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La gente que está loca por vivir

Les deuz amis, la película de Louis Garrel, estrenada el año pasado sin penas ni gloria, que de a poco comienza a dar que hablar.

Por Lucio V. Pinedo

15/04/2016

Publicado en

Artes / Cine / Cultura

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Lejos del estruendo de la sección oficial, de sus aplausos hiperbólicos y desengaños desmedidos, las secciones paralelas del Festival de Cannes siguen funcionando de escaparate para pequeñas y gratas sorpresas. Así sucedió el año pasado con Les deux amis, el primer largometraje que dirige el actor Louis Garrel (París, 1983), presentada en la Semana de la Crítica. «Es la sección donde me apetecía estar, porque aquí debutó Bertolucci», comentaba Garrel, pocos días antes del estreno, encadenando cigarrillos en una terraza de Saint-Germain, meca de la intelectualidad parisina.

Fue Bertolucci quien lanzó la carrera de Garrel en el cine en 2003 al escogerlo como uno de los tres protagonistas de Los soñadores, cuando era solo un estudiante de conservatorio teatral. Desde entonces, todo ha sido gloria para este joven de pelo cuidadosamente alborotado y silueta de poeta romántico, convertido en una especie de sex symbol de barricada revolucionaria, a la vez que en homme fatale susceptible de vender perfumes de lujo (es imagen de Valentino tras haberlo sido de Armani).

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Como su título indica, Les deux amis habla de ese extraño vínculo al que llamamos amistad. La protagoniza el propio Garrel en el papel de Abel, un apuesto y cínico aspirante a escritor que debe conformarse con su trabajo en una estación de servicio. A su lado aparece Clément, figurante sin frase en varios rodajes cinematográficos, al que le une una larga amistad. Cuando llega a sus vidas Mona, una chica que vende bocadillos en una estación de tren y esconde un insospechado secreto, la devoción que sienten el uno por el otro se transformará en algo parecido a la rivalidad (hay algunas referencias a Jules et Jim aquí).

Sin embargo, Garrel no ha dudado en describir la amistad como una variante del amor y como una institución similar al matrimonio, que también se puede romper de tanto usarlo. «La amistad es amor sin sexo. Lo único que las distingue es la falta de pulsión sexual. Por el resto, ambas cosas están marcadas por patrones parecidos, como la admiración, la seducción y la posesividad. Igual que en el amor, existen amistades nobles y nocivas. Algunas son duraderas y otras terminan en ruptura», afirmaba Garrel.

A un año de su estreno, la película lentamente comienza a circular en ambientes y festivales alternativos. Tiene una fotografía bellísima y unos movimientos de cámara excelentes. Por momentos, el argumento se torna un poco tedioso, pero se subsana ese defecto por los virajes inesperados del guión.

El principal fuerte es la sensibilidad con la que Garrel narra la vida de los tres personajes, inconformes con lo que tienen, pero sin saber con claridad qué quieren. No obstante, poseen la virtud del apasionamiento, que los eleva por sobre la mediocridad y, al mismo tiempo, los vuelve vulnerables. Las ganas de vivir, en ellos, son más fuertes que la fragilidad.

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