Assange, Greenwald y las amenazas que hoy enfrenta el libre periodismo

Glenn Greenwald aceptó que hay paralelos entre su caso y el del australiano, así como no cree que Bolsonaro habría actuado en contra de un periodista estadounidense si creía que Trump se opondría

Los últimos años han estado impregnados por el surgimiento de Gobiernos de extrema derecha en gran parte del continente americano: Donald Trump, Jair Bolsonaro, Mauricio Macri, Lenín Moreno, Iván Duque, Mario Abdo Benítez, Alejandro Giammattei, Nayib Bukele, entre otros.

En ese sentido, han resurgido también amenazas contra el ejercicio periodístico y la libertad de prensa, que en países gobernados por este tipo de jefes de Estado van perdiendo espacios producto del sesgo informativo que ejercen y la persecución que se gesta contra los periodistas que denuncian irregularidades y corrupción gubernamental.

Al respecto, el periodista estadounidense James Risen, reportero del portal The Intercept y dirigente del Fondo para la Defensa de la Libertad de Prensa First Look, realizó un análisis sobre las nuevas amenazas que enfrenta el periodismo actual, sobre todo las que provienen desde los gobiernos.

Rise sostiene que los mejores ejemplo del sesgo e intimidación al quehacer periodístico se observan en las acusaciones contra Julian Assange, en Estados Unidos, y Glenn Greenwald, en Brasil, que ahora pueden convertirse en el modelo para una ofensiva global contra la libertad de prensa.

El artículo de opinión titulado «Las nuevas amenazas al periodismo vienen de los gobiernos» y publicado por The New York Times el pasado 29 de enero, indica que cuando el fundador de WikiLeaks fue acusado en 2019 por Washington por publicar documentos secretos del Gobierno estadounidense casi una década antes, muchos periodistas manifestaron una profunda preocupación por el peligroso precedente que el caso podría sentar para el periodismo de investigación. Sin embargo, pocos parecieron considerar que el caso también podría servir como ejemplo para otras naciones dispuestas a frenar la libertad de prensa.

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Glenn Greenwald es perseguido por el Gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil. Foto: Agencias

«El martes 21 de enero, Glenn Greenwald —periodista estadounidense que reside en Brasil—, fue acusado de cometer delitos cibernéticos por una serie de reportajes en los que se publicaron mensajes privados entre funcionarios brasileños que revelaron corrupción y abusos en los más altos niveles del gobierno. Los fiscales que presentaron la demanda penal afirmaron que Greenwald formaba parte de una organización delictuosa que intervenía los teléfonos celulares de funcionarios gubernamentales», resalta Risen.

Greenwald, quien es cofundador de The Intercept, ha negado todo de lo que se le acusa y es víctima de un caso «siniestramente similar» al que se ejecuta contra Assange por parte del gobierno de Donald Trump.

«En abril de 2019, el Departamento de Justicia acusó a Assange de ayudar a una fuente —Chelsea Manning, exanalista de inteligencia—, a obtener acceso a la base de datos computarizada del ejército estadounidense. En mayo de 2019, los cargos en su contra se ampliaron y fue acusado formalmente conforme a la Ley de Espionaje por la publicación en WikiLeaks de documentos militares y diplomáticos del país», explica Risen.

Al respecto agrega: «Ambos casos se basan en parte en un nuevo concepto procesal que consiste en que se puede probar que el periodismo es un delito centrándose en las interacciones entre los periodistas y sus fuentes».

Risen indica también que ahora los fiscales están analizando los procesos mediante los cuales las fuentes obtienen información clasificada o privada, que luego les entregan a los periodistas.

«Dado que actualmente dichas interacciones son principalmente electrónicas, los fiscales buscan penalizar al periodismo recurriendo a leyes antihackeo para implicar a los reporteros en la presunta actividad delictiva de sus fuentes al obtener acceso, sin autorización, a datos en computadoras o celulares», defiende Risen.

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Julian Assange es la gran primera víctima del sesgo a la prensa en la era Trump. Foto: Agencias

Erradicar el periodismo de investigación

Explica Risen que «esta estrategia frontal da al gobierno una enorme ventaja sobre los periodistas y, en Estados Unidos, proporciona una manera de evadir las preocupaciones relacionadas con la Primera Enmienda«.

En ese sentido, Risen comenta que si estos casos se vuelven modelos para los fiscales en Estados Unidos y otras naciones los copian, «casi todo periodista de investigación acabará siendo susceptible de ser acusado y encarcelado».

Risen añade que así como existen similitudes entre Trump y Bolsonaro, sobre todo admiración del brasileño por el estadounidense, ambos gobiernos están demostrando ser inquisidores y van por todo lo que les resulta incómodo.

«Tanto el gobierno de Trump como el de Bolsonaro, parecen haber decidido experimentar con esas tácticas draconianas contra la prensa poniéndolas a prueba con figuras que les resultan molestas. De hecho, al momento de su acusación formal el año pasado, ya había un debate dentro de los medios sobre si debería considerarse periodista a Assange».

En 2010, cuando WikiLeaks comenzó a publicar las filtraciones importantes de los documentos de Washington obtenidos de Manning, Assange surgió de manera repentina como un nuevo actor en el paisaje periodístico moderno. Bajo su liderazgo, WikiLeaks publicó los documentos filtrados, además de compartir muchos de ellos con otras importantes organizaciones noticiosas, entre ellas The New York Times.

The intercept
El medio The Intercept publicó una serie investigaciones periodísticas que destaparon el escándalo del caso contra Lula en Brasil

Además de publicarlos, Assange fungió como intermediario entre las fuentes y los periodistas, lo cual dificultó poder definir su labor periodística.

Su participación posterior en el caso entre Trump y Rusia —en 2016, WikiLeaks obtuvo e hizo públicos correos electrónicos, así como otros documentos de la campaña presidencial de Hillary Clinton y el Comité Nacional Demócrata, de un hacker que se creía que estaba relacionado con la inteligencia rusa— lo transformó en un personaje aún más incendiario con poco apoyo público (los cargos federales contra Assange no se relacionan con su participación en esa campaña).

Risen, al hacer referencia de Greenwald, comenta que él mismo «se ufana de ser un personaje polémico y desdeñoso de los medios establecidos y, de hecho, hemos tenido enfrentamientos públicos en relación con nuestras posturas divergentes sobre el caso de Trump y Rusia».

«Sin embargo, también es un periodista apasionado que sobresalió en 2013 por su cobertura ganadora del Pulitzer de una enorme cantidad de documentos de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense filtrados por Edward Snowden, excontratista de ese organismo», añade.

Greenwald Assange
Los casos de Greenwald y Assange deben ser denunciados en la prensa libre

Bolsonaro imita a su ídolo Trump

En 2019, Greenwald consiguió otra filtración importante, los mensajes privados de funcionarios del Gobierno brasileño en relación con el importante caso de corrupción que condujo a la sentencia infundada del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, con lo que lo llevaron a la cárcel y evitaron que ganara las elecciones presidenciales para las que era favorito.

«El reportaje de Greenwald reveló que la investigación que produjo la sentencia del exmandatario estuvo fuertemente politizada y plagada de corrupción. Los reportajes fueron incendiarios en Brasil y, en última instancia, ayudaron a que Lula fuera puesto en libertad en noviembre. Sin embargo, la labor periodística de Greenwald enfureció a Bolsonaro, quien meses antes de que se presentara la denuncia del 21 de enero ya lo había amenazado».

En una entrevista que le hizo Risen a Greenwald el jueves 23 de enero, el periodista aceptó que hay paralelos entre su caso y el de Assange y agregó que no cree que Bolsonaro habría actuado en contra de un periodista estadounidense de haber pensado que Donald Trump se opondría.

Bolsonaro adora a Trump, y su gobierno siguiendo el ejemplo de Trump de que este tipo de comportamiento es aceptable”, manifestó el periodista.

Tanto es así que el Departamento de Estado no ha emitido ninguna declaración sobre el caso de Brasil contra Greenwald, lo cual en gobiernos pasados habría sido una práctica habitual.

“Esto se trata de actuar contra los reporteros que están publicando información que es vergonzosa y no es como el 90 % de las filtraciones que salen de Washington y que son filtraciones oficiales diseñadas para apoyar a la gente en el poder”, dijo Joshua Dratel, abogado de defensa penal en Nueva York que ha representado a informantes importantes y que también representó a WikiLeaks en una demanda civil en su contra presentada por el Comité Nacional Demócrata.

«De hecho, la retórica y las acciones de Trump contra la prensa han alentado a regímenes autoritarios a procesar y encarcelar a periodistas, así como a imponer nuevas leyes contra la prensa y otras medidas diseñadas para restringir la cobertura negativa», subraya Risen.

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El juez Sergio Moro y actual ministro de Justicia de Jair Bolsonaro en Brasil fue quien coordinó el plan para inculpar a Lula y sacarlo de la carrera a la Presidencia del país

Criminalización de la noticia para ampliar el sesgo

Joel Simon, director ejecutivo del Comité para la Protección de los Periodistas, dijo en una entrevista que una de las tácticas más recientes que se diseminan por el mundo es la creación de leyes contra las “noticias falsas”, cuya definición es vaga, y que criminalizan las noticias que a los funcionarios gubernamentales les parecen equivocadas. “Noticias falsas” es, por supuesto, una frase que Trump ha ayudado a popularizar.

“Esta semana, Catar acaba de promulgar una ley contra las noticias falsas”, comentó Simon, y advirtió que Singapur también tiene una. “Estas leyes contra las noticias falsas están totalmente correlacionadas con el gobierno de Trump”.

La prueba más trágica de que Trump está permitiendo la mano dura contra la prensa -resalta Risen- ha sido su fracaso en hacer rendir cuentas al líder de Arabia Saudita, el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, por el brutal asesinato en 2018 de Jamal Khashoggi, periodista de The Washington Post. “El gobierno de Trump ha encubierto el asesinato de Khashoggi”, afirmó Simon.

Aunque, según Simon, los gobiernos de Bush y Obama fueron “inconsistentes” en cuestiones relacionadas con la prensa, “estaban dispuestos a debatir preocupaciones en torno a la libertad de expresión con otro país en el marco de la relación bilateral. Eso ya no existe con Trump”.

Comenta Risen: «Será trágico si los periodistas se encogen de hombros ante el ataque contra Greenwald y no ven este caso con todas sus implicaciones: que los ataques contra la prensa como los de Trump se están diseminando como un virus por todo el planeta».

James Risen es el principal corresponsal de seguridad nacional de The Intercept. También formó parte de la redacción del The New York Times, quien junto a otro exreportero del Times, Eric Lichtblau, fueron premiados con el Pulitzer en 2006 por sus reportajes sobre el espionaje que realiza el gobierno estadounidense.

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