Miguel Vatter: “Latinoamérica es un gran laboratorio de biopolítica”

Desde el siglo XIX la vida biológica de los sujetos ha sido objeto central de preocupación por parte del poder político. Si bien, a nivel superficial esto se despliega en la preocupación por la salud pública y el denominado interés por el bienestar de la población, hay raíces más profundas que en el actual esquema de traspaso del poder desde los estados a las grandes corporaciones.

Por Mauricio Becerra

24/05/2022

Publicado en

Entrevistas / Política / Portada

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Además de Michel Foucault, una pensadora clave en la comprensión de este fenómeno es Hannah Arendt, teórica política alemana, que aportó lucidez a la comprensión del fenómeno totalitario que asoló al siglo XX.

La publicación de ‘Hannah Arendt: sobrevivir al totalitarismo’ (LOM Ediciones), editado por Horst Nitschack y Miguel Vatter, reúne diversos ensayos sobre la teórica alemana e insta al debate respecto a la expresión del totalitarismo en la educación, las relaciones sociales y la responsabilidad política individual.

El Ciudadano conversó con Vatter sobre las claves que aporta Arendt a la comprensión de nuestro tiempo. Vatter es profesor de Teoría Política en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales, tiene un grado de Doctor en filosofía en la New School for Social Research, de Nueva York, y ha sido docente en las universidades de Northwestern (Evanston, Illinois), Universidad de Ohio (Athens, Ohio), y Colorado College (Colorado Springs, Colorado).

¿Qué importancia tiene la biopolítica en los análisis que efectúas?

– Junto con Vanessa Lemm, fundamos hace un año una red latinoamericana de investigación sobre la biopolítica. Creo que la biopolítica y la bioeconomía van a ser temas de investigación fundamentales en las próximas décadas porque una vez que la política y la economía cruzan el umbral biológico no hay vuelta atrás. Además, el estudio de la relación entre biología y política, y entre biología y economía, no se debe reducir a la aplicación más o menos sensata de la teoría de evolución a los fenómenos sociales. Se trata más bien de pensar la misma vida biológica fuera de cualquier reduccionismo cientificista y, de esta manera, poder entender la gubernamentalidad contemporánea.

¿Cómo definirías aquella?

– Las veo como las técnicas para conducir la conducta de las personas a través de la maximización del “bienestar” biológico de las personas. Además, nuestras economías, cada día más, se van a volver bioeconomías, es decir, se va a buscar maneras de generar plusvalía directamente de la vida biológica, de su explotación como de su protección. Latinoamérica, y de modo especial Chile durante los últimos 30 años, es un gran laboratorio de la biopolítica. Nuestra red y la red de investigadores internacionales asociada reúne trabajos y bibliografías sobre la biopolítica de los miembros asociados y facilita el intercambio de ideas sobre estos temas.

EL PENSAMIENTO DE HANNAH ARENDT

¿Cuál es el significado del pensamiento político de Hannah Arendt en nuestra época?

– Junto con John Rawls, Hannah Arendt es la pensadora política fundamental del siglo 20. Su contribución es simple: ella explicó porque la libertad humana no se puede lograr sino a través de la vida política, de la politicización de nuestras vidas. Contra el liberalismo como contra el totalitarismo, Arendt rechazó la idea de que la verdadera libertad humana se encuentra afuera de la política: en la economía, en lo social, en el mundo privado, etc. Por eso le fue necesario buscar un nuevo significado de la vida política que permitiera desasociar la política de la violencia, de la soberanía del estado, de los partidos políticos y de los profesionales de la política.

Si bien se les llama totalitarismo a las experiencias nazi, facistas y comunista en la URSS, ¿no hallamos técnicas y tecnologías de gestión del poder residuos de aquellos procesos en las actuales democracias neoliberales?

– Arendt, Foucault, Agamben: todos ellos nos enseñan que la simple oposición entre liberalismo y totalitarismo es insuficiente porque existen importantes continuidades entre estos movimientos sociales tan diferentes entre sí. No se trata de identificarlos, por supuesto: en los dos se encuentra una desvalorización de la libertad política y de la vida  pública, pero que se manifiesta de manera opuestas. Una de las continuidades importantes es justamente que tanto en el liberalismo como en el totalitarismo el poder se manifiesta como poder sobre la vida biológica de los individuos, es decir, son formas de biopolítica.

¿Podemos relacionar la apatía del chileno común frente a lo público con la experiencia del terror de aquellos sistemas totalitarios que dejaban como único refugio la casa y la conciencia individual?

– El totalitarismo reduce lo público al Estado, el Estado al partido, finalmente el partido al líder. Es decir, en una sociedad totalitaria, cuando uno sale afuera de uno mismo no se encuentra con otros, no existe la experiencia de la alteridad. Uno vive aplastado sobre uno mismo. Arendt nos dice que lo público y la política debe significar el acceso a la otredad. Si los chilenos sienten apatía frente a lo público, esto se debe probablemente a que su experiencia de lo vida pública se encuentra  reducida a la experiencia del estado, de los partidos, y finalmente de sus líderes.

¿Podrías contrastar la idea desarrollada por los griegos de autonomía individual con nuestra experiencia actual de homo laborans imbuido en una economía neoliberal?

– Para Arendt, y en esto ella se inspira de los griegos, la acción política y el trabajo se excluyen mutuamente: o se hace su pega o se vive de manera política. Para los griegos, trabajar era una parte necesaria de la vida, pero no hacía la vida ni libre ni bella. Vivir políticamente significa: cuestionar la autoridad, reflexionar y discutir sobre cuales intereses y fines todos podemos tener en común, asumir la igualdad de todos con todos cuando se trata de conducir nuestra vida en común. Creo que todos hemos experimentado la experiencia de la tensión entre trabajar y vivir políticamente. En una sociedad dónde la felicidad depende primero de tener una pega, y segundo de hacerla bien, la participación de la gente en la política es necesariamente mal vista, como si alguien estuviera haciendo algo impropio que pondría en peligro la felicidad de cada uno. Claro, para Arendt y para los griegos, nadie es realmente feliz viviendo en función de su pega: para ellos la felicidad tiene que ver con salir de lo suyo y experimentar algo de común y en común. Creo que esta también es una experiencia en que todos podemos coincidir. El trabajo asalariado no nos hace libres.

¿Qué rescatarías para el momento actual de Hannah Arendt cuando se refirió a recobrar el sentido de lo público?

– Primero, la diferencia entre la política y el Estado. La política es lo que pasa cuando los individuos se encuentran en un espacio público sin perjuicios, de igual a igual. Los estados pueden cerrar este espacio tanto y más que lo privado (que por definición excluye al otro en tanto tal). También rescataría la idea de que participar, como actores o espectadores, de un momento político es también una experiencia de felicidad que marca la vida y le da un significado que dura en el tiempo. La política para Arendt está compuesta por eventos: momentos en los cuales el poder cae en las manos de todos, de la gente común, y en común se discute y se decide que forma hay que darle. Finalmente agregaría que el trabajo, y por ende la economía, nunca debe estar por encima de la política y de la cultura. La economía está para servir a fines que superan lo económico.


EL SENTIDO DE LA LIBERTAD HUMANA

Si para Arendt el nacimiento es la razón de la libertad humana en cuanto posibilidad de imprediscibilidad y azar ¿No es sospechoso entonces el afán por desentrañar y definir con precisión el código genético de la población, yendo más allá de sus alcances médicos?

– Hoy más que nunca gran parte de las cuestiones políticas más conflictivas tienen que ver con el nacimiento, o, mejor dicho, con el trato a formas de vida que todavía no ha nacido o que no va a nacer nunca. De una perspectiva arendtiana, se está tratando de controlar el nacimiento para eliminar la componente de alteridad y de aleatoridad que esta trae consigo. La eugenesia es una manera de hacer esto, y hoy en día se discute sobre la posibilidad de una eugenesia liberal y no sólo totalitaria. Pero hay también una manera que consiste en negar la función del nacimiento en la constitución del individuo diciendo que éste existe ‘ya desde siempre,’ por ejemplo, desde el momento de la concepción. La idea que los no-natos (unborn) tengan los mismos derechos que los individuos (los que ya nacieron) puede ser visto como otra manera de limitar la natalidad y su potencial de libertad.

Arendt habló del fracaso del proceso de Nuremberg al reducir la política demográfica nazi a conceptos criminales de ‘asesinato’ y ‘persecución’, además de encerrar la culpa en individuos concretos. ¿qué podemos decir de la forma chilena (en la que incluso no ha habido juicios) para comprender y superar la política de exterminio que acompañó la instauración del actual modelo económico?

– Más que entrar en la cuestión de si la dictadura de Pinochet fue un gobierno totalitario y si sus crímenes fueron parte de una política de genocidio, me parece importante estudiar más la relación entre neoliberalismo y el estado de excepción (dictadura). La pregunta fundamental es esta: para que el manejo de la economía llegue a ser el criterio de legitimidad de un gobierno, como pasa en un régimen neoliberal, ¿es necesario que el sistema jurídico, y por ende la constitución, esté completamente destruido o se encuentre  sometido a un estado de excepción? La legitimidad a base de la performance económica, ¿se construye a través de la ilegitimidad del sistema jurídico? Hay que insistir más sobre la tensión, en el neoliberalismo, entre la economía y el derecho. En realidad sospecho que la fuerza de un sistema requiera la debilidad del otro.

La crisis económica de 1929 influyó en el surgimiento de los totalitarismos y la guerra mundial de 1939 ¿qué tan preparadas crees a las democracias liberales para evitar esto con la crisis actual?

– Arendt piensa que el totalitarismo no es ni la privación ni la perversión de formas legítimas de gobierno, sino es ella misma una nueva forma de gobierno. En tanto forma, es algo que va a tener muchas diferentes instancias, y que por ende el totalitarismo se puede repetir. Esta es la conclusión pesimista de su análisis del totalitarismo. La única manera de enfrentarnos con ello se encuentra en abrir los espacios públicos dónde los individuos puedan participar, de iguales a iguales, en el gobierno de ellos mismos, es decir, en el gobierno de la cosa pública. Una crisis económica significa, entre otras cosas, que la cosa pública se ha escapado del control de lo público, del pueblo. Podemos sólo esperar que de esta crisis van a nacer otras y mejores maneras de poner los mercados bajo el control de la esfera pública.

Mauricio Becerra R.
El Ciudadano
+ INFO: www.biopolitica.cl

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