El alimento que se obtiene de los árboles y la comida vegetariana de cultivo orgánico son un imperativo ecológico.
Los grandes problemas son consecuencia de pequeñas acciones. El calentamiento global y la inseguridad de los alimentos son grandes problemas, pero que son resultado de las pequeñas actividades que realizamos cada día.
A la inversa, las grandes soluciones también radican en pequeñas acciones; si vamos de compras, nos movemos, bebemos, trabajamos y vivimos nuestra vida diaria, pasando por alto la integridad de la comunidad terrestre, estamos destinados a desestabilizar la armonía sutilmente equilibrada de nuestro planeta natal. Por otra parte, si realizamos las acciones cotidianas, cuidadosa y atentamente, contribuimos al bienestar de todo nuestro ecosistema.
Enfrentados a los enormes desafíos de nuestro tiempo, es fácil sentirse frustrado, deprimido e impotente: ¿Qué puedo hacer para abordar crisis monumentales, tales como el cambio climático, el consumismo, el hambre y la injusticia social?
“La respuesta es tan simple como desconcertante”, dijo E. F. Schumacher. “Cada uno de nosotros puede trabajar para poner en orden nuestro propio hogar”.
El poner en orden nuestro hogar comienza con nuestra mesa de comedor, nuestra cocina, nuestro jardín y nuestras compras; en otras palabras, nuestros alimentos.
El primer paso en pos de preservar la integridad, estabilidad y belleza de nuestra comunidad biótica, es comer sólo comida buena, fresca, orgánica, local y deliciosa, cada día, cada semana, cada mes y cada año. Para lograrlo, tenemos que empezar por prestar atención a todo el proceso de cultivo, distribución y consumo de los alimentos. No obstante cuán ocupados estemos, si no tenemos tiempo para cultivar el huerto, cocinar y comer juntos con la familia, los amigos y los invitados, entonces no tenemos tiempo para vivir; no tenemos tiempo para conservar la belleza del planeta.
Comemos a diario, pero apenas si sabemos cómo se cultiva y de dónde viene nuestro alimento. Para quienes viven en la pista rápida, quienes compran comidas preparadas en un supermercado, en una estación de ferrocarril en su viaje de vuelta a casa o en una máquina dispensadora, la comida es meramente combustible para el cuerpo y nada más. Pero para quienes se preocupan por la ecología y están espiritualmente conscientes, la comida es sagrada y sustenta al alma tanto como a nuestra sociedad.
Según los autores de los Upanishads, la vida existe porque existe el alimento y, por lo tanto, se nos enseña a no denigrar la comida ni mostrar indiferencia hacia ella. El alimento es la condición primordial de toda vida: cuerpo, mente, espíritu y alma. El alimento viene incluso antes que Dios. “No puedes rendir culto a Dios con el estómago vacío”, dijo el poeta Kabir.
Para demostrar que los poderes de la mente, y no sólo la fuerza física, dependen del alimento, el filósofo Uddalaka pidió a su hijo Shvetaketu -quien era un gran erudito en los Vedas y que estaba orgulloso de sus capacidades mentales- que permaneciera quince días sin comer. Al final de ese lapso, a Shvetaketu se le pidió que recitara los Vedas, pero no pudo. Sus poderes mentales y su memoria se habían vuelto débiles e ineficaces. Entonces se le ofreció alimento, después de lo cual su fuerza mental regresó lentamente, lo suficiente como para que él recitara una vez más los Vedas.
Esta historia ilustra que la comida es de la máxima importancia para la nutrición tanto física como espiritual y, por ende, antes de prestar atención a los negocios, la política, la ciencia, la tecnología y todo lo demás, debemos poner en orden nuestros sistemas alimenticios. Podemos empezar por escoger alimentos que sean integrales, naturales y que se hayan cultivado sin dañar a la Tierra.
Con una población que aumenta y la creciente amenaza del cambio climático, la alimentación vegetariana se ha convertido en un imperativo ecológico. También tendríamos que estar obteniendo de los árboles cantidades crecientes de nuestro alimento; la mayor parte de nuestros aceites, frutas, nueces y medicamentos pueden y deberían provenir de nuestras cosechas permanentes, tales como los árboles.
Así podemos reducir nuestro impacto sobre la tierra y, al mismo tiempo aumentar la retención de carbono, tanto en el suelo como en los árboles. Los árboles son nuestros ángeles del último día. La seguridad de los alimentos, la seguridad del agua y la seguridad del clima están garantizados por los árboles. Los árboles son nuestra única póliza de seguro de alimentos verdaderos.
Por Satish Kumar
Texto públicado en Resurgence número 259, el 30 Abr, 2010
Fuente: www.mundonuevo.cl