La industria de la tecnología sexual vale más de 30 mil millones de dólares

Sexbots: Alternativa sexual que es objeto de estudio para la ciencia

Dos investigadoras concluyeron que estos muñecos, la mayoría con forma de mujer, tienen el potencial de terminar de una vez por todas con el turismo sexual y la prostitución

Un estudio publicado recientemente en la revista BMJ Sexual & Reproductive Health indicó que el sexo con robots de silicona (conocidos también como sexbots) continúa siendo «objeto de estudio importante para la ciencia y la humanidad».

Las investigadoras inglesas Chantal Cox-George y Susan Bewley concluyeron en su investigación que “la industria de la tecnología sexual ya tiene un valor estimado de 30 mil millones de dólares».

Actualmente, existen cuatro grandes compañías que venden «sexbots» (dispositivos con formas humanas creados para la gratificación sexual) por precios que oscilan entre los 5.000 y los 15.000 dólares. Además, también se comercializan modelos robóticos infantiles con el mismo fin.

Existe competencia en el mercado para la venta de estas muñecas. Foto Web

¿Un mercado sólo para hombres?

Las investigadoras señalan que “al parecer este mercado es sólo para hombres, ya que hasta ahora solo se han creado «sexbots» adultos (e infantiles) femeninos, aunque recientemente una empresa anunció su objetivo de vender dispositivos masculinos a finales de 2018”.

¿Estarán reforzando estereotipos machistas?

Los detractores argumentan que «los sexbots pueden promover y generalizar la idea de que también las mujeres vivas son objetos sexuales que deberían estar siempre disponibles”, es decir, mantiene en la cúspide la idea de una mujer sumisa en manos de un hombre dominante, reforzando el estereotipo machista que deben ser tratados con ayuda sicológica, más que con una fémina artificial para su diversión sexual.

¿Podría acabar con la prostitución?

Cox-George y Bewley citaron como ejemplo que algunas personas les comentaron que los «sexbots» tienen el potencial de terminar de una vez por todas con el turismo sexual y la prostitución, eliminando un importante vector para la transmisión de virus e infecciones.

Sin embargo, las autoras del estudio concluyen que se desconoce por completo si «los sexbots llevarán a un menor riesgo de violencia e infecciones o si, por el contrario, impulsarán una mayor explotación de los trabajadores sexuales humanos”.

El uso de estas muñecas podría reforzar estereotipos machistas de maltrato. Foto Web

¿Es terapéutico tener sexo con un robot?

Según el estudio, si bien es cierto que la tecnología puede ayudar a aliviar las frustraciones sexuales de individuos aislados, también lo es que podría llevar a esos mismos individuos “a aislarse aún más por la ilusión de tener una satisfacción sustitutiva”.

En este sentido, lo terapéutico está en veremos, ya que sentimientos como la complicidad o la intimidad podrían resultar huecos, pues un ser humano puede desear genuinamente a un robot, pero “la reciprocidad solo puede ser limitada y artificial”, según su programación.

¿Prescribirse para tratar a violadores y pedófilos?

Otro debate sobre el uso de robots de silicona sostiene que su uso debería prescribirse para tratar a violadores y pedófilos. “Una compañía -afirma el artículo- con una década de experiencia fabricando muñecas sexuales infantiles realistas sostiene que esas muñecas podrían ayudar a las personas a redirigir sus deseos más oscuros, protegiendo así a las potenciales víctimas”.

Las investigadoras añaden que, dada la falta de evidencia de tratamientos efectivos de delincuentes sexuales contra niños, “advertimos seriamente contra el uso de tratamientos paliativos con robots infantiles, a menos que formen parte de ensayos de investigación robustos, científica y éticamente aceptables”.

Por último, recomiendan más estudios de salud “con observaciones médicas, informes de casos y medición de respuestas visuales y neuronales de los usuarios, junto con evidencias del impacto de robots -sexbots en particular- en los sectores de educación, justicia penal y ciencias sociales”. Todo ello, argumentan las investigadoras, «repercutiría en un debilitamiento de la industria».

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