No solo de bombas vive el vegano

El veganismo es una concepción reflexiva e ideológica similar a las religiones o sectores políticos, tiene sus principios y fundamentos teóricos-filosóficos establecidos igual que el marxismo o el neoliberalismo, profesa un discurso emancipador dentro de sus espacios de acción al igual que la social democracia o la teología de la liberación, y entiende nuevas formas […]

El veganismo es una concepción reflexiva e ideológica similar a las religiones o sectores políticos, tiene sus principios y fundamentos teóricos-filosóficos establecidos igual que el marxismo o el neoliberalismo, profesa un discurso emancipador dentro de sus espacios de acción al igual que la social democracia o la teología de la liberación, y entiende nuevas formas de comportamiento, tanto  político y  económico igual como lo hace el comunismo, el progresismo o el indigenismo.

VEGANOS
Como verán, no es solo un movimiento de jóvenes mañosos o de anarcos disidentes, es una nueva concepción sobre el sentido del hombre como ser humano en sociedad y como “parte” de los sistemas en que se desenvuelve.  Siendo sus principales ejes procedimentales: la no violencia,  y en  gran mayoría,  el cuidado del medio ambiente.
Al hablar de la violencia, sabemos que sus descripciones se han ampliado y sofisticado en cuando avanzamos históricamente como sociedad.  Si bien, enmarcamos como actos violentos los golpes, asesinatos, violaciones sexuales y palabras ofensivas, contemplamos también como prácticas violentas la discriminación e irresponsabilidades. Vemos hoy en el trato de los esclavos o el machismo de siglos anteriores una práctica engorrosa, poco civilizada y criticable en toda su expresión, como también las guerras en el medio oriente y expresiones de racismo u homofobia que actualmente mantienen altos índices de aplicabilidad. También, en la actualidad, se ha descrito un nuevo concepto de violencia hacia ciertas especies de animales domesticados y silvestres, siendo esto beneficioso para la formación de criterios en cuanto al cuidado y respeto hacia  seres vivos distintos al humano.
Pero detengámonos en lo anterior. Según Boaventura de Sousa Santos, existe un concepto llamado “pensamiento abismal” el cual se sintetiza en “la definición unilateral de lo que existe, es bueno  y  útil, separando   lo que es invisible, peligroso  o inútil”. Este modo de pensar ha hecho creer, en un amplio periodo histórico, por ejemplo, que los indígenas, al no tener dominio sobre la racionalidad y el bien,  eran inferiores moral y naturalmente a los europeos, en el caso de la conquista de américa. Este pensamiento abismal se ha prolongado y adaptado a diferentes definiciones unilaterales, como fue el caso de los  afro descendientes en los estados unidos del siglo XX y el género femenino en todo el complejo proceso histórico de la humanidad.

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Ahora bien, estos  pensamientos abismales han sido sustantivamente erradicados del “qué hacer” en sociedad, dado paso a políticas públicas y campañas mediáticas en pro de extinguir la discriminación y actos violentos  entre razas, género y religión. El individuo en sociedad y nuestros líderes políticos abren los ojos y visualizan la importancia de mantener relaciones de paz y no violencia para el desarrollo estable de una civilización, y para el desarrollo pleno como personas  en todos sus aspectos. Pero, según lo descrito, ¿es la violencia una actividad que realmente sea necesaria erradicar en su totalidad? ¿Existen actos violentos que sean necesarios para mantener estable  una sociedad como la nuestra?, ¿hay violencia buena y violencia mala, es decir, discriminación sobre la aplicación de la violencia?  Si nuestra respuesta para las dos últimas preguntas es “Sí”, entonces no tendríamos problemas con las guerras geopolíticamente estratégicas como  en países petroleros o africanos, no sería problema el aceptar golpes de estado  o explotación  desregulada a trabajadores en las minas  o manufactureras de países orientales o la pena de muerte para asesinos y ladrones, tampoco  justificar la tala de selvas milenarias en pos del progreso industrial y demanda alimenticia.
Si su respuesta es  “No” a esas dos últimas preguntas,  damos por hecho que no justificaremos ningún tipo de violencia, ni psicológica, ni física,  sean estas por estrategias del orden político o religioso. No avalaría actos de barbarie contra seres humanos y más complejo aun, contra seres vivos de distintas especies. En conclusión, al parecer, la sociedad del siglo XXI respondería mayoritariamente  que “No”.
A estas preguntas, un vegano común y corriente también respondería que “No”,  con una intención de erradicar las formas violencia en su plenitud, ya que, como la gran mayoría de las personas, un vegano no se convence que la violencia sea  en algunos casos necesaria.

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Ahora apliquemos. Si golpeas a un perro o a un gato, probablemente serás amedrentado por cualquier individuo que este cerca de ti, esto obedece a nuestra intención como sociedad de terminar con los actos violentos, también  si matas a un pequeño conejo  por diversión serás increpado si alguien te observa. Aquí en chile, matar a un cóndor o a un lobo marino a vista y paciencia de todos podría terminar en una brutal paliza al cazador, o con algunos días en la cárcel y multas. Pero, si la violencia no es una herramienta de emancipación ¿Qué pasa con los mataderos? ¿Qué análisis podemos hacer de las corridas de toros o rodeos?, ¿acaso si se puede aplicar  un pensamiento abismal y discriminación para cierto tipo de animales bajo contextos socialmente aceptados?, si es así, los que contestaron “No” en las preguntas anteriormente formuladas se verán  en un serio problema cognitivamente disonante  si el análisis a elaborar sobre los mataderos, rodeos y corridas de toros desemboca en un argumento ligado a necesidades de alimentación  o expresiones culturales. Si como sociedad, nuestra intención es acabar con las prácticas violentas en todas sus formas, tenemos que pensar sobre las actividades mencionadas y darles una seria vuelta antes de contestar.

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Si soy un individuo que está en contra de la violencia en todas sus formas y consumo carnes, debo rectificar mi postura en contra de la violencia y asegurar que estoy en contra de “casi” todas las formas de violencia que existen, ya que el sabor de la carne en mi paladar es un argumento suficiente  para aplicar violencia de manera letal sobre un animal.  Así también si soy un fiel defensor de “expresiones culturales” como el rodeo,  peleas de gallos o competencias con animales como la hípica, ya que hay ciertos modos de violentar que me parecen social y moralmente aceptables. Pero la rectificación solo se enmarca bajo un correcto uso del  lenguaje. Debido a lo anterior, es prudente dar a conocer la única diferencia que existe entre un vegano y el resto de las expresiones conductuales,  esa diferencia se funda en la coherencia  procedimental en cuando te apropias de la premisa “contra todo tipo de violencia”, haciéndola valida en todos los campos y formas donde  se expresen este tipo de actos, sin salvedades o exclusiones.  Sea esta expresión de violencia  a  una mujer u hombre de distinto color o etnia,  como a todo ser vivo sintiente.
La homofobia, el machismo, la xenofobia, las guerras, las matanzas, la violación a los derechos humanos,  las dictaduras, la represión y el especismo  son formas de violencia que deben ser combatidas con todo el peso de nuestra sabiduría y racionalidad. No esperando discriminar cuál de estas acciones violentistas son las más importantes, de ser así, la batalla contra la discriminación seria discriminadora.
Quiero concluir comentando  que el veganismo en Chile ha tenido una arremetida comunicacional  y apoyo comunitario en crecimiento.  Hoy, bajo el liderazgo  de organizaciones como Animal Libre, Elige Veganismo, No más Vivisección, Colectivo animalista y Derecho y Defensa animal, entre otros, han dado la pelea para concebir esta contradicción en las formas de validar la  violencia como parte de un proceso a superar, destacando el trabajo en materia legislativa como el proyecto Mi Menú Vegano, la prohibición del testeo y experimentación en animales  y el cambio del estatuto jurídico de estos. También  destaca el trabajo que día a día hacen los activistas en la difusión de información para dar a conocer de materia grafica estas contradicciones, haciendo del discurso en contra de la discriminación y violencia, una herramienta liberadora y concreta.

Por Felipe Pavez
Profesor de Ciencias

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