[Columna de Opinión]

Irán: 44 años de resistencia y ejemplo

Tras 44 años de Revolución Irán sigue firme en la defensa de su soberanía, dignidad y hoy con la necesaria economía de resistencia, conceptos básicos para entender el proceso iraní. Más allá de las diferencias políticas, en Irán se coincide en la defensa irrestricta de la Revolución Islámica y en que el enemigo común es Estados Unidos y sus socios sionistas y wahabitas.

Por Pablo Jofre

11/02/2023

Publicado en

Columnas / Mundo / Oriente Medio / Política

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Desde aquel 11 de febrero del año 1979 a la fecha, han sido 44 años de agresiones, procesos desestabilizadores, crímenes de científicos nucleares, ataques a instituciones del Estado, 20 mil asesinatos a manos del grupo terrorista MKO –con sede en París, Francia y campos de entrenamiento en Albania bajo el patrocinio de Washington y la OTAN–. Han sido 44 años de agresiones de los gobiernos estadounidenses, que no perdonan al pueblo iraní haberse liberado de una monarquía de los Pahlavi y la nociva influencia occidental.

Para los poderes hegemónicos, aquellos que tratan por todos los medios de mantener una política de dominio, que cada día va a la baja, los países que buscan su propio camino de desarrollo, que tienen como norte los conceptos de soberanía y dignidad, se convierten de inmediato en enemigos a los cuales se les debe borrar del mapa. Resulta evidente que Estados Unidos ha dominado la escena mundial en los últimos 75 años, bajo la premisa de que los países y sus pueblos están para servirle y permitir que el denominado “estilo de vida estadounidense” se mantenga, a pesar de los costos y daños generados en materia de la defensa de los derechos humanos, inestabilidad en los cinco continentes, catástrofe ambiental planetaria y un desequilibrio entre las naciones en materia política, económica y militar. Dicha conducta, cada día, tiene más frentes de rechazo; el poder unilateral se enfrenta a una corriente -donde se encuentra la República Islámica de Irán-, que marcha hacia un mundo multilateral.

En conmemoraciones anteriores de la Revolución Islámica de Irán, suelo recordar una realidad indudable: Estados Unidos no busca amigos o socios horizontales. Necesita gobiernos serviles, obsecuentes, que ejecuten sus políticas hegemónicas y que en el caso de Asia occidental encuentra su expresión práctica en el fortalecimiento de relaciones con dos de las ideologías más extremistas del mundo: el sionismo israelí y el wahabismo saudí. Ellas, junto al imperialismo estadounidense, generan una triada que ha llevado la muerte y el dolor a gran parte de esa zona del mundo, incluyendo al Magreb, Asia Central e incluso ampliando su nefasta influencia a Latinoamérica. Socios en la destrucción y la muerte, en el afán de dominio y sometimiento de los pueblos, pero que desde el año 1979 han encontrado un rival que no se deja avasallar y que les ha plantado dura batalla, en defensa no sólo de su soberanía, sino también en apoyo de naciones como Siria, Irak, el pueblo yemení y Palestina, como líder del Eje de la Resistencia: la República Islámica de Irán.

UNA REVOLUCIÓN REFERENCIAL

El triunfo revolucionario iraní ha generado una influencia potente, conformando a la nación persa como alternativa política, a un mundo que hasta el momento de la victoria revolucionaria se dividía entre el campo occidental liderado por Estados Unidos y el campo socialista, que tenía como referente a la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1). Una República Islámica con una Revolución victoriosa e indudable referente, para muchos pueblos del mundo, que cumple este 11 de febrero 44 años desde aquella epopeya histórica, que cambió la correlación de fuerzas hasta entonces existente con amplia influencia en el mundo islámico, generando lo que se ha consolidado como el despertar islámico. Un proceso revolucionario conocido como la Daheye Fajr o Década del Alba, que comienza el día 1 de febrero del año 1979, con el retorno a Teherán, desde Paris, del exiliado líder religioso el Imán Jomeini, que alienta a la nación persa a intensificar su lucha revolucionaria, logrando, finalmente, la caída del régimen monárquico de los Pahleví el día 11 de febrero.

La política desestabilizadora de Estados Unidos contra Irán, ya sea en forma directa o indirecta, se remonta al menos a 70 años. Efectivamente, tras el término de la Segunda Guerra Mundial, Washington decidió que, en el marco de la denominada Guerra Fría, Irán sería una pieza clave en la contención de los afanes hegemónicos de la ex Unión Soviética. Se consolidó así un doble pivote reaccionario y con características de gendarme de los intereses de Occidente en Asia Occidental: el Irán Monárquico y la creación artificiosa de la entidad sionista el año 1948.

El año 1951 se elige primer ministro de Irán a Mohammad Mosaddeq, quien intentó, en agosto del año 1953, nacionalizar la industria petrolera. Decisión que genera la acción golpista de Estados Unidos con el Sha, quien destituye a Mosaddeq, decisión resistida por la población, obligando a Reza Pahleví a huir con destino a Roma. En la capital italiana se comienza a tejer la puntada final de intervención golpista en Irán. Es así que el jefe de la CIA, Allan Dulles, arriba a la capital italiana, para coordinar las acciones que condujeron al derrocamiento de Mossadeq. Se restaura la monarquía y se desarrolla una política de profunda represión, donde comienza a tener especial papel, a partir de 1957, la SAVAK, con fundamentos, entrenamiento y dirección a manos de los servicio de inteligencia de Estados Unidos e Israel. Mohammad Reza Pahlaví reconoce a Israel, como no lo había hecho ningún país de la región y se establecen estrechas relaciones entre la CIA, el Mossad y la SAVAK. Tan cercana era esta relación, que funcionarios de la monarquía persa solicitaron, ese año 1979, a oficiales del Mossad, asesinar al Iman Jomeini, convencidos que de esa forma podrían detener la revolución iraní. La intentona fracasó, pero no se detuvo la acción desestabilizadora de este binomio criminal, que sumaría a la monarquía saudí.

Han sido 44 años de un duro batallar, de una Revolución que ha sufrido múltiples agresiones, como fue el caso de la guerra santa entre los años 1980 y 1988, a manos del régimen iraquí presidido por el fallecido Sadam Hussein, alentado por Washington para atacar a Irán y destruir la joven revolución. Un intento criminal, sangriento, destructor, que fracasó desde el punto de vista de detener el proceso revolucionario iraní. El intento fracasó y la denominada defensa sagrada fue el catalizador de una revolución que comenzó poco a poco a transformarse en el poder regional que es hoy en día, causando preocupación en los otrora poderes hegemónicos en la zona. Un Irán consolidado a la luz de un mensaje y una práctica que llama a la conquista, defensa y consolidación de la soberanía y la dignidad como ejes fundamentales, para la construcción de una identidad como países.

La nación persa tiene sus propias contradicciones y ¿cómo no tenerla? si se trata de un proceso político vivo, en permanente desarrollo, con altibajos, con dificultades, con un pueblo movilizado pero que es capaz de separar aguas de aquellos que, aprovechando las lógicas reivindicaciones económicas, intentan desestabilizar el país, haciéndole el juego a Washington y aliados, que aprovechan cada resquicio, cada oportunidad para tratar de quebrar la unidad revolucionaria en Irán. Así lo hemos visto durante semanas, tras la muerte de Mahsa Amini, que sirvió a Occidente y sus servicios de inteligencia y grupos extremistas para coordinar acciones de terrorismo, para dar comienzo a una nueva etapa de la guerra híbrida contra Irán. Un teatro de operaciones donde las acciones terroristas del Mossad comprueban las denuncias que Irán ha hecho sobre la labor de punta de lanza que cumple el régimen nacionalsionista en Asia occidental. Bien lo ha definido la autoridad religiosa de Irán, tanto el fallecido Imán Jomeini como también Seyed Ali Jamenei: el sionismo es el principal enemigo de los pueblos en la región donde está enquistado y del mundo en general. El sionismo en Asia occidental es el brazo ejecutor del imperialismo en una simbiosis sedienta de sangre, ocupando también en esta acción a la corrupta monarquía saudí.

A 44 años del triunfo de la revolución reedito mis palabras, para resaltar el papel que cumple Irán en la región. Un papel que brilla con más fuerza que nunca, a partir del triunfo en la firma de los acuerdos nucleares, su decidido apoyo a la causa del pueblo palestino. Como también el sostén otorgado a los pueblos de Siria, Irak, Yemen, El Líbano. Sólo la República Islámica de Irán ha logrado frenar los ímpetus del terrorismo global takfirí, hijos putativos, creados, organizados, financiados y armados por Washington y sus aliados: Sólo Irán junto al Eje de la Resistencia -y la posterior incorporación de las Fuerzas Aeroespaciales Rusas– han sido efectivas para combatir, contener y luego destruir a estos grupos terroristas, a contrapelo de una coalición internacional liderada por Estados Unidos, más enfrascada en fragmentar Siria e Irak, que combatir al terrorismo. El asesinato del teniente general Qasem Soleimani el 3 de enero del año 2020, refrendó el pensamiento de los pueblos del mundo del enorme papel cumplido por Irán, las Fuerzas Quds y el Eje de la Resistencia en general en la lucha contra el terrorismo.

El autor francés Jean Michel Vernochet, en un valiosísimo libro titulado “Irán: la destrucción necesaria”, sostiene respecto al papel predador de Washington y sus aliados, “hay que destruir a Irán ¡claro que sí! No sólo para impedir su eventual acceso al arma atómica (algo improbable) no sólo porque la independencia de Irán puede poner en entredicho la preeminencia regional de Israel, atalaya occidental en el Oriente Medio… Es que hay que mantener, a toda costa, la posición dominante de Israel en la región, que depende de su monopolio regional del arma atómica”(2). Muestra evidente de la hipocresía y el doble rasero de Washington, que suele “rasgar vestiduras frente al programa nuclear iraní” y, sin embargo, existe un silencio cómplice frente a los 20 a 30 artefactos nucleares que el sionismo posee. La posesión de armas nucleares por parte de Israel sin que exista la aplicación de sanciones, embargos, bloqueos u otras herramientas de presión, como sí se ha hecho con países como Corea del Norte -que posee una decena de ingenios nucleares- e Irán, que no posee ninguna, muestra ese doble rasero que a estas alturas resulta claramente la decisión de poner un pie encima de las decisiones soberanas de los países respecto a llevar a cabo sus programas nucleares por la senda que lo definan.

Resulta evidente que “No existe posibilidad de alcanzar la paz, la estabilidad mientras el sionismo tenga armas nucleares, mientras no se someta a un proceso de desnuclearización y vigilancia a manos de la Organización Internacional de Energía AtómicaOIEA– y, sobre todo, termine su ocupación de Palestina. Sin ello, cualquier intento de paz para la región chocará siempre con los intentos hegemónicos de Occidente y su hijo putativo sionista” (3). Irán, conocedor de esta realidad de impunidad con que cuenta el sionismo –beneficiándose del aval financiero, militar, político y diplomático a Washington y el lobby sionista en Estados Unidos– no descuida la defensa de su revolución. Irán es consciente de sus responsabilidades, no sólo respecto a la protección de su sociedad, sino también el papel que cumple a través del Eje de la Resistencia. Irán, en un escenario complejo, con dificultades económicas, con agresiones activas a la orden del día por parte de Washington y sus hijos putativos, está dando un mensaje contundente de fidelidad a sus principios e ideales. Conducta extraña en un mundo donde los poderes suelen servir indignamente a hegemonías ajenas, a culturas, creencias, historia y relaciones de vecindad. Un Irán que nos enseña que resistir es parte del lenguaje de la victoria, teniendo presente la serie de complots vividos por la nación persa el año 2017, que incluyeron atentados en su capital y en el santuario del Imán Jomeini.

La política de sanciones establecida por Washington, el apoyo a grupos violentistas, que pretendieron encauzar las legítimas aspiraciones de la sociedad iraní por caminos de desestabilización. Y como he mencionado anteriormente, los sucesos relacionados con la muerte de la joven iraní Mahsa Mini, que, a pesar de las explicaciones oficiales y la absoluta transparencia, generó una campaña de ataques y desestabilización contra Irán, inscrita en la mencionada guerra híbrida. Las nuevas estrategias de guerra híbrida señalan que las potencias hegemónicas están usando nuevas herramientas, instrumentos de presión que implican esfuerzos en ámbitos diversos con el objetivo de desestabilizar a un país, a un Estado y sus instituciones con un norte definido: polarizar la sociedad. Se ha definido una guerra híbrida como un “conjunto de acciones hostiles” que se lleva a cabo por parte de determinadas potencias contra un rival geopolítico con el objeto de debilitarlo desde adentro.

“A diferencia de lo que ocurre en las guerras tradicionales, los métodos que se ponen en práctica en las llamadas guerras híbridas pueden englobar desde un boicot a la economía de la nación considerada enemiga, introducirse en redes cibernéticas o incluso establecer centros culturales, sólo para financiar partidos políticos afines a sus intereses. En el caso de Irán y los hechos ocurridos tras la muerte de la joven Mahsa Amini, agregó otros componentes de esta guerra híbrida. Tal es el caso de las estrategias de manipulación y desinformación, el control de redes sociales, que son parte constitutivas de esta nueva forma de encauzar los intereses de los poderes dominantes sobre nuestros pueblos”(4).

«Irán ha sufrido permanentemente procesos de desestabilización, generación de inestabilidad, ataques de grupos terroristas que han generado cerca de 20.000 muertos, el derribo de un avión comercial, el ataque permanente a sus instalaciones, los ataques en sus fronteras por grupos takfirí esencialmente, el ataque al Parlamento, al mausoleo del imán Jomeini. Asesinato de sus científicos. Ataques a sus instalaciones nucleares, energéticas, sus redes de información e instalaciones militares. Sanciones, bloqueos, embargos, congelamiento de activos. “Es decir, no es un país donde pudiésemos considerar que sucede algún acontecimiento esporádico, coyuntural. No. Está permanentemente sometido a procesos de desestabilización»(5). Tras 44 años de Revolución Irán sigue firme en la defensa de su soberanía, dignidad y hoy con la necesaria economía de resistencia, conceptos básicos para entender el proceso iraní. Más allá de las diferencias políticas, en Irán se coincide en la defensa irrestricta de la Revolución Islámica y en que el enemigo común es Estados Unidos y sus socios sionistas y wahabitas. A 44 años del triunfo, la política de cerco estadounidense no cede, pero cada día la Revolución Iraní da pasos agigantados en la región, para el definitivo triunfo contra el Imperialismo, el sionismo y el wahabismo: la triada criminal que representa el verdadero eje del mal.

Por Pablo Jofré Leal

Artículo para Hispantv

Permitida su reproducción citando la fuente.

1.-https://segundopaso.es/news/2218/Ir%C3%A1n-43-a%C3%B1os-del-triunfo-de-la-revoluci%C3%B3n-isl%C3%A1mica-Parte-I

2.-https://www.voltairenet.org/article177946.html

3.-https://segundopaso.es/news/1072/La-Hipocres%C3%ADa-en-Materia-de-Armas-Nucleares-Parte-II

4.-https://www.hispantv.com/noticias/opinion/552166/muerte-mahsa-amini-iran

5.-https://sputniknews.lat/20221025/iran-intentan-montarle-una-revolucion-de-colores-1131833043.html

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