS

Pero hablando de los efectos positivos de la crisis de la televisión, es necesario destacar que nos estén llegando algunas verdades por décadas ignoradas. Por ejemplo, que se comenten los posibles asesinatos de Neruda y Gervasio. Que Pamela Jiles, llamada La Abuela, exponga en el programa Cadena Nacional algunos de los asesinatos de 90 niños y menores de 18 años durante la dictadura militar.

Como el de dos niños, de 7 y 8 años, que fueron baleados mientras jugaban en el día frente a las puertas de sus casas. Quien dio la orden se llamaba Ariosto Lapostol y estaba encargado de un pelotón perteneciente al Regimiento de Arica que cuidaba un gaseoducto en La Serena. En la conversación de La Abuela con el periodista Freddy Stock acerca de las causas de estos asesinatos, se llegó a la conclusión de que habían disparado a sus cabecitas para practicar puntería.

Luego, en la población La Pincoya se saca de su casa a Carlos Fariña, niño de 13 años, a la cancha de fútbol. Fue baleado en la cabeza por alguien del Regimiento Yungay, luego quemado y enterrado. Así se le encontró y el Informe Rettig descubrió que quien dio la orden fue Pete, El Malo, apodo de Enrique Sandoval Arancibia, quien posteriormente trabajó en la Municipalidad de Providencia con el alcalde Cristián Labbé. Una niña embarazada, de 14 años, Elizabeth Díaz, fue llevada a la Comisaría de Puente Alto y luego con otros detenidos al Puente Bulnes, desde donde los hicieron correr para dispararles. Luis Abraham González logró sobrevivir, por estar cubierto por algunos cadáveres, y contó la historia. Un hermano de uno de los muertos fue a la morgue a buscar a su hermano e informó haber visto a los asesinados con el estómago abierto, incluyendo a la madre de 14 años con su bebé aún amarrado al cordón umbilical.

La información que nos está proporcionando la TV en crisis también se ha concentrado en los fantasmas que deambulan por los subterráneos del METRO. Un largo programa lo relató explicando que los fantasmas corresponden a los chilenos suicidados en los trenes que aún buscan su destino.

En efecto, desde hace muchos años se oculta, pero es un secreto a voces, que desde que se inauguró el Metro comenzaron a producirse un gran número de suicidios en los rieles de los trenes. Estos suicidios, nunca comentados, han afectado seriamente el estado anímico de los conductores. Felizmente, otro de los impactos positivos de la tecnología ha sido que los próximos trenes vendrán sin conductor. Es decir, ahora, nuestros analistas, los políticos que han construido nuestra sociedad actual, podrán analizar las causas del aumento del suicidio en Chile, especialmente del suicidio adolescente, lo que sería contradictorio en un país que ha adoptado exitosamente el modelo neoliberal, que lo único que todavía necesita es más crecimiento.

En suma, la crisis, los avances de la tecnología digital y el ingreso de nuevos actores a nuestra televisión nos están llevando a enterarnos de información oculta. La verdad siempre es buena, siempre llega y mejora nuestras vidas que la ignorancia hace más grises aún. Hasta los fantasmas son desenmascarados.

Por Alicia Gariazzo, economista.

*Artículo publicado en la edición nº 218 de la revista El Ciudadano.

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