Entrevista al documentalista Ignacio Agüero, director de 'El Diario de Agustín'.

El Mercurio, sus asalariados y el servilismo político

El documentalista Ignacio Agüero, autor junto a Fernando Villagrán de El diario de Agustín, ha registrado en este documental el compromiso directo que tiene El Mercurio en la instigación del golpe de Estado, así como el diseño de la dictadura, la tergiversación de la información durante el régimen y posteriormente la defensa a ultranza del modelo instalado tras el golpe. Un poder ubicuo que parece extender la concepción de periódico y fusionarlo con otros, desde el económico, político, y por cierto el religioso y militar.

Por Wari

09/06/2014

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aguero

El 11 de septiembre pasado, fecha que conmemoró los 40 años del golpe de Estado, marcó un hito en lo que se refiere al discurso público hacia el infame evento y la posterior dictadura. Por primera vez en cuatro décadas la televisión exhibía imágenes antes ocultas de la brutalidad política y alteraba el ambiguo relato de la transición. Al mismo tiempo en otra esfera, el presidente Sebastián Piñera llamaba a los cómplices pasivos del golpe y la dictadura a admitir sus responsabilidades en las violaciones de los derechos humanos a la vez que cerraba la cárcel de cinco estrellas en las que se hospedaban los principales criminales.

Hubo un avance, ciertos reconocimientos, intenciones de más justicia, discusiones y separaciones en la misma derecha. Pero también hubo silencio entre aquellos cómplices, más activos que pasivos. Los medios de comunicación escritos que no sólo incitaron y promovieron el golpe, sino que formaron parte de la campaña de sistemática violación a los derechos humanos, mantuvieron un completo y cerrado mutismo. El caso de El Mercurio es imagen y emblema.

“En este cuadro general, en que los diarios pierden su influencia, creo que El Mercurio sigue siendo muy importante a nivel de dirigente. Los partidos de la derecha, los grupos de poder, no tienen una línea estratégica, en cambio El Mercurio es una casa, la verdadera casa de la derecha. Como la casa de los padres, donde las cosas están claras y hay una cierta seguridad de continuidad. Si El Mercurio no existiera habría una orfandad en la derecha. El diario suple eso y señala el camino, porque es un núcleo de pensamiento que aglutina a los pensadores, a los cuadros dirigentes de la derecha”, dice Agüero.

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Pero El Mercurio va más lejos. Se hunde y extiende al interior de las elites, sean económicas y de un variado color político. Desde el fin de la dictadura de Pinochet, el diario de Agustín Edwards ha conseguido que los gobiernos de la Concertación canten a su antojo el discurso neoliberal y binominal y tiendan un manto de vaguedades sobre la reciente historia. Cuadros y dirigentes de esa coalición gobernante pasaron a representar, tal vez mejor que los mismos asalariados de Agustín, los intereses de El Mercurio. El documentalista ha sido testigo directo.

Tras el estreno del documental el 2008, Ignacio Agüero ha intentado su difusión a través de TVN. Más de cinco años de ambigüedades, palabras oblicuas, para, finalmente, recibir un portazo. Han pasado ya dos administraciones en la televisión pública y el filme no ha sido exhibido. El Mercurio, tal como lo ha hecho durante décadas, parece extender sus garras, aunque el documentalista tiene otra hipótesis.

“Si uno especulara, el más interesado en que la película se exhiba es El Mercurio. Porque si no se da se sigue hablando de la censura, del poder del Mercurio y el más perjudicado es el diario en sí mismo. Si se da la película, finalmente se acaba la polémica. Por eso, creo que la censura ha sido realizada por dirigentes de segunda línea, asalariados de los grupos económicos que sienten una especie de lealtad a Edwards. Actúan temerosos de perder sus fuentes de trabajo”.

-Dices que El Mercurio tiene las cosas claras para la derecha; les da continuidad y seguridad. Pero es una postura extrema, ultra conservadora, que hoy les ha significado una derrota electoral. ¿Por qué crees que este diario mantiene esta línea y continúa celebrando la dictadura?

“Esa mancha no se la puede sacar porque está en su naturaleza. El Mercurio no podría tener una actitud distinta. Eso está en la película y lo dice (Manuel Antonio) Garretón. Está tan involucrado, porque la dictadura fue diseñada, promovida y avalada por El Mercurio. Jamás opinaría otra cosa, no puede hacerlo, porque haría lo mismo en el futuro. Imaginemos que llega al poder alguien de izquierda verdadera y pusiera las cosas incómodas para El Mercurio. Un gobernante que se proponga terminar con los abusos, con la concentración del poder económico y transformar la economía para que sea más democrática. Esa cuestión sería terrible para la derecha y El Mercurio, que se comportaría de la misma manera que hace 40 años. No tengo ninguna duda de eso”.

-¿Cómo salió la idea del documental?

«Tuvo dos momentos. El primero fue en una comida de respaldo a mi hermano Felipe, demandado por su torturador (Emilio Meneses) por calumnias. Se hizo una comida de apoyo, habló gente y entre ellos estaba (José ) Zalaquett, el abogado de derechos humanos. En esa comida habló de la impunidad, no sólo de los militares, y, entre ellos, nombró a los medios de comunicación y sacó como ejemplo el titular de La Segunda (“Exterminados como ratones”). Esto fue durante el gobierno de Frei, con Pinochet ya detenido. El que escribió ese titular era un autor de la represión directa, y estaba en plena impunidad. Ese fue un primer momento. El segundo fue con el informe Valech, ya durante el gobierno de Lagos. En este documento había participado una mujer que yo conocía, Elizabeth Lira. Recuerdo que en una mesa redonda sobre el tema dijo que el informe Valech se iba a olvidar, por lo que dependería de la sociedad lo que se hiciera con todo ese contenido. Me miró y me sentí mirado. Qué hacía yo con eso. Cuando más tarde caminaba a casa, me sentí con un especie de compromiso, que era hacer un documental sobre El Mercurio. ¿Por qué El Mercurio? Por lo que te he dicho. Por su presencia en la vida nuestra, porque sabíamos cómo había operado, quién era Agustín Edwards. Como documentalista, por la edad que tengo, era tal vez la generación justa para hacerlo”.

-¿Qué edad tenías para el golpe?

“Tenía 21 años”.

-¿Militabas?

“Estaba en el Mapu. Ya en el año 1967, con la toma de la Universidad Católica, vi con claridad cómo actuaba, qué era ese diario. Más tarde, en 1969, en el colegio, el Saint George, lo experimenté de manera muy cercana durante una semana de la educación que organizamos un grupo de alumnos con un grupo de profesores más los sacerdotes. Se cuestionó todo el sistema. Pero en esa semana cantó Víctor Jara en el colegio y salió apedreado, lo que tuvo graves consecuencias. Se paralizó la semana de la educación, las clases, y hubo asambleas de padres y apoderados. El Mercurio, en tanto, editorializaba y acusaba de infiltración comunista en el Saint George. Yo era protagonista y sabíamos muy bien lo que estaba pasando, además que no había allí ni un solo comunista. Tal como en 1967, supimos en carne propia cómo se movía El Mercurio”.

-Con este contexto político e histórico, ¿cómo surgió el diseño de la película?

“En el diseño pensamos muchas cosas, de partida la investigación de los estudiantes, pero también un concurso de estudiantes interuniversitario. Pero la primera decisión era hacer la película con estudiantes de periodismo, no nosotros solos, para que ellos fueran descubriendo el Mercurio”.

-Esa decisión aparece en el documental como un gran acierto, con momentos increíbles como la entrevista con Arturo Fontaine.

el-diario-de-agustin-2008“Sí, él está frente a una señorita estudiante que le habla como yo nunca me hubiera atrevido hablarle a Fontaine. Imagino que no podía creer lo que estaba escuchando, gente como él, o como (Juan Pablo) Illanes. Todos ellos creen que se iban a lucir ante los estudiantes de periodismo, jóvenes que están aprendiendo, quienes le expresarían su admiración. Pero se encontró con un grupo de estudiantes que le preguntaron cosas muy concretas, como el financiamiento de la CIA al diario. No podían creer lo que estaba oyendo (risas)”.

-El documental se llama El diario de Agustín… es decir, apunta al dueño más que al medio.

“Desde el primer minuto se llamó así. Porque era tan evidente que la misma persona que estuvo al mando del diario en los setentas es el mismo que sigue hoy. Es impresionante cómo dio la vuelta entera. Siempre hizo su trabajo. Salió Allende y se dio una vuelta por Estados Unidos para buscar apoyos al golpe, luego viene el golpe y prepara los cuadros que iban a dirigir la dictadura y sigue en eso hasta el final. Y con los gobiernos de la Concertación, por supuesto que sigue dando la línea. Es algo evidente”.

-¿Durante el rodaje tuviste algún tipo de presión, alguna señal que viniera desde allí?

“Ninguna. Creo que se demoraron mucho en saber. El día que se dan cuenta es cuando Illanes, que está en el documental, dice ‘dejemos esto hasta aquí’, pero eso no significó ningún problema”.

-Hasta ahora. Porque ha habido censura y todo tipo de obstáculos para la exhibición en la televisión. ¿Es la mano de Agustín Edwards?

“Yo creo que la mano de Agustín Edwards existe aunque él no haga nada. Creo que él no ha necesitado hacer llamadas a la televisión, porque tiene gente servil que actúa antes que él tome una decisión. La gente se atemoriza antes que llame. Por ejemplo, el caso de Daniel Fernández, (vicepresidente ejecutivo de Hidroaysén y exdirector de TVN entre el 2004 y el 2010), es para evitar un llamado de Edwards. Fernández hizo todo lo posible para que no se comprara el documental cuando era director de TVN, pero tuvo la mala suerte que él mismo llamó como directora de programación a María Elena Wood, que acababa de hacer un documental sobre Bachelet y se había instalado como documentalista en el medio, además de participar en la asociación de documentalistas”.

-Pero finalmente la compra.

“Sí. Antes de eso, apenas se estrena la película el 2008 en la Universidad Católica, dos semanas después del lanzamiento la gente de TVN nos llama porque quieren comprarla. Quienes llaman es la gente del nivel medio, que son los que proponen las compras. Hablamos rápido, nos ponemos de acuerdo en el precio y nos piden la factura. Pero al día siguiente llaman y me dicen que hay un cambio. ‘Oye, hemos recibido una orden para parar todas las compras porque estamos en una crisis’. Por supuesto que nadie me dijo que era una orden de arriba, grupo que está formado por el director de TVN, el director de Programación y el de Prensa, es decir, Fernández, Vicente Sabatini y Jorge Cabezas. Por lo que yo he sabido, Cabezas es un hombre de Edwards que venía de El Mercurio. Le debe lealtad”.

“Pasa un año y cambia el director de Programación. Se va Sabatini y llega María Elena Wood. Ella estaba de acuerdo en que TVN debía adquirir el documental, pero Daniel Fernández se oponía. Pero la compraron igual porque estaba María Elena Wood. Sin embargo, lo que hizo Fernández fue inventar una fórmula para no firmar, que TVN la comprara pero que él apareciera como si no supiera. Lo de diez mil dólares para abajo no pasaba por el director. Esa fue la fórmula”.

-¿Por qué no firmó?

«Era evidente. Si llamaba Edwards, él no sabía nada y así podía seguir escalando cargos. Yo creo que este tipo de dirigente solo piensa en su interés personal. Aquí no hay una censura ideológica. Fernández piensa en su cargo, en su posición. Eso es el servilismo a los dueños de Chile. Ellos piensan solo en eso”.

-Lo compran, pero no lo exhiben.

«El 2010 cambia el director. Viene Mauro Valdés. El da un discurso muy bueno cuando lanza Los archivos del Cardenal y habla sobre la misión de la Televisión Nacional. Yo me tranquilicé y pensé que se transmitiría. Pasó un año y comencé a llamar a TVN, que responden con evasivas. Le escribo a Valdés, pero no me contesta. Habló con los miembros del directorio, dicen que se estudiará, la misma María Elena Wood hizo pasar la aprobación del diario de Agustín en la parrilla programática, pero no se cumplió. La última respuesta era que se iba a exhibir en una fecha concreta, pero el contrato lo anula Valdés argumentando haber sido presionado a través de una entrevista de Fernando Villagrán en The Clinic en la que denuncia la situación”.

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-Tras este episodio de censura ustedes pasaron a los tribunales.

“TVN tiene que transparentar sus decisiones. No puede ser que el director se sienta presionado y anule un contrato. Tiene que transparentar el contenido de sus decisiones, asociadas a la ley de transparencia de las empresas del Estado. Lo primero que hicieron los abogados fue pedir los documentos, como particulares, en tanto más tarde presentamos la solicitud de los documentos a TVN por la ley de transparencia. Inmediatamente ellos dijeron que no correspondía a esta empresa. Por cierto que hay otros argumentos, pero ése es el principal, el derecho a conocer esos temas. Seguimos el camino del recurso de protección que fue rechazado dos veces por los tribunales pero acogido por tercera vez por la Corte Suprema. Y allí estamos ahora. No vamos a parar hasta que la den. También nos reunimos con el relator de derechos humanos de la ONU”.

-Posteriormente hubo otro incidente.

“El otro fue con el Museo de la Memoria. Cuando me entero de la anulación de contrato se me ocurrió acercarme al Museo para hacer una mesa de discusión sobre este asunto. Armamos una mesa a la que iría Francisco Vidal, exministro y expresidente del directorio, Faride Zerán ex miembro del directorio y Giorgio Jackson. El director del Museo, que estaba en México, se enteró del panel por un llamado de Mauro Valdés y nos dice que era mucho mejor debatir sobre mis documentales, a lo que yo no accedí. Finalmente, se retiró la mesa”.

“En este caso creo que sucede algo similar al de Fernández. Es cuando los dirigentes confunden su interés personal con el de la institución que dirigen. Nadie quiere estar incómodo con las elites, con El Mercurio, con los grupos de poder. Mira, el Museo de la Memoria ya no piensa que tiene que estar bien solo con El Mercurio, sino también con TVN. Es lo mismo en la política, hoy se deben a los grupos de poder económicos y no a los votantes”.

Por Paul Walder

Fotografía de Rodrigo Núñez

El Ciudadano Nº151, marzo 2014

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