Lo que sucede en Chile no es una excepción: el cinturón de fuego del Pacífico se ha activado por todas partes. Incluso el volcán más grande del mundo, el Mauna Loa de Hawái, se activó después de 40 años de tranquilidad. En nuestro país son varios los volcanes que hoy están en alerta amarilla. El caso más notorio hasta ahora había sido el del Complejo Volcánico Nevados de Chillán. Sin embargo, hace pocos días se sumó el volcán Villarrica o Rukapillan, como lo denomina la población mapuche.
Como vivo en Pucón, ciudad que está en las faldas del volcán, en las últimas semanas he sido testigo privilegiado de los preparativos que se desarrollan para enfrentar una posible erupción.
A diferencia de los semáforos que regulan el tránsito que tienen tres colores, el semáforo de los volcanes incluye un nivel más, por lo que tiene cuatro. En estos semáforos se suma el color naranja entre el amarillo y el rojo. Este color indica a la población que es necesario prepararse para enfrentar una inminente o muy probable erupción.
En las últimas semanas el volcán Villarrica ha presentado numerosos indicadores de anomalías. Sin embargo, a pesar de estos indicadores, el semáforo continúa pegado en la alerta amarilla mientras que los preparativos que se están haciendo ya corresponden a la alerta naranja. Es decir, los preparativos de una etapa superior han comenzado sin que aún se declare oficialmente.
¿Por qué se produce esta situación? Básicamente porque la actividad de los volcanes no sigue el ritmo de las actividades de los seres humanos y mucho menos acompaña los programas de reactivación económica que necesitan las comunas, regiones o, directamente, el país.
En este escenario, existe en Pucón una pugna entre la prioridad que debe darse a la seguridad de la población (a través de medidas preventivas) y las señales que deben enviarse para el estímulo del turismo, la principal actividad económica de la comuna.
Lo cierto es que el turismo podría verse afectado por una señal técnica (como es la alerta naranja) que indicaría que la erupción podría presentarse en cualquier momento. La zona lacustre espera para esta temporada unos 200 mil turistas y la temporada comienza recién ahora. Este es el motivo por el que han llegado a la zona numerosas autoridades. Una de ellas fue la ministra de Minería, Marcela Hernando, quien declaró que era el momento de prepararse en referencia a una posible erupción.
Entonces, en Pucón hay que tomar medidas sin que los turistas se den cuenta de que estamos viviendo una situación muy seria.
En la anterior erupción del volcán Villarrica, ocurrida el martes 3 de marzo del 2015, la alerta naranja se declaró sólo un día antes. Con tan poco tiempo de anticipación, la alerta no cumplió su finalidad. Lo que realmente ocurrió fue que la preparación de la población se desarrolló durante la alerta amarilla, para no inquietar demasiado a las personas debido a que la temporada turística estaba en desarrollo. Una alerta naranja podría haber provocado una verdadera estampida de los turistas que se encontraban en la comuna en ese momento.
En mi opinión, la crisis climática se parece mucho a lo que está ocurriendo en Pucón con la incómoda alerta naranja. Nadie quiere hablar de preparación, lo que sería en materia climática abordar “medidas de adaptación”, e insisten en tratar de convencernos de que el planeta está en alerta amarilla. En realidad, deberíamos estar en alerta naranja preparándonos para cuando tengamos que enfrentar la “erupción” climática que, a diferencia de las volcánicas, no tendrá vuelta atrás.
Por Manuel Baquedano
Presidente del Instituto de Ecología Política
Publicado en Poder y Liderazgo, 9.12. 22