Para el diálogo sobre la catástrofe del sur

A mí me parece que junto con -y en primer lugar- comunicarnos el estado de situación de cada uno de nosotros, y -en segundo lugar- buscar las formas y brindar la ayuda que estemos en condiciones de brindar a quienes lo necesiten, en paralelo, me parece necesario y oportuno ir analizando la manera en que […]


Autor: Mauricio Becerra


A mí me parece que junto con -y en primer lugar- comunicarnos el estado de situación de cada uno de nosotros, y -en segundo lugar- buscar las formas y brindar la ayuda que estemos en condiciones de brindar a quienes lo necesiten, en paralelo, me parece necesario y oportuno ir analizando la manera en que los organismos responsables en Chile han enfrentado esta catástrofe.

Esto último es muy necesario toda vez que hace poco tiempo -en nuestro país- enfrentabamos terremotos en la zona norte del país, y aún recordamos el desastre que fue el terremoto del año 1985 en Santiago. A nivel internacional aún tenemos muy presente el tsunami que azotó las costas de Indonesia y hace pocas semanas, el gran terremoto de Haiti. Los desastres son parte de nuestra vida cotidiana, por lo que la preocupación sobre la manera en que las enfrentamos, lejos de ser una revancha política o una «caza de brujas» como señalaba hoy el Ministro Perez Yoma, es un gesto de responsabilidad que no se puede postergar. Tan importante como acudir al auxilio de las víctimas, es determinar responsabilidades para enfrentar de mejor manera el próximo desastre, que lamentablemente, y aún cuando sea muy duro decirlo, es seguro que volveremos a vivir.

El terremoto del 27 de febrero era algo que todos los sismólogos y científicos afines esperaban ocurriera en el Gran Concepción. Así lo informan profesionales de las principales universidades chilenas, así lo indíca un artículo publicado en EMOL.com hace algunas horas. Así lo esperaban los principales centros de sismología a nivel mundial. La re-organización de las placas tectónicas era algo ineludible en la geografía del planeta.

Este primer antecedente, junto con la gran cantidad de desastres naturales que se han vivido a nivel mundial en los últimos años, hace que nuestro análisis sea particularmente duro con las instituciones y organísmos responsables, que dicho sea inicialmente fueron completamente sobrepasadas por la situación, dando muestras de total ineficiencia y de irresponsabilidad ante los hechos. Y esto no tiene que ver con el signo político de un gobierno. Los dispositivos de asistencia y rescate frente a catástrofes es algo que debe estar al márgen de la contingencia política. De ahí que nuestro análisis no busca atacar a un partido o a una dependencia en particular.

Es cierto que Chile tiene una infraestructura urbana y habitacional preparada para resisitir sismos de alta intensidad. Las normativas chilenas gozan de alto prestigio mundial. No obstante, aquí hay hechos y situaciones que es necesario comentar.

EL TSUNAMI O MAREMOTO QUE NO FUE, PERO QUE FUE…

La mayor cantidad de víctimas fatales ocurrieron por un aviso de tsunami que debió emitir la Armada de Chile y que finalmente no emitió. «Puede ocurrir un tsunami» fue el informe que envió la Aramada a la ONEMI en Santiago. Y la ONEMI no solo no avisó del Tsunami, sino que señaló públicamente que «no había riesgo de tsunami»… El resultado fueron los cientos de muertos producto de las olas de hasta 20 metros que arrasaron con la costa de la VII y VIII regiones. Patético resulta ver las imágenes de personas que murieron dentro de sus autos, que no alcanzaron a arrancar de las olas. Ver las embarcaciones en medio del plan urbano de ciudades, arrastradas por el maremoto. Asimismo, es emocionante pero a la vez indignante que cientos de personas se salvaran por el toque de alarma de una niña de doce años, en Juan Fernández, o que otros tantos se salvaran por el aviso oportuno de Carabineros que por propia iniciativa incentivaron a la gente a correr hacia los lugares altos. ¿Cuantos no tuvieron la misma suerte? Aún se cuentan, en este momento, las víctimas fatales, y seguimos sumando. Resulta lamentable que muchas personas murieron porque habiendo arrancado a zonas altas, y al emitir el Gobierno un comunicado desestimando un tsunami, volvieron a ver sus casas, y fueron alcanzados por las olas.

Chile tenía un protocolo, un dispositivo, tenía sirenas y sistemas de alarma en cada localidad. No funcionaron. Un país completamente integrado comunicacionalmente, con acceso a tecnología punta, con un satélite de comunicaciones. Nada sirvió. Y no solo eso, sino que tampoco se tomaron las decisiones correctas, en el medio de la catástrofe.

En este contexto, una de las fallas más evidentes, a nivel de organismos de auxilio, fue la ausencia total de comunicaciones. El sistema se basaba en radios que funcionaban con electricidad, o en base a celulares, cuyas torres de transmisión operaban con electricidad. No funcionaron. Y cuando funcionaron, estaban atochadas por los millones de personas que intentaban infructuosamente comunicarse con los seres queridos, por las mismas vías.

No es reprochable que los casi 15 millones de celulares que hay en Chile no funcionaran. Es muy reprochable que no funcionaran los sistemas de comunicación de carabineros, de bomberos o de organismos de seguridad de alcaldías, gobernaciones o intendencias. La alerta de tsunami debió ser emitida, y no lo fue. Pero si hubiese sido emitida, tampoco se habría podido informar con toda la cobertura necesaria. La falta es de los organismos responsables. Ellos – las autoridades – deben asumir su irresponsabilidad, para que esto no vuelva a ocurrir en Chile. Ya no hay excusas.  Las experiencias anteriores sobran. Con una red de teléfonos satelitales – que Chile puede financiar – esto se habría evitado, ya que desde las mismas localidades se habría avisado de la recogida del mar.

LA AYUDA QUE AÚN NO LLEGA

Las horas pasaron. La debacle era total. Ciudades y pueblos completos aislados comunicacionalmente y por diversas vías de transporte terrestre. Sin luz y sin agua potable. El Gobierno informaba de 200 muertos. Qué ingenuidad.  Pero más que ingenuidad, advierto una especie de arrogancia para decir: tenemos un terremoto de 8.5 grados y tenemos solo 200 muertos. «El milagro chileno», «la preparación de los chilenos», «que diferencia con Haití». Era lo que se leía en Internet. Algunos internautas captaron algo así como «no necesitamos ayuda». Y las autoridades… «debemos analizar», «debemos ir evaluando», y no evaluaron bien, ya que la catástrofe era mucho más grande de lo que se pensó. Se supuso mal. Es evidente. No es lo mismo la contabilidad de las víctimas y la estimación de las víctimas. Y en ese evaluar, las horas pasaban y la ayuda no llegaba… y aún no llega.

Ha pasado un poco más de tres días y en Dichato, una de las localidades más golpeadas por el tsunami, comienza a esta hora a llegar ayuda en más de cien vehículos, desde la ciudad de Chillán, una caravana organizada por Radio Ñuble, con el apoyo de pastores evángélicos y el municipio de Tomé. Una iniciativa ciudadana, al margen de las gestiones gubernamentales. La única ayuda gubernamental, en la ciudad de Concepción, ha sido los más de diez mil efectivos militares que han llegado a restituir el orden público, producto de los saqueos que hordas humanas han emprendido contra el comercio y todo aquello que tenga recursos tanto alimenticios como de diversa índole. La gente lo ha perdido todo, por lo que «todo sirve».  La gente se revela frente a la ineficiencia del Gobierno y resiste a su manera ante la adversidad.

¿Cómo es posible que no se observe aún, luego de más de tres días, una caravana de camiones que enfilen desde Santiago a Concepción, con la ayuda que se requiere?

Hubo localidades que estuvieron aisladas por más de 24 horas. Hubo localidades que no sabíamos su situación hasta hace un día. Incomprensible. La Alcaldesa de Concepción ha sido la única autoridad que se atrevió a criticar tempranamente la improvisación y yo diría la estupefacción del Gobierno. Pero ella, a la manera derechista, hacía llamados de auxilio para proteger la propiedad privada, los almacenes, las grandes tiendas. Del hambre y la sed pasamos a la prioridad de defender el orden público. Lamentable, y patético. Y frente a las críticas acertadas de la Alcaldesa, aparece una vez más el cogobierno entre la derecha y la Concertación. «No estamos para criticar», dijo Piñera. Y con ello tiende a quedar impune la responsabilidad política. Después de todo, los que más sufren siguen siendo los más pobres, los que construyen en terrenos movedizos, en zonas de riesgo, aquellos que no tienen acceso al consumo de materiales de construcción con nueva tecnología, aquellos que no pueden renovar sus viviendas que han resistido muchos movimientos telúricos en estas décadas.

El sistema de ayuda de ONEMI no funciona. ¿De qué sirven las bodegas repletas de colchonetas y carpas, si no somos capaces de hacerlas llegar a las zonas de catástrofe?  ¿Cómo es posible que no tengamos hospitales de campaña? ¿Acaso Chile no tiene recursos para mantener una docena de hospitales de campaña, sabiendo la cantidad de problemas que nos afectan década a década? Una vez más el centralismo nos juega una mala pasada. Todo debe decidirse en Santiago. Las bodegas están en Santiago, y en Santiago están también los ineptos e ineficientes que no son capaces de tomar buenas decisiones. Una vez más la vida de cientos depende de la burocracia estatal. El Estado, una vez más, muestra su incapacidad de atender a su gente, de cumplir el rol que supuestamente dice tener.

Y a contrapelo, autoridades haciendo el ridículo por la Televisión. Autoridades, como el Ministro de Defensa, un payaso que trata de salvar a los responsables, de manera burda. Murieron cientos tratando se subirse a su auto a última hora… una vergüenza y una catástrofe que es, lamentablemente, creada en parte por la naturaleza y en parte por el mismo ser humano, al trabajar con ineficiencia y con despreocupación.

¿Quien sanciona a las autoridades civiles y militares que no fueron capaces de asumir el rol para lo cual son contratados y pagados con los recursos de todos los chilenos y chilenas? Es muy probable que finalmente la impunidad se vuelva a imponer, como tantas veces.

CHILE AYUDA A CHILE

Desde el día lunes sabemos que se prepara una gran campaña de ayuda, para el día viernes 5 de marzo. Los animadores y miembros de la farándula se preparan y hacen cola para aparecer en esta gran Teletón. Nadie quiere faltar. Pero se trata de una campaña 6 días después de ocurrido el suceso. Ahí veremos a las autoridades poniendo la nota sensible. Ahí veremos camiones y gente moviéndose rápido «por libreto». Más vale tarde que nunca, es cierto, pero parece que la solidaridad y la gestión eficiente si no es bajo un cámara no es… estamos en una sociedad del espectáculo, lo mediático manda.

Pero la televisión nos ha mostrado «sin censuras» en estos días, el verdadero Chile: militares asistiendo a defender el supermercado Líder y La Polar, la animadora de TVN señalando que «ya comienza a llegar la ayuda a Dichato» sin puntualizar que se trata de ayuda ciudadana y no gubernamental. Ahí los periodistas, sin pauteo hacen preguntas incómodas a algunas autoridades, los únicos en llegar a lugares en que los muertos están siendo velados en las calles, entrevistan personas que reclaman por que fueron avisados que no había tsunami, alcaldes al borde de las lágrimas, la ayuda que no llega después de tres a cuatro días a Concepción, la segunda ciudad más importante de Chile. Es un tercio de Chile el que ha sucumbido, y la verdadera naturaleza de las personas y las instituciones ya apareció. Ahora hay que mediatizarla, y decir ordenadamente lo que conviene que se diga. Mostrar lo que debe ser mostrado. Después de todo, que respuesta puede tener un pequeño campesino de Talca o un poblador de Concepción.

Por Hugo Baronti

El Ciudadano


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