Denuncian falta de seguridad en empresas de embalaje de frutas

La Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, Anamuri, junto a sobrevivientes y familiares de trabajadores/as que sufrieron intoxicación por un conjunto de químicos que se usan en las cámaras de frío, en distintas empresas de la Agroexportación, denuncian la falta de seguridad que existen en los packing y la poca voluntad de los empresarios […]

La Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, Anamuri, junto a sobrevivientes y familiares de trabajadores/as que sufrieron intoxicación por un conjunto de químicos que se usan en las cámaras de frío, en distintas empresas de la Agroexportación, denuncian la falta de seguridad que existen en los packing y la poca voluntad de los empresarios en invertir las grandes ganancias que obtienen, en capacitación, implementos de trabajo y contar con un lugar seguro y digno para sus empleados.

Así quedó demostrado con la intoxicación masiva de 160 trabajadores, ocurrida en la empresa “Los Nobles” el 17 de enero recién pasado, cuyo resultado es la muerte de un joven asalariado agrícola de temporada y varios/as intoxicados.

Anamuri, desde hace años viene denunciando las precarias condiciones en las que trabajan las y los temporeros, lamentando cada temporada accidentes en el trabajo y en el trayecto, que han tenido desenlaces fatales para algunos/as de ellos.

En 2010, el Tribunal Ético (instancia que cada 25 de noviembre se instala para denunciar las violaciones a los derechos humanos y laborales de las temporeras) dio a conocer el caso de Cecilia Ortíz, trabajadora de la empresa “La Ruta” (Copiapó) quién resultó muerta por la inhalación de un conjunto de químicos con amoniaco, al explotar una cañería de la cámara de frío. Ella realizaba una tarea que no le correspondía, sin los implementos de seguridad necesarios y sin la capacitación para enfrentar un evento que finalmente le costó la vida. Los tribunales de justicia de Copiapó hasta el día de hoy desconocen que la causa de muerte fue la intoxicación de estos químicos, su muerte sigue impune y su madre sigue clamando por justicia.

En 2011, nuevamente el Tribunal Ético denunció el caso de Flor María Contreras Veas, estudiante de Agronomía, que se desempeñaba como Asalariada de la Agroexportación en el packing de Gesex, frigorífico “La Hornilla”, ubicado en Chocalán (Melipilla), sufre un accidente (7 de marzo 2010) por la explosión de una cañería de frío, mientras realizaba una labor que no le competía de acuerdo a su contrato, además ella venía llegando de su permiso postnatal.

Como en el caso de Cecilia, Flor fue enviada a realizar el trabajo, sin los implementos de seguridad para entrar en estas cámaras, y sin la capacitación necesaria. Flor Contreras, actualmente tiene una capacidad pulmonar del 32%, producto de la inhalación de amoniaco que quemó sus vías respiratorias, y es una sobreviviente que puede atestiguar que la cañería por dónde iba el amonio, estaba descompuesta, sin embargo hasta la fecha no ha recibido una compensación por todo lo que ha debido sufrir en este último tiempo.

El 17 de enero, comenzando este nuevo año, en medio de declaraciones por parte de las autoridades donde manifestaban su preocupación por los y las asalariadas de la Agroexportación, y con el envío de un proyecto de ley espurio y representativo solo de los intereses de los grandes empresarios, (discutido hoy en el Parlamento) se conoce la triste noticia de la intoxicación de 160 trabajadores/as temporeros que se encontraban en la empresa “Los Nobles”, un joven de 20 años, Luis Eduardo Figueroa Lizana resulta muerto, repitiendo la misma historia de las asalariadas de Copiapó y Melipilla, y tantas otras que no han presentado las denuncias, son una muestra de cómo los empresarios funcionan bajo la impunidad, y cuyo único interés es el lucro, sin importar la vida de sus trabajadores/as

Luis Eduardo Figueroa Lizana entra junto a Juan Muñoz Soto (este último, paciente del Hospital del Trabajador, quien solo hace pocos días estaba en estado de coma), con su ropa habitual, a realizar una tarea que no se conoce, como tampoco quién los envió hasta allá, sin los implementos de seguridad. No sabemos qué fue lo que ocurrió allí, solo que las cañerías de amoniaco nuevamente estallaron y Luis Figueroa no sobrevivió, hubo intoxicados por las emanaciones de amonio “Había un humo blanco y no se podía respirar, todos salimos arrancando sin dirección y tratando de ponernos a salvo” relataba una trabajadora que después se enteró que su hermana (con quien trabajaba en la empresa) se encontraba con quemaduras en un hospital de Cohinco.

Cada año se debe lamentar la muerte, la intoxicación, las quemaduras por plaguicidas de las y los asalariados agrícolas de temporada que llenan los packing y los fundos, en un rubro que exhibe grandes ganancias y se erige como un modelo a seguir en el resto de América Latina. El costo oculto de la fruta que sale a otros países, lo hemos dicho hasta el cansancio, lleva la sangre y las vidas de hombres y mujeres que laboran en condiciones indignas e inseguras.

Los accidentes se pueden evitar si las empresas tuvieran la voluntad y la conciencia de invertir en mantención y velar por la seguridad y cuidado de sus trabajadores. Nadie da la cara y no hay ningún empresario haciéndose responsable por quienes han muerto y por quienes han sobrevivido. Nadie da la cara, ni le da una respuesta a los/as afectados/as y a las madres que deben vivir el sufrimiento por la pérdida de sus hijos o por la precarias condiciones de salud en las que han quedado.

Anamuri exige un pronunciamiento de parte de las autoridades y que se hagan parte de las demandas interpuestas en los tribunales de justicia. También que los empresarios se hagan responsables por el cuidado de sus trabajadores accidentados, cuyas vidas han sido truncadas quedando en la absoluta indefensión.

El Ciudadano

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