Malvinizar a América Latina (y el Caribe también)

A muchos llamó la atención cómo los medios comerciales de información, trasnacionales y nacionales, trataron de restarle importancia al tema de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, atendiendo al espectáculo montado por el presidente colombiano Álvaro Uribe para sabotear la cumbre del Grupo de Río y de los países del Caribe, que terminaría aprobando […]


Autor: Wari

A muchos llamó la atención cómo los medios comerciales de información, trasnacionales y nacionales, trataron de restarle importancia al tema de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, atendiendo al espectáculo montado por el presidente colombiano Álvaro Uribe para sabotear la cumbre del Grupo de Río y de los países del Caribe, que terminaría aprobando la creación de un nuevo bloque sin Estados Unidos ni Canadá.

Poco antes, y ante el anuncio británico de comenzar la exploración petrolera en el Atlántico Sur, el gobierno argentino de Cristina Fernández fijó posición: los buques que quisieran transitar entre Malvinas y el territorio continental argentino debían solicitar autorización previa. Y, dejaba en claro que las empresas que se involucren en los programas de exploración petrolera fijados unilateralmente por Inglaterra, en algún momento tendrán que pagar retroactivamente las regalías correspondientes a la Argentina.

En la cumbre de Cancún, los medios estadounidenses, británicos y europeos en general repitieron la misma tonadilla sobre un bloqueo marítimo a las Malvinas.

Con serenidad y seriedad, la presidenta argentina puso el ejemplo de sus críticas al bloqueo imperial estadounidense sobre Cuba y manifestó que Argentina no se iba a prestar a ejercicios ridículos de cinismo. “No estamos en Afganistán ni en Irak. Nos oponemos a cualquier tipo de violación del derecho internacional”, dijo.

Y por si a alguien no le había quedado claro, señaló que “Malvinas es algo que debe competernos a todos, no sólo a los que estamos aquí porque formamos parte de la región… Si realmente quienes tienen el poder de sentarse en esos sillones permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas son los que violan las propias disposiciones que tomamos juntos en la ONU, va a resultar difícil justificar exigencias a otros países sobre el desarme, la actividad nuclear y de respeto a los derechos humanos”.

“Creemos que ésta (la causa de Malvinas) es una de las claves de un mundo cada vez más inseguro, más peligroso, más fragmentado, no ya por disputas ideológicas como las que caracterizaron el siglo XX, sino tal vez por cosas más graves y profundas… como el derecho a ejercer el dominio y el usufructo de nuestros recursos naturales renovables y no renovables”, prosiguió. Los medios de desinformación se abstuvieron de comunicarlo. Incluso algunos medios oficiales latinoamericanos siguieron la agenda trazada por las trasnacionales de la información.

Cando los ingleses invadieron las islas, en 1833, sabían del gran valor como base naval, pues desde allí se controla las vías de comunicación interoceánica en el extremo austral y se proyecta sobre la Antártida. Es más, un siglo después, la inauguración de una gigantesca pista de aterrizaje convirtió a las Malvinas en la principal base militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en el Atlántico Sur.

Como si todo esto fuera poco, en Malvinas hay mucho petróleo. En abril de 1982, cuando la dictadura militar argentina decidió ocupar militarmente las islas, Londres contaba con 13 informes científicos que detallaban los recursos en hidrocarburos. Según informó en diciembre de 2009 el diario inglés The Sun, por lo menos, 60 mil millones de barriles, lo que dio el pitazo de partida de la primera plataforma de exploración, la Ocean Guardian.

MALVINIZAR A LATINOAMÉRICA

Pero en Cancún no hubo dudas. Todos los países participantes de la cumbre , incluso las ex colonias británicas del Caribe –con muchos intereses y vínculos con Londres- respaldaron al unísono la posición argentina. Las palabras que el expresidente boliviano Hernán Siles Suazo, pronunciadas en 1982, parecían volverse consigna común: Hay que malvinizar a Latinoamérica. La Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe terminó con una declaración en la que los treinta y dos países participantes ratificaron los “legítimos derechos” argentinos sobre las Malvinas.

Y cuando Siles Suazo hablaba de malvinizar a Latinoamérica, estaba hablando de descolonizar Guantánamo, Puerto Rico, la Guayana Francesa, y tantas islas que aún siguen atadas al yugo colonial estadounidense o europeo en esta América que intenta romper con la dependencia y el sojuzgamiento.

En Cancún, el presidente brasileño Lula da Silva reiteró el mismo concepto presentado por Cristina Fernández, y preguntó cómo era posible que los británicos no cumplieran con resoluciones de las Naciones Unidas siendo que ellos forman parte del Consejo de Seguridad desde el fin de la Segunda Guerra, marcando la sintonía (más allá de los coyunturales problemas comerciales bilaterales) con que suelen actuar las cancillería de Brasil y Argentina.

Durante su discurso, el presidente brasileño también deslizó una inequívoca presión sobre el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, ante quien al dìa siguiente el canciller argentino Jorge Taiana hizo el reclamo correspondiente.

“No es posible que Argentina no se adueñe de Malvinas y que, por el contrario, lo haga un país que está a 14 mil kilómetros de distancia de las islas. ¿Cuál es la razón geográfica, política y económica por la cual Inglaterra está en Malvinas? ¿Cuál es la explicación política de las Naciones Unidas para que no hayan tomado una decisión? Es necesario que empecemos a luchar para que el secretario general de las Naciones Unidas reabra ese debate con mucha fuerza”, aseguró Lula en Cancún, haciendo valer el peso específico que ha ido ganando Brasil en el concierto internacional.

Lula no dudó en plantear una crítica muy sensible dirigida al corazón mismo del orden internacional: la composición del Consejo de Seguridad de la ONU. Se trata del organismo con capacidad de veto que está integrado por las principales potencias militares del mundo, pero de un mundo congelado en la posguerra de 1945.

“Es inexorable discutir el papel del Consejo de Seguridad. No es posible que la ONU siga con el Consejo de Seguridad representado por intereses geopolíticos de la Segunda Guerra Mundial y no tengan en cuenta los cambios que ocurrieron en el mundo. Los países del Consejo de Seguridad prefieren una ONU frágil”, denunció.

Por Rubén Armendáriz

Analista de temas internacionales

Fuente: www.surysur.net

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