La revolución de los viejos

Esas canas perfectamente afirmadas de sus cabezas no muestran debilidad alguna


Autor: Mauricio Becerra

Esas canas perfectamente afirmadas de sus cabezas no muestran debilidad alguna. Sus pieles parecen arrugadas, contraídas, pero en el fondo están bien firmes. Se tratan de chiquillos, y cómo no, si 70 y algo de años son una ganga.

No sería nada extraño que a mitad del próximo año, los veamos con muleta en mano, cargando sus sillas de ruedas, o reposados en camillas con el suero colgando, en las afueras de la Moneda protestando por lo que llaman, haciendo sincronía con la bullada demanda de los profesores, su deuda “prehistórica” que el gobierno tiene con ellos.

Los viejos se ponen las pilas. Saben que hay elecciones y no se dejan estar. Y era que no. Son los que históricamente han tenido que sufrir el abandono de varias políticas públicas macro que a ellos no les llega. Pagan una altísima tasa de interés de un 4,4% promedio cuando piden algún préstamo a las Cajas de Compensación, sin contar el 1% que sagradamente tienen que costear por pertenecer a una de ellas. Son víctimas del famoso 7% de salud, cotización criminal que les quita lo poco y nada que reciben de pensión. Y hay más. Llevan una década sin reajuste, a diferencia de todos los sectores públicos.

Entonces, nada. Siguen esperando la “caridad” de un gobierno que los ignora. Se pensó que en el último mensaje presidencial de la tan afamada y super star Michelle Bachelet se abordara de alguna forma el tema. Y es cierto, hubo reforma previsional, pero nada de ese 7% que todos critican, menos imaginar establecer alguna solidarización con sus nulos reajustes en sus pensiones y de sus calvarios al momento de solicitar algún crédito.

Y los viejitos apuntan a un solo culpable: el Ministro de Hacienda Andrés Velasco. El parlamento, unido como pocas veces, ha pedido la derogación de ese maldito 7%, los candidatos presidenciales, han propuesto lo mismo, algunos quitándolo de raíz y otros eliminándolos gradualmente, como Marco Enríquez Ominami y Sebastián Piñera, diversos sectores de la sociedad, piden lo mismo, pero desde el ejecutivo se hacen los sordos.

Según cifras que maneja Juan Antonio Torres, presidente de la Central de Jubilados, existe cerca de un millón y medio de jubilados. Jubilados que pagan toda su vida impuestos. Cuando trabajan, pagan, cuando jubilando, siguen pagando, y cuando mueren, siguen pagando, ¿por qué?, porque las montepiadas deben continuar con el gasto al que injustamente son considerados.

Por eso están atentos. Ya saben que con este gobierno no conseguirán nada, como varios gremios que también fueron olvidados por la señora que marca 80% en las encuestas. Los candidatos presidenciales, al menos, ya están comprometidos. Y seguirán detenidamente lo que acontezca, pues, como me lo confirmó el propio Juan Antonio Torres en una amena conversación telefónica, de no concretarse avances en sus demandas, que se preparen todos, que, si es necesarios sacar los bastones a la calle, que no quepa duda que lo harán. Los chiquillos, como se dicen los jubilados, están decididos a todo.

Alistarse, que se asoma la Revolución de los Viejos.

Julio Sánchez Agurto

Director Periódico La Diagonal


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