Ciudadanos confiesan: “Yo también vendí pitos”

No son hijos de ministros o de diputados, menos han agarrado a palos a un vecino o los pillaron los pacos

Por Mauricio Becerra

17/02/2009

Publicado en

Portada / Salud

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No son hijos de ministros o de diputados, menos han agarrado a palos a un vecino o los pillaron los pacos. Son quienes jugaron un tiempo a dealer salvándonos de una aburrida tarde ‘libre de drogas’ que cuentan sus peripecias a El Ciudadano. Unos sembrando a metros de una escuela de policías, otros vendiendo en el Patio de los Naranjos o gozando a mil una noche de año nuevo, dan cuenta de que la prohibición de las drogas además de ser inútil es una veta para los emprendedores criollos.

La detención del hijo del ministro de Salud, Alvaro Erazo, Joaquín, al ser pillado por detectives vendiendo un pito en Coñaripe resucitó en los medios la figura de microtraficantes hijos de políticos. El año pasado le tocó al hijo de la diputada UDI, María Angélica Cristi, Paul Morrison y entre conocidos se cuenta que ni hasta los hijos de los burócratas de las drogas han dejado de mover algo de yerba a un amigo o echarse alguna droga declarada ilícita mientras estudiaba.

Muchos hemos sido dealer en algún momento, sobre todo considerando que pasar un caño a alguien es ser microtraficante para la ley de los papás de Paul y Joaquín. Y, además de fumar gratis, ganar algo de dinero y amigos es una experiencia adrenalínica.

El Ciudadano quiso rescatar las historias de algunos jóvenes que alguna vez vendieron yerba o le hicieron la mano a un amigo. Claro que no son tan jugosos como Joaquín o Paul, sino que hoy son exitosos o mediocres profesionales, sin haberle pegado a nadie un palo en la cabeza o venderte anfetamina por XTC. Historias dignas para la innovación empresarial, muy alejadas del estereotipo del traficante que nos venden los medios por estos días.

EL MESÍAS

“Vendí caños cuando estudiaba y creo que mientras te permita ganarte unas lucas sin hacer daño a nadie, no veo que haya problema. Es más, muchos la hicimos alguna vez ya sea haciendo una mano a un amigo o vendiendo algo de lo que tu habías comprado para ti. Igual la experiencia es con adrenalina. Es como prestarle un CD a un amigo para que escuche algún nuevo ritmo. Terminas siendo un Mesías para ellos porque tienes algo de coña buena y no tienen que recurrir a narcos brígidos para poder fumar”
Ricardo, comunicador audiovisual

HACIENDO AMIGOS

“Sí, también vendí caños cuando estudiaba. Y es porque necesitabas dinero. Además, era hacerles un favor a los amigos. Es práctico, se recupera la plata que invertiste en caños y fumas gratis. Además el cannabis permite hacer amigos, es reconocerse como volados como otros les gusta ir a jugar boowling y se hacen amigos, recuerdo que cuando vendí hice muchos que aún veo”.
Francisco, actor

CÁLMESE SEÑOR

“Vendí en la universidad y recuerdo que les hice un favor muy grande a mis compañeros porque si no habrán estado un año entero fumando ‘paragua’. Recuerdo que era por una ‘mano’ que tenía en San Felipe y cada semana iba a buscar unos racimos de cogollos.. uffff!  Claro que también corrí riesgos, como que uno se acostumbra a verlo como un trámite más del día. Iba a la universidad, luego iba a hacer la mano y después hacía los trámites que debía hacer. Una vez hice la mano y pasé a devolver un libro a la biblioteca del Congreso. En la entrada un paco me para y me dice que me revisará la mochila, yo ahí me acordé que andaba con macoña y le decía que estaban por cerrar y debía devolver el libro. El paco me decía: ‘pero cálmese señor ¿por qué tan nervisoso?’ y sonreía. No sé cómo, pero de los 4 bolsillos revisó todos, excepto el cual yo llevaba los caños. Fue ¡una salvada!”
Sebastián, médico

EL SALVADOR

“Un tiempo fui el dealer de las vacaciones. Tuve una mano muy buena de cogollos y me fui al sur por dos meses. Sabís que fui la salvación de muchos mochileros, quienes me abrazaban luego de comprarme caños diciendo que los salvé del ‘paragua’. Ja ja ja… Y fumé gratis todo el viaje”.
Pía, profesora

PERSEGUIDO

“El problema de cuando eres dealer entre tus amigos y compañeros es que te acostumbras a andar con billetes de lucas en los bolsillos. Así salen chelas entre los amigos y hasta me compré unos libros de fisiología que eran ¡terrible caros! Pero como te acostumbras, cuando hay días en que nadie te llama para comprarte y necesitas vender cruzas el umbral y decides salir a ofrecer. Una vez lo hice en una céntrica calle de Viña del Mar y recuerdo que ofrecí a unos locos y me compraron al toque. Luego a otros y los diez papeles que había hecho se me fueron.  Claro que luego me di cuenta de que habían unas cámaras de vigilancia y me asusté. Más aún cuando un par de locos con pinta de ratis empiezan a seguirme por cuatro cuadras. En un semáforo, yo súper asustado paro y dejo que pase lo que tenga que pasar. Los locos se acercan y me dicen: ‘¡oye! Te quedan caños, que estamos verdes por fumarnos uno’”
Pablo, químico farmacéutico

EN EL PATIO DE LOS NARANJOS

“Jamás he vendido caños porque siempre los he bolseado, pero te puedo contar la anécdota de un amigo al que llamamos el ex convicto porque estuvo dos meses en cana acusado de microtráfico y tuvo que pagar una fianza como de 2 millones de pesos. El muy huéa, de pulento que se creía iba a hacer la transacción al Patio de los Naranjos, en la Moneda. Decía que nadie allí nadie lo pillaba y que como las autoridades no respetaban nuestros derechos como usuarios de drogas, había que puro burlarse de ellos. Bueno, se burló un par de meses y lo pillaron”.
Ximena, periodista

FELIZ AÑO NUEVO

“Una vez pasé el año nuevo entero tomando LSD gratis. Me llegó una mano de España y yo los vendí a 15 lucas, sin remordimiento. Gané como 80 lucas y me tomé unos 10 ácidos, claro que esa vez descubrí que cuando tomas muy seguido no te hace nada la dosis y debes echarte unos tres para experimentar el efecto de uno. Fue un excelente año nuevo”
Felipe, tornero mecánico

BECA BOB MARLEY

“Vivíamos con un grupo de amigos, todos licenciados en ciencias sociales y con proyectos de investigación en curso, pero como el dinero no nos alcanzaba decidimos cultivar. Primero para nosotros, pero después empezamos a vender a los amigos. Claro que vivíamos al frente de una escuela de carabineros y entre enero y marzo, antes de la cosecha, salía un bouquet… cuando llegábamos de noche lo notabas a la cuadra del hogar… Si una vez comprando en un negocio del barrio un loco nos dijo que estaban lindas las matas del patio.. Esa vez nos asustamos y cosechamos al tiro. Cuando vendimos le llamamos la Beca Bob Marley, porque realmente resultó para nosotros una economía alternativa que financió en parte nuestras investigaciones”.
Sebastián, sociólogo


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El Ciudadano


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