Día Mundial por la Soberanía Alimentaria: Con independencia de los mercados transnacionales

Nada para festejar

Nada para festejar. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 1.000 millones de personas en el mundo padecen “hambre crónica”. Por otro lado, más de 1.000 millones son “obesas”, lo que no significa estar bien alimentadas. O sea, cerca de las dos terceras partes de la población mundial está “mal nutrida”.

Sin embargo, el 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación, proclamado en 1979 por la FAO –fecha que coincide con su fundación en 1945-. La finalidad de este organismo, integrado por 189 Estados más la Unión Europea, es sensibilizar a los pueblos del mundo sobre el problema alimentario mundial y promover políticas contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.

A pesar de ello, en 2009 se alcanzó el “record” de 1.000 millones de personas hambrientas en el mundo, “en parte debido a la subida de los precios de los alimentos y a la crisis financiera”, según indica este organismo. Esa cifra constituye, al decir de su Director General, Jacques Diouf, un “trágico logro en estos tiempos modernos”, en donde la humanidad produce más alimentos que en toda su historia.

Evidentemente, las propuestas de la FAO para resolver el problema del hambre y la malnutrición no van por buen camino; y los obesos y famélicos son síntomas de un mismo problema. La defensa de este organismo a una serie de ideas centrales, basadas alrededor del concepto de “seguridad alimentaria” asentado en el libre comercio, es inadecuado para resolver este problema. Por ello los movimientos sociales hablan de “Soberanía Alimentaria”.

En la actualidad, las corporaciones agrícolas transnacionales controlan más del 40 por ciento del comercio mundial de alimentos, lo que implica un peligro para la Soberanía de los pueblos. Earl Butz, Secretario de Estado para la Agricultura en los gobiernos de Nixon y Ford, aseveraba que “los hombres hambrientos escuchan sólo a quienes tienen un pedazo de pan en la mano. La comida es una herramienta, un arma en el arsenal de negociación de Estados Unidos” .

Era una época en que la “ayuda alimentaria” consistía en un elemento central de la política exterior de Estados Unidos. Posteriormente, esta política se sofisticó, como señala el investigador Raj Patel en su libro Obesos y Famélicos: “En vez de alimentar a los hambrientos con cereales del exterior, gracias a la Revolución Verde se desarrollaron tecnologías de aumento de productividad que permitían que los alimentos pudieran ser cultivados internamente. Esto provocó que la dependencia de los países del Sur Global pasara a ser de los alimentos en sí mismos a las tecnologías agrícolas”.

Raj Patel explica en sus investigaciones que “durante dos décadas después de la Segunda Guerra Mundial, el hambre fue afrontado directamente a través de la exportación de los excedentes de alimentos de Estados Unidos. Cuando los aspectos económicos de ese sistema comenzaron a fallar, surgió uno nuevo para reemplazarlo, uno que quebró los vínculos entre comercio y ayuda, en el que el sector privado tenía un mayor papel y, de forma crucial, en el que los avances en investigación agrícola hicieron posible que se aumentara enormemente la producción de los alimentos básicos como el trigo, el maíz y el arroz en las áreas del Sur Global”.

El especialista señala también que “la investigación creó variedades de semillas híbridas que rendían más que las tradicionales. Para crecer, las semillas requerían condiciones casi de laboratorio, que demandaban irrigación, fertilizantes y pesticidas. Éstos, a su vez, dependían de los combustibles fósiles para su producción. Y toda la operación requería eliminar la biodiversidad nativa para que las hileras de la nueva semilla pudieran ocupar su lugar”.

Se trató de una transformación de la agricultura que mereció el título de ‘Revolución Verde’. En algunos lugares se logró mantener a raya el hambre gracias, en parte, a las tecnologías de la Revolución Verde. Pero los costos sociales y ecológicos fueron altos y recientemente, en lugares como la India, el hambre ha vuelto.

Como respuesta, “las empresas que fueron claves durante la primera Revolución Verde propusieron una segunda generación de cultivos que dependen de la modificación genética para permitir que la producción aumente, bajo la bandera de ‘una nueva revolución verde’”, señala el autor estadounidense.

Por ello, hoy más que nunca, en el Día Mundial de la Alimentación de la FAO, los Movimientos Sociales del mundo reclaman “Soberanía Alimentaria”: Soberanía Popular desde la producción hasta la comercialización y el consumo. Para ello hay que repensar el qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué con independencia de los mercados transnacionales dominados por el actual imperio global privatizado del “agronegocio”.

Fuente: APM

Por biodiversidadla.org

 

 

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