El extraño golpe a sí mismo de Pedro Castillo

Horas antes del tercer intento de destitución y que iba a ganar, el ex presidente peruano Pedro Castillo decretó el cierre del Congreso. La decisión sorprendió hasta a sus asesores más próximos e hizo saltar rápidamente los resortes del poder que en poco más de una hora lo acusaron de golpista, lo sacaron del palacio de gobierno y lo metieron preso. La rapidez fue posible porque ya estaba coordinados militares y policías, quienes lo tenían 'fijado' ¿Puede un presidente hacer un golpe de estado cuando hasta sus escoltas lo espían?

Por Mauricio Becerra

12/12/2022

Publicado en

Latinoamérica / Perú / Portada / Pueblos

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La tarde del día antes del golpe el abogado del entonces presidente peruano Pedro Castillo, Benji Espinoza, estuvo reunido entre las cuatro y las seis de la tarde revisando los alegatos con el mandatario. Eran horas cruciales ante el tercer intento de destitución (vacancia) promovido por el fujimorismo en el Congreso, en apenas un año y cuatro meses que Castillo llevaba como presidente.

El triunfo ante Keiko Fujimori del candidato de Perú Libre fue estrecho. Castillo, un maestro sindicalista de Cajamarca, se hizo famoso en 2017 al liderar una huelga educativa contra quien también posteriormente sería defenestrado, Pedro Kuczynski. Castillo ganó en segunda vuelta a Keiko con un 50,13%, un margen tan estrecho que fue aprovechado por los fujimoristas para pedir la invalidación de los resultados, lo que empantanó su gobierno durante varios meses. Ya en el gobierno, el asedio fue a través de la interpelación de más de 80 ministros en los 16 meses que Castillo alcanzó a ser presidente.

En las semanas recientes, pese a la avalancha de denuncias en los medios sobre supuestos casos de corrupción del gobierno, tanto los abogados del presidente como su gabinete estaban seguros de que no se lograrían los 87 votos necesarios. Es más, el día anterior calculaban que la moción de la oposición no superaba los 73 votos, lo que anunciaba con convertir el naufragio de la amenaza de vacancia en un refuerzo político.

Un mensaje del propio Castillo enviado al grupo de chat del gabinete y conocido días después, da cuenta de que a las 4:30 AM del miércoles mostraba que su preocupación del día era enfrentar la destitución. Advertía que si el Congreso no lograba la vacancia irían por la suspensión.

El plan era que el presidente iba a caminar desde el Palacio de Gobierno hasta Congreso, acompañado de sus ministros, algunos de los cuales iban a participar de la defensa del mandatario.

Betssy Chávez, presidenta del Concejo de Ministros, contó a IDL-Reporteros que “todos estábamos preparados para la vacancia de las 3 de la tarde, para el debate (…) habíamos pensado salir a las dos de la tarde (hacia el Congreso)”.

La misma mañana del miércoles 7 el abogado Espinoza llamó a Castillo a las 9 y media de la mañana para coordinar la defensa que ocurriría en el Congreso a partir de las dos de la tarde. “A las 9 o 9:30 para hacer coordinaciones. Le dije que nos veíamos allá, según lo acordado. No hubo ninguna consulta”- contó el defensor al mismo medio.

Sin embargo, pese al calculado triunfo ante el Parlamento, en las horas siguientes Castillo hizo un movimiento de piezas tan torpe como extraño. Sin el apoyo del Ejército ni la policía, sin una gran coalición política que lo respaldara y mucho menos relaciones de clase con el poder judicial, se dispuso a cerrar el Congreso, le dio suficiente munición a los medios corporativos para acusarlo de golpista, lo que acabó con su gobierno y terminó con el maestro de Cajamarca preso acusado de “alzamiento contra el orden constitucional de la República”.

Se convirtió así en el sexto presidente peruano en caer en cuatro años.

La incertidumbre de esas horas fueron expresadas por la reconocida cantante peruana, Wendy Sulca, quien se preguntó: “Dios mío, qué está pasando!“.

Una crónica sobre la crisis política peruana hecha por IDL-Reporteros, dirigido por Gustavo Gorriti, compara el golpe de estado dado por Fujimori en 1992 con el dado por Castillo el miércoles reciente. Destaca que en ambos se disolvió el Congreso.

Pero “ahí acabaron las semejanzas. El golpe del 92 se preparó durante más de un año y medio; el del 22 en menos de una hora y media. El del 92 movilizó a todas las Fuerzas Armadas (FF.AA.) y a la Policía; el del 22 solo movilizó palabras leídas desde una hoja temblorosa. El del 92 duró ocho años; el del 22 poco más de 88 minutos. El del 92 fue un riesgo calculado; el del 22 un suicidio inmeditado”.

UN COMITÉ DE CRISIS PARA “FIJAR” AL PRESIDENTE

Semanas antes de la votación de la vacancia se había reunido el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas (CCFFAA) y la Policía Nacional de Perú (PNP), con el objetivo de aunar una acción conjunta en caso de ocurrir un pleito entre los poderes del Estado. En la ocasión acordaron, según IDL-Reporteros, crear un Comité de crisis y “solo obedecer órdenes que no tuerzan o fracturen el marco constitucional”. Es decir, según el mismo medio, esto implicaba sopesar las posturas no sólo del Ejecutivo y el Legislativo, sino que las posiciones del Poder Judicial, la Junta Nacional de Justicia, el Tribunal Constitucional y la Fiscalía de la Nación.

El Comité de crisis quedó a cargo del alto mando de la Policía Nacional, siendo así integrado por su comandante, Raúl Alfaro; el jefe de Estado Mayor, Vicente Álvarez, el inspector general, Segundo Mejía; y el jefe del Comando de Asesoramiento, Jorge Angulo. Sin embargo, escasos días antes del miércoles 7 el general Alfaro enfermó de Covid, haciéndose cargo el general Álvarez del comando de crisis.

En una reunión efectuada pocos días antes del 7 de diciembre, el comité de crisis decidió vigilar al estrechamente al presidente. En jerga policial los altos mandos “fijaron” al presidente de la República. La tarea estuvo a cargo de la escolta de Castillo, policías pertenecientes a la Dirección de Seguridad del Estado, a cargo del general Iván Lizzetti.

Las relaciones entre el Comando Conjunto con la Policía Nacional se han solidificado en las últimas décadas en la lucha contra Sendero Luminoso y otros grupos guerrilleros que aún persisten. La alianza recobró fuerza el pasado 11 de agosto en la fracasada Operación Patriota, destinada a capturar a Víctor Quispe Palomino, líder de una facción de Sendero Luminoso, antes conocida como SL-Proseguir y atrincherada en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro.

Sin informar al presidente Castillo la policía y el ejército asaltaron un centro de operaciones de la guerrilla de Quispe, lo que dejó un saldo de 15 guerrilleros y 2 soldados muertos, según fuentes oficiales.

“Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional nos mantendremos firmes en la lucha contra el terrorismo o contra cualquier otra amenaza que ponga o pretenda poner en peligro la paz y tranquilidad de nuestro amado Perú”, difundieron en la ocasión militares y policías en una declaración conjunta.

En la ocasión el jefe del Comando Conjunto, general Manuel Gómez de la Torre, fue el vocero para los medios de la operación, contando con la cooperación estrecha del comandante general de la Policía Nacional, Raúl Alfaro; y su jefe de Estado Mayor, el general Vicente Álvarez. Este último cobró protagonismo mediático en la detención del presidente Castillo.

LAS EXTRAÑAS ÚLTIMAS HORAS DE CASTILLO COMO PRESIDENTE

Hay consenso en los analistas que la decisión del autogolpe de Castillo fue precipitada. Lo más extraño es que pese a que la votación de la vacancia estaba ganada, el ex presidente tomó decisiones apoyado por un entorno muy pequeño y sin consulta a todos sus asesores ni a su propio gabinete.

Anthony Medina, Director de la Escuela de Ciencia Política y Gobierno UCSM (Universidad Católica de Santa María), comenta que “aún es incierto que llevó a Castillo a tomar la decisión; pero no lo habría hecho si no hubiera tenido por lo menos la palabra de los altos mandos de las FFAA de apoyarlo. Sea lo que fuere, a Castillo lo han asesorado mal o le hicieron una trampa. Pareciera haber sido engañado”.

El politólogo Elvin Calcaño se pregunta “¿Qué dictador puede ser un presidente débil como Castillo que nunca tuvo apoyo militar ni de ningún sector de poder político, económico o mediático?”.

Consultado por El Ciudadano, Calcaño insiste en preguntar “¿Qué empujó a Castillo a tomar esa decisión? Se está diciendo que lo drogaron, que son cosas muy especulativas, pero es muy raro que sin apoyo militar hubiese dado ese paso, más bien creería que algún asesor lo engañó para llevarlo a ese suicidio político a cambio de algún beneficio”.

Se comenta que lo convencieron de adelantarse a la vacancia cuando supieron que no había los votos para defenestrarlo en el Congreso.

La secuencia de hechos pareciera da cuenta de que algunos actores estaban preparados para actuar de antemano en la trama de ese día:

Pasadas las diez y media del pasado miércoles 7 de diciembre, según revelaciones del chat del gabinete de Castillo, el presidente contactó a la jefa de este grupo, Betssy Chávez, para que reuniera a los ministros. Según Chávez “la convocatoria era para una coordinación de lo que habría en la tarde. Estábamos todos concentrados y trabajando en ese norte».

Castillo estaba reunido desde las siete y media de la mañana con el ministro de Defensa, Gustavo Bobbio,y el comandante general del ejército, Walter Córdova, quien en el día anterior había informado de su renuncia. Los tres estuvieron juntos hasta las 7:40. A las 8 de la mañana estaba aceptada la renuncia de Córdova.

La figura de Bobbio para algunos sectores de la izquierda despierta sospechas, ya que es reconocida su proximidad con Antauro Humala, hermano del ex-presidente Ollanta, y a quien le convenía en términos políticos la vacancia. De hecho Antauro durante el fin de semana en una concentración salió a defender el gobierno post-golpe, recibiendo el abucheo de sus seguidores.

Al palacio de gobierno también llegaron ese fatídico 7 de diciembre quien fuera el asesor más próximo de Castillo, Aníbal Torres, junto a otros miembros del gabinete, como Roberto Sánchez (Comercio Exterior y Turismo) y Alejandro Salas (Trabajo).

Aníbal Torres fue ministro del Interior hasta noviembre de este año. Se había ganado hace poco la confianza del ex-mandatario peruano al ser el primer asesor legal de partido Perú Libre, sostenedor de su candidatura presidencial. Antes de Castillo, Torres osciló entre la alianza que llevó a Ollanta Humala a la presidencia y la centro derecha Acción Popular, en la primera vuelta de las presidenciales de 2021. Fue un aliado de última hora convertido en un leal al presidente.

También estaba allí el recién nombrado ministro del Interior, Willy Huerta, hombre de confianza de Castillo al ser del bloque magisterial. Según reportan medios peruanos, había tenido de mañana una discusión con el general de la Policía, Manuel Lozada, quien desobedeció la orden de abrir la Plaza de Armas para recibir manifestantes en apoyo del gobierno.

A las 11 y 40 Castillo comenzó su discurso, acompañado de sus ministros Chávez, Bobbio y Huerta, junto a Aníbal Torres, un camarógrafo y una periodista.

A medida que leía una declaración que aún no hay certezas de quien la redactó, Castillo se vio tembloroso, lo que se acrecentó más a medida que avanzaba la lectura. Impuso un “gobierno de emergencia excepcional”, el que ejercería el poder a través de decretos y con el objetivo de convocar a elecciones para un nuevo parlamento, el cual tendría facultades constituyentes siend o el encargado de redactar una nueva constitución. Todo en un plazo de nueve meses. Asimismo anunció la ‘reorganización’ de todo el sistema judicial y un toque de queda para las diez de la noche.

En pocas palabras, no sólo se echaba al Congreso encima, sino que al Poder Judicial, la Junta Nacional de Justicia, la Fiscalía de la Nación y el Tribunal Constitucional.

Después de terminar de leer el mensaje, Castillo quedó “con un rostro antes desencajado que marcial”- comentó un testigo del evento.

– ¿Por qué ha hecho esto? – le preguntó el ministro Salas a Castillo.

– No tenía los votos – respondió.

Según Medina “el discurso no son palabras de Castillo. Si revisas el texto se recurre a palabras rebuscadas, no propias del léxico de Castillo. Se nota que se lo escribieron. Se lo entregaron hecho y da la impresión que le temblaron las manos cuando lo está leyendo. Porque es básicamente el discurso de Fujimori cuando hizo el golpe en 1992. Una hipótesis es que no la había leído antes. Lo extraño es que en sus intervenciones anteriores siempre estaba más seguro, con más firmeza”.

Más allá fue el congresista Guido Bellido, quien integró el primer gabinete de Castillo. Comentó que el presidente defenestrado “pudo ser inducido” a dar lectura a la disolución del Congreso. “No recuerda (nada), él me lo ha dicho con sus propias palabras. Dice: ‘Yo no me recuerdo que he dado lectura”. La frase fue en referencia al discurso de cierre del Congreso.

“Esa la respuesta del presidente y hay que respetar. Es raro que un presidente, que no iba a ser vacado (destituido) por falta de votos, termina dando los argumentos para su vacancia»- sostuvo Bellido.


LA ASONADA PARLAMENTARIA

Tras el discurso de Castillo, en el Parlamento se convocó a una sesión extraordinaria a las 12 y media, adelantándose la votación de la vacancia. Pese al pronóstico de que estaba perdida hecho la jornada anterior por los abogados de Castillo, los votos que apoyaron la destitución subieron a 101, incluyendo a cinco parlamentarios de Perú Libre.

La estampida también ocurrió en el gabinete de Castillo. Varios de sus ministros comenzaron a renunciar a sus puestos a las pocas horas, apartándose así del presidente Alejandro Salas (Trabajo), César Landa (Relaciones Exteriores), Kurt Burneo (Economía) y Gustavo Bobbio (Defensa) y luego el resto.

El poder judicial rápidamente tomó posición y su presidenta, Elvia Barrios Alvarado, se atrincheró en los tribunales convocando a los magistrados.

El remate a Castillo vendría con una escueta declaración del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas del Perú con la Policía Nacional, emitido pasada la una y media de la tarde, a través del cual dijeron ser “respetuosos del orden constitucional establecido” y, en clara advertencia al presidente en ejercicio declararon:

“Cualquier acto contrario al orden constitucional establecido constituye una infracción a la Constitución y genera el no acatamiento por parte de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú”.

Intuyendo la derrota en el gallito con el Congreso, Castillo aceptó el ofrecimiento de asilarse en la Embajada de México.

Como nunca antes en la historia de Perú, los jefes policiales se apresuraron en ir por el presidente recién depuesto. La tarea correspondió al comandante interino de la Policía, Vicente Álvarez Moreno, quien se comunicó con la escolta presidencial para que desviaran el traslado de Castillo hacia la legación mexicana y lo dirigieran al cuartel de la Séptima Región policial, en el centro de Lima.

En la caravana iba Castillo junto a su familia y Aníbal Torres. Una vez estacionados los vehículos al interior del cuartel el general Vicente Álvarez lo detuvo argumentando el delito de “alzamiento contra el orden constitucional de la República”.

La votación de vacancia en el Congreso había terminado pocos minutos antes.

La imagen de Castillo con los ojos tapados desde el recinto policial, al igual que cualquier imputado, no tardó en aparecer en los medios peruanos. También los medios festinaron mostrando como la familia Castillo sacaba sus cosas en bolsas del palacio presidencial.

En tanto las fichas del orden se movieron rápido. Pasadas las cuatro de la tarde la vicepresidenta de Castillo, Dina Boluarte, quien el 7 de diciembre de 2021 había dicho que “si al presidente lo vacan, yo me voy con el presidente”, hizo el juramento de presidenta y el Congreso le puso la banda presidencial blanca y roja.

Aprovechando el fin de semana largo y con Castillo apresado, los grandes medios peruanos dieron por cerrada la crisis política. Boluarte propuso quedarse hasta el año 2026 y recibió el respaldo de la embajada de Estados Unidos. Sin embargo, según comenta a El Ciudadano el politólogo Elvin Calcaño, “Perú tiene unos tiempos propios. La cosa es más pausada“.

Las bases de Castillo no están en Lima, sino en la sierra peruana al sur del país y en el litoral del norte. En esta coordinación a nivel local tienen un rol importante las rondas campesinas, las que en regiones como la Libertad, departamento del noroeste, se autoconvocaron en los días siguientes a la destitución a una movilización nacional exigiendo el cierre del Congreso, nuevas elecciones generales y Asamblea Constituyente.

Al sur del país, en Apurímac, la región de origen de Boluarte, este sábado los partidarios del maestro tomaron el aeropuerto de Andahuaylas exigiendo nuevas elecciones. Las protestas durante el domingo arrojaron un saldo de dos jóvenes muertos, uno de 18 y otro de 15 años.

Consultada por El Ciudadano, Daniela Ortiz, artista visual que ha desplegado su trabajo desde una perspectiva anticolonial, comenta que “los reclamos en las calles son por la disolución del Congreso, se pide una Asamblea Constituyente. Creo que se podría decir que Perú está entrando en un momento constituyente”.

Mauricio Becerra Rebolledo

@kalidoscop

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