Cuba entre el acierto y la duda

La política en Cuba debe medirse en gran medida con relación a la política exterior hacia ese país aplicada por los Estados Unidos

Por Mauricio Becerra

09/03/2009

Publicado en

Columnas / Pueblos

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La política en Cuba debe medirse en gran medida con relación a la política exterior hacia ese país aplicada por los Estados Unidos. Esta es la clave de inteligibilidad para entender el reciente cambio de gabinete cubano, aunque sorprenden los dichos de Fidel sobre sus antiguos asesores.

Si se parte de la premisa anterior, las medidas de ajuste en el Gobierno cubano se entienden en otra dimensión. Por algún tiempo se viene analizando en Cuba la situación interna norteamericana, siguiendo la debacle neoconservadora dirigida por el desprestigiado ex gobernante Bush desde donde parte el auge de Barack Obama, con mucha atención. Las medidas políticas de la era Bush fueron particularmente agresivas con la isla caribeña incluyendo, por ejemplo, demanda internacional en contra de cuentas exteriores de Cuba en Suiza, eliminación de los intercambios académicos, persecución a los intermediarios de los intereses económicos cubanos con un gran perjuicio para la economía y funcionamiento interno cubano, alargando las dificultades económicas arrastradas desde los años 90.

Sin embargo, al mismo tiempo, la relación de Cuba con el exterior se potenció a través de dos factores: Primero, el cambio en el escenario político latinoamericano y por consiguiente, la modificación de las relaciones económicas, y segundo, el mejoramiento de la posición económica China. Unido a lo anterior, el cuestionamiento internacional a la Administración Bush, logró consensuar un sólido respaldo al rechazo cubano al bloqueo norteamericano.

La llegada de Obama a la Casa Blanca estuvo antecedida por la posición pública de Cuba de comenzar negociaciones con Estados Unidos en caso de que éste ganase la elección presidencial. No se trataba de una valoración política de Obama, sino de interpretar el cambio interno norteamericano buscando favorecer una normalización en las relaciones bilaterales. Evidente es para grandes sectores de la sociedad estadounidense que dicha normalización constituye una necesidad, opinión que va de la mano con un creciente rechazo al bloqueo, hecho que no contribuye tampoco al mejoramiento en la imagen internacional de Estados Unidos.

Al fin y al cabo, la política agresiva de Estados Unidos hacia Cuba no ha logrado cambiar el régimen político y ha beneficiado a un pequeño grupo de rufianes radicados en Miami, despreciados hasta por los propios norteamericanos y al parecer, está llegando a su fin porque desde los Estados Unidos se han venido dando pasos en esa dirección. Incluso ya se debate otorgar plena libertad a los estadounidenses para viajar a la Isla tras haberse aprobado varias medidas que desmontan la serie de restricciones impuestas por Bush.

CUBA ADENTRO

A lo anterior debe agregarse los cambios propios desarrollados en Cuba. Su enorme aparato estatal, su excesiva burocracia y la subutilización de una serie de recursos constituyen frenos internos a su propio desenvolvimiento. Muchos de sus índices de desarrollo la colocan como país desarrollado y otros, la dejan como un país con tremendos retrasos.

En Cuba por ejemplo, casi no hay inflación, hay pleno empleo y la esperanza de vida supera los setenta años a la vez que el nivel salarial es bajo, el acceso a Internet es limitado y la producción interna de bienes es deficitaria.

Ante ello, se enfrenta a la necesidad de mejorar la eficiencia de los factores productivos para mejorar el nivel de bienestar material, demanda principal de la población. Así, en los últimos años, se han tomado muchas medidas que tienden a potenciar el uso de los factores productivos con esa finalidad sin que estos ajustes signifiquen perjudicar los avances ya logrados. En ese empeño, la estructura estatal debe adecuarse a las demandas de la estructura económica.

Hasta aquí, los cambios en el gabinete resultan coherentes. Primero porque el Estado debe ajustarse y es probable que se hagan futuros cambios y adecuaciones, es decir, podemos esperar mas fusiones de Ministerios, una reducción en el numero de cargos y mayores esfuerzos en función de agilizar la actividad económica.

Y en segundo lugar, en la idea de una normalización de las relaciones con Estados Unidos, también resulta imprescindible ajustar la política gubernamental a riesgo de despreciar una oportunidad para lograr algo sustancial. Para cualquier gobernante, la aplicación de su visión de Estado constituye un imperativo y la evaluación colectiva e individual que se haga de la situación política es una premisa que debe ser compartida por todos sus subalternos y colaboradores.

Esta afirmación no es propio de un esquema totalitario sino observación lógica y coherente con la lógica de gobierno ya que todo Presidente debe asegurar la autoridad de su poder y probablemente en el caso cubano, los cambios en el gabinete responden a esa misma lógica toda vez que la posición confrontacional de Pérez Roque con Estados Unidos no era precisamente el perfil necesario para el periodo venidero a diferencia del recién nombrado Ministro de Relaciones Exteriores.

En la misma línea, el cambio de Lage tal vez tenga el mismo ingrediente, no tanto por su posición hacia Estados Unidos como probablemente por su concepción de relaciones económicas. Es un hecho no muy meditado por los analistas internacionales, que gran peso en las transformaciones económicas cubanas no tienen su origen en Lage sino en las Fuerzas Armadas y hoy, con los cambios, esta situación se hizo explicita.

Lo que verdaderamente resulta extraño, una vez mas, son las reflexiones de Fidel dado que lo anterior es perfectamente explicable. Sin embargo, Fidel le añade un cuestionamiento que no es político ni su valoración apunta a una valoración del cambio en la correlación de fuerzas internacionales si no que apela directamente a un cuestionamiento ético, a la sed de poder de sus antiguos asesores, a errores que nadie conoce cuales son, y a un papel indigno que no especifica y que en cambio, insinúa corrupción o peor aun, trabajar para un gobierno extranjero.

Esto no es sano y convierte lo explicable en algo inexplicable al colocarnos ante la opción de asumir que lo que plantea es verdad – sin conocer su sustancia – o rechazarla. El problema no es menor por cuanto resulta legitimo que un Presidente tenga por Ministros sólo a quienes interpreten su voluntad política, pero Fidel desplaza el problema a una valoración ética y mas aun, hace surgir la extraña idea de que quienes deben gobernar son sólo aquellos que conocieron el sacrificio de construir ese gobierno siendo que el mismo fue promotor de las nuevas generaciones y, por si fuera poco, instala una falsa idea de no renovación de los mandos gubernamentales cuando el recién nombrado Ministro de Relaciones Exteriores tiene 51 años.

En definitiva, las reflexiones del “Comandante” crecientemente tiene la cualidad de aportar problemas y no claridad. En lo personal, me quedo con la anterior interpretación y sometería la segunda a la exigencia de ser explicita porque claro está, mejor habría sido respaldar las medidas sin entrar a una polémica sobre abejas y celulosa mal reciclada porque convirtió un cambio interesante en un lugar común, lo que hace pensar, ¿Cuál debe ser el papel de Fidel?

Carlos Arrue
Abogado MSc. Relaciones Internacionales
Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz

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