Bahréin: La lucha continúa

Las fuerzas de la resistencia en Bahréin han insistido en el logro de la unidad y preservarla con el objeto de enfrentar a la monarquía de los Al Jalifa, conscientes de que es la unidad la que permite disponer fuerzas y objetivos que convoquen al máximo de población.

Bahréin: La lucha continúa

Autor: Pablo Jofre

Las fuerzas de la resistencia del pueblo de Bahréin, en lucha contra la monarquía de los Al Jalifa, mantienen en alto las reivindicaciones destinadas a lograr los objetivos trazados desde aquella Tamarod –Rebelión– iniciada el año 2011 y que significó la irrupción de tropas de Arabia saudí para apuntalar al régimen aliado(1).

Me refiero al hecho que la mayoritaria población chií de Baréin, regida con puño de hierro por la Monarquía del Sheij Hamad bin Isa al Jalifa y una dinastía que gobierna Bahréin desde fines del siglo XVIII, se moviliza con el objetivo de exigir reformas democráticas y el fin de la discriminación por parte del régimen aliado de Estados Unidos y en pleno proceso de visibilización de sus acuerdos con el régimen sionista. Recordemos que desde febrero del año 2011, coincidente con otros levantamientos en el mundo árabe, el pequeño país ubicado en el Golfo Pérsico ha sido escenario de movilizaciones sociales dirigidas a lograr la liberación de los presos políticos que se hacinan por miles en las cárceles del régimen monárquico, suspender todo tipo de represión, como también suspender toda cooperación, en cualquier campo, con el sionismo, generar un cambio estructural en el sistema apolítico que concluya, finalmente, con el fin de la monarquía y hacer partícipe de la marcha del país a sus habitantes y no ser dirigidos por un clan familiar.

Baréin es escenario de manifestaciones en forma periódica, las cuales suelen ser reprimidas brutalmente por las fuerzas de seguridad bareiníes, que han tenido entrenamiento desde los servicios de seguridad de Arabia saudí y el Mossad israelí. Movilizaciones sociales que están dirigidas a obtener la libertad de los presos políticos en estos 12 años de rebelión, la retirada de las fuerzas militares saudíes que quedaron en Bahréin como asesores y que en su momento cruzaron la Calzada del Rey Fahd -un puente de 26 kilómetros de largo que une esta isla con Arabia Saudita– y que apuntalaron a la Monarquía de Al Jalifa junto al apoyo estadounidense teniendo en cuenta que en territorio de esta isla radica, desde el año 1990, en el principal puerto de Baréin, Juffar, la denominada Quinta Flota Naval y cuatro mil miembros de las Fuerzas Armadas norteamericanas, junto a tropas británicas que también tienen instalaciones militares y navales en la isla.

Bahréin para el poder hegemónico occidental adquiere así una importancia estratégica: situada frente a Irán, en el golfo pérsico, tratando de influir en una zona por la cual transita cerca del 40% del petróleo que va a Occidente y donde la república islámica de Irán ejerce su legítimo derecho a la custodia de su soberanía. La V Flota estadounidense es la responsable de las Fuerzas Navales que operan, no sólo en el Golfo Pérsico, sino también en el Mar Rojo, el mar de Omán y la costa este de África hasta Kenia por el sur. Bahréin es también sede del mando del US Naval Forces Central CommandNavcent– componente del United States Central Command, CENTCOM y que ofrece la Base de Issa para la utilización de su pista área de un centenar de aeronaves de guerra, utilizada, por ejemplo, para apoyo aéreo a la guerra de agresión que sufre Siria y labores de vigilancia en suelo iraquí. A fines del año 2015, Washington terminó de duplicar la capacidad del Aeropuerto internacional de Manama, con el objeto de aumentar su actual capacidad en el marco de su reorientación geoestratégica en la región del Golfo Pérsico, la costa este de África, Asia Central y Oriente Medio.

Las fuerzas de la resistencia en Bahréin han insistido en el logro de la unidad y preservarla con el objeto de enfrentar a la monarquía de los Al Jalifa, conscientes de que es la unidad la que permite disponer fuerzas y objetivos que convoquen al máximo de población. Maximizar las acciones de resistencia y no sufrir en demasía los rigores de un régimen que detiene, tortura, secuestra y asesina. La unidad de cada uno de los movimientos, partidos y organizaciones de Bahréin como Al Wefaq, Frente de Liberación de Bahréin, el Partido Baas Árabe Socialista, y el Movimiento Nacionalista Árabe, va en el camino de derrocar a la monarquía, en el objetivo de alcanzar un sistema donde la población tenga garantizado sus derechos políticos y sociales.

Lo anterior, sobre todo porque Asia Occidental y algunos países africanos están enfrascados en un proceso de acercamientos, acuerdos y estrechar lazos con el sionismo y ello representa un peligro para el conjunto de Asia occidental y el Magreb. Y es la unidad el camino de enfrentar esta sionización de las relaciones de los gobiernos árabes con la entidad infanticida. La unidad es un camino de lucha necesario, un imperativo; ninguna fuerza por si sola triunfará sobre los Al Jalifa sino cuenta con un amplio apoyo social. Y, finalmente, preservar la unidad es justamente impedir el objetivo del régimen que es desunir, disgregar, fragmentar. La unión hace la fuerza es una máxima más necesaria que nunca en Bahréin, así como en todos aquellos países sujetos al arbitrio de regímenes totalitarios.

La convicción del pueblo bareiní es que viven regidos por una monarquía que sólo saquea las riquezas del país para el beneficio de una dinastía que, además de copar la administración del Estado, concretan negocios que multiplica su riquezas en desmedro de 1.700.000 habitantes. Es la realidad de una sociedad conformada por un 50% de bahreiníes y otro 50% de inmigrantes, que son explotados para satisfacer los afanes de lujo y proyectos de una casta familiar, un gobierno plagado de nepotismo donde las riquezas están poseídas por Los Al Jalifa de Bahréin, una monarquía absoluta bajo el manto constitucional, donde el rey, con cuatro esposas y 15 hijos, su poderoso tío y el heredero, mantienen un férreo control de los dineros que ingresan por el petróleo, el gas, las inversiones inmobiliarias y el haber convertido al país en un centro financiero internacional.

Nada se hace en Bahréin sino se cuenta con el beneplácito de la familia Al Jalifa. Incluso derrochar el dinero en eventos como el gran premio de fórmula I de Bahréin, eventos de moda internacional o donar al ex rey Juan Carlos de España dos millones de dólares simplemente porque le dio la gana a los Al jalifa. La liberalización de la economía y la privatización de servicios básicos va en desmedro de una población que paga altos impuestos mientras la casta gobernante suele guardar sus miles de millones de dólares en la banca extranjera. Donde además existe una clara discriminación económica contra la mayoritaria población chií junto a los derechos limitados de los trabajadores y trabajadoras migrantes en virtud del sistema de patrocinio –kafala-. La riqueza sólo se ve en la familia gobernante y la burocracia monárquica pero el resto de la sociedad se ve con dificultades de acceder a empleos bien remunerados, a la vivienda, con alta inflación que repercute en la adquisición de bienes y alimentos básicos. Es decir, el Estado bahreiní se desatiende de la economía, de la industria y ello implica empequeñecer el Estado, agrandar la presencia del mundo privado, que a su vez responde a la monarquía.

Si a lo mencionado unimos la política de permanente violación a los derechos humanos de la mayoritaria población chií –comprobado por investigaciones oficiales exigidas a partir de la sangrienta represión del año 2011– y que no ha variado en lo absoluto. Las investigaciones de malos tratos desembocaron en impunidad para los perpetradores. La población trabajadora migrante sufría robo de salarios y junto con la población penitenciaria, violaciones de su derecho a la salud. El gobierno vulneró el derecho a la privacidad mediante el uso de vigilancia invasiva, utilizando para ello el programa Pegasus, creación israelí que ha generado críticas de organismo defensores de derechos humanos como Amnistía Internacional que ha declarado que Pegasus es un atropello a la privacidad de las personas y permite la vigilancia de líderes políticos, presidentes, organizaciones defensoras derechos humanos, entre otras. Efectivamente, nuevas investigaciones han revelado cómo el conocido software espía Pegasus de NSO Group se usó para infectar los dispositivos de tres activistas en Bahréin, lo que pone de manifiesto una vez más la grave amenaza que Pegasus representa para quienes mantienen una actitud crítica hacia gobiernos represivos.

En general, cuando trato la situación de Bahréin constato que este país no ha cambiado un ápice su realidad de ser considerada una sociedad regida por un régimen monárquico con maquillaje de constitucional, donde se masacra a un pueblo árabe, pero la prensa no dice nada. Ni la OTAN ni Estados Unidos van en su auxilio. Las Naciones Unidas callan y ello es por una muy simple razón: Bahréin es una monarquía de petrodólares, lacaya y satélite de la hegemonía estadounidenses y este orden no conviene alterarlo”. Con Bahréin se utiliza la estrategia de la ceguera, el no escuchar y menos oír los lamentos de un pueblo con aires de libertad y que, sin embargo, está siendo ahogado por una monarquía interna y los afanes de una monarquía con ínfulas de potencia regional, que suele no sólo ayudar a reprimir a sus vecinos, sino también financiar y apoyar movimientos terroristas como ha ido el caso de Al-Qaeda, Daesh y otros movimientos salafistas contrarios al propio islam.

Los gobiernos árabes difícilmente han emitido una opinión de apoyo al pueblo bareiní, que se explica por la fuerte campaña contra el chiismo que es patrocinado por la monarquía saudí, a la cual se une en forma entusiasta Washington, que ve en ello sus propios objetivos de guerra híbrida contra Irán. Convirtiéndose en cómplice de la familia real de Baréin, minimizando la severidad de la represión y la violencia y ha seguido invocando argumentos para hacer, supuestamente, a Baréin un caso especial. Para limpiar la imagen de este régimen se le conminó a crear una comisión monárquica especial para investigar los hechos denunciados en su momento como violatorios de los derechos humanos, concluyendo que ni la familia real ni su sistema político son responsable del deterioro de los derechos humanos en ese reino.

La denominada comisión Bassiouni, así como las recomendaciones formuladas por el Consejo de Derechos Humanos no han servido para detener la represión contra la población bareiní, que sigue manifestándose en función de lograr un cambio significativo a sus situación política, religiosa y social. Los acontecimientos, acciones y desarrollo de la Tamarod en Bahréin demuestra que esa comisión, si hubiese sido verdaderamente independiente, tendría que haber concluido que la represión en Baréin no habría sido posible sin la cobertura de Estados Unidos y de la Unión Europea, que, según el analista Abu Khalil “parece amar y cuidar a unos árabes, mientras contempla con alegría la matanza de otros”

La monarquía saudí ha intervenido política y militarmente en Baréin, temeroso de que la influencia de la lucha en este pequeño país, con población mayoritariamente chiita, se extienda con su fuego de indignación al este del país, donde vive una significativa minoría chií en la región del Al Qatif, en la provincia de Al Sharqiya, en torno a las ciudades de Dharhan y Awamiyah. Las protestas contra la monarquía Al Jalifa y su apoyo wahabita se han intensificado desde noviembre del año 2011, sobre todo en la mencionada región este del país, lo que explica la fuerte represión contra las demandas de mayor libertad política, libertad de expresión y movilización, además del fin de la discriminación económica y religiosa. Esta intervención, al margen de la legalidad internacional, ha significado no sólo una fuerte represión interna, sino también conflictos con el gobierno de Irán, que apoya a los movimientos opositores en Baréin pertenecientes a la mayoría chií(2).

Desde el inicio de la Tamarod en Bahréin –en el mes de febrero del año 2011– las leyes destinadas a combatir las manifestaciones de la población han intensificado la represión y el juzgamiento severo de cualquier acto, que, según las autoridades bahreiníes, vayan contra el orden público y la legitimidad de la monarquía. Leyes denominadas de “Protección a la comunidad contra actos terroristas”, aplicadas contra la oposición política y activistas de derechos humanos. Para los organismos defensores de derechos humanos, Bahréin corre peligro de quedar sumido en la inestabilidad, a causa del nivel de violaciones de derechos humanos en el país y de la impunidad reinante en las fuerzas de seguridad por estos abusos.

Por Pablo Jofré Leal

Artículo para Hispantv

Permitida su reproducción citando la fuente

1.-http://radio.uchile.cl/2014/12/01/la-olvidada-rebelion-de-barein/

2.-https://www.hispantv.com/noticias/opinion/59578/israel-ataques-profanacion-mezquita-alaqsa-palestina


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