Iglesia católica:

Perdiendo el báculo

La tumultuosa llegada al obispado de Osorno del cuestionado Juan Barros y la reciente polémica del arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati por censurar a un teólogo de la Universidad Católica dan cuenta de que algo se está moviendo en el piso de la Iglesia chilena. Sus detractores no son anticlericalistas ni ateos, sino que los propios fieles.

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Una situación inédita ocurrió en la catedral San Mateo de Osorno el 21 de marzo pasado. Una multitud de más de cerca de mil personas esperaba en sus inmediaciones con carteles y globos negros la llegada del nuevo obispo de la ciudad.

El día 10 de enero el Papa Francisco I había designado en el cargo a Juan Barros, pese a varios mensajes advirtiéndole de que no sería un nombramiento bien recibido. La llegada del jerarca religioso a la capital sureña fue acompañada por pifiadas, gritos y carteles dentro y fuera de la catedral.

La entrada del obispo Barros generó un tumulto en el cual recibió hasta empujones. Varias partes de la ceremonia fueron reducidas y cuando el nuevo obispo se retiró de la liturgia tuvo que ser escoltado por sacerdotes y acólitos. Carabineros calculó que sólo dentro de la Iglesia había unos 650 manifestantes. Hubo 3 detenidos. En un video se puede apreciar el tumulto formado por los feligreses en la entrada principal de la catedral osornina impidiendo y hasta dando pequeños empujones a quien llevaba el báculo de la diócesis. Pocas veces antes en Chile los feligreses se rebelaban de esa forma ante la autoridad eclesiástica, quizás el voto más preciado para la curia, marcando un punto más en la caída estrepitosa de los pastores de la iglesia católica ante sus rebaños.

PRÓXIMO A KARADIMA Y ABUSO DE MENORES

Los cuestionamientos a Barros provienen de Juan Carlos Cruz, una de las víctimas del sacerdote Fernando Karadima, de quien el actual obispo de Osorno fue íntimo asesor. Cruz acusa a Barros de ser testigo de los abusos del párroco de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de Providencia y hasta de que ambos sacerdotes eran amantes.

Cruz también acusa que cuando Karadima abusaba de menores acostumbraban a observar dichas escenas sacerdotes que hoy son flamantes obispos. Dice que estaban presentes Horacio Valenzuela, actual prelado de Talca; Andrés Arteaga, obispo auxiliar de Santiago, y Tomislav Koljatic, obispo de Linares.

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Obispo Juan Barros en la foto oficial como General de brigada del Ejército de Chile

El obispo Barros no es cualquiera en la Iglesia católica chilena. Se inició en la juventud católica guiado espiritualmente por Karadima y fue secretario privado del arzobispo de Santiago, Juan Francisco Fresno desde 1983. En 2004 asume como obispo castrense de Chile, cargo que desempeñará por un año y que permite que sea nombrado General de Brigada del Ejército de Chile.

Pese a que el propio arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati advirtió a la curia romana del inconveniente de nombrar a Barros como obispo por su cercanía con el caso Karadima, la curia romana desestimó las acusaciones. De igual forma ni el cardenal Ezzati, ni el vicepresidente del comité episcopal, el obispo de Rancagua Alejandro Goic; ni el secretario general, obispo Cristián Contreras, asistieron a la ceremonia.

Pese a las protestas, días después de la agitada asunción del obispo de Osorno, el subdirector de la oficina de prensa del Vaticano, Ciro Benedettini, sostuvo que la Congregación de los Obispos «estudió cuidadosamente la candidatura del prelado» Barros y «no encontró razones objetivas que obstaculizasen su nombramiento». Y como en la Iglesia católica la obediencia es un voto capital, el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal expresó respecto de la designación de Juan Barros “nuestra adhesión, en espíritu de fe y de obediencia, al Papa Francisco quien ha nominado a Monseñor Barros como obispo de la diócesis de Osorno”.

Los escándalos de abusos de menores que en la última década visibilizaron lo que escondían varios miembros del clero tras sus sotanas está provocando lo que ni el ateísmo militante o el positivismo individualista del siglo XX habían conseguido: Resquebrajar profundamente a la institución más vetusta de la historia occidental. Quien lo iba a pensar: En el rancio fundo de la Iglesia católica son los propios feligreses los sujetos de la revuelta. Y todo parece indicar que el movimiento no tiene vuelta atrás.

UNA CURIA CONSERVADORA

La asunción del obispo de Osorno fue acompañada por el obispo de Concepción y actual administrador apostólico de Osorno, Fernando Chomalí, el arzobispo de Puerto Montt, Cristián Caro y el Nuncio Apostólico en Chile, Ivo Scapolo.

Scapolo es una llegada directa con el Vaticano para los sectores conservadores de la Iglesia católica chilena. En su círculo más cercano está el obispo de San Bernardo, el Opus Dei Juan Ignacio González Errázuriz.

Otro Opus Dei militante es el obispo auxiliar de La Serena, Luis Gleisner Wobbe.

El nuncio Scapolo también tiene profundos vínculos con los Legionarios de Cristo, movimiento religioso próximo a las familias Matte y Edwards.

También el nuncio apostólico está detrás de la acusación ante la Congregación para la Doctrina de la Fe (la inquisición moderna) de los sacerdotes Mariano Puga, José Aldunate y Felipe Berríos por sus declaraciones a la prensa. Dichos curas criticaron el rol de la Iglesia Católica chilena frente a la pobreza y el matrimonio entre parejas homoafectivas.

La actitud de las autoridades eclesiales tanto a las exigencias de cambios sociales como a las críticas a la institución evidencia de que prefieren la estrategia de cerrar filas para enfrentarse a los vientos de cambio. Si hasta un marxista clásico podría decir que las condiciones están maduras por la agudización de las contradicciones: Una feligresía que está dando balbuceos para organizarse tiene como contraparte una jerarquía eclesial que aún se aferra al polvo que prometió limpiar Juan XXIII hace ya más de medio siglo.

Si bien en su fuero no compartió la nominación de Barros, el arzobispo Ezzati se ha caracterizado en el último tiempo por intervenciones públicas que han alineado a la Iglesia católica chilena junto con los sectores conservadores de la sociedad frente a temáticas como el aborto terapéutico y la reforma educacional.

Al término de la última ceremonia del 21 de mayo de 2014 a la salida del Congreso en Valparaíso, Ezzati respondió al anuncio de la presidenta Bachelet sobre legislar sobre el aborto terapéutico que “la vida es el valor fundamental y el valor que hay que proteger en todos los ámbitos. Con todo el respeto que me merecen las mascotas, la persona humana, la vida humana, vale mucho más que eso”.

Pocos meses después tras el anuncio de la reforma educacional, Ezzati concretó una pública reunión con parlamentarios de la UDI para manifestar su rechazo a dicha iniciativa.

Las últimas apariciones públicas de Ezzati, justificando la censura al destacado teólogo Jorge Costadoat a quien se le expropió de su derecho a enseñar en la Universidad Católica, dan cuenta de que es el rostro de una jerarquía eclesial miope ante los cambios y obcecada por mantener una doctrina jerarquizada. Un rebaño más manso que revolucionario parece estar iniciando su proceso de cuestionamiento de las autoridades religiosas. Que dicha disidencia se manifestara en una de las ciudades más conservadoras de Chile, Osorno, da cuenta de que a la jerarquía eclesial se le están removiendo los cimientos.

Los casos de pedofilia y las redes de protección al interior de la Iglesia descubiertas en los últimos años terminaron por apagar el aura que rodeaba al magisterio eclesial. El descrédito de la iglesia es similar al que tienen otras instituciones que sostuvieron la transición.

Si bien el movimiento espontáneo está muy distante de esos 200 católicos, entre los cuales había 8 sacerdotes, que la mañana del 11 de agosto de 1968 se tomaron la Catedral de Santiago y colgaron un lienzo con la consigna ‘Por Una Iglesia Junto al Pueblo y su Lucha’, el actual descrédito institucional y el mayor empoderamiento de la ciudadanía indican que se vienen acciones de fuerza mayores.

Tal vez sea una señal más de que un ciclo político se está acabando. Los sujetos que siempre se pensó serían los ajusticiadores de la Iglesia católica, los ateos materialistas, los anticlericalistas del siglo XX o hasta los evangélicos, resulta que no son los agentes del cambio. En las protestas contra el obispo Barros participaron feligreses, coordinadores de la capilla y hasta sacerdotes que días antes habían suscrito una carta de rechazo a la nueva autoridad eclesiástica. Asistimos al inicio de una subjetividad militante de base religiosa.

El propio obispo Barros sostuvo a un medio al llegar ese día a Osorno que “siento un fuerte sentimiento de esperanza, de esperanza en el futuro”. El problema es que todo indica que para ese sentimiento su presencia es sólo una pesadilla de abusos a menores y cortejo a los grandes grupos económicos, que muchos católicos ya quieren dejar en el pasado.

Mauricio Becerra Rebolledo

@kalodiscop

El Ciudadano

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