Introducción

Manifiesto del Marxismo Colapsista

Una de las características centrales del Manifiesto del Marxismo Colapsista es reconocer la necesidad imperiosa (o bien «ominosa»), que existiría en el seno del pensamiento socialista, de romper con los moldes teóricos productivistas-industrialistas, desarrollistas y modernistas heredados del marxismo clásico.

Por Wari

21/12/2023

Publicado en

Columnas / Medio Ambiente / Política

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Por Miguel Fuentes

Uno de los objetivos centrales de este Manifiesto del Marxismo Colapsista es constituir un llamado de atención urgente frente a la actual emergencia planetaria del cambio climático y sus impactos sociales y sistémicos. Emergencia planetaria que pensamos constituye, además -en tanto pone en riesgo la propia posibilidad de la revolución mundial-, una verdadera «emergencia estratégica» para el conjunto de las organizaciones revolucionarias a nivel internacional, en retroceso desde hace más de medio siglo.

Es justamente dando cuenta de la gravedad de la presente crisis ecosocial global (que no hace más que empeorar año tras año) y las disruptivas implicaciones de aquella para los sistemas de pensamiento, marcos teóricos y programas políticos de las fuerzas anticapitalistas, que hacemos aquí un imperioso llamado a estas últimas a impulsar la convocatoria de una Segunda Conferencia de Zimmerwald. Esto como una forma de emular la realización de la primera reunión de Zimmerwald en 1915 en donde un puñado de revolucionarios sentó los primeros jalones de una respuesta teórica-práctica ante el desastre que significó el estallido de la Primera Guerra Mundial. Es decir, tal como la crisis climática hoy, ante la materialización del desastre más importante al que se había enfrentado la humanidad desde el origen de la sociedad industrial.

A partir de aquí, se desarrolla a lo largo de este manifiesto una breve contextualización de algunos de los principales impactos sociales que tendrá durante los próximos años (y que está teniendo hoy) la crisis ecológica y el resto de sus crisis concomitantes (energética, demográfica, de recursos, etc.). Lo anterior como una forma concreta de reflexionar en torno a la profundidad de estas crisis y su potencial impacto sobre las actuales dinámicas sociopolíticas e históricas. Esto, tal como puede verse en el caso del impacto catastrófico que, sin duda alguna, están comenzando a tener sobre los sistemas sociales contemporáneos la crisis del agua, la creciente escasez energética, la disrupción cada vez más frecuente de las cadenas de producción y distribución de alimentos, los efectos de la sobrepoblación mundial y las oleadas migratorias masivas, etc.

Una de las implicaciones de fondo más relevantes del desarrollo de estas crisis (climática, energética, demográfica y de recursos), además de sus obvias consecuencias en términos de la exacerbación de conflictos y tensiones sociales, sería así exponer la fragilidad inherente de los pilares de la sociedad moderno-industrial, basados en patrones de utilización de recursos insostenibles. Fragilidad agravada en gran parte del mundo tanto por la contradicción fundamental existente entre las dinámicas de valorización del capital y la preservación de los equilibrios naturales, así como también por el cada vez más marcado déficit tecnológico-productivo que está afectando a la sociedad moderna para hacer frente al tipo de amenazas «geológico-históricas» asociadas al avance del cambio climático.

Es decir, un tipo de amenazas que, expresándose hoy por hoy en la manifestación de una serie de «fallas estructurales» iniciales de los mecanismos de funcionamiento de los sistemas sociales modernos (algo claramente visto durante la pandemia de COVID-19 o en la actual crisis global hídrica), estarían en perspectiva capacitadas de poner en cuestión las «bases tecno-económicas» del sistema capitalista y la propia sociedad industrial. En otras palabras, que tanto por su magnitud como por el tipo de «vectores catastróficos» que se hallan en su base (ligadas al empeoramiento de la triple crisis ecológica, energética y de recursos que se despliega a nivel mundial), anticiparían la inminencia de un posible fenómeno de colapso de la civilización contemporánea.

Fenómeno de colapso civilizatorio que, si consideramos las reales repercusiones que tendrá la crisis ecológica durante este siglo (por ejemplo, si se produce el rebasamiento del límite de los 1,5 grados centígrados de aumento de la temperatura media terrestre), podría darse de manera simultánea a una desestabilización generalizada de los equilibrios planetarios que permiten la existencia de nuestra especie. O sea, que pueda dar por resultado la materialización de una literal perspectiva de «catástrofe malthusiana» ligada a un evento de extinción humana. Todo lo cual sería equivalente a asumir, nada menos, la posibilidad concreta (práctica) de un literal «apocalipsis ecológico-civilizatorio» durante este siglo. Posibilidad de un apocalipsis «geológico-histórico» que, si es que todavía nos preciamos de nuestra condición de «seres racionales», debería llevarnos, cuando menos, a un agudo cuestionamiento del carácter de nuestro curso histórico y, en definitiva, del sentido último de nuestra existencia social.

En el ámbito de la mecánica histórica, el presente manifiesto discute algunos de los posibles efectos que podría tener la interrelación orgánica entre esta última y un potencial horizonte de «deriva colapsista» dado por nuestra situación actual de «empeoramiento ecológico» y escasez global inminente de recursos. Siguiendo un método de analogías dialécticas y sistémico-estructurales, se reflexiona alrededor de una serie de categorías que buscan alumbrar las potenciales dinámicas que, siguiendo una lógica de análisis genético-histórica, deberían ir manifestándose en el proceso social en la medida en que el proceso de colapso vaya materializándose. Entre algunas de estas categorías, pueden destacarse las siguientes: dinámica histórica terminal, dialéctica histórica degenerativa (o dialéctica «negativa»), curvatura epocal, paradojas histórico-epocales insolubles, colapso como «ruptura» del tiempo histórico, mezcla de tiempos históricos y escenario posmoderno «re-actualizado». El objetivo último de estas categorías sería, así, dar cuenta tanto de la existencia de una dinámica general de agotamiento (o «extenuación») de las condiciones geológico-ecológicas, económicas y sociopolíticas que permitieron el desarrollo de la sociedad moderna, así como del contenido tardío-moderno «limítrofe» de nuestra situación histórica, marcada por una «transición epocal» cercana.

Otras de estas categorías, aplicadas en este caso al terreno de las dinámicas de la lucha de clases propiamente tal durante una posible fase de transición entre nuestro contexto «moderno-tardío» (decadente) y una fase temprana de colapso (o «pre-colapso»), serían las de: disolución progresiva de las bases objetivas de la lucha de clases moderna, fallos de las «leyes clásicas» de la dinámica revolucionaria moderna, curvatura reaccionaria de la lucha de clases, lucha de clases decadente, revoluciones proletarias seniles, estados revolucionarios condenados, clase obrera degenerada, vacío (o ausencia) de sujeto revolucionario, y cierre de la lucha de clases holocénica. Categorías y conceptos que intentarían dar cuenta del papel sistémico «degenerativo» que tendría en perspectiva la actual crisis ecosocial sobre la estructura de clases y las dinámicas de la lucha de clases contemporánea. Esto, al modo de un factor sociológico de «senescencia» materializado en el despliegue histórico de una lucha de clases moderna enfrentada a la desintegración de las condiciones objetivas en las cuales aquella se desarrolló desde el origen de la sociedad industrial. Es decir, algo así como una lucha de clases moderno-industrial «postrera» o en fase de «declive», lo cual como veremos no debería equipararse a una «morigeración» (o «pacificación») de la misma.

Con base en estas reflexiones, considerando el papel objetivo históricamente disolvente que tendrá el agravamiento de las actuales crisis climática, energética y de recursos en todas las esferas de la economía, la sociedad y la política moderna, nuestro manifiesto subraya la vital importancia que tendría el impulso de una verdadera «revolución teórica» (de signo teórico colapsista) en el seno del marxismo contemporáneo. Lo anterior, con el objetivo de replantear los marcos teóricos y programas de la revolución socialista de cara a los inéditos escenarios históricos y desafíos estratégicos inherentes a las nuevas condiciones histórico-epocales, determinadas por la perspectiva de un colapso inminente. Revolución teórica que, si se asume el ya mencionado «agotamiento» de las condiciones objetivas sobre las que se basó el desarrollo de la modernidad industrial, debería representar entonces la última forma teóricamente concebible de revolución proletaria. O bien, más allá aún, si partimos del actual periodo de transición antropocénica dado por la ya inevitable desintegración de las condiciones del periodo holocénico, la última teoría revolucionaria de toda la historia de la sociedad de clases. Esto al menos si aceptamos la equiparación entre «sociedad de clases» y sociedades o civilizaciones jerárquicas «holocénicas», que son hasta ahora las únicas sociedades de clase conocidas (desarrolladas varios milenios con posterioridad a la última glaciación del Pleistoceno).

Es precisamente con este criterio en mente que se integra en diversos pasajes de este manifiesto una serie de conceptos que intentan problematizar tanto la naturaleza histórica de la revolución social y los programas revolucionarios en un contexto de crisis ecológico-energética aguda, así como también de las dinámicas sociopolíticas que podrían caracterizar la lucha por un horizonte socialista en un escenario de colapso planetario. Entre otros, destacan aquí los conceptos de revoluciones en el abismo, revoluciones bi-epocales y dinámica permanentista extendida (o sui generis) de la revolución socialista, los cuales buscarían aportar con una «reconsideración colapsista» de algunos elementos «matrices» del cuerpo teórico marxista en el análisis de los procesos revolucionarios y el conflicto de clases. Esto, asumiéndose un marco histórico general de «agotamiento» o «cierre» de la lucha de clases moderna, como resultado de la emergencia de condiciones epocales cualitativamente distintas a aquellas en que esta última y el conjunto de los programas y estrategias políticas de la modernidad, tomaron forma. Marco en el cual se inferiría, siguiendo la lógica de nuestro análisis, la posibilidad del desarrollo de procesos revolucionarios que, aunque originados en el contexto de condiciones sociohistóricas modernas en franco deterioro o «desintegración», puedan llegar a ser capaces de «extender» (en las circunstancias adecuadas) su curso de desarrollo objetivo «más allá» de estas últimas. Es decir, adquiriendo un contenido de transición «bi-epocal» o «entre dos épocas» (la modernidad holocénica y la posmodernidad antropocénica temprana).

Mención aparte merece el tópico con respecto a la «inevitabilidad del colapso», ámbito en donde se suele acusar a las tendencias de pensamiento colapsista de teóricamente «deterministas», «mecanicistas» o incluso de «teleológicas». Esto, al pretender supuestamente trasladar la discusión en torno a los efectos de la crisis climática o el agotamiento de los combustibles fósiles al ámbito de los procesos sociales sin una debida atención al carácter intrínsecamente variable, contingente y/o intempestivo de la dinámica histórica, la cual sería por lo demás altamente moldeable por la praxis política.

Aunque es cierto que se infiere en este manifiesto que un fenómeno de colapso de la civilización industrial sería ya (por la serie de factores objetivos y subjetivos mencionados a lo largo del documento), efectivamente, «inevitable», esto no quiere decir ni que dicho proceso de colapso esté ya «escrito» de antemano ni que aquel no pueda caracterizarse, de hecho, por un alto grado de variabilidad histórica. Muy por el contrario, si aceptamos que un periodo de colapso tendría como una de sus características centrales el derrumbe (o transformación aguda) de los principales pilares del mundo moderno vigentes desde el inicio de la Revolución Industrial, sería entonces lógico asumir que este colapso no podría adoptar así más que una fisonomía altamente diversa, multilineal y en gran medida «fragmentada» (tanto en sentido espacial como temporal).

En línea con esta perspectiva de un colapso «fragmentado» (o «superpuesto»)- lo cual en palabras sencillas quiere decir que un colapso de la civilización industrial podría hipotéticamente significar prácticamente cualquier cosa (desde una transición global exitosa al decrecimiento hasta un evento de extinción humana fulminante)-, es que se integran en las reflexiones de este texto una serie de nociones teóricas como las de necesidad y contingencia histórica, bifurcaciones históricas y desarrollos tendenciales. Desde aquí, la utilización de estas nociones tiene como fin colaborar (aunque es cierto que de manera más bien somera) con los debates que vienen dándose entre diversos exponentes del pensamiento colapsista alrededor de la «variabilidad» intrínseca que, tal como lo ocurrido en el pasado en diversas ocasiones con diferentes civilizaciones, debería acompañar un fenómeno de colapso de la actual civilización industrial.

Colapso del mundo industrial que, dada la complejidad y extensión global de este último (se trata, efectivamente, de la primera civilización de magnitud realmente planetaria), no podrá de hecho más que replicar, ahora a una escala muchísimo mayor, los grados de complejidad que caracterizaron el derrumbe de una serie de «sistemas-mundo» del pasado, tales como los representados por el Imperio Romano o las civilizaciones andinas prehispánicas. Colapso del sistema-mundo contemporáneo que, al menos para todos aquellos que somos conscientes de su posible cercanía en el presente, nos hace preguntarnos: ¿A qué nos estamos enfrentando? ¿Cómo colapsaremos? ¿Es necesario hablar más bien de «colapsos» y no de un colapso al modo de un evento único? ¿Tomará años, un par de décadas o bien un número indeterminado de siglos? ¿Puede una revolución mundial seguir siendo factible (o incluso pensable) en un escenario de derrumbe civilizatorio planetario?

En definitiva, una de las características centrales del Manifiesto del Marxismo Colapsista es reconocer la necesidad imperiosa (o bien «ominosa»), que existiría en el seno del pensamiento socialista, de romper con los moldes teóricos productivistas-industrialistas, desarrollistas y modernistas heredados del marxismo clásico. Esto, para buscar una adaptación del mismo a marcos de pensamiento más aptos para la comprensión de nuestras nuevas realidades civilizatorias y planetarias. Por ejemplo, entre otros, los proporcionados por algunas escuelas de pensamiento, tales como la colapsología, la teoría del decrecimiento, la ecología profunda y ciertas vertientes del ecosocialismo y el antihumanismo contemporáneo. Todas las cuales poseerían importantes aportes teórico-filosóficos e incluso programáticos, políticos y ético-valóricos, para pensar desde el marxismo el proyecto comunista desde una renovada perspectiva colapsista.

Es decir, una perspectiva marxista-colapsista que tome en cuenta los desafíos y sobre todo las incertidumbres del nuevo «periodo de transición» que tenemos frente a nosotros: el del tránsito de la época holócenica -y una modernidad-industrial devorándose a sí misma- hacia lo que sea que tengamos por delante.

¡Lo que sea que tengamos por delante!

¡Incluso así si esto fuese el mismo infierno!

Por Miguel Fuentes

Texto publicado originalmente el 2 de noviembre de 2023 en Desde Abajo y reproducido el 20 de noviembre de 2023 en Aporrea.

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