Una vida sin fines de lucro

Mi homenaje al filósofo Gabriel Sanhueza.

Por Wari

23/07/2015

Publicado en

Columnas

0 0


Hervi Lara_XUno de los grandes intelectuales de Chile ha dejado este mundo: el filósofo Gabriel Sanhueza.  Como todos los hombres de estatura moral y calidad académica, se ha ido en silencio, acompañado de su familia, de sus amigos y de sus innumerables alumnos en quienes ha dejado una huella imborrable.

Gabriel Sanhueza fue profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica de Chile, donde también fue Secretario Académico y Vicerrector Académico durante la Reforma Universitaria de fines de la década del 60 e inicios de los 70.  Era Doctor en Filosofía de la Universidad de La Sorbonne.   Tras el golpe de Estado no dudó en contribuir a salvar vidas amenazadas por la dictadura militar-empresarial.  Como muchos profesores democráticos, fue destituido de su cargo.   Por su capacidad y sus vinculaciones, pudo haberse ido de Chile.  No obstante, consecuente con sus valores éticos, decidió quedarse a compartir los dolores y las esperanzas del pueblo al que buscó servir, de acuerdo a su condición de auténtico universitario.  Para mantener a su familia trabajó como taxista, fue ayudante de gasfitería, hizo clases particulares, ejerció como vendedor.  Lo que jamás hizo, fue vender su conciencia.  El mayor homenaje es reconocerle su dignidad, cualidad consustancial a los académicos que contribuyen a la creación en forma paciente y silenciosa, mientras otros trabajan en su destrucción.

Cuando hoy se habla de reforma educacional y de reforma universitaria desde perspectivas de supuestos “expertos”, se observa la ausencia de pensadores serios, responsables y sabios.  Incluso el diario “El Mercurio” reconoce esta situación  al afirmar que la academia  está siendo falsificada “por un deplorable sucedáneo nacido de la hiperquinesia de la vida contemporánea.  Este substituto, que debe ser rechazado, tiende a transformar la actividad académica en un perpetuo evaluar y ser evaluado, llenar formularios, postular a fondos concursables, organizar coloquios, asistir a reuniones de planificación, redactar informes, integrar comités, publicar en revistas protegidas por mágicas siglas, etc…”.  (14-6-15, pág. A2).

{destacado-1}

Gabriel Sanhueza  concebía a la Universidad como “la auténtica comunidad de profesores, investigadores y alumnos en torno al saber”, sin otra pretensión que descubrir el sentido oculto de las cosas y de la existencia, donde la inteligencia y la imaginación humanas pudieran crear libremente las condiciones para una mayor conciencia del Hombre respecto de sí mismo y para un dominio cada vez más pleno de las condiciones que permitieran vivir en un mundo de justicia y solidaridad.  Por eso Gabriel no podía aceptar la anti Universidad que hoy se vive, inserta en el contexto de la economía transnacional y la alianza entre quienes detentan el poder y la propiedad con quienes detentan la violencia destructiva.  Esto ha hecho del académico un funcionario al servicio de técnicas que son política y culturalmente inútiles, inocuas y/o en beneficio del poder económico.  Los universitarios se han pervertido o han renunciado a su vocación, construyendo un mundo pseudo intelectual de la sumisión y de la aplicación.

La corrupción ha pervertido el oficio de académico.  Su extinción no se nota, porque ha sido adulterada por la docencia sin academia, sin considerarse que sólo los verdaderos académicos pueden formar personas críticas, autónomas, creativas y, por tanto, ser el grupo formador de más alto nivel de los profesionales chilenos.  De nada sirven las reformas educacionales a niveles pre-escolar, Básico o Medio si los docentes en estos niveles no tienen el grado de formación académico más alto que Chile podría dar.  Si existieran auténticos académicos, su alto nivel cultural lo transmitirían a todo el país por los profesores formados por ellos.  Al no ser así, el nivel cultural de Chile, que se está derrumbando desde el golpe de Estado de 1973, llegará a un grado de retroceso de décadas o siglos en forma irreversible.

Hoy hace falta a Chile Gabriel Sanhueza, así como se nota la ausencia de otros académicos  inolvidables como Viterbo Osorio, Ernaní Fiori, Ricardo Sánchez, Hernán Figueroa, Arturo Gaete, Humberto Giannini, Jorge Millas, Fernando Castillo, y tantos que en sus esfuerzos largos, pacientes, silenciosos, realmente hicieron avanzar a una parte de la humanidad.

{destacado-2}

Los estudiantes y académicos del período de la Reforma Universitaria, que quedó trunca en 1973, fuimos una comunidad de trabajo colectivo fluida y variada, que tuvo como misión buscar la verdad, la belleza y la esperanza en el desarrollo de la nación, a la cual servíamos directamente; y de la humanidad, a la que nos considerábamos ligados por valores universales irrenunciables.  Un ejemplo de aquello fue Gabriel Sanhueza, maestro de maestros; sencillo y amable como todos los grandes; desgarbado en su apariencia y de un espíritu profundo;  alegre y delicado en el trato, sin dejar de ser estricto y de gran rigor intelectual; consecuente y digno en tiempos duros y con el riesgo de la vida propia y de la familia, lo que le otorgó autoridad moral a su innegable autoridad intelectual, de la que  nunca hizo ostentación pero que todos le reconocíamos.

“No podíamos hacer otra cosa, sino arriesgarnos durante la dictadura”, le dije en uno de nuestros últimos diálogos.  “Es cierto”, me respondió, “lo haríamos de nuevo, porque nuestras  vidas no tienen fines de lucro”.

Profesor, amigo, compañero Gabriel Sanhueza, con tu ejemplo, venceremos.

Por Hervi Lara B.

Santiago de Chile, 22 de julio de 2015

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones

Comparte ✌️

Comenta 💬