Otro aporte al debate sobre el artículo ‘Salve a su hija de ser una weona de mierda’

Quiero empezar diciendo que escribo esto desde mi propia ignorancia y que de ningún modo intenta ser un aleccionamiento impositivo. Todo lo contrario, es con todo el cariño posible, pues es mi interés, y el de todas quienes amamos la libertad, que cada vez avancemos más hacia ella.

Otro aporte al debate sobre el artículo ‘Salve a su hija de ser una weona de mierda’

Autor: Sebastian Saá

niña

Para ponerse al día: Artículo ‘Salve a su hija de ser una weona de mierda’ ‘Una respuesta feminista al artículo «Salve a su hija de ser una weona de mierda» de Pame Arce’.

A continuación comparto una reflexión en torno a las reacciones al artículo en mención. Comprendo además que, no siendo yo autoridad en la materia, la mayor parte de las personas no está del todo enterada de cómo ha devenido en funcionar el control social. Es por lo demás solo mi opinión respecto a la publicación misma, pero también respecto a las reacciones que genera este artículo y otros de este tipo.

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Hay algo que no estamos viendo en el escrito de Pame Arce, que intenta una crítica humorística de la reproducción de determinado estereotipo de persona. Hay quienes han reaccionado a favor y quienes han reaccionado en contra, con liviandad o con gravedad, con risa o con enojo. Pero lo que en general no logramos cuando surge este tipo de choque de opiniones, es justamente entendernos. Las críticas, aunque bien fundamentadas, generalmente surgen desde un descontento y desembocan en un intento de reproche que no tendrá más efecto que ofender el orgullo del interpelado, ocasionando una negativa a seguir dialogando y en consecuencia el tema principal pasa a segundo plano y lo importante ahora será defender el orgullo. Atacar al otro es una forma efectiva de acabar con el diálogo y no llegar a nada.

Pero la intención última, a pesar de nuestros arranques emocionales, es, con todo el cariño del mundo, hacer ver al otro qué es lo que se le escapa cuando emite determinados juicios valóricos y por qué eso resulta ser dañino y quizás pueda resultar más beneficioso si lo pensamos mejor.

Es preciso entender que una postura saludable para dialogar y llegar a algo no es juzgar al otro de tonto, o malo, etc. Queremos llegar a una verdad que ponga remedio al problema propuesto, y ya que (si nos situamos desde toda humildad y honestidad posible) todos ignoramos todas las aristas que determinados temas tienen, pero a su vez, cada cual puede aportar con la misma humildad un juicio honesto e informado, entonces podemos llegar juntos a dicha solución, apoyándonos mutuamente en vez de competir por quién sabe más o quién detenta esa verdad. Juntos podemos ver quizás toda la dimensión del tema que se está tratando. Lo que necesitamos es educarnos los unos a los otros, indicar aquello que el otro no está viendo y sobre todo las consecuencias de no ver lo que no ve.

Pensemos qué pasa cuando un niño ignora algo y a nuestro juicio se equivoca: la respuesta empática del adulto será indicarle aquello que ignora, y no juzgarlo por ignorar, pues esto último cancelará toda oportunidad de aprender.

Por supuesto, cuando el asunto ya no es un simple diálogo valórico quizás actuar de ese modo no sea lo más efectivo. Pero en el caso del artículo en cuestión, pienso que quizás sí es importante y viene al caso fomentar una conversación.

La autora hace una crítica humorística de cierto tipo estereotipado de persona ofreciendo soluciones para evitar la reproducción de éstas. Creo entender que la intención es criticar y reír, y de algún modo está bien, pero una vez que la humorada entra al dominio público por medio de un medio de comunicación medianamente masivo, entonces se escapa de las manos. Lo que la autora pasa por alto, ante esta tribuna multiplicada, es que la solución que ofrece vuelve a tropezar con la misma piedra: crea un estereotipo «remozado» desde el anterior estereotipo. ¿Por qué no ve esto? No es «por su culpa», necesariamente. Ni por ello habrá que lapidarla. Para ver su propio error es necesario que haya tenido acceso a un conjunto de conocimientos que nuestra educación formal nos oculta. Entre otras cosas, es necesario saber que lo que a menudo sin saber reproducimos en nuestro pensar y en nuestro sentir es nada menos que la ideología que nos oprime y que esa ideología dominante tiene nefastas consecuencias para la mayor parte de los seres humanos en el mundo y es causante de millares de sufrimientos innecesarios, que de no ser, entre otras causas, por nuestra ignorancia a gran escala, podríamos evitar. ¿Y por qué cometemos esta locura? Por que hay otra parte de la humanidad que se beneficia de ella.

Dicha ideología sirve para someter a determinados humanos bajo los designios de otros: el sometimiento de las clases sociales, de pueblos enteros, etc. Pero el caso que no ve la autora es justamente el que ella intenta abordar: el sometimiento de género. Aquel que por una parte dictamina cuál es a normalidad sexual, y que además tiene por intención poner bajo control ideológico a las mujeres, factor que ha sido históricamente un fundamental en la dominación capitalista.

El truco ideológico básicamente funciona si el que está sujeto a éste no ve que esté sujeto a éste, o bien le parece que eso es «lo normal» y que determinadas conductas están dentro de «lo aceptable» y otras no. En este caso específico, la autora critica determinado sesgo ideológico y contesta con otra versión de éste que paradójicamente sirve de opresión contra ella misma y que por supuesto está oculto a su vista.

Vuelvo a repetir que esto no es individualizable, aislable. No es un ataque directo a la autora, sino que lamentablemente ha devenido en ejemplo de tal conducta. Es algo que nos ocurre en distintos grados a todas y todos. Es este el dilema a resolver, y es tarea de todas y todos.

La invitación es siempre a instruirnos para abandonar aquello que nos oprime, y quizás la intención de la autora era justamente algo por el estilo. Pero la solución no está en presentar una opresión en versión mejorada o más válida a los ojos de «todos». La solución está en acabar con dicha opresión por completo. Para ello necesitamos saber que ninguno de nosotros tiene toda la verdad y lo sabe todo ya, y por lo mismo es necesario iluminar aquello que aún está oscuro, abrir los ojos, ver y rebelarnos. Es nuestra libertad lo que está en juego.

Por Adrian

Fuente: Noticias y Anarquia


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