El Opus Dei y los masones en la Iglesia

  Para llegar a comprender los actos de la Iglesia de Roma y de sus papas es imprescindible conocer su historia, su origen netamente mundano, político y materialista y no el pretendido, el inexistente espiritual y el religioso

 

Para llegar a comprender los actos de la Iglesia de Roma y de sus papas es imprescindible conocer su historia, su origen netamente mundano, político y materialista y no el pretendido, el inexistente espiritual y el religioso. Revisando su historia podemos comprender a cabalidad que alcanzar el Poder ha sido su único y gran objetivo.

UN POCO DE HISTORIA

Para los “obispos cristianos” del siglo IV el asunto religioso fue solo un pretexto para construir una empresa terrenal, un partido político fascista y totalitario que llamaron “Iglesia de Roma”, su nombre lo revela todo, la Iglesia del Imperio fundada por Constantino para que le sirviera.

Aquellos obispos traidores usurparon el nombre de Cristo, falsificaron los Evangelios y tomaron para sí la historia del pueblo judío acusándolos falsamente como “asesinos de Cristo”, para conformar con su aval una “empresa religiosa” que desde el Concilio de Nicea inscribió a todos sus sacerdotes y allegados posibles en la nómina del Imperio, saciando su sed de poder y riquezas en el “barrilito de Roma”. Lo demás es pura artimaña, éste es su verdadero origen.

A partir de Nicea este Partido Cristiano creado por su Papa Constantino fundador se mantuvo al servicio de emperadores y reyes a cambio de mantener al pueblo sumiso, inmerso en su “ideología religiosa”, en la ignorancia y en el atraso, mansos y conformes, en espera de un reino de justicia celestial que jamás llegaría, como excelentes “políticos demagogos” al servicio del Estado.

Y ya en los alrededores del siglo VIII y IX fueron consolidando su anhelado fin de independizarse del poder secular y fundar un Estado apoderándose de Roma como capital de los Estados Papales. Pasaron los siglos y no fue hasta los finales del XIX cuando perdieron su condición de Estado, recuperándola con Mussolini cuando los confinó a los escasos territorios que hoy ocupan como “Estado de la Ciudad del Vaticano”.

Como confesos enemigos de la LUZ, en la medida en que el hombre se adentraba en el mundo de la ciencia y el saber con los enciclopedistas liberales, la Iglesia perdía su poder fundado en la ignorancia. En su búsqueda de Luz el mundo se había dividido en dos facciones antagónicas: conservadores fundamentalistas y progresistas liberales: la Sombra y la Luz.

En el curso de la historia a ambas fuerzas antagónicas podemos encontrarlas presentes y activas en dos instituciones poderosas: en la Iglesia de Roma y en la Masonería. Ambas milenarias.

Sin embargo, ante la continua pérdida de su poder e influencia sobre la conciencia del hombre que cada día despertaba más y más de su sueño de ignorancia, y, acosada por las fuerzas progresistas portadoras de Razón y Ciencia, la Iglesia entendió que debía disponer de una nueva institución fundamentalista que le sirviera de fuerza de choque para enfrentar los ataques de la Luz de los Masones. Surgía el Opus Dei y se emprendía un viaje de regreso al medievo.

EL OPUS DEI

Y cuando el clero fundamentalista vio que las ideas masónicas se apoderaban del Concilio Vaticano II y que Juan XXIII le tendía su mano a los masones, se dispusieron a ejecutar su plan tomando al Opus Dei como punta de lanza para recuperar la Iglesia del dominio de los masones infiltrados. Decididos a iniciar una contrarreforma para neutralizar las ideas progresistas proclamadas en el Concilio y retomar el mando de la Iglesia para regresarla al fundamentalismo integrista, a las tinieblas. Y así lo hicieron.

Con su Opus, Josemaría Escrivá de Balaguer fue utilizado para combatir a los herejes y reordenar la Iglesia sometiendo a los “Clérigos Masones” y a los “Curas de la Liberación” -Teología de la Liberación-, mediante el terror y la intriga, amansándolos como corderos, aplastando a los jesuitas subversivos y pensantes, los que todavía lucen reducidos y en silencio, temblando dentro de sus negras sotanas, incapaces de alzar su voz y denunciar la terrible situación en la que vive el clero de su Iglesia, sometido al terror, a los tiránicos acosos de esta neo inquisición impenitente que resucitaba con un nuevo nombre: Opus Dei.

EL OPUS KLAN

De manera que para controlar a los “clérigos masones” y defender a su Iglesia infiltrada, los fundamentalistas debieron convertir al “Opus Dei” en un “Opus Klan”, en una especie de Gestapo hitleriana capaz de infiltrarse y espiar a todos los estamentos de la Iglesia por voluntad del papa soberano.

Y para hacerlo debieron convertir al Opus en una “Prelatura Personal”: Una entidad con autoridad canónica para incursionar dentro de todas las instituciones de la Iglesia, un verdadero superorganismo, una Iglesia dentro de la Iglesia, un Clan Sectario llamado “Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei”.

Conformando una tropa de choque redentora creada por Dios para rescatar al “clero extraviado”. Con oraciones poderosas, exclusivas, infalibles y secretas, oraciones que Dios le revelaba a su gran líder Josemaría -Gran Inquisidor de la Reforma y santo defensor de Pinochet y de Franco– quien conduciría a la Iglesia por el desierto como moderno Moisés, hacia una Tierra Prometida libre de masones y de sus ideas liberales.

EL GRAN OJO INQUISIDOR DEL PAPA

Desde entonces cualquier “cura liberal” sería emplazado a desistir de sus ideas progresistas y ajustarse a los dictados fundamentalistas del papa y de su “Opus Klan”. Y desde entonces el terror y el espionaje comenzarían a traspasar los muros monacales… Y desde entonces “a las hostias les nacieron orejas y a los relicarios ojos” pues “cualquier hermano podía ser un peligroso delator Numerario del Opus que debía confesarlo todo a su director espiritual, hasta sus más íntimos pensamientos”: la sinceridad era la única forma posible para escapar de las garras del demonio de la mente: “lo ordenaba el Padre en su opúsculo Camino”.

La gran ventaja como Prelatura Personal era que el Opus Dei podía reclutar para sí a cualquier otro sacerdote del clero secular o regular- aunque fuese jesuita -para ponerlo a su servicio sin necesidad de renunciar a su Orden originaria, y, aunque debía reportarse a su Ordinario y al Superior de su Orden, su fidelidad principal recaía desde entonces sobre Opus Dei: el “Gran Ojo Inquisidor del Papa”.

Como debió suceder, cualquier cura que fuese abordado por esa fuerza de choque “opusiana” debía ceder a sus propósitos o esperar la peor de las represiones: el exilio espiritual… condenado al olvido y al desprecio.

Se sentían temerosos, en espera del día fatal en que El Gran Arquitecto del Universo despertase a los masones para que activasen sus energías dormidas y propagasen sus ideas redentoras con templanza, pero sin temor, de frente, anunciando una nueva batalla a muerte entre la Luz y las Tinieblas, entre los “Albañiles de la Luz” y los “Esclavos de las Sombras”.

Por Guido Riggio

El Ciudadano Nº140, marzo 2013

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