En territorio inglés, la corte de Crown, en Newcastle recientemente definió al homicidio de Jimmy Prout como “tortura medieval”. Y no exageraron: le tiraron la dentadura con martillo y cincel, le cortaron el escroto, lo obligaron a comerse uno de sus testículos y finalmente desecharon su cuerpo en un terreno baldío donde los animales se dieron un festín con su carne lacerada.
Las autoridades confirmaron que Prout —cuyo cuerpo fue hallado envuelto en un saco de dormir para simular que había muerto mientras dormía a la intemperie— murió como resultado del “trauma” de sus lesiones.
La Corte declaró que el torturado, de 45 años, presuntamente fue sometido a los procedimientos terroríficos durante un mes, a manos de un grupo de cuatro personas que tienen una “relación extraña, con una dimensión de culto”.
Paul Greaney, el abogado defensor, confirmó que Prout no fue únicamente maltratado, sino fue brutalmente torturado.
Los culpables son Ann Corbett, Zahid Zaman, Myra Wood y Kay Rayworth, y aunque han negado haber asesinado o “haber permitido” la muerte de un adulto “vulnerable”, pervirtieron el curso de la investigación, que se remonta al 2015, cuando supuestamente varios sucesos provocaron “las tensiones” que los llevaron a atacar a Prout.
La razón del embate fue la respuesta a la incapacidad del torturado para ayudar a Zaman a recuperar las pertenencias que, supuestamente, le había arrebatado el hermano de Corbett. Prout no hizo lo suficiente y esa fue su condena. El grupo del medievo cubrió todas las pistas que pudieran guiar a la policía hasta ellos e incluso ofrecieron su ayuda para intentar dar con su víctima.
Desde ese momento, comenzaron a atacarlo sin cesar. Greaney afirma que con frecuencia, esos asaltos involucraban “terribles heridas” y generalmente se relacionaban con algún tipo de humillación: “Terriblemente, en una ocasión, el escroto de Jimmy fue abierto de par en par y se le arrancó un testículo, para después obligarlo a engullirlo”. Una historia espeluznante.